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Asunto: | [MensajesPanyVida] Reflexión de Hoy- Viernes 7-8-05 (Testimonios de Madre Teresa de Calcuta). | Fecha: | Jueves, 7 de Julio, 2005 20:07:34 (-0400) | Autor: | Pan y Vida <administracion @................org>
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* ¡Alégrate!
¡Cristo Resucitó, y está en la Red! Servicio católico de
Evangelización Pan y Vida. Fiel a Benedicto XVI y al
Magisterio de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.*

Testimonio inédito de la Madre
Teresa de Calcuta sobre la opción por los pobres
Autor: Madre
Teresa de Calcuta.
1910 - 1997
* Hace unas semanas, dos
jóvenes vinieron a nuestra casa para ofrecerme mucho dinero para
dar de comer a la gente. En Calcuta damos de comer a 9 mil
personas al día. Querían que el dinero se destinara para alimentar
a esta gente. Les pregunté: "¿De dónde han sacado tanto dinero?".
Ellos me respondieron: "Nos acabamos de casar hace dos días. Antes
de la boda, decidimos que no compraríamos trajes para la ceremonia
ni para la fiesta. Queremos darles a ustedes el dinero". Para un
hindú de clase alta esto es un escándalo.
* Muchos se
quedaron totalmente sorprendidos al ver cómo una familia de ese
nivel no había comprado trajes ni había organizado fiestas con
motivo de la boda. Después les pregunté: "¿Por qué lo han hecho?".
Esta fue la extraña
respuesta que me dieron: "Nos amamos tanto que queríamos dar algo
a otros para comenzar nuestra vida en común con un sacrificio". Me
impresionó mucho el constatar cómo estas personas estaban
hambrientas de Dios. Una manera de manifestarse el amor mutuo era
hacer ese sacrificio enorme. Estoy segura de que los occidentales
no pueden entender lo que significa esto. En nuestro país, en la
India, sabemos lo que significa no tener vestidos y fiestas para
la boda. Sin embargo, estos dos jóvenes tuvieron el valor de
comportarse así. Esto es verdaderamente un amor en acción. Y,
¿donde comienza este amor? En la propia casa. ¿Cómo comienza?
Rezando juntos. Una familia que reza unida permanece unida. Y, si
permanece unida, entonces se amarán unos a otros como Dios nos
ama.
* En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a
nuestra casa para contarnos el caso de una familia hindú de ocho
hijos. No habían comido desde hacía ya varios días. Nos pedía que
hiciéramos algo por ellos. De modo que tomé algo de arroz y me fui
a verlos. Vi cómo brillaban los ojos de los niños a causa del
hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en dos
partes y salió. Cuando regresó le pregunté qué había hecho con una
de las dos raciones de arroz. Me respondió: "Ellos también tienen
hambre". Sabía que los vecinos de la puerta de al lado, los
musulmanes, tenían hambre.Quedé más sorprendida de su preocupación
por los demás que por la acción en sí misma. En general, cuando
sufrimos y cuando nos encontramos en una grave necesidad no
pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer maravillosa,
débil, pues no había comido desde hacía varios días, había tenido
el valor de amar y de dar a los demás, tenía el valor de
compartir.
Frecuentemente me preguntan cuándo terminará el
hambre en el mundo. Y yo respondo: "Cuando tú y yo aprendamos a
compartir". Cuanto más tenemos, menos damos. Cuanto menos tenemos,
más podemos dar.
* En una ocasión, en Calcuta, no teníamos
azúcar para nuestros niños. Sin saber cómo, un niño de cuatro años
había oído decir que la Madre Teresa se había quedado sin azúcar.
Se fue a su casa y les dijo a sus padres que no comería azúcar
durante tres días para dárselo a la Madre Teresa. Sus padres lo
trajeron a nuestra casa: entre sus manitas tenía una pequeña
botella de azúcar, lo que no había comido. Aquel pequeño me enseño
a amar. Lo más importante no es lo que damos, sino el amor que
ponemos al dar.
* Ustedes conocen a los pobres de su zona.
Saben que se encuentran precisamente aquí en Roma, en Nueva York,
en Londres y en otros sitios.
Nuestras hermanas dan de
comer a los hambrientos de esta ciudad. Hay personas que duermen
por las calles. Quizá se sorprendan al ver a personas como ustedes
que duermen arropados por cartones, temblando por el frío. ¡Esto
sí que hace sufrir!". Tienen que tener un amor tierno, tienen que
reconocer al pobre donde quiera que vivan.
En la India, es
maravilloso ver a hindúes y musulmanes que se preocupan por los
pobres. También aquí, al igual que en muchos lugares, la gente se
hace más consciente de la necesidad de compartir la alegría de
amar. Pero, ¿dónde comienza este amor? En casa. No podemos dar
lo que no tenemos.
