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Corre la Voz!
Cristo Resucitó, y está en la
Red!
Mensajes y Reflexiones Pan y
Vida.
"Advertencia: El contenido de este mensaje
es altamente Cristoradioactivo, por lo que al leerlo puede crear hábito
y consecuencias de trascendencia eterna para el lector y los que le
rodean". Atte. Pan y Vida (Romanos
1,6).
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25 de Agosto
San Luis, Rey de Francia, Año 1270
San José Calasanz.
Fundador de los Escolapios. Año
1648
San Luis, Rey de Francia. Año 1270
San Luis fue
un hombre excepcional dotado por Dios de una gran sabiduría para
gobernar, una enorme bondad que le atraía las simpatías de la gente, y
una generosidad inmensa para ayudar a los necesitados, unido todo esto a
una profundísima piedad que lo llevó a ser un verdadero
santo.
Una madre ejemplar. Tuvo la dicha San Luis de tener por
madre a una mujer admirable, Blanca de Castilla, que se preocupó por
hacer de él un cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Esta
mujer formidable le repetía a su hijo: "Te amo muchísimo, pero
preferiría mil veces verte muerto antes que saber que has cometido un
pecado mortal".
Era un hijo del rey Luis VIII de Francia, y nació en
1214. Toda su vida sintió una gran veneración por la Iglesita donde fue
bautizado y allá iba cada año a darle gracias a Dios por haberle
permitido ser cristiano.
Una vez preguntó a un empleado qué preferiría, si
cometer un pecado mortal o volverse leproso. El otro le respondió que
preferiría el pecado. San Luis lo corrigió diciéndole: "No, no hay
desgracia ni enfermedad mayor ni más horrorosa que comete un pecado
grave".
A los 12 años quedó huérfano de padre, y su madre Blanca
asumió el mando del país mientras el hijo llegaba a mayoría de edad. Al
cumplir sus 21 años fue coronado como rey, con el nombre de Luis
IX.
Buen guerrero pero generoso. San Luis fue siempre un
guerrero hábil, inteligente y valeroso, pero supremamente generoso con
los vencidos. Cuando él subió al trono muchos condes y marqueses,
imaginándose que sería un joven débil y sin ánimos para hacerse
respetar, se declararon en rebelión contra él. Luis organizó muy bien su
ejército y los fue derrotando uno por uno. El rey de Inglaterra invadió
a Francia, y Luis con su ejército lo derrotó y los expulsó del país.
Pero estaba siempre dispuesto a pactar la paz con sus enemigos tan
pronto como ellos lo deseaban. Decía que sólo hacía la guerra por
defender la patria, pero nunca por atacar a los demás.
Amigo de la religión. Pocos gobernantes en la historia
han sido tan amigos de la religión católica como el rey San Luis. Le
agradaba mucho ir a los conventos a rezar con los religiosos y asistir
con ellos a las ceremonias religiosas. Alguien le dijo que había gente
que le criticaba por ser tan piadoso y asistir a tantas reuniones donde
se rezaba, y él le respondió: "De eso no me avergüenzo ni me avergonzaré
jamás. Y esté seguro de que si en vez de ir a esas reuniones a orar, me
fuera a otras reuniones a beber, bailar y parrandear, entonces sí que
esas gentes no dirían nada. Prefiero que me alabe mi Dios aunque la
gente me critique, porque por El vivo y para El trabajo, y de El lo
espero todo".
Padre y esposo. A los 19 años contrajo matrimonio con
Margarita, una mujer virtuosa que fue durante toda su vida su más fiel
compañera y colaboradora. Su matrimonio fue verdaderamente feliz. Tuvo
cinco hijos y seis hijas. Sus descendientes fueron reyes de Francia
mientras ese país tuvo monarquía, o sea hasta el año 1793 (por siete
siglos) hasta que fue muerto el rey Luis XVI, al cual el sacerdote que
lo acompañaba le dijo antes de morir: "Hijo de San Luis, ya puedes
partir para la eternidad". A sus hijos los educó con los más esmerados
cuidados, tratando de que lo que más les preocupara siempre, fuera el
tratar de no ofender a Dios.
