Los sacerdotes que aman a
Jesús.
Autor: Fr. Mario Knezovic
Sobre los empleados de Dios reflexionamos a menudo,
poco o nada, dependiendo del cuando y del cómo. Si cumplen sus
regulares, diría, previsibles obras de caridad, no se habla acerca
de ellos. Sin embargo, si dan un paso equivocado, por pequeño que
sea, todos quieren saberlo, comentarlo, escribir acerca de él.
Jesús, cuando llamó a los apóstoles a imitarlo, les mostró
claramente lo que les espera: pruebas, burlas, la prisión, la
condena...
El llamado sacerdotal es difícil de comprender y es
inescudriñable para aquellos que piensan de manera terrenal y no
con los pensamientos de Dios. Un filósofo dijo que la vocación
espiritual con respecto al mundo es la "lógica de la locura". Hay
mucho de verdad en eso. El hombre tiende más a tener que a ser. El
hombre por naturaleza desea realizarse en los valores terrenales:
la carrera profesional, la familia, los hijos, la herencia, la
reputación... Todo eso, en el llamado sacerdotal y especialmente
en el monacal, en verdad se niega. Jesús es claro, El pide que se
deje todo y que se lo siga.
En el último tiempo en nuestros territorios se habla
de establecer la supuesta "sociedad civil". ¿Qué se entiende por
ello? En apariencia para ser una iniciativa noble porque es
partidaria de la libertad y de la igualdad de las personas. Sin
embargo, si razonamos más profundamente llegaremos al conocimiento
de que ese movimiento lleva en sí la negación de algunos grupos
sociales y profesiones. La sociedad civil soporta difícilmente a
los empleados uniformados de Dios y a todos aquellos que anuncian
la vida del espíritu y no del cuerpo. Por eso no es extraño que en
los medios de comunicación social, los sacerdotes son sometidos a
burlas y culpados injustamente de diversos hechos, con la
intención de marginalizar su actividad. En esto lo más peligroso
es la generalización. Es decir, si un profesor comete un acto
indebido, todos dirán de quién se trata, con nombre y apellido, y
dirán también que se trata de un caso individual. Sin embargo,
cuando un sacerdote comete algo indebido, inmediatamente se habla
en general de que los "sacerdotes hacen el mal".
Los sacerdotes no necesitan el consuelo ni la
protección terrenal. Jesús mismo dijo que cuando los llevaran a
las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, que no se
preocuparan de cómo o con qué se defenderán, o qué dirán. Por el
contrario, los sacerdotes necesitan acompañantes en la oración y
en el testimonio. El creyente con sus oraciones debe pedir la
santidad y la fuerza para su sacerdote. Tales sacerdotes, llenos
de las oraciones de sus fieles, serán testigos valerosos y nada
los podrá quebrantar.
En Medjugorje, que considero también como centro
espiritual terapéutico para los sacerdotes, podemos testimoniar de
numerosas vocaciones sacerdotales que han surgido en el ambiente
de oración que la Virgen nos ha preparado. En junio de este año,
cuatro sacerdotes novelos de Irlanda y de Polonia, llenos de
fervor vinieron a agradecer a Jesús por su elección. Se sienten
felices porque pertenecen y sirven a Jesús. Necesitamos sacerdotes
y debemos orar por esa intención. Necesitamos sacerdotes
entregados a Jesús. Un científico americano dijo hermosamente que
hoy en día necesitamos sacerdotes que amen a
Jesús.
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