Y yo rezo para que este amor pueda
comenzar. La oración da un corazón transparente. Y un corazón
transparente puede ver a Dios. Sólo podemos ver a Dios si hacemos
algo por alguien. Tienen que saber quién es ese "alguien" y quién
lo ha creado. A los pobres no les hace falta demasiado, lo que
necesitan es ternura y amor.
* Una vez recogí a un hombre
en un desagüe abierto en Calcuta. Había visto que algo se movía en
el agua: al quitar la suciedad me di cuenta de que era un hombre.
Lo lleve a nuestra casa para moribundos. Tenemos un lugar para
personas en esta situación. En todos estos años hemos recogido por
las calles de Calcuta a 45 mil personas como esta. De estas, 19
mil han muerto rodeadas de amor.
De modo que lleve a aquel
hombre a nuestra casa. No blasfemó, no gritó. Su cuerpo estaba
totalmente cubierto de gusanos. Lo único que dijo fue: "He vivido
toda mi vida en las calles como un animal. Y ahora voy a morir
como un ángel, amado y atendido". Después de tres o cuatro horas
murió con la sonrisa en los labios. Esta es la grandeza de nuestra
gente.
* Últimamente vienen muchos jóvenes a trabajar a
Calcuta con los moribundos, con los leprosos, o en la casa para
los niños. Un día llegó también una muchacha de la Universidad de
París. En su rostro se podía ver una profunda preocupación. Pero
después de algunas semanas de trabajo con los moribundos, dijo:
"He encontrado a Jesús". "¿Dónde?", le pregunté. Ella me dijo: "Lo
he encontrado en la casa de los moribundos". "Y, ¿qué has hecho?".
"Me he confesado por primera vez después de quince años y he
enviado un telegrama a mis padres porque he encontrado a Jesús".
En sus países, en Europa, en América, no sé si la gente muere de
hambre pero yo veo una pobreza todavía más difícil de extirpar: la
soledad de quienes son marginados, la sensación de no sentirse
deseado, amado, el verse abandonado. Insisto en que hay que ver,
tocar y amar, pues, si no nos aman, no podemos amar.
*
También hoy tenemos muchos sufrimientos, muchos problemas. Lo que
yo he visto es increíble. Nuestra gente sufre todavía mucho.
Nuestro deber es ayudarles a compartir con ellos la alegría de
amar, pues amándoles amamos a Cristo. Y, cuando llegará el día en
el que regresaremos a la casa de Dios, Cristo nos dirá: "Tenía
hambre y me diste comer; estaba desnudo y me vestiste, no tenía
casa y me diste un refugio". El hambre no es sólo de pan, el
hambre es de amor.
* Un día estaba recorriendo las calles
de Londres y vi a un hombre totalmente borracho. Tenía un aspecto
triste y miserable. Me acerqué a él y le tome su mano -mi mano
siempre está caliente-, la apreté y le pregunté: "¿Cómo está?". Me
respondió: "!Ah!, ¡hace mucho tiempo que no sentía el calor de una
mano humana!". Y su rostro se iluminó. Su cara era diferente. Lo
único que quiero decir es que los pequeños detalles, hechos con
gran amor, llevan a la alegría y a la paz.
* En Australia
trabajábamos con los aborígenes. Nuestras hermanas van a visitar a
las familias de estas personas que no tienen a nadie que les
ayude. Lavan la ropa, les ayudan a limpiar, etc.. Un día fui a la
casa de un señor y le pregunté si podía limpiar su casa. Él
respondió: "Yo estoy bien". Le dije: "Pero estará todavía mejor si
me dejara limpiar". Pude ver que en la habitación había una gran
lámpara llena de polvo. De modo que le dije: "Nunca enciende esa
lámpara". "¿Para quién? -me respondió-, durante años enteros nadie
ha venido a verme". "Y, si las hermanas vienen a verle, ¿encenderá
la lámpara?", le pregunté. Me dijo que sí. Las hermanas comenzaron
a visitarle. Me olvidé totalmente de aquel hombre y de su lámpara.
Tres años más tarde, el señor me mandó a las hermanas con un
mensaje: "Díganle a mi amiga que la lámpara que alumbró mi vida
todavía está encendida". Ésta es la grandeza de nuestra gente. Si
llegamos a conocerles, los amamos, y si los amamos realmente,
amamos a Cristo. Ciertamente Jesús está allí. Él lo dijo: tiene
que ser así. Y, por este motivo, Jesús se ha hecho pan de vida
para satisfacer su hambre de nuestro amor humano.
De modo que ayudémonos
mutuamente a llevar este amor de Cristo al mundo. El mundo es lo
que espera de nosotros. Enséñenlo a los jóvenes. Ellos quieren
hacer algo. Ayúdenles. Verán que seremos capaces de cambiar esta
fase horrenda que atraviesa el mundo.
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