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Corre la Voz!
Cristo Resucitó, y está en la Red!
Mensajes y
Reflexiones Pan y Vida.
"Advertencia: El contenido de este mensaje es altamente
Cristoradioactivo, por lo que al leerlo puede crear hábito y consecuencias de
trascendencia eterna para el lector y los que le rodean". Atte. Pan y Vida
(Romanos 1,6).
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15 de Mayo San Isidro,
Labrador. Año 1130.
Es el patrono de los agricultores del mundo.
Le pusieron ese nombre
en honor de San Isidoro, un santo muy apreciado en España.
Sus padres eran unos campesinos sumamente pobres que ni siquiera pudieron
enviar a su hijo a la escuela. Pero en casa le enseñaron a tener temor a ofender
a Dios y gran amor de caridad hacia el prójimo y un enorme aprecio por la
oración y por la Santa Misa y la Comunión.
Huérfano y solo en el mundo cuando llegó a la edad de diez años Isidro se
empleó como peón de campo, ayudando en la agricultura a Don Juan de Vargas un
dueño de una finca, cerca de Madrid. Allí pasó muchos años de su existencia
labrando las tierras, cultivando y cosechando.
Se casó con una sencilla campesina que también llegó a ser santa y ahora se
llama Santa María de la Cabeza (no porque ese fuera su apellido, sino porque su
cabeza es sacada en procesión en rogativas, cuando pasan muchos meses sin
llover).
Isidro se levantaba muy de madrugada y nunca empezaba su día de trabajo sin
haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo
acusaron ante el patrón por "ausentismo" y abandono del trabajo. El señor Vargas
se fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora
más tarde que los otros (en aquel tiempo se trabajaba de seis de la mañana a
seis de la tarde) pero que mientras Isidro oía misa, un personaje invisible
(quizá un ángel) le guaba sus bueyes y estos araban juiciosamente como si el
propio campesino los estuviera dirigiendo.
Los mahometanos se apoderaron de Madrid y de sus alrededores y los buenos
católicos tuvieron que salir huyendo. Isidro fue uno de los inmigrantes y sufrió
por un buen tiempo lo que es irse a vivir donde nadie lo conoce a uno y donde es
muy difícil conseguir empleo y confianza de las gentes. Pero sabía aquello que
Dios ha prometido varias veces en la Biblia: "Yo nunca te abandonaré", y confió
en Dios y fue ayudado por Dios.
Lo que ganaba como jornalero, Isidro lo distribuía en tres partes: una para
el templo, otra para los pobres y otra para su familia (él, su esposa y su
hijito). Y hasta para las avecillas tenía sus apartados. En pleno invierno
cuando el suelo se cubría de nieve, Isidro esparcía granos de trigo por el
camino para que las avecillas tuvieran con que alimentarse. Un día lo invitaron
a un gran almuerzo. El se llevó a varios mendigos a que almorzaran también. El
invitador le dijo disgustado que solamente le podía dar almuerzo a él y no para
los otros. Isidro repartió su almuerzo entre los mendigos y alcanzó para todos y
sobró.
Los domingos los distribuía así: un buen rato en el templo rezando,
asistiendo a misa y escuchando la Palabra de Dios. Otro buen rato visitando
pobres y enfermos y por la tarde saliendo a pasear por los campos con su esposa
y su hijito. Pero un día mientras ellos corrían por el campo, dejaron al niñito
junto a un profundo pozo de sacar agua y en un movimiento brusco del chiquitín,
la canasta donde estaba dio vuelta y cayó dentro del hoyo. Alcanzaron a ver esto
los dos esposos y corrieron junto al pozo, pero este era muy profundo y no había
cómo rescatar al hijo. Entonces se arrodillaron a rezar con toda fe y las aguas
de aquel aljibe fueron subiendo y apareció la canasta con el niño y a este no le
había sucedido ningún mal. No se cansaron nunca de dar gracias a Dios por tan
admirable prodigio.
Volvió después a Madrid y se alquiló como obrero en una finca, pero los
otros peones, llenos de envidia lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos
que los demás por dedicarse a rezar y a ir al templo. El dueño le puso entonces
como tarea a cada obrero cultivar una parcela de tierra. Y la de Isidro produjo
el doble que las de los demás, porque Nuestro Señor le recompensaba su piedad y
su generosidad.
En el año 1130 sintiendo que se iba a morir hizo humilde confesión de sus
pecados y recomendando a sus familiares y amigos que tuvieran mucho amor a Dios
y mucha caridad con el prójimo, murió santamente. A los 43 años de haber sido
sepultado en 1163 sacaron del sepulcro su cadáver y estaba incorrupto, como si
estuviera recién muerto. Las gentes consideraron esto como un milagro. Poco
después el rey Felipe III se hallaba gravísimamente enfermo y los médicos
dijeron que se moriría de aquella enfermedad. Entonces sacaron los restos de San
Isidro del templo a donde los habían llevado cuando los trasladaron del
cementerio. Y tan pronto como los restos salieron del templo, al rey se le fue
la fiebre y al llegar junto a él los restos del santo se le fue por completo la
enfermedad. A causa de esto el rey intecedió ante el Sumo Pontífice para que
declarara santo al humilde labrador, y por este y otros muchos milagros, el Papa
lo canonizó en el año 1622 junto con Santa Teresa, San Ignacio, San Francisco
Javier y San Felipe Neri.
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