17 de Noviembre.
Santa Isabel de Hungría. Viuda. Año 1231.
Fuente: www.churchforum.org
Isabel es una palabra de
origen hebreo, que significa: "consagrada a Dios".
Su padre era
rey de Hungría y hermano de Santa Eduvigis.
Nacida en 1207, vivió en la
tierra solamente 24 años, y fue canonizada o declarada santa,
apenas cuatro años después de su muerte.
La Iglesia Católica ha visto
en ella un modelo admirable de donación completa de sus bienes y
de su vida entera a favor de los pobres y de los
enfermos.
A los 15 años ya la habían
casado sus padres con el príncipe Luís que tenía 20 años y en su
matrimonio tuvieron tres hijos. Se amaron tan intensamente, que
ella exclamaba: "Dios mío, si a mi esposo lo amo tantísimo,
¿Cuánto más te debería amar a Ti?". Su principado se llamaba
Turingia, y el esposo aceptaba de buen modo las santas
exageraciones que Isabel tenía, en repartir a los pobres cuanto
encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: "Cuanto
más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a
nosotros".
Cuando ella sólo tenía
veinte años y su hijito menor estaba recién nacido, el esposo
murió al viajar como Cruzado a defender la Tierra Santa. Casi se
desespera al oír la noticia, pero luego aceptó la voluntad de
Dios. Renunció a propuestas que le hacían para nuevos matrimonios
y decidió que el resto de su vida sería para vivir totalmente
pobre y dedicarse a los más pobres.
El sucesor de su marido la
desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijitos,
desprovista de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de
comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera
para un desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios que no abandona
jamás a ninguno de sus hijos. Y entonces sucedió que algunos
familiares la recibieron en su casa, y más tarde el rey de Hungría
obtuvo que le devolvieran los bienes que le pertenecían como
viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó
a muchas familias necesitadas.
Un Viernes Santo, después de
las ceremonias, cuando ya habían quitado los manteles a los
altares, se arrodilló ante un altar y delante de varios religiosos
hizo voto de renunciar a todos sus bienes y de vivir totalmente
pobre, como San Francisco de Asís hasta el final de su vida y de
dedicarse por completo a ayudar a los más pobres. Cambió sus
vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana,
de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida
(desde los 20 hasta los 24) estuvo dedicada a atender a los
pobrísimos enfermos del hospital que había fundado. Se propuso
recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y
vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde
choza, junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de
obtener con qué compararles medicinas a sus enfermitos.
Tenía un director espiritual
que para lograrla hacer más santa la trataba muy duramente. Ella
exclamaba: "Dios mío, si a este padre le tengo tanto temor,
¿cuánto más te debería temer a Ti, si desobedezco tus
mandamientos?"
Cuando era princesa, un día
fue al templo vestida con los más exquisitos lujos, pero al ver
una imagen de Cristo Crucifiado pensó: "¿Jesús en la Cruz
despojado de todo y coronado de espinas, y yo con corona de oro y
vestidos lujosos?". Y nunca más volvió a ir con lujos al templo de
Dios.
Una vez se encontró un
leproso abandonado en el camino, y no teniendo otro sitio en dónde
colocarlo por el momento, lo acostó en la cama de su marido que
estaba ausente. Llegó este inesperadamente y le contaron el caso.
Se fue furioso a regañarla, pero al llegar a la habitación, vio en
su cama, no el leproso sino un hermoso crucifijo, chorreante de
sangre. Entonces recordó que Jesús paga como hecho a Él mismo
cualquier acto de caridad que tenemos para con los
pobres.
La gente la llamaba "la
mamacita buena".
Uno de los sacerdotes de ese
tiempo escribió: "Afirmo delante de Dios que raramente he visto
una mujer de una actividad tan intensa, unida a una vida de
oración y de contemplación tan elevada". Algunos religiosos
franciscanos que la dirigían en su vida de total pobreza, afirman
que varias veces, cuando ella regresaba de sus horas de oración,
la vieron rodeada de resplandores y que sus ojos brillaban como
luces muy resplandecientes.
El mismo emperador Federico
II afirmó: "La venerable Isabel, tan amada de Dios, iluminó las
tinieblas de este mundo como una estrella luminosa en la noche
oscura".
Cuando apenas iba a cumplir
sus 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a
la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II
y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y
de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se
había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan
concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de
los pobres.
El mismo día de la muerte de
la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un
accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto
vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes
hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido
trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y
ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir
para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El
paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la
curación fue completa e instantánea.
Dos días después de su
entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el
cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y
ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló
por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un
momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su
enfermedad.
Estos milagros y muchos más,
movieron al Sumo Pontífice a declararla santa, cuando apenas
habían pasado cuatro años de su muerte.
Santa Isabel de Hungría es
patrona de la Arquidiócesis de Bogotá.
Que el Señor nos conceda
como a su buena Isabel, el don de un gran desprendimiento para
dedicar nuestra vida y nuestros bienes a ayudar a los más
necesitados.