EDUARDO BASUALDO
El golpe del 76 cambió las alianzas sociales
Por Julio Sevares
Fuente: Acción Nº 959.
Publicación del Instituto Movilizador de Fondos Coperativos) Buenos Aires,
primera quincena de agosto de 2006
Aspectos económicos esenciales de los dos primeros gobiernos peronistas, la
segunda etapa de sustitución de importaciones y el proceso económico y social
que puso en marcha la última dictadura militar son analizados en el último libro
del economista Eduardo Basualdo, quien es coordinador del Area Economía y
Tecnología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y un
referente insoslayable en los principales debates políticos y económicos
argentinos. Miembro del comité editorial de la revista Realidad Económica y
autor de El nuevo poder económico en la Argentina, entre otras obras, ha
realizado a lo largo de su carrera un profundo y riguroso trabajo de
investigación que echa luz sobre cuestiones clave, y no demasiado estudiadas,
haciendo foco particularmente en los grupos de poder económico y los vaivenes de
su comportamiento político. La historia es, para él, un modo de iluminar el
presente, y considera que muchas de las consecuencias del golpe de Estado del 24
de marzo de 1976 –al que define como “una divisoria de aguas entre dos modelos
de acumulación”– aún están vigentes.
–En su libro Estudios de historia económica argentina, usted revisa los
últimos cincuenta años y encuentra que en 1976 se produce un punto de inflexión.
–Efectivamente, el golpe de 1976 es una divisoria de aguas, un gran punto de
inflexión, porque el régimen económico que pone en marcha la dictadura es muy
importante para comprender las características del proceso económico y social
que le sigue. Antes de ese momento imperaba un modelo de sustitución de
importaciones que tenía algunas paradojas. Por ejemplo, entre el 1955 y 1975,
hay crisis recurrentes de balanza de pagos que fueron encaradas con políticas de
ajuste destinadas a reducir el gasto de divisas. Hasta 1964, esos ajustes
provocan caídas en el Producto Bruto, pero a partir de ese año ya no interrumpen
el crecimiento del PBI ni de la industria. Entre 1964 y 1975 tuvimos el
crecimiento industrial más importante de la historia argentina.
–De todos modos, se critica esa etapa porque no generaba las suficientes
exportaciones para garantizar la sustentabilidad del crecimiento.
–Esas críticas no se ajustan a la realidad. De hecho, en los años previos al
golpe, las exportaciones crecen a un ritmo de dos dígitos anuales y las
exportaciones industriales crecen más que el PBI industrial. En este período hay
endeudamiento externo, pero para comprar insumos y bienes de capital, es decir,
está relacionado con el crecimiento industrial. Por eso, la sustitución de
importaciones tenía recursos para seguir avanzando, no estaba agotada, como se
sostiene habitualmente.
–Si las cosas iban así, ¿por qué hubo sectores económicos que apoyaron el
golpe?
–El apoyo principal al golpe provino de un sector de la tradicional
oligarquía agropecuaria, parte de la cual estaba asociada con la industria. Otro
sector fue el capital financiero, que luego se benefició con los cambios
económicos que permitieron la obtención abundante de ganancias financieras.
–¿Y el capital extranjero?
–Paradójicamente, durante la dictadura comenzó una repatriación de capital
extranjero: la década del 80 es la de mayor repatriación de capital extranjero
industrial. La salida de empresas comenzó en 1978, con la emblemática salida de
General Motors de Argentina, a la que le siguieron Olivetti y luego un conjunto
de laboratorios farmacéuticos.
–El golpe tuvo motivos sociales, además de económicos.
–Sí. Creo que una razón crucial fue la pugna social y el propósito de frenar
el creciente avance de sectores populares desarrollado, precisamente, durante y
a consecuencia de la industrialización.
–¿El objetivo principal de la dictadura era cambiar la distribución del
ingreso?
