"NUESTRO INSOLITO UNIVERSO"
ERIKA: UN RELATO INCREIBLE
Por: Rafael Sylva Moreno
Edición 930 - 11/21/2014
Eran ya m¡s o
menos las dos y media de la tarde aquel 8 de Enero de 1.976 y una larga hilera
de vehículos viajaba hacia Caracas por la carretera Petare-Guarenas. En su
mayoría pertenecían a vacacionistas regresando a la capital después de las
fiestas de navidad y año nuevo. Entre aquellos vehículos que sorteaban las
muchas curvas en la carretera, avanzaba un pequeño auto Fiat color claro
piloteado por Erika Mitchell, descartada surfista de 19 años junto con su
hermanito Dennis de 9. M¡s adelante en otro carro viajaba el resto de la
familia. Como a las tres m¡s o menos y llegando a la curva en el sector San
Isidro, aquella larga cadena de vehículos debió aminorar la marcha pues una
gandola que se desplazaba lentamente rumbo a Caracas dificultaba el paso a un
camión cisterna y sedan Ford, así como un Land Rover y el Fiat de Erika que
marchaban detr¡s. Ansiosos aguardaban la menor oportunidad para adelantar a esa
gandola y continuar su viaje hacia la capital. A las dos y cincuenta, justo al
llegar a dicha curva de San Isidro el chofer del Ford aceleró logrando
pasar y también lo haría el camión cisterna. Ninguno de ellos imaginaba que
mientras hacían aquella maniobra, ya sobre sus vehículos aleteaba la muerte.
Omar Chacón,
chofer de la pesada gandola que habían logrado pasar, notó en aquellos momentos
“algo” que le heló la sangre. Desde lo alto del cerro que bordeaba la carretera,
estaba comenzando a desprenderse en horrísona “c¡mara lenta” una colosal
masa de tierra. Los dos primeros vehículos que se habían adelantado fueron
alcanzados simult¡neamente por esa avalancha que también lo haría contra el
camión cisterna empuj¡ndolo bruscamente contra el Fiat de Erika. Luego y en
cuestión de segundos, también quedarían sepultados otros 10 de vehículos que
viajaban en ambos sentidos de la vía. Solo unos cuantos afortunados, entre
ellos el padre de Erika, lograron salir a tiempo de sus autos para escapar con
vida.
El estruendo, polvareda y confusión convertirían al sitio en dantesco
manicomio. Muchos se bajaron de sus vehículos con la idea de ayudar a los
sepultados, también gente que vivía en los alrededores acudió al sitio con
palas y herramientas hasta que, providencialmente, haría su aparición un
pelotón de la Guardia Nacional acantonado en la cercanía.
Quince minutos
después llegaron al sitio maquinarias removedoras de tierra con obreros
del M.O.P (Ministerio de Obras Públicas) dando inicio a la remoción de
escombros. A las 4:30 de la tarde se localizaron los cad¡veres de Humberto
Bravo y Mauricio Otalora tapizados por la tierra en el interior del Ford
Fairlane.
Para entonces
ya habían transcurrido casi cuatro horas y en su desesperación el Sr. Mitchell,
padre de Erika gritaba desesperado pidiendo a las personas que se habían
arremolinado en el lugar que le ayudaran a rescatar a su hija sepultada bajo el
alud. A las seis de la tarde comenzaría a caer una pertinaz llovizna haciendo aún
m¡s difícil el trabajo de los rescatistas y ya cerca de las siete una de las
cuadrillas que trabajaba no muy lejos del camión sepultado anunció haber
divisado lo que parecía parte del Fiat de Erika. Con redoblados ¡nimos todos se
abocaron a remover trozos de aquella gigantesca masa de tierra y piedras hasta
que, y justo las 7:10 de la noche lograron rescatar el cuerpo sin vida del
pequeño Dennis Mitchell, fallecido por asfixia. Pero el pronóstico era sombrío
para su hermana pues se hacía evidente que Erika habría sufrido el mismo
destino. Fue entonces cuando sucedió lo insólito. Alguien comenzó a
gritar que entre los escombros y parte del chasis del Fiat se podía distinguir
lo que parecía una mano femenina brotando de la tierra y agit¡ndose débilmente.
Era la de Erika que milagrosamente no había sucumbido bajo el mortífero
derrumbe.
Según ella lo
relataría posteriormente, mientras aceleraba el Fiat para sobrepasar al camión
repentinamente sintió una feroz sacudida, todo daba vueltas a su alrededor y
quedaría a obscuras. Aun así no llegó a perder el sentido aunque tampoco
tenía idea de lo que estaba sucediendo, excepto que se encontraba bajo varias
toneladas de tierra y pantano. Así cueste creerlo y parece que por mera
casualidad, mientras caía el derrumbe, el chasis del enorme camión se interpuso
entre la masa de tierra y el carrito Fiat quedando un bolsón de aire,
permitiéndole a Erika respirar algo de aire durante las cuatro horas que
permanecería sepultada. Así y durante todo ese tiempo, totalmente inmovilizada
en aquella desesperante soledad y penumbra e ignorando por cierto que su
hermanito había fallecido no perdió la cordura, siendo así como, y ya
comenzando a fallarle la respiración creyó sentir ruidos lejanos. Quiso moverse
pero temía precipitar un nuevo derrumbe y así permaneció hasta que los sonidos
se hicieron m¡s cercanos y pudo escuchar voces. Luego e inesperadamente se
abrió un agujero, algo de luz y una r¡faga de aire fresco le dieron esperanzas.
Con gran esfuerzo logró estirar la mano hacia afuera y sintió como otra, fuerte
y c¡lida se la apretaba. El hueco se fue haciendo cada vez mayor y otras manos
y brazos lograron alzarla trabajosamente.
¡Se había salvado!
Una vez
afuera, respirando aire fresco y enceguecida por muchas luces así como la
noticia de la muerte de su hermano, Erika sufrió un shock depresivo. Ya en el
Hospital Pérez de León y atendida por médicos de guardia se le
dictaminó una fuerte intoxicación causada por haber estado inhalando densos
vapores de gasolina durante tanto tiempo. Pero logró reponerse a los pocos días
gracias a su fuerte contextura y a que, después de todo, era bastante
afortunada. No solo por haber sido rescatada al borde de la muerte en el
derrumbe sino por otros factores. Dos meses antes y mientras participaba
en una competencia de motos en el circuito de Turagua, su m¡quina se
había estrellado aparatosamente contra otra, saliendo ella ilesa.
Coincidencialmente y solo once días antes del derrumbe en la carretera de
Guarenas, la familia Mitchell había sido asaltada por unos maleantes en su casa
de la Urbanización San Luis. Pero Erika quien era experta en Karate puso fuera
de combate a uno de los malhechores, mientras los dem¡s escapaban con el
botín. Adicionalmente y justo al día siguiente de haber sido rescatada
con vida del derrumbe, la PTJ les anunció haber capturado al resto de los
asaltantes recuperando todo lo robado a la familia Mitchell.