No pensar en el
mañana, que cada día tiene su afán
Autor:
Padre Llucià Pou Sabaté
No pensar en el mañana, que
cada día tiene su afán.
Cuentan de un chino que tenía un caballo. Le dijeron “hay
que ver qué suerte tienes”, y él siempre decía: “no todo es como
parece...” El caballo se le escapo y los vecinos fueron a
consolarle “por la desgracia”: “¿Quien dice que sea una
desgracia?”, comentaba. A la semana siguiente el caballo volvió,
trayendo detrás una manada preciosa de caballos. Los vecinos le
felicitaron por “la suerte”... “¿quien dice que sea una fortuna?”
A los dos días su hijo iba a caballo y cayendo quedó cojo.
Volvieron para “consolarle”: “¿quien dice que sea una desgracia?”,
les dijo también. Al cabo de poco hubo una guerra y el primogénito
por estar cojo se libró de tener que ir a pelear...
Tenemos idea de lo que es
bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva, visión de
conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Nos
parece muchas veces que la vida es una carrera de obstáculos, que
hay una serie de problemas ante nosotros, cada día, y que se trata
de irlos superando. En cierto modo es así, pero no podemos
agobiarnos con lo que está más adelante, pues el mucho mirar los
obstáculos del mañana, el obsesionarse por lo que está aún lejos,
puede hacer que caigamos en el obstáculo que tenemos delante, el
único que existe y en el que nos hemos de fijar, para no caer:
sólo existe el “aquí y ahora”, el presente, y hemos de aprovechar
la memoria del pasado como experiencia, y la previsión del futuro
como deseo o esperanza. Una de las causas de inquietud que tenemos
en nuestro mundo es ésta: que la vida es ir solucionando
problemas, a veces agobiantes porque no está en nuestra mano el
resolverlos, ir con la lengua fuera corriendo hacia una paz que
nunca se alcanza... En realidad, no es ésta la finalidad de
nuestra existencia, sino ver en lo de cada día una oportunidad
para desarrollar nuestra vocación al amor, al encuentro con Dios.
Entonces, en lugar de estar inquietos, veremos la cruz de cada
día, como dice el Evangelio: “Por eso os digo: No os preocupéis
por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo, con qué os
vestiréis. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento y el cuerpo
que el vestido? Fijaos en las aves del Cielo, que no siembran, ni
siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre Celestial las
alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Quién
de vosotros por mucho que cavile puede añadir un solo codo a su
edad? Y acerca del vestir, ¿por qué preocuparos? Contemplad los
lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os
digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de
ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al
horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca
fe! No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer, qué
vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se
afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre Celestial que de todo
eso estáis necesitados. Buscad, pues, primero el Reino de Dios y
su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto,
no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia
preocupación. A cada día le basta su contrariedad”(Mateo, cap.
6)
Mirar los lirios y los
pájaros quiere decir saber contemplar, tener fe en las palabras de
Jesús, que es nuestro modelo, Camino, Verdad y Vida, que lo que de
veras cuenta es participar en esta aventura divina que es la vida.
No podemos perdernos en amarguras de pasados y miedos del futuro.
La vida es un regalo de Dios continuo, y hay que vivirla en
presente, disfrutarla. Pero esto es duro para quien se deja llevar
por dos peligros o tentaciones, el remordimiento del pasado y el
miedo por el futuro. El pasado, con sus remordimientos de
"hubieras debido actuar de manera distinta a como actuaste,
hubieras debido decir otra cosa de lo que dijiste": en
determinados momentos de la vida, el casado piensa si debería
haber hecho otra elección o haber escogido otra persona... y así
en todo; es el sentimiento de culpabilidad de "hubiera debido";
pero aún peor que nuestras culpas son nuestras preocupaciones por
el futuro, esos miedos que llenan nuestra vida de "¿qué pasaría
si?"... "¿y si perdiera mi trabajo?, ¿y si mi padre muriera?, ¿y
si faltara dinero? ¿y si la economía se hundiera? ¿y si estallara
una guerra?"... Son los "si" que junto con los "hubiera debido"
perturban nuestra vida, como decía Henri J. M. Nouwen: "ellos son
los que nos tienen atados a un pasado inalterable y hacen que un
futuro impredecible nos arrastre. Pero la vida real tiene lugar
aquí y ahora.
Dios es Dios del
presente...": no existe ni el pasado (queda sólo en la memoria, es
la experiencia de la vida) ni el futuro (que forjaremos con lo de
ahora), sólo existe una realidad, la presente, y ésta es la que
hemos de afrontar. El stress famoso no viene con la abundancia de
trabajo, sino con el estado psicológico de agobio ante el trabajo:
es decir no es causado por la materialidad de tener muchas cosas
que hacer sino por la sensación subjetiva de no llegar: lo que
agobian son las cosas “pendientes”. Pienso que algunas personas,
más bien perfeccionistas, tienden a esta “saturación”... una
búsqueda de la perfección enfermiza, que genera inquietud; un
compararse con los demás, hacer siempre más... Más bien deberíamos
pensar que no importa ser perfecto, que la vida no es un circo en
el que hay que hacer el “¡más difícil todavía!” sino que se trata
de hacer las cosas lo mejor que podamos. No competir con los
demás, en la búsqueda del éxito, sino sacar lo mejor de nosotros
mismos. Hacer lo mejor que podamos esto que traigo entre manos,
sabiendo que “lo mejor es enemigo de lo
bueno”.