20 de Febrero. Santa Francisca Javier Cabrini, fundadora
(año
1917).
Beato Noel Pinot, presbítero y mártir
(1747
1794).
Santa Francisca Javier Cabrini.
Fundadora de las Misioneras
del Sagrado Corazón (año 1917).
Fue la menor de una familia de trece hijos. Nació cerca de Pavía en
Italia en 1850.
Una de sus hermanas mayores era maestra de escuela y la formó en la
estricta disciplina, lo cual le fue muy útil después para toda su
vida.
Desde muy pequeña al oír leer en su familia la Revista de Misiones,
adquirió un gran deseo de ser misionera. A sus muñecas las vestía de
religiosas, y fabricaba barquitos de papel y los echaba a las corrientes
de agua y les decía: "Por favor, vayan a países de misiones a llevar
ayudas". Para apagarle un poquito su gran deseo de irse de misionera le
dijeron que en tierras de misiones no había dulces ni caramelos,
entonces empezó a privarse de los caramelos que le regalaban, para irse
acostumbrando a no comer dulces.
A los 18 años obtuvo el grado de profesora. Quiso entrar de religiosa
en una comunidad pero no la aceptaron porque era de constitución muy
débil y de poca salud. Pidió entrar a otra comunidad y tampoco la
aceptaron por las mismas razones. Entonces se fue de maestra a una
escuela que dirigía un santo sacerdote, el Padre Serrati.
Y aquel sacerdote se dio cuenta muy pronto de que la nueva maestra de
su escuela tenía unas cualidades muy especiales para hacerse querer del
alumnado y lograr que sus discípulas se volvieran mejores. Y la
recomendó para que fuera a dirigir un orfanato llamado de la Divina
Providencia, el cual estaba a punto de fracasar por no tener personas
bien capaces que lo dirigieran. Al Sr. Obispo le pareció que era una
excelente directora y hasta le aconsejó que tratara de fundar una
comunidad de religiosas para que le ayudaran en el apostolado.
El Sr. Obispo le dijo un día: "Me dice que su gran deseo ha sido
siempre ser misionera. Pues le aconsejo que funde una comunidad de
misioneras. Yo no conozco ninguna comunidad para esa labor tan santa y
admirable".
Y Francisca reunió siete compañeras de trabajo y con ellas fundó en
1877 la Comunidad de Misioneras del Sagrado Corazón. A los 10 años de
fundada la comunidad fue a Roma a tratar de obtener la aprobación para
su congregación, y el permiso para fundar una casa en Roma. En la
primera entrevista con el Cardenal Parochi, Secretario de Estado, éste
le dijo que la comunidad estaba muy recién fundada y que todavía no se
le podían conseguir semejantes permisos. Pero el Cardenal quedó tan
admirado de la bondad y santidad de la fundadora que en la segunda
visita ya le dio la aprobación y le pidió que en Roma fundara no sólo
una casa para niñas huérfanas, sino dos: una escuela y un orfanato.
En aquel tiempo eran muchísimos los italianos que se iban a vivir a
Norteamérica, pero allí, por falta de asistencia espiritual corrían el
peligro de perder la fe y abandonar la religión. El Arzobispo de Nueva
York le pidió personalmente que enviara sus religiosas a ese país a
enseñar religión. Ella estaba dudosa porque más bien deseaba que se
fueran al extremo oriente, a China. Pero consultó con el Sumo Pontífice
León Trece y él le dijo: "No a oriente, sino a occidente". Con esto
entendió que sí debían ir a Norteamérica.
Y el 31 de marzo de 1889 Santa Francisca llegó con seis de sus
religiosas a Nueva York.
A Nueva York y sus alrededores habían llegado últimamente 50,000
italianos. La mayoría de ellos no sabían ni siquiera los diez
mandamientos. Sólo 1,200 iban a misa los domingos.
Al llegar a Nueva York se encontraron con que las señoras que habían
prometido ayudar a conseguir la casa para ellas no habían conseguido
nada, y tuvieron que pasar su primera noche en un hotelucho de mala
muerte, sucio y destartalado. Y al presentarse al arzobispo éste les
dijo desanimado: "No se les pudo conseguir casa. Así que lo mejor que
pueden hacer es devolverse otra vez a Italia". Pero la Madre Francisca,
que era valiente y tenía una gran fe, le respondió: "No, señor
arzobispo, el Sumo Pontífice nos envió para acá, y acá nos vamos a
quedar". El arzobispo se quedó admirado del valor de la monjita y del
apoyo que le ofrecían a ella desde Roma y les consiguió entonces
alojamiento en una casa de religiosas.
Y a los pocos meses ya la Madre Cabrini había logrado conseguir una
buena casa, buscando ayudas entre los bienhechores, y poco antes de un
año ya pudo ir a Italia, llevando las dos primeras novicias
norteamericanas para su comunidad. De vuelta se trajo varias religiosas
más y fundó su primer gran orfanato junto al río Hudson.
