24 de Febrero: San
Moisés, profeta. Antiguo Testamento. San Sergio de Capadocia,
mártir.
Fuente: www.churchforum.org
San Moisés,
profeta.
Moisés y Abraham son los dos
personajes más famosos del Antiguo Testamento. Los dos más grandes
amigos de Dios en la antigüedad.
Moisés fue libertador del
pueblo de Israel.
La historia de Moisés se
encuentra en el segundo libro de la S. Biblia, el Libro del Éxodo,
uno de los libros más hermosos y emocionantes de toda la
literatura universal. Ningún buen cristiano debería quedarse sin
leer el Éxodo no sólo una vez sino muchas veces. Su lectura le
hará un gran provecho a su alma.
Cuenta el libro del Éxodo
que empezó a gobernar a Egipto un faraón que no quería a los
israelitas y dio una ley mandando que todo niño varón que naciera
había que matarlo. Y un día nació una bellísimo niño de la tribu
de Leví. Sus padres lo escondieron para que no lo fueran a matar
los soldados del faraón, pero como el niño lloraba y podían oírlo
desde la calle, dispuso entonces la madre echarlo entre un
canasto, que ella había forrado con brea por fuera, y dejarlo
flotando sobre las aguas del río Nilo.
Y sucedió que fue la hija
del faraón a bañarse al río Nilo y al ver el canasto sobre el agua
mandó un nadador a que lo sacara. Y allí encontró el hermoso niño
que lloraba. Se compadeció de él y en ese momento llegó la
hermanita del niño, que estaba escondido entre los matorrales de
la orilla observando, y le propuso que ella lo podía conseguir una
señora para que criara al niño. La hija del rey aceptó y fue
llamada la mamá a quien la princesa le pagó para que criara al
pequeñín, al cual le puso por nombre Moisés, que significa:
salvado de las aguas.
La hija del faraón adoptó a
Moisés como príncipe y lo hizo educar en el palacio del rey donde
se educaban los que iban a ser gobernantes de la nación. Esta
educación tan esmerada le sirvió mucho después para saber gobernar
muy bien al pueblo de Israel.
Cuando Moisés fue mayor, un
día vio que un egipcio atormentaba a un israelita y por defender
al israelita hirió gravemente al egipcio. Lo supo el rey y lo iba
a mandar matar, y entonces Moisés salió huyendo hacia el
desierto.
En el desierto encontró a
unas pastoras que no podían dar de beber a sus rebaños porque unos
pastores muy matones se lo impedían. Como él era un buen luchador
las defendió y les permitió dar de beber a sus ovejas. Las
muchachas le contaron esto a su padre y el buen hombre mandó
llamar a Moisés y lo encargó de cuidar sus rebaños en el desierto.
Allí estuvo por siete años, dedicado a la meditación y a la
oración, y ese tiempo le fue muy útil porque pudo conocer muy bien
el desierto por donde más tarde iba a conducir al pueblo de
Israel.
Moisés se casó con Séfora,
la hija del dueño de las ovejas, y de ella tuvo dos hijos: Eliécer
y Gerson.
Un día mientras cuidaba las
ovejas en el desierto vio Moisés que un montón de espinas ardían
entre llamaradas pero no se quemaban. Lleno de curiosidad se
acercó para ver qué era lo que pasaba y una voz le dijo: "Moisés,
Moisés, quítate las sandalias porque el sitio que estás pisando es
sagrado".
Le preguntó: ¿Quién eres Tú
Señor?
La voz le respondió: Yo soy
el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. He oído las lamentaciones
de mi pueblo de Israel y he dispuesto bajar a ayudarlos. He
dispuesto liberarlos de la esclavitud de Egipto y llevarlos a una
tierra que mana leche y miel. Yo te enviaré al faraón para que los
deje salir en libertad.
Moisés preguntó: ¿Señor, y
si me preguntan cuál es tu nombre, qué les diré?
El Señor le respondió: Yo
soy Yahvé. Yo soy el que soy. Irás a los israelitas y les dirás:
"Yahvé, que es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob me envía a
vosotros". Luego reunirás a los ancianos de Israel, y con ellos
irás al faraón a pedirle que deje salir libre al pueblo. El faraón
se negará pero yo haré toda clase de prodigios para que los dejen
salir".
Moisés dijo al Señor: ¿Y qué
demostración les voy a hacer para que sepan que sí voy de parte de
Dios?
El Señor le respondió: Echa
al suelo tu vara de pastor. Moisés lanzó al suelo su vara o bastón
que se convirtió en serpiente.
Dios le dijo: Toma la
serpiente por la cola.
La agarró y se volvió otra
vez bastón.
Dios le dijo: esta será una
de las señales con las cuales yo te voy a apoyar para que te
crean.
Moisés le dijo a Nuestro
Señor: "Yo tengo dificultad para hablar. ¿Por qué no mandas a
otro?". El Señor le dijo: "Tu hermano Aarón, que sí tiene
facilidad para hablar, te ayudará".
Moisés se volvió a Egipto y
junto con su hermano Aarón reunió a los ancianos de Israel y les
contó lo que le había mandado el Señor Dios. Y convirtió el bastón
en serpiente para demostrarles que sí venía de parte de
Dios.