Sus leyes especiales. San Luis se propuso disminuir en
su país la nefasta costumbre de maldecir, y mandaba dar muy fuertes
castigos a quienes sorprendían maldiciendo delante de los demás. En esto
era sumamente severo y fue logrando que las gentes no escandalizaran con
sus palabras maldicientes.
Otra ley que dio fue la prohibición de cobrar intereses
demasiado altos por el dinero que se prestaba. En ese tiempo existían
muchos usureros (especialmente judíos) que prestaban dinero al cinco o
seis por ciento mensual y arruinaban a miles de personas. San Luis
prohibió la usura (que consiste en cobrar intereses exagerados) y a
quienes sorprendían aprovechándose de los pobres en esto, les hacía
devolver todo lo que les habían quitado. Un rico millonario mandó matar
a tres niños porque entraban a sus fincas a cazar conejos. El rey San
Luis hizo que el rico le quitaran sus haciendas y las repartieran entre
la gente pobre.
La gran cruzada. Sabiendo que era un hombre
extraordinariamente piadoso, le hicieron llegar desde Constantinopla la
Corona de Espinas de Jesús, y él entusiasmado le mandó construir una
lujosa capilla para venerarla. Y al saber que la Tierra Santa donde
nació y murió Jesucristo, era muy atacada por los mahometanos, dispuso
organizar un ejército de creyentes para ir a defender el País de Jesús.
Esto lo hacía como acción de gracias por haberlo librado Dios de una
gran enfermedad.
Organizó una buena armada y en 1247 partió para Egipto,
donde estaba el fuerte de los mahometanos. Allí combatió heroicamente
contra los enemigos de nuestra religión y los derrotó y se apoderó de la
ciudad de Damieta. Entró a la ciudad, no con el orgullo de un
triunfador, sino a pie y humildemente. Y prohibió a sus soldados que
robaran o que mataran a la gente pacífica.
La hora del dolor y de la derrota. Pero sucedió que el
ejército del rey San Luis fue atacado por la terrible epidemia de tifo
negro y de disentería y que murieron muchísimos. Y el mismo rey cayó
gravemente enfermo con altísima fiebre. Entonces los enemigos
aprovecharon la ocasión y atacaron y lograron tomar prisionero al santo
monarca. En la prisión tuvo que sufrir muchas humillaciones e
incomodidades, pero cada día rezaba los salmos que rezan los sacerdotes
diariamente.
Rescate costoso. Los mahometanos le exigieron como
rescate un millón de monedas de oro y entregar la ciudad de Damieta para
liberarlo a él y dejar libre a sus soldados. La reina logró conseguir el
millón de monedas de oro, y les fue devuelta la ciudad de Damieta. Pero
los enemigos solamente dejaron libres al rey y a algunos de sus
soldados. A los enfermos y a los heridos los mataron, porque la venganza
de los musulmanes ha sido siempre tremenda y sanguinaria.
El rey aprovechó para irse a Tierra Santa y tratar de
ayudar a aquel país de las mejores maneras que le fue posible. El ha
sido uno de los mejores benefactores que ha tenido el país de Jesús. A
los 4 años, al saber la muerte de su madre, volvió a Francia.
Obras de caridad admirables. En su tiempo fue fundada en
París la famosísima Universidad de La Sorbona, y el santo rey la apoyó
lo más que pudo. El mismo hizo construir un hospital para ciegos, que
llegó a albergar 300 enfermos. Cada día invitaba a almorzar a su mesa a
12 mendigos o gente muy pobre. Cada día mandaba repartir en las puestas
de su palacio, mercados y ropas a centenares de pobres que llegaban a
suplicar ayuda. Tenía una lista de gentes muy pobres pero que les daba
vergüenza pedir (pobres vergonzantes) y les mandaba ayudas secretamente,
sin que los demás se dieran cuenta. Buscaba por todos los medios que se
evitaran las peleas y las luchas entre cristianos. Siempre estaba
dispuesto a hacer de mediador entre los contendientes para arreglar todo
a las buenas.