La comunidad empezó a extenderse admirablemente en Italia y en
América. La Madre Cabrini en penosos y largos viajes fundó una casa en
Nicaragua y otra en Nueva Orleáns. En esta ciudad norteamericana los
italianos vivían en condiciones infrahumanas, y la presencia de las
misioneras fue de enorme provecho para esas pobres gentes.
Las grandes obras que emprendió demuestran que Francisca Cabrini fue
una mujer extraordinaria. Su inglés lo hablaba con un tonito italiano
que le concedía una gracia especial, y que en cualquier parte donde
llegaba la señalaba como una extranjera. Pero ello no le impidió ser
amada y estimada por toda clase de personas en los Estados Unidos. Los
que trataban con ella de asuntos económicos (en grande escala muchas
veces) se quedaban admirados de las capacidades tan impresionantes que
esta mujer tenía para salir adelante aun con las obras más
difíciles.
Era sumamente estricta, como desde muy pequeñita le había enseñado a
ser su hermana. Algo que nunca pudo aceptar fue que la gente abandone la
religión cat6ólica, que es la verdadera, para irse a formar parte de
sectas protestantes que enseñan tantos errores. Esto la hizo sufrir
mucho, porque en Norteamérica, los católicos eran una mínima minoría y
los protestantes, halagándolos con ofertas económicas, los hacían
pasarse a sus sectas y al par de años, como esas religiones quitan todas
las devociones, se volvían unos verdaderos paganos, sin más dios que el
dólar. Contra esto luchó ella lo más fuertemente que pudo durante toda
su vida.
Otro pecado contra el cual luchaba duramente era el concubinato, la
unión libre. Y hasta llegó a prohibir que en sus colegios recibieran a
las hijas de los que públicamente vivían dando escándalo por su
concubinato o su unión libre. Muchos la criticaban por esto, pero su
conciencia no le permitía dejar en paz a los que hacían pública
profesión de pecado. No aceptaba el vivir sirviendo al mismo tiempo a
Dios y al diablo.
La Madre Cabrini había nacido para gobernar. Procuraba vivir al día
con las buenas ideas modernas y no se cerraba a lo nuevo por puro
capricho por lo pasado. Pero lo nuevo que era escandaloso lo rechazaba
valientemente sin más ni más. Era inflexible para hacer cumplir los
reglamentos y para exigir buen comportamiento, pero al mismo tiempo se
hacía amar por su gran bondad. A sus religiosas les repetía: "No
olvidemos que seguimos al Buen Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, que es
manso y humilde de corazón. Jamás echemos una cucharada de amargura en
la vida de los demás. No seamos duras ni bruscas con nadie. Que los que
nos traten se vayan siempre contentos de haber sido tratados muy
amablemente por nosotras".
En 1892, al cumplirse el cuarto centenario del descubrimiento de
América, fundó en Nueva York una gran obra: "El hospital Colón". Luego
fundó nuevas casas de su comunidad en Costa Rica, Brasil, Buenos Aires,
Panamá, Chile e Italia. Cuando le decían que no emprendiera la fundación
de una obra porque iba a encontrar enormes dificultades, respondía:
"Pero, quién es el que va a llevar esta obra al éxito: ¿nosotras o
Dios?", y emprendía la fundación.
Durante doce años estuvo viajando por diversos países fundando casas
de su congregación. Ella podría ser nombrada patrona de los viajeros
internacionales. Y en su tiempo el viajar era mucho más complicado y
difícil que ahora. Su amor por los pobres y su deseo de salvar almas y
de hacer conocer y amar más a Dios la llevó de un sitio a otro del
mundo, aunque fueran muy distantes. De Río de Janeiro a Roma, de Francia
a Inglaterra y de Italia a Norteamérica. Todo por extender el reino de
Dios.
La comunidad, que había empezado con ella y siete hermanas, ya
contaba con mil religiosas, enseñando en escuelas gratuitas y orfanatos,
y atendiendo en hospitales y otras obras de caridad. Hasta los presos de
la peor cárcel de Estados Unidos, la cárcel de Sing - Sing, la
proclamaban su bienhechora.
Durante los últimos siete años se sentía muy agotada y con una salud
muy deficiente pero no por eso dejaba de trabajar incansablemente
promoviendo sus obras de caridad y de evangelización. Y el 22 de
diciembre de 1917 murió de repetne, más quizás por agotamiento de tanto
trabajar, que por edad, pues sólo tenía 67 años. Sus restos se conservan
en el colegio Cabrini en Nueva York.
Ella fue la primera ciudadana norteamericana declarada santa por el
Sumo Pontífice. Nadie que no hubiese tenido una gran santidad y un
inmenso amor a Dios y al prójimo habría podido llevar a cabo obras tan
grandes como ella logró realizar.
Santa Francisca Javier Cabrini: te pedimos por todos los americanos,
los del norte y los del sur, y por toda la juventud en peligro. No dejes
de trabajar y de interceder en el cielo por los que todavía luchamos con
peligros en esta tierra.