Se fueron donde el faraón a
pedirle que dejara salir en libertad al pueblo de Israel pero el
faraón no quiso acepar sino que más bien esclavizó más a los
israelitas y les puso trabajos más pesados, haciendo ladrillos. El
pueblo clamó a Dios y Dios los escuchó y mandó las terribles diez
plagas de Egipto.
La primera plaga consistió
en que las aguas del Nilo se convirtieron en sangre, al ser
tocadas por el bastón de Moisés. La segunda plaga fue una
espantosa invasión de ranas por todas las casas. El faraón se
asustó, pero apenas Moisés obtuvo que se acabara la plaga, ya no
dejó salir al pueblo. La tercera, una nube inmensa de mosquitos
que molestaban a todo el mundo. La cuarta, unos tábanos o abejones
que picaban muy duro. La quinta plaga, una peste que mató el
ganado. La sexta, úlceras por todo el cuerpo en la gente. La
séptima plaga, una terrible granizada que destruyó los cultivos.
La octava, las langostas que llegaron por millones y arrasaron con
todo. La novena, tres días de tinieblas. Y la décima y más
terrible, la muerte de todos los hijos mayores o primogénitos de
las familias de Egipto. Ante esta calamidad, el faraón se asustó y
dejó salir al pueblo de Israel.
Cuando el faraón asustado
dio la orden de que los israelitas podían salir de Egipto donde
estaban como esclavos, todos ellos se apresuraron a abandonar el
país con sus animales y cuanto tenían dirigidos por Moisés. Pero
al llegar al Mar Rojo vieron que el ejército egipcio venía a
perseguirlos. Asustados clamaron a Dios y entonces el Señor mandó
a Moisés que tocara con su bastón el mar. Inmediatamente se
abrieron las aguas en dos grandes murallas y el pueblo pasó a pie
por terreno seco hasta la otra orilla. El ejército del faraón
quiso pasar también, pero por orden de Dios, Moisés tocó otra vez
con su bastón las aguas y estas se cerraron y ahogaron a todo el
ejército perseguidor. En ese día el pueblo aumentó su fe en Dios y
creyó en Moisés su profeta.
En el desierto faltó el agua
y el pueblo se moría de sed. Moisés, por orden del Señor, golpeó
con su bastón una roca y de ella brotó una fuente de agua en la
cual bebió todo el pueblo y bebieron sus ganados.
La gente empezó a sufrir
hambre y a protestar. Entonces Dios hizo llover del cielo un pan
blanco y agradable. La gente al verlo decía: ¿Maná? (que en su
idioma significa ¿Qué es esto?). Dios le dijo a Moisés: "Este es
el pan con el cual los voy a alimentar mientras se encuentran en
el desierto". Y así durante 40 años el maná fue el alimento
prodigioso que los libró de morirse de hambre.
Moisés subió al Monte Sinaí
y allí Dios le dio los diez mandamiento, escritos en dos tablas de
piedra. Y prometió que quien los cumpla tendrá siempre sus
bendiciones y su ayuda.
Moisés tuvo que sufrir mucho
porque el pueblo era rebelde y muy inclinado al mal, pero Dios se
le aparecía y hablaba con él como un amigo de mucha confianza.
Inspirado por Nuestro Señor dio Moisés al pueblo unas leyes
sumamente sabias que fueron después muy útiles para conservarlos
en las buenas costumbres y preservarlos en la fe.
Cuando el pueblo pecaba y
Dios se proponía castigarlo, Moisés oraba por el pueblo pecador y
Dios los perdonaba. Cuando los enemigos venían a atacarlos, Moisés
se iba al monte a rezar. Mientras él rezaba con las manos
levantadas triunfaba el ejército de Israel. Pero cuando Moisés
dejaba de rezar, era derrotado el pueblo de Dios. Por eso entre
dos hombre le tenían los brazos levantados para que no dejara de
orar mientras duraba la batalla. Es que por ser tan amigo de Dios,
conseguía de El cuanto le pedía en la oración.
Dios lo hizo subir a un
Monte desde donde pudo ver la Tierra Prometida. Y allí murió y lo
enterraron los ángeles. Nunca más hubo otro hombre que hablara con
Dios de tú a tú, como Moisés y que hiciera tantos milagros y
prodigios. Hasta que llegó Nuestro Señor Jesucristo, nuevo Moisés,
pero muchísimo más poderoso y santo que él, porque Jesús es a la
vez Dios y hombre.
La Biblia dice que en la
antigüedad no hubo un hombre tan humilde y tan manso como Moisés.
Que este gran amigo de Dios nos consiga de Nuestro Señor la gracia
de ser mansos y humildes, y de permanecer siempre amigos de Dios
hasta el último momento de nuestra vida y después para siempre en
el cielo. Amen.
San Sergio de
Capadocia
San Sergio fue un magistrado
de Cesárea. Se volvió monje y probablemente un sacerdote, en
Capadocia. Confesó su fe en público y se sacrificó por ella
durante el reinado de Diocleciano. Murió en el 304.
Se dice que sus reliquias
fueron trasladadas a Ubeda, cerca de Tarragona, España. (Tomado de
"saints of the day". Saint Patrick’s
Church).