25 de Febrero: Santa
Jacinta, religiosa. (año 1640)
Fuente: www.churchforum.org
Jacinta, en griego
significa: "Flor de buen olor".
Esta es una santa que tuvo dos
conversiones (o cambios de costumbres de la maldad hacia la
santidad). Ella, como San Agustín, tuvo que convertirse de una
vida de mundanalidad a una vida de religiosidad, y luego como
Santa Teresa, tuvo que convertirse de una vida de poco fervor a
una vida de gran santidad.
Jacinta nació en una familia
muy rica en Viterbo (Italia) en 1585. Era hermosa y coqueta. No
pensaba sino en vanidades y lujos. Su deseo era contraer
matrimonio con algún joven rico y famoso. Pero tuvo una gran
desilusión cuando vio que su hermana, menos hermosa y menos
vanidosa, lograba casarse con un señor muy importante de Roma,
mientras que a ella, por lo demasiado superficial y orgullosa, la
determinaban muy poco los jóvenes. Entonces se dedicó a mayores
lujos y más coqueterías, pero esto no la hacía feliz, sino que la
llenaba de infelicidad y desilusión. Sus papás estaban afanados al
observar sus comportamientos tan mundanos, pero de pronto un día
dispuso irse de monja al convento de las hermanas franciscanas.
Tenía veinte años. Era la primera determinación verdaderamente
prudente que tomaba en su vida. Era su primera
conversión.
Pero le sucedió que al poco
tiempo de estar en la Comunidad empezó a vivir una vida no de
santidad sino de relajación. Exigió a las superioras que le
permitieran tener allí en el convento todos los lujos que su
familia muy rica le podía proporcionar, y más parecía una señorita
de mundo que una fervorosa religiosa. Asistía con indiferencia
alos actos religiosos y hacía poco caso a los avisos de sus
superioras. Dios había obtenido que se hiciera religiosa, pero el
diablo conseguía que no fuera una religiosa fervorosa.
Y he aquí que la
misericordia del Señor le envió dos medios muy eficaces para
convertirla. El primero fue una gravísima enfermedad, cuando tenía
30 años. Se sintió en las puertas del sepulcro. Y en medio de los
fortísimos dolores se puso a pensar qué diría Nuestro Señor en el
Juicio, a la hora de su muerte, si ella continuaba viviendo
aquella vida de relajamiento y de indiferencia religiosa. Ofreció
sus dolores a Dios para que la perdonara y para que le concediera
el don de la conversión y mandó llamar a un santo sacerdote. Ahora
Dios le iba a dar la salud del cuerpo y la salud del
alma.
Y aquí le llegó el segundo
medio que el cielo le enviaba para que se convirtiera. Aquel
sacerdote franciscano era muy estricto y al llegar a su celda y
verla tan llena de lujos y adornos le dijo que él no la podía
confesar porque ella vivía más como una mundana que como una
religiosa franciscana. Y se alejó diciéndole que el Paraíso no
estaba destinado para los que viven como ricos comodones y
orgullosos, sino para los pobres de espíritu que viven sin lujos
ni cosas innecesarias.
Esta enérgica determinación
del Padre confesor la hizo cambiar completamente. Mandó sacar
todos los lujos de su habitación, y al día siguiente al volver el
santo sacerdote, hizo Jacinta una confesión de toda su vida,
llorando de todo corazón y arrepintiéndose de todos sus pecados. Y
desde aquel día su vida fue otra, totalmente distinta. Dios le
había concedido el don de la verdadera conversión. Dejó sus
vestidos lujosos y sus vanidades y empezó a vestir como la
religiosa más pobre del convento.
Desde el día de su
conversión Jacinta ya no toma alimentos finos y rebuscados como
antes, sino que se alimenta de lo más pobre y ordinario de aquel
convento. A nadie le permite que le recuerde que viene de una
familia muy rica sino que pide que la llamen simplemente la
hermana Jacinta y que la traten como a la más pobre de las
hermanitas.
Las actas de su canonización
dicen que "su mortificación era tan grande, que la conservación de
su vida era un constante milagro".
Eligió como Patrono al
arcángel San Miguel para que la defendiera de los continuos
ataques del demonio. Ya no volvió a salir a visitas y
charlatanerías con familiares o a reuniones mundanas. Meditaba
frecuentemente en los sufrimientos de Cristo Crucificado y esto la
impulsaba a sufrir con mucha paciencia por amor al
Redentor.