Agonía en plena guerra. Sentía un enorme deseo de lograr
que los países árabes se volvieran católicos. Por eso fue con su
ejército a la nación de Túnez a tratar de lograr que esas gentes se
convirtieran a nuestra santa religión. Pero allá lo sorprendió su última
enfermedad, un tifo negro, que en ese tiempo era mortal
Su testamento. Dictó entonces su testamento que dice:
"Es necesario evitar siempre todo pecado grave, y estar dispuesto a
sufrir cualquier otro mal, antes que cometer un pecado mortal. Lo más
importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan
las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a dios y en
pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar
gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio. En el
templo hay que comportarse con supremo respeto. Con los pobres y
afligidos hay que ser en extremo generosos. Debemos dar gracias a Dios
por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más. Con la Santa
Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos". Estos
consejos dichos por todo un rey, son dignos de admiración.
Santa muerte. El 24 de agosto del año 1270 sintió que se
iba a morir y pidió los santos sacramentos. De vez en cuando repetía:
"Señor, estoy contento, porque iré a tu casa del cielo a adorarte y
amarte para siempre". El 25 de agosto a las tres de la tarde, exclamó:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", y murió
santamente.
El Sumo Pontífice lo declaró santo en el año
1297.
Quiera Dios enviarnos muchos gobernantes tan santos y
tan caritativos y buenos católicos, como San Luis rey de
Francia.
San José Calasanz. Fundador de los Escolapios. Año
1648.
Un cardenal que después fue Sumo Pontífice, llamó a San
José Calasanz "un segundo Job" porque tuvo que sufrir persecuciones como
el santo Job de lo Biblia.
Nuestro santo fue sepultado un 26 de agosto del año
1648.
Nació en Aragón, España, en 1556, hijo del gobernador de
la región.
Su padre deseaba que fuera militar, pero los religiosos
que lo instruyeron en su niñez lo entusiasmaron por la vida sacerdotal,
y pidió que le dejaran hacer estudios eclesiásticos. Desde muy pequeño
su gran deseo era poder alejar el mal y el pecado de las almas de los
demás.
En el colegio se burlaban de él los compañeros, porque
les perecía demasiado piadoso, pero poco a poco con su amabilidad los
fue ganando a su favor.
Siendo universitario tuvo que huir de la ciudad donde
estudiaba porque una mujer joven pretendía hacerlo pecar. Imitaba así a
José el de la Biblia, que prefirió perder cualquier amistad aunque fuera
de persona de alta clase social, con tal de no ofender a
Dios.
Su padre deseaba que José fuera el heredero
administrador de sus muchos bienes y riquezas. Pero en una gravísima
enfermedad, el joven le prometió a Dios que si le concedía la curación,
se dedicaría únicamente a trabajar por la salvación de las almas. El
joven curó de la enfermedad, y entonces el papá le permitió cumplir su
promesa, y fue ordenado sacerdote. Ya antes se había graduado de doctor
en la universidad de Alcalá.
Cargos importantes. Como tenía fama de gran santidad y
de mucha sabiduría, el señor obispo le fue concediendo puestos de mucha
responsabilidad. Primero lo envío a una región montañosa donde la gente
era casi salvaje y muy ignorante en religión. Allá, entre nieves y
barrizales y por caminos peligrosos, se propuso visitar familia por
familia para enseñarles la religión y el cambio total.
En Barcelona existía una terrible pelea entre dos
familias de las principales de la ciudad, con grave peligro de matanzas.
San José fue enviado a poner la paz y logró que se casara un joven de
una de las familias con una muchacha de la familia contraria y así
volvió a ver paz entre los que antes eran enemigos.
El señor obispo de Urgel lo nombró su vicario general,
el más alto puesto en la diócesis después del prelado.
Renuncia a todo. Pero él sentía una voz en su interior
que le decía: "¡Váyase a Roma! ¡Váyase a Roma!" Y en sueños veía
multitudes de niños desamparados que le suplicaban se dedicara a
educarlos. Así que renunciado a sus altos puestos, y repartiendo entre
los pobres las grandes riquezas que había heredado de sus padres, se
dirigió a pie a la Ciudad Eterna.
