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Mensajes y Reflexiones Pan y Vida.
"Sí
eres Cristiano y fiel seguidor de Cristo dí un NO a Halloween! Y un sí a
la fiesta de todos los Santos y Difuntos."
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28 de Noviembre. Santa Catalina Labouré.
Religiosa.
Año 1876.
Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma.
Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla
Milagrosa.
Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al
quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Sma. Virgen que
le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su
petición.
Como su hermana mayor se fue de monja vicentina,
Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del
lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a
escribir.
A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de
religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los
muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro
Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche
vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a
cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada
para siempre en la memoria.
Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a
visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio
allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el
sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a
cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto
insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.
Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones
que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche
estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a
la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la
Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas
futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el
mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de
Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su
ángel de la guarda.
Pero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre
de 1830. Estando por la noche en la capilla, de pronto vio que la Sma.
Virgen se le aparecía totalmente resplandeciente, derramando de sus
manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Y le encomendó que hiciera
una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que
mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la
Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy
especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa
oración.
Catalina le contó a su confesor esta aparición, pero él
no le creyó. Sin embargo el sacerdote empezó a darse cuenta de que esta
monjita era sumamente santa, y se fue donde el Sr. Arzobispo a
consultarle el caso. El Sr. Arzobispo le dio permiso para que hicieran
las medallas, y entonces empezaron los milagros.
Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que
llevaban la medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin
pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían
favores formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a
llevarla. Hasta el emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados
también.
En París había un masón muy alejado de la religión. La
hija de este hombre obtuvo que él aceptara colocarse al cuello la
Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco tiempo el masón pidió que lo
visitara un sacerdote, renunció a sus errores masónicos y terminó sus
días como creyente católico.
Catalina le preguntó a la Sma. Virgen por qué de los
rayos luminosos que salen de sus manos, algunos quedan como cortados y
no caen en la tierra. Ella le respondió: "Esos rayos que no caen a la
tierra representan los muchos favores y gracias que yo quisiera conceder
a las personas, pero se quedan sin ser concedidos porque las gentes no
los piden". Y añadió: "Muchas gracias y ayudas celestiales no se
obtienen porque no se piden".
Después de las apariciones de la Sma. Virgen, la joven
Catalina vivió el resto de sus años como una cenicienta escondida y
desconocida de todos. Muchísimas personas fueron informadas de las
apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en 1830. Ya en 1836
se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel, confesor
de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima
había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la
monjita que había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho
prometer que no diría a quién se le había aparecido. Y así mientras esta
devoción se propagaba por todas partes, Catalina seguía en el convento
barriendo, lavando, cuidando las gallinas y haciendo de enfermera, como
la más humilde e ignorada de todas las hermanitas, y recibiendo
frecuentemente maltratos y humillaciones.
En 1842 sucedió un caso que hizo mucho más popular la
Medalla Milagrosa y sucedió de la siguiente manera: el rico judío
Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por una familia católica en
Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones, le pidió que
llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa. Él
aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a
visitar como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de
Nuestra Señora vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía.
Con esto le bastó para convertirse al catolicismo y dedicar todo el
resto de su vida a propagar la religión católica y la devoción a la
Madre de Dios. Esta admirable conversión fue conocida y admirada en todo
el mundo y contribuyó a que miles y miles de personas empezaran a llevar
también la Medalla de Nuestra Señora (lo que consigue favores de Dios no
es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración
de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada
imagen).
Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha
de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le
ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María
para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que
se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le
había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa, ella exclamó:
"Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta
imagen").
Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su
antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las
apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había
visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se
volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido).
Poco tiempo después de la muerte de Catalina, fue
llevado un niño de 11 años, inválido de nacimiento, y al acercarlo al
sepulcro de la santa, quedó instantáneamente curado.
En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina
Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que ella
contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.
¿Qué me dirá a mí esta fiesta de hoy?
Oh María sin pecado concebida: Ruega por nosotros que
recurrimos a Ti.
Fuente: www.churchforum.org
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