• Un piloto español fue juzgado tras un
caso similar al del Hudson, con un muerto
El avión era más pequeño, pero la situación
bastante más complicada. El 16 de septiembre de 1966, la aviación española
vivió un amerizaje parecido al del pasado viernes en Nueva York. El aparato era
un DC-3, con 24 pasajeros y tres tripulantes a bordo. Pero el lugar del
amerizaje forzoso no fue un río con aguas bastante tranquilas, sino las olas
del Atlántico, delante de la costa de El Sauzal (Tenerife). Y el piloto, en
lugar de ser proclamado un héroe como Chesley Sullenberger con su Airbus en el
río Hudson, fue tratado inicialmente por las autoridades como un villano.
"Nunca dudé en dar mi vida por salvar a los pasajeros y aun así querían
fusilarme", recuerda ahora Eugenio Maldonado, de 72 años. Le
sometieron a juicio porque murió uno de los pasajeros, un antiguo alcalde
tinerfeño. Fue condenado a muerte por la justicia militar, que regía entonces
la aviación en España, pero se salvó al demostrar la autopsia que el pasajero
falleció por un infarto, no ahogado.
"El hombre no supo nadar y se agarró a la puerta del avión mientras los
demás subían a un barco de pescadores. Le dije que viniera conmigo, pero no me
contestaba. Tenía los ojos abiertos, pero al parecer ya le había dado el
infarto. Juntos nos precipitamos al fondo del mar, intenté rescatarlo, pero
casi no pude regresar a la superficie", explicó el piloto hace cinco
años al diario El Día de Tenerife. El tribunal, sin embargo, consideró
en un primer instante que Maldonado era responsable de la muerte del pasajero.
Aún le duele no haber sido nunca un héroe, como Sullenberger ahora.
Hélice averiada
Maldonado había despegado a las ocho y media de aquella mañana del aeropuerto
de Los Rodeos en dirección a La
Palma cuando casi de inmediato el avión sufrió una grave
avería en una hélice. Entre nubes empezó a perder altura, salvó por poco una
montaña y el piloto decidió buscar la cresta de una ola para amerizar ante la
costa. Tal fue la cortina de agua que el aparato levantó, que otro avión alertó
de que se había hundido y que seguramente todos sus ocupantes habían muerto.
Todo lo contrario. Maldonado sabía que tenía solo cinco minutos para desalojar
a los pasajeros antes de que se hundiera el aparato y pudo bendecir la
presencia cercana de un barco de pescadores.
El expiloto, natural de Toledo y residente ahora en Málaga, tiene escritos
cientos de historias como para hacer un libro sobre sus vivencias, ya que aquel
no fue el único incidente que sufrió durante su carrera. Así, en 1962 sufrió
quemaduras al explotar su caza militar --el copiloto murió--; en 1982 el avión
que pilotaba de Londres a Madrid se quedó sin mandos y logró aterrizar en
Barajas solo maniobrando con los motores; y en 1987 se le dobló parte del tren
de aterrizaje en medio de una densa niebla en Milán.
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