¡Alégrate!
¡Cristo Resucitó, y está
en la Red!
Servicio Católico de Evangelización Pan y
Vida.
www.mensajespanyvida.org
E-mail: administracion@mensajespanyvida.org
"Estamos
en los días finales de nuestra campaña de recaudación de fondos, que
termina el día 1 de Marzo. Hasta ahora, hemos recibido la ayuda
de 5 personas".
Si reflexiona sobre cómo destina sus recursos en el mes,
tal vez encuentre que un dólar o más, podrían tener otro destino, quizás
más productivo y que no afectaría su presupuesto. Ese hallazgo le
permitirá unirse a esta campaña. ¿No le parece una buena idea al empezar
el año sumarse al esfuerzo de unos pocos pero que llega a muchos y a
través de éstos a muchos otros más?. Dios premiará con creces su
generosidad.
Beneficios: La
oportunidad gratuita de colocar un anuncio suyo en nuestras listas de
correos por una o dos semanas. (Por ejemplo: Tiene la oportunidad de
anunciar su ministerio en un medio católico, como así también sus
productos). Para hacer donación escriba a: administracion@mensajespanyvida.org
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¿Por qué Miércoles? ¿Por qué la
ceniza?
La duración de la Cuaresma -el
tiempo de preparación a la PASCUA, la fiesta de las fiestas- sufrió
muchas variaciones hasta quedar fijada en cuarenta días. Como se los
contaba "desde" el Domingo de Pascua, los cuarenta días caían en domingo
(ese domingo se llamaba precisamente domingo de
"cuadragésima").
La Iglesia -antiguamente-
acostumbraba reconciliar a los "penitentes públicos" el Jueves Santo.
Por eso, seguramente, "alguien" pensó que ese día debían concluir las
rigurosas penitencias que realizaban. Entonces, para que siguieran
siendo "cuarenta días", el comienzo del ayuno se remitió al miércoles
previo a ese primer domingo. En una palabra: cuarenta días previos al
Jueves Santo caen en día Miércoles.
¿Y por qué la Ceniza? Porque con
ella eran rociados los penitentes públicos como parte del rito de
reconciliación. Al desaparecer la penitencia "pública", la Iglesia
conservó ese rito penitencial. El Papa Urbano II, a fines del siglo XI,
lo extendió a toda la cristiandad.
La ceniza es el símbolo "natural"
(no inventado por el hombre), de "lo que fue" y "ya no existe", desde un
papel, un carbón... hasta los restos del ser
humano.
La ceniza es el "residuo", lo que
queda después de que algo se destruye por el fuego. Este elemento
natural, casi impalpable, que desaparece "al menor soplo", siempre tuvo
para el hombre resonancias y evocaciones muy
profundas.
En la Biblia se la utiliza como
símbolo de lo efímero, de lo precario, de lo transitorio, de lo que pasa
rápidamente (ver Job 13, 12). Por lo mismo adquiere un significado de
dolor, llanto y sufrimiento y pasa a ser una "señal", un símbolo del
reconocimiento del propio pecado y de la consiguiente voluntad de
penitencia.
La ceniza que se emplea el
Miércoles de Ceniza, se hace con los ramos bendecidos el año anterior el
Domingo de Ramos. Antes de aplicársela en forma de cruz sobre la frente
(también se puede esparcir un poquito de ceniza sobre los cabellos) se
bendice con una fórmula que se refiere a nuestra condición pecadora y a
la conversión; a la vez se pide la gracia necesaria para que los
cristianos -mediante la práctica cuaresmal- nos preparemos con esmero a
celebrar la PASCUA DE JESÚS.
El Sacerdote, al aplicarla, dice
una de estas dos fórmulas. "Acuérdate que eres polvo y al polvo
volverás" (Gn. 3, 19) o "Conviértete y cree en el Evangelio" (Mc. 1,
15). Las dos se complementan, mientras la primera nos recuerda "cómo se
pasa la vida", la otra apunta a la actitud de conversión interior, a la
vuelta de Cristo.
El simbolismo de la ceniza es
denso, profundo, conmovedor.
Todo se convertirá en ceniza: mi
casa, mi ropa, mi televisor, mi dinero, el perro que me acompaña, los
hombres que he amado y aquellos que he temido. Lo que sobre la tierra me
ha parecido grande y lo que me ha parecido pequeño... todo será
ceniza.
Pero por encima de esta condición
débil y caduca del hombre que nos provoca pensamientos de honda
reflexión y humildad, por encima de nuestra condición pecadora y frágil
que reclama arrepentimiento, penitencia y conversión interior, la
Iglesia nos recuerda que la Cuaresma es el itinerario hacia la
PASCUA.
Penetrándolo todo está la fuerza
salvadora y sanadora de Cristo que "vino para que tengamos vida y la
tengamos en abundancia", ya que "él no quiere la muerte del pecador sino
que se arrepienta y viva", porque él "es la Resurrección y la
Vida".
En cada "signo" de la Cuaresma
debemos descubrir la voz amorosa de Jesús, exclamando: "No rechazaré a
nadie que venga a Mí".
Agradecemos este aporte a
Cecilia Cornacchia.