Educador de los pobres. En Roma se hizo socio de una
cofradía que se dedicaba a enseñar catecismo a los niños y se dio cuenta
de que la ignorancia religiosa era total y que no bastaba con enseñar
religión los domingos, sino que era necesario fundar escuelas para que
los jovencitos tuvieran educación e instrucción durante la semana. En
ese tiempo los gobiernos no tenían ni escuelas ni colegios, y la
juventud crecía sin instrucción. Se reunió con unos sacerdotes amigos y
fundó entonces su primera escuela en Roma. Su fin era instruir en la
religión y formar buenos ciudadanos. Pronto tuvieron ya cien alumnos.
Tenían que conseguir profesores y edificio, porque los gobiernos no
costeaban nada de eso. Pronto fueron llegando nuevos colaboradores y los
alumnos fueron ya setecientos. Más tarde eran ya mil los jóvenes que
estudiaban en las escuelas dirigidas por José y su amigos. En sus ratos
libres se dedicaban a socorrer enfermos y necesitados, especialmente
cuando llegaban la peste o las inundaciones. Con su amigo San Camilo
eran incansables en ayudar.
Los escolapios. A sus institutos educativos les puso por
nombre "Escuelas Pías" y los padres que acompañaban al padre Calasanz se
llamaron Escolapios. Después de un par de años ya había "Escuelas Pías"
en muchos sitios de Italia y en muchos países. Ahora los padres
Escolapios tienen 205 casas en el mundo, dedicadas a la educación, con
1630 religiosos. Son estimadísimos como educadores.
Visitas repentinas e inesperadas. Los envidiosos
empezaron a hacer llegar quejas contra las Escuelas Pías, y el Sumo
Pontífice Clemente VIII envió a los sabios Cardenales Baronio y
Antoniani a que hicieran una visita sorpresa a las tales escuelas. Los
dos cardenales se presentaron repentinamente sin previo aviso y
encontraron que todo funcionaba tan sumamente bien, que el Papa al
escuchar su excelente informe se propuso ayudarlas mucho más en
adelante. Algo parecido hizo más tarde el Papa Paulo V y al darse cuenta
de los bien que funcionaban las escuelas del padre Calasanz, le concedió
toda su ayuda. Y en verdad que la necesitaba porque las dificultades que
se les presentaban eran muy grandes.
Empiezas los dolores. El padre Calasanz tenía una gran
fuerza y un día se echó sobre sus espaldas una pesadísima campana y se
subió por una escalera para llevarla a la torre. Pero la escalera se
partió y él cayó con la campana y se rompió una pierna. Duró varios
meses en cama entre la vida y la muerte y desde entonces su falta de
salud lo hizo sufrir mucho. Pero los mayores sufrimientos le iban a
llegar de otra manera totalmente inesperada.
La persecución. Recibió el padre Calasanz como
colaborador a un hombre ambicioso y lleno de envidia, el cual se propuso
hacerle la guerra y quitarle el cargo de Superior General. Por las
calumnias de este hombre y de varios más, nuestro santo fue llevado a
los tribunales y solamente la intervención de un cardenal obtuvo que no
lo echaran a la cárcel. Él repetía: "Me acusan de cosas que no he hecho,
pero yo dejo a Dios mi defensa". El envidioso logró a base de calumnias
que a San José Calasanz le quitaran el cargo de Superior General, y
después las acusaciones mentirosas llegaron a tal punto que la Santa
Sede determinó acabar con la congregación que el santo había fundado.
San José al escuchar tan triste noticia, repitió las palabras del Santo
Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Dios".
Afortunadamente, después se supo la verdad y al Fundador
le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada y
ahora está extendida por todo el mundo.
Dicen que San Alfonso de Ligorio cuando estaba fundando
la Congregación de Padres Redentoristas, y encontraba fuertes
dificultades y oposiciones, leía la vida de San José de Calasanz para
animarse y seguir luchando hasta conseguir la definitiva
aprobación.
El 25 de agosto del año 1648, a la edad de 92 años pasó
este gran apóstol a la eternidad, a recibir el premio de sus grandes
obras apostólicas y de sus muchísimos sufrimientos. Que Dios nos mande
siempre muchos educadores como él, y que su ejemplo nos lleve a recordar
aquel famoso dicho de Jesucristo: "Es necesario padecer en la tierra,
para entrar en la gloria eterna". (Lc. 24,26).
Fuente:
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