"No me avergüenzo del Evangelio. Porque es -Mensajes Pan y Vida poder
de Dios para la salvación de todo el que cree". Romanos 1,6."
03 de Febrero
270. San Blas
y San Oscar
San Blas, obispo y mártir
San Blas
fue Obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia). Su nombre significa: "arma de
la divinidad".
Al principio ejercía la medicina, y aprovechaba de la gran
influencia que le daba su calidad de excelente médico, para hablarles a sus
pacientes a favor de Jesucristo y de su santa religión, y conseguir así muchos
adeptos para el Cristianismo. Al conocer su gran santidad, el pueblo lo eligió
Obispo.
Cuando estalló la persecución de Diocleciano, se fue San Blas a
esconderse en una cueva de la montaña, y desde allí dirigía y animaba a los
cristianos perseguidos, y por la noche bajaba a escondidas a la ciudad a
ayudarlos y a correr y consolar a los que estaban en las cárceles, y a llevarles
la Sagrada Escritura.
Cuenta la tradición que a la cueva donde estaba
escondido el santo, llegaban las fieras heridas o enfermas y él las curaba. Y
que estos animales venían en gran cantidad a visitarlo cariñosamente. Un día el
vio que por la cuesta arriba llegaban los cazadores del gobierno y entonces
espantó las fieras y las alejó y así las libró de ser víctimas de la cacería.
Entonces los cazadores, en venganza, se lo llevaron preso. Su llegada a la
ciudad fue una verdadera apoteosis. El gobernador le ofreció muchos regalos y
ventajas temporales si dejaba la religión de Jesucristo y se pasaba a la
religión pagana, pero San Blas proclamó que él sería amigo de Jesús y de su
santa religión hasta el último momento de su vida.
Su martirio: entonces
fue apaleado brutalmente y le desgarraron con garfio sus espaldas. El rezaba por
sus verdugos y para que todos los cristianos perseveraran en la fe. El
gobernador, al ver que el santo no dejaba de proclamar su fe en Dios, decretó
que le cortaran la cabeza. Y cuando le llevaban hacia el sitio de su martirio
iba bendiciendo por el camino a la inmensa multitud que lo miraba llena de
admiración. Y su bendición obtenía la curación de muchos. Pero hubo una curación
que entusiasmó a todos. Una pobre mujer tenía a su hijito agonizando porque se
le había atravesado una espina de pescado en la garganta. Corrió hacia un sitio
por donde debía pasar el santo. Se arrodilló y le presentó al enfermito que se
ahogaba. San Blas le colocó sus manos sobre la cabeza al niño y rezó por él.
Inmediatamente la espina desapareció y el niñito recobró su salud. El pueblo lo
aclamó entusiasmado.
El año 316 D.C. fue decapitado, y después de su
muerte empezó a obtener muchos milagros de Dios en favor de los que le
rezaban.
En la Edad Antigua San Blas era invocado como Patrono de los
cazadores, y las gentes le tenían gran fe como eficaz protector contra las
enfermedades de la garganta.
San Óscar (801-865)
Nació cerca de
Corbie, en Francia y fue un gran misionero que dejó su abadía para evangelizar a
los normandos de Dinamarca y Suecia. No tardaron éstos en expulsarle, y tuvo
mejor suerte en Schleswig-Holstein, hasta que llegaron los daneses a conquistar
el país y a destruir todas las iglesias construidas por él.
Terminó su
vida como obispo de Hamburgo, Alemania, donde consiguió implantar el
cristianismo. Su biógrafo, sucesor y discípulo, san Remberto (4 de febrero), se
atrevió a preguntarle un día por los milagros que hacía, y Óscar le respondió:
“Si yo tuviera el don de hacer milagros, el primero que haría sería el de
convertirme en un hombre bueno.” Por lo visto, lo logró.
* Pidámosle
la curación de enfermedades corporales, pero sobre todo de la enfermedad
espiritual de la garganta, para hablar, sin miedo, de lo referente a Dios y
callar cuando debamos hacerlo.
Fuente: Es.catholic.net,
Encuentra.com
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Omar
Jiménez Castro.
1 Corintios 9,16
http:mensajespanyvida.cjb.net
¡Sigue!
¡No te rindas!
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