–Así es, realizar una transferencia de ingresos desde el trabajo hacia las
fracciones que tenían el poder en la Argentina: acreedores externos y grupos
económicos internos, locales. Para evaluar el papel de los intereses financieros
hay que tener en cuenta los cambios que se estaban produciendo en el mercado
mundial. En la década del 70 comenzó una desregulación de los sistemas
financieros nacionales y la liberalización de las corrientes de capital a nivel
internacional, que facilitaron la obtención de ganancias financieras en casi
todo el mundo. Este escenario promovió lo que denomino “un nuevo patrón de
acumulación económica” que se caracteriza por la desindustrialización y
concentración del ingreso. Durante el período de sustitución de importaciones,
la política económica estaba centrada en la producción de bienes y servicios, el
endeudamiento externo financiaba la producción y los fenómenos monetarios eran
dependientes de esos procesos. Luego, el endeudamiento pasó a ser una palanca
para tener ganancias financieras; la política monetaria tomó un papel
protagónico y los procesos productivos, la economía real, uno subordinado. Lo
problemático es que las políticas monetarias, cuyo objetivo era combatir la
inflación, fracasaron.
–¿Cómo puede funcionar una economía en base a la renta financiera?
–En principio, porque las tasas de interés en el mercado internacional eran
sistemáticamente inferiores a las del mercado local. En esas condiciones, las
empresas y los inversores locales podían endeudarse en el exterior, recolocar su
dinero internamente y ganar una diferencia. Cuando las condiciones económicas se
complican o se teme una crisis, como sucedió al final del período de Martínez de
Hoz, los pesos se reconvierten en dólares y se remiten al exterior. Por eso la
deuda y la fuga de capitales fueron dos caras de la misma moneda; fueron parte
de un mismo fenómeno económico. Es importante remarcar que el endeudamiento y la
fuga de capitales no tienen que ver con los fondos buitre de corto plazo.
Existieron, pero no son determinantes.
–A partir de lo que usted dice, ¿puede plantearse que la deuda es la
consecuencia de una forma de organización económica?
–Efectivamente. En la generación de la deuda externa se conjugan intereses
externos con otros internos. Unos son deudores y otros son acreedores, y tienen
pugnas y alianzas. En este punto es decisiva la redefinición del papel del
Estado que produjo la dictadura militar. A partir de la Reforma Financiera de
1977, el Estado dejó de financiarse con préstamos del Banco Central y comenzó a
hacerlo con créditos internos y externos. La demanda estatal de crédito interno
contribuyó a sostener elevada la tasa de interés, por encima de la
internacional, lo cual estimuló el ingreso de capital especulativo. A su vez, el
Estado se endeudó en el exterior. Es decir, que de una y otra forma, estimuló el
ingreso de divisas. Pero esas divisas no irían a financiar la producción sino la
fuga de capitales. Otro aspecto es la ubicación que tuvo el Estado cuando el
proceso de endeudamiento entró en crisis. En ese momento, se estatizó la deuda
externa privada utilizando diversos instrumentos como seguros de cambio y
emisión de todo tipo de bonos, operación que se prolongó hasta 1986 y 1987.
–¿En este aspecto la política económica de la dictadura se prolongó ya
entrada la democracia?
–Es que la política económica no solo estuvo dirigida a provocar una caída de
dieciocho puntos en la distribución del ingreso en pocos años. Además modificó
la estructura económico-social para que esa política tuviera sustentabilidad a
través del tiempo. En el período de sustitución de importaciones había una
alianza no típica entre asalariados y sectores empresarios nacionales, que era
la base de sustentación del peronismo. La dictadura no solo pauperiza a los
trabajadores sino que liquida a la burguesía nacional. Por supuesto que
posteriormente hubo cambios. Por ejemplo, sectores supervivientes de esa
burguesía se alinearon con los sectores más concentrados. Es decir que se rompe
el antiguo sistema de alianzas sociales y a partir de allí se produce una
redefinción del sistema político. A esto se agrega que las cúpulas de los
partidos de base popular son cooptadas por el poder económico. Por eso, aunque
haya partidos que siguen reclamándose populares, ya no funcionan como tales.
Esta es la base de la crisis de representatividad política en la
Argentina.