Dos Tórtolas
ofrecidas en sacrificio.
Fuente: www.reinadelcielo.org
La Redención tiene infinitas facetas para que
nuestro corazón, en meditación, las descubra. Cuando rezamos el
cuarto misterio gozoso del Santo Rosario, por ejemplo, meditamos
la Presentación de Jesús en el templo. Y sabemos que allí
recordamos la celebración de un rito que el pueblo judío heredó de
las leyes de Moisés: se presentaba a Dios al hijo primogénito en
el Templo, en forma de sacrificio. Y la costumbre de los humildes
era presentar dos tórtolas como ofrenda.
Cuando aquel día José y
María ofrecieron a Jesús en el Templo se vivió un anticipo de lo
que ocurriría luego: el Cordero de Dios iba a ser verdaderamente
ofrecido en sacrificio, para la Salvación de toda la humanidad.
Allí el anciano Simeón profetizó a María que su corazón iba a ser
traspasado por una espada, por el destino de Cruz que su Hijo iba
a enfrentar.
Aquí se esconde un gran
misterio: se ofrecieron entonces dos tórtolas como símbolo
de sacrificio a Dios. Ellas representaban a Jesús y también
a María. Se ofreció en sacrificio al Redentor y a la Corredentora,
juntos inseparablemente en la obra de la Salvación.
Dios Padre recibió la
ofrenda de Su propio Hijo y también la de la Criatura más
perfecta, verdadera Arca que contuvo y dio su naturaleza humana al
Salvador.
Las dos tórtolas ofrecidas
en sacrificio en Jerusalén dos mil años atrás unieron
indisolublemente a Madre e Hijo en la obra de la Salvación, frente
a Dios Padre. Jesús murió física y místicamente por nosotros en la
Cruz, pero su Madre lo siguió en todo momento, de tal modo que
también sufrió místicamente la Pasión de su Hijo amado. Así, el
misterio de la Redención va unido al de la Corredención de María.
El único y verdadero
Salvador de la humanidad no quiso en ningún momento tener a Su
Madre lejos de él: espiritualmente ellos siempre estuvieron
unidos, como lo están ahora.
Estos tiempos son
importantes para recibir de nuestra Madre Celestial el consuelo y
la guía para que lleguemos a su Hijo. Porque como dijo San Luis
Grignion de Montfort: María es el camino más corto y seguro para
llegar a Jesús.
¡Jesús y María, sean
la Salvación del alma mía!
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