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19 de Enero
San Macario de Alejandría.
Santos
Mario, Martha, Abachum, Audifax.
San Macario de Alejandría
Macario significa: un hombre feliz.
La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el
año 400, la narra el historiador Paladio.
Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de
frutas. Los pasteleros lo tienen como su Patrono. A los 40 años se fue
al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años
santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.
Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un
desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un
antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la
santificación. Estuvo en algunos de los grupos de monjes dirigidos por
San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con
un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana
estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo canastos). Solamente
se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa.
Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo
el año. Pero vivían alegremente y gozaban de excelente salud. Su único
deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por
completo.
El racimo de uvas. Un día en aquel desierto tan caluroso
le llevaron de regalo a Macario un bello racimo de uvas. El por
mortificación no lo quiso comer y lo regaló al monje que vivía por allí
más cerca. Este tampoco lo quiso comer, por hacer sacrificio, y lo llevó
al monje siguiente, y así fue pasando de monje en monje hasta volver
otra vez a Macario. Este bendijo a Dios por lo caritativos y
sacrificados que eran sus compañeros.
Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y
entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y
el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a
40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los
más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no
buscaba cobijarse. Todo por la salvación de los pecadores.
Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San
Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San
Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias
de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y
rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron
entrar. Entonces le dijeron que ensayara a ayunar, para ver cuántos días
era capaz de permanece ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días
seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la
cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de coles y
un poquito de agua, al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le
pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a
los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a
Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio
gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara
mucho por todos ellos, y él se fue.
Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su
celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le
molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado
bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy
fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le
respondió: "Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi
alma". Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con
semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por
el mundo no le llegó más.
Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy
alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron:
¿Cómo se llama? - Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el
jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que
usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me
siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si
sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante,
que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a
Dios.
Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara
manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por
qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo
que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería
decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al
írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara
y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.
De las manchas del alma, líbranos Señor.
Santos Mario, Martha, Abachum y Audifax
Murieron en el año 270. Era una familia rica persa
(esposo, esposa y dos hijos) que se convirtieron a la fe y distribuyeron
sus posesiones a los pobres. Decidieron visitar Roma para venerar las
tumbas de los mártires aunque el emperador Claudio estaba persiguiendo
cristianos. Claudio había ordenado a sus legiones que juntaran a los
cristianos romanos en el anfiteatro en donde los mataron e incineraron.
La familia persa juntó las cenizas de los mártires y las enterraron
juntas. Por este hecho, el gobernador Marciano los aprehendió y los
torturó antes de matarlos. Los tres hombres fueron decapitados y Martha
fue ahogada 13 millas fuera de Roma en un lugar llamado hoy Santa Ninfa.
Los cristianos honraron los cuerpos de estos mártires con respeto.
Fueron enterrados en la Via Cornelia. Trece siglos después (en 1590) sus
cuerpos fueron descubiertos y ahora son honrados en iglesias tan
separadas unas de otras como Roma, Cremona y Alemania (Martirologio
Romano).
En el arte, este grupo está representado generalmente
como una familia noble persa visitando prisioneros. Algunas veces se
representan enterrando cristianos en Roma o siendo ejecutados con una
hacha.
Fuente: www.churchforum.org
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