Beato Noel Pinot.
El último de 16 hijos, que había nacido en el hogar de piadosos padre
en Angers (Francia Occidental) el 19 de diciembre de 1747, en vísperas
de la Navidad, recibió en el bautismo un nombre que debiera recordar la
Navidad: "Noel" (En latín sería "Natalis" y en italiano "Natale"). Este
niño trajo no sólo alegría navideña a su numerosa familia, sino también
a la Iglesia el honor de un nuevo mártir de la Santísima Eucaristía.
Con los oratorianos en Angers recibió el muchacho una buena
educación; en diciembre de 1770 la ordenación sacerdotal hizo de él un
devoto y bondadoso sacerdote diocesano que desarrolló en su lugar una
preciosa labor. Los primeros 10 años trabajó como capellán en Bousse
(Sarthe) y en Corze. En junio de 1781 regresó a la ciudad obispal de
Angers para terminar sus estudios de teología, que culminarían con un
grado académico. Durante este lapso, Noel era capellán en el Hospital de
los incurables en Angers. El 6 de febrero de 1788 recibió el título de
"Magister Artium".
Poco después fue nombrado párroco de Saint – Aubin en Lauroux –
Béconnais, una parroquia relativamente grande, que contaba con 3,000
almas. Aquí obro como buen pastor, pero solamente durante dos años, pues
él entró pronto en la tormenta de la Revolución Francesa que apenas
estalló. El 12 de julio de 1791 se acordó en París la Constitución
civil. El padre Pinot se negó, con otros valientes sacerdotes, a prestar
juramento a esta constitución anticlerical. En su sermón del 27 de
febrero de 1791 la criticó fuertemente y de inmediato fue denunciado a
las autoridades. El 5 de marzo se le tomó preso y llevado a Angers,
donde siete días después recibió la prohibición de ejercer su profesión
de sacerdote.
Bajo estas circunstancias no le quedaba otra posibilidad que
esconderse. Primero en el Hospital de los incurables en Angers. Después
de buscarle allá, llevó durante dos años la vida de un sacerdote
perseguido, libre como pájaro y huyendo de un lugar a otro. Aunque
siempre preparado para huir, seguía ofreciendo clandestinamente la Santa
Misa y administrando los sacramentos.
Cuando los católicos de la Vendée se levantaron durante corto tiempo
con éxito contra el régimen del terror, pudo el padre Pinot regresar a
su parroquia; pero sólo por corto tiempo pudo gozar de su libertad,
puesto que el levantamiento de los católicos fue derribado desde París.
El padre tuvo que esconderse nuevamente, y no sólo esto: se ofreció una
suma de dinero a quién lo entregara – vivo o muerto – a los tiranos de
la revolución.
En la noche del 9 de febrero de 1794 el padre Pinot se preparaba en
una lejana hacienda nombrada Milanderie para celebrar la Santa Misa. Ya
estaban hechos todos los preparativos y el padre se iba a poner el alba
cuando irrumpió la guardia y se dispuso a hacer una revisión exhaustiva
del lugar. El padre Pinot se escondió lo más rápido posible en una caja,
puesta todavía su alba; allí fue descubierto y llevado preso.
El 21 de febrero de 1794 se abrió en Angers el proceso contra él. Las
acusaciones fueron: presunta colaboración con los insurrectos, negación
de juramento a la constitución civil, presunta cooperación para la
reposición de la monarquía y sobre todo el prohibido ejercicio de la
profesión de sacerdote. Lo último, junto con el hecho de haber celebrado
la Santa Misa, era suficiente para dictar sobre el padre Pinot la pena
de muerte y ejecutarlo el mismo día. El candidato a muerte fue
irónicamente preguntado si quería morir con el alba puesta, proposición
que aceptó con entusiasmo porque así pudo vivir todavía la más bella
satisfacción: hasta el último momento ser sacerdote. El suplicio sería
como la celebración de su última Misa, su ofrenda final.
Así subió el padre Pinot al patíbulo, vestido con alba y casulla.
Momentos antes de su decapitación tuvo que quitarse la casulla, pero los
fieles le pusieron más tarde el ornamento después de la consumación del
sacrificio.
El 21 de octubre de 1926, el Papa Pío XI beatificó a este valiente
sacerdote diciendo: "Noel Pinot atestiguó, llevando hasta el momento de
su ejecución la casulla, que la tarea primordial, más importante y más
sagrada del sacerdote es la celebración de la Santa Eucaristía según el
encargo del Señor: "Haced esto en memoria mía".
Fuente: www.churchforum.org
Visita nuestros
Patrocinadores:
_______________________________________

Atención: ¡Sea parte también de Pan y Vida, anunciándose en
nuestro sitio y nuestras listas de correos. Tarifas: 4 veces al mes
(Cada semana) $20. Más información con Omar: jomarjc@aol.com