4 de Febrero San
Andrés Corsini (año 1373). El lobo que llegó a ser
cordero.
Fuente: www.churchforum.org
Lo llamaron Andrés por haber
nacido en el día de la fiesta del apóstol San Andrés (30 de
noviembre) en el año 1602, en Florencia, Italia.
Andrés
significa: "varonil".
Su juventud, a pesar de ser
hijo de unos papás muy buenos y piadosos, fue dedicada al vicio y
al pecado, porque tuvo la desgracia de juntarse con malas
amistades, y se cumplió en él aquel antiguo refrán "El que con
lobos anda, a aullar aprende". Los sabios dicen que cada cual es
lo que sean sus amistades. Y Andrés se volvió malo porque sus
amistades no eran nada buenas.
Un día el joven disipado le
oyó contar a su mamá un misterioso sueño: "Poco antes de que tú
nacieras, yo te vi en sueños convertido en un lobo feroz y que
entrabas a un templo y allí ante la imagen de la Sma. Virgen te
convertías en un manso cordero. Oh cuanto he rezado a Dios y a la
Virgen para que la segunda parte de este sueño se convierta en
realidad. Lobo ya lo has sido, y más malo de lo que jamás
hubiéramos imaginado que ibas a llegar a ser. ¡Pero confío en que
la Madre de Dios te habrá de convertir algún día en manso cordero
que no ofenda al Señor! ¡Desde el día de tu nacimiento yo te
consagré a Dios y a la Madre Santísima. Y con tu padre no hemos
dejado un solo día de rezar para que te conviertas y cambies de
modo de comportarte!
Estas palabras impresionaron
profundamente al joven Andrés. Lleno de vergüenza y
arrepentimiento se fue a la iglesia de los Padres Carmelitas y de
rodillas ante la imagen de Nuestra Señora del Carmen prometió que
su vida cambiaría totalmente.
Preguntó a un santo
sacerdote qué debería hacer para enmendar su mala vida pasada y él
le aconsejó que entrara de religioso. Y así lo hizo. Se fue de
fraile carmelita, y aunque sus antiguos amigotes y un tío
materialista hicieron todo lo posible por convencerlo de que se
quedara en el mundo en su vida de pecado y vicio, pudo más la
gracia de Dios que los atractivos del mal, y se fue de
religioso.
A uno que le ofrecía un
elegante matrimonio le respondió: "¿Y de qué me sirve todo eso si
no consigo la paz de mi alma?".
Cuando se ordenó de
sacerdote, sus parientes, que eran de las riquísimas familias
Corsini, le prepararon unas fiestas muy suntuosas en Florencia, su
ciudad natal, pero él, sabiendo que esas fiestas lo iban a disipar
en vez de enfervorizarlo, se fue a una iglesita apartada y
solitaria y allá celebró muy piadosamente sus primeras misas,
lejos de las fiestas mundanas que no sirven para aumentar el
fervor.
Pocos años después de su
ordenación sacerdotal, empezó Dios a premiarle su vida de santidad
y de grandes sacrificios, concediéndole el don de obrar milagros.
Profetizaba lo que iba a suceder, y sus profecías se cumplían
exactamente. Bendecía enfermos y estos se curaban. Pero sobre todo
lograba la conversión de grandes pecadores, como su materialista
tío Juan Corsini, que ante su predicación dejó la vida mundana de
pecado y empezó a dedicarse a orar y a obrar el bien.
Los jefes de la Iglesia de
Fiésole se reunieron y aclamaron como obispo al Padre Andrés, pero
éste salió huyendo y se escondió en un apartado convento, porque
se consideraba indigno de ese cargo.
Después de buscarlo
inútilmente por todas partes, ya iban a elegir otro como obispo,
cuando un niño anunció que el Padre Andrés estaba en el convento
de los cartujos. Entonces el pueblo se fue hacia allá y lo trajo y
tuvo que aceptar tan difícil cargo. Fue obispo por 24 años y
ejerció su oficio con la mansedumbre de un cordero.
Aunque vivía en el palacio
episcopal, su vida era la de un penitente. Totalmente dedicado a
servir y a ayudar a su pueblo y a colaborar con cuanta obra fuera
posible en favor de los pobres y de los pecadores, su vida
individual parecía la de un monje del desierto. Dormía en el suelo
sobre una estera. Dedicaba varias horas al día a la oración.
Ayunaba y guardaba abstinencia continuamente. Su meditación
preferida era el pensar en la Pasión y Muerte de
Jesucristo.
En la dirección espiritual y
confesión de las mujeres jamás las miraba al rostro y
prácticamente no sabía cómo era el rostro de ninguna de ellas. No
le agradaba nada que lo vivieran felicitando o llamándolo santo,
pues se creía un pobre y miserable pecador. En cambio aceptaba con
mucho gusto las humillaciones que le hacían.
Todo lo que el obispo Andrés
conseguía lo repartía entre los pobres e iba de puerta en puerta
pidiendo para ellos.
Iba personalmente a buscar a
los pobres "vergonzantes", o sea a aquellos que en un tiempo
tuvieron buena posición económica pero que habían caído en la
miseria y les daba pena pedir, y él en persona les llevaba las
ayudas que necesitaban. La gente decía: "Monseñor Andrés jamás
niega un favor al que lo necesita, si en su mano está el poder
hacerlo".
Pero en lo que más
sobresalía San Andrés Corsini era en su capacidad de poner paz
entre los que estaban peleados. El Sumo Pontífice lo envió a poner
paz en Bolonia, donde la gente estaba dividida en dos partidos:
pobres y ricos, y se odiaban espantosamente. Después de soportar
muchas humillaciones y hasta cárceles, el santo logró apaciguar
los ánimos. Se hicieron las paces y por muchos años aquellos dos
grupos no volvieron a pelear.
A los 71 años, murió el 6 de
enero de 1373 e inmediatamente el pueblo lo declaró santo y empezó
a pedirle favores y a obtenerlos por montones. Después el Sumo
Pontífice Urbano Octavo lo canonizó en 1629.
San Andrés Corsini: Pídele a
Dios que nos conceda dedicar nuestra vida a ayudar a los pobres y
poner paz entre los demás. Y a la Virgencita que te convirtió,
ruégale por nosotros los que hasta ahora hemos sido lobos dañinos,
para que nos convirtamos pronto como lo lograste tú, en mansos
corderos del rebaño de Cristo.