Su humildad era admirable.
Se consideraba la más manchada pecadora del mundo. Su habitación
era totalmente pobre sin adornos ni comodidades. Pedía perdón a
las demás religiosas por los malos ejemplos que les había dado en
sus primeros años de religiosa.
La nombraron maestra de
novicias y exclamaba suspirando que ella no había sabido
gobernarse a sí misma y por lo tanto no era capaz de dirigir a
otras. Pero en ese cargo demostró una gran sabiduría y una
exquisita comprensión y bondad para comprender a las más débiles.
Tenía el don de consejo y eran muchas las personas que la
consultaban.
Durante 17 años sufrió de
dolorosísimos cólicos estomacales y cuando se hallaba sola lloraba
y se retorcía, pero cuando estaba atendiendo a otras personas se
le veía sonreír como si nada estuviera sufriendo. Cuando alguien
le decía que sus sufrimientos eran muy grandes, exclamaba: "Más me
merezco, por mis pecados". Y consideraba sus penas y dolores como
el mejor medio para pagarle a Dios los pecados con los cuales lo
ofendió en su juventud.
Tres medios empleaba para
crecer en santidad: largas horas rezando y meditando ante el
Santísimo Sacramento y ante la imagen de Jesús crucificado. La
lectura de libros espirituales. Y el seguir los sabios consejos
del sacerdote que la había convertido, el Padre Bernardo
Bianchetti.
Lo que más pedía a Dios era
la conversión de los pecadores. Y con sus oraciones y sacrificios
obtuvo del cielo la conversión de un temible pecador de Viterbo,
Francisco Pacini, y este cambió de tal manera su comportamiento
que no sólo sus maldades antiguas sino que en adelante se dedicó
ayudar a la santa en sus actividades apostólicas y en asociaciones
espirituales.
Santa Jacinta fundó dos
asociaciones piadosas. La Compañía de Penitentes y los Oblatos de
María. Estas personas se dedicaban a visitar enfermos, a instruir
niños en la religión y a desagraviar a Dios por las ofensas que se
le hacen. La santa propagó mucho en Viterbo la piadosa costumbre
de las 40 horas de adoración al Santísimo Sacramento.
Santa Jacinta logró por
medio de sus cartas, muchas conversiones de pecadores. A algunas
superioras de conventos que no exigían a sus religiosas el
estricto cumplimiento de sus deberes les escribió cartas muy
severas y obtuvo que varias casas religiosas volvieran al fervor.
Las reuniones mundanas de las gentes cambiaban de temas y
empezaban a hablar de cosas espirituales y piadosas cuando llegaba
nuestra santa, y su presencia hacía un gran bien a esas
gentes.
Santa Jacinta hacía el
viacrucis por las noches, sola, en el templo, con una pesada cruz
sobre sus hombros, y con los pies descalzos.
Su amor a la Virgen María
era tan grande que cuando oía pronunciar su nombre se le llenaban
de suaves colores su cara y su aumentaba su entusiasmo.
Su práctica de piedad
preferida era la Santa Misa, y asistía a ella con tan gran fervor
que frecuentemente estallaba en lágrimas de emoción. Después de la
comunión se quedaba un largo rato dando gracias a Nuestro Señor y
a veces se quedaba en éxtasis.
Dios le dio un don de
profecía, y anunció muchas cosas que iban a suceder en el futuro.
También obtuvo el don de los milagros y consiguió admirables
curaciones. Y el Señor le concedió el don de conmover los
corazones, aun los más duros y empedernidos, y por eso conseguía
tantas conversiones.
Murió San Jacinta en el año
1640, y después de muerta obtuvo para sus devotos tan grandes
favores y milagros, que el Santo Padre el Papa Pío Séptimo la
declaró santa. Su cuerpo se conserva incorrupto en
Viterbo.
La Santa Sede declaró al
canonizarla: "El apostolado de Jacinta ganó más almas para Dios
que los sermones de muchos predicadores".
Santa Jacinta: te rogamos
por las muchachas frívolas para que se vuelvan prudentes. Pídele
también a Dios que todas las religiosas se vuelven santas como
tú.