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05 de Febrero
272. Santa
Agueda y San Felipe de Jesús
Santa Agueda, virgen y mártir(+ 251)
Águeda, que en griego significa "la buena", nació en Catania (Italia) y
es la santa que desde siempre ha sido venerada como la principal Patrona de esta
gran ciudad. Una mujer sencilla, joven, pero prototipo de valentía y entereza a
toda prueba.
Ha sido, sin temor a exagerar, una de las santas más
cantadas de la antigüedad por poetas, literatos y llevada a la pintura y
escultura. En la misma Liturgia romana tuvo el honor de ser venerada desde la
más remota antigüedad, como lo demuestra el que fuera incluida en el antiguo
Canon Romano.
De ilustre prosapia, hermosa y bella, todavía más ilustre
por las obras y la fe, reconoce la vanidad de la prosperidad terrena, y sujeta
su corazón a los divinos preceptos. Bastante más fuerte que sus crueles
verdugos, expuso sus miembros a los azotes, durante la persecución de Decio, el
año 251. Ella anima a sus mismos torturadores. Águeda recibió la visita
milagrosa de San Pedro... Oró, puesta de rodillas, pidiendo perdón por sus
torturadores y por su ciudad de Catania, diciendo: "Gracias te sean dadas,
Señor, por el valor que me has dado... mándame ir a ti, para que pueda cantar
para siempre contigo en la gloria..." Y expiró blanca y pura como había
vivido.
San Felipe de Jesús, Protomártir Mexicano
(1572-1597)
Nació en la Cd. de México el año de 1572. Hijo de honrados inmigrantes
españoles, en su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se
cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias
travesuras de Felipillo, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca
que estaba en el jardín: "Antes la higuera seca reverdecerá, que Felipillo
llegue a ser santo"... El chico no tenía madera de santo...
Pero un buen
día entró en el noviciado de los franciscanos dieguinos; mas no pudiendo
resistir su austeridad, se escapó del convento, regresando a la casa paterna,
donde ejerció unos años el oficio de platero, si bien con escasas ganancias, por
lo que su padre lo envió a las islas Filipinas a probar fortuna.
Gozó
por algún tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad, pero pronto
se sintió angustiado; el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las
últimas fibras de su ser y volvió a oír el llamado de Cristo.
Entró con
los franciscanos de Manila y ahora sí tomó muy en serio su conversión... Sus
superiores le anunciaron que su ordenación, por gracia especial, tendría lugar
precisamente en su ciudad natal, en México, por lo que
se embarcó juntamente
con otros franciscanos, pero una gran tempestad arrojó el navío a las costas del
Japón, donde trabajó arduamente por convertir a muchos japoneses logrando muchas
conversiones. Un buen día estalló la persecución de Taiko Sama contra los
franciscanos y sus catequistas, quienes fueron apresados y posteriormente,
fueron suspendidos mediante una argolla en una cruz y atravesados por dos
lanzas.
Felipe se había convertido plena y totalmente a Cristo. Era el 5
de febrero de 1597. Cuenta la leyenda que ese mismo día, la higuera seca de la
casa paterna reverdeció de pronto y dió fruto. En México la nana moría de pesar
y de dicha
al saber que su Felipillo era un mártir. Felipe, juntamente con
sus compañeros, fue beatificado el 14 de septiembre de 1627 y fue canonizado el
8 de junio de l862. Su madre, Antonia, tuvo el privilegio, rara vez concedido,
de ver a su propio hijo en los altares y postrarse ante él en las Fiestas de su
beatificación, el 5 de febrero de 1639. No pudo sobrellevar tantas emociones y a
los pocos días murió de amores y de ganas de reunirse con su primogénito. Este
es Felipillo, travieso hasta para ser santo, que se ganó el corazón de Dios y
que quiere volverse a ganar el corazón de sus compatriotas mexicanos. Fue
declarado patrono de la Cd. de México y de su Arzobispado.
Fuente: Es.catholic.net, Encuentra.com
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Omar
Jiménez Castro.
1 Corintios 9,16
http:mensajespanyvida.cjb.net
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