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17 de Marzo San Patricio,
obispo,
apóstol de Irlanda (año 461).
Nació en el año 372. Su madre era familiar de San
Martín de Tours y su padre era oficial del ejército romano. Ambos eran
buenos cristianos.
A los 16 años fue atacado por unos piratas que se
lo llevaron prisionero y lo vendieron como esclavo en Irlanda, a Milcho,
un jefe del norte de la isla. Allí estuvo seis años cuidando ovejas. Y
la Divina Providencia aprovechó este tiempo para espiritualizarlo y
prepararlo para sus futuros apostolados, pues en aquellas soledades
dedicaba mucho tiempo a la oración y a la meditación. Él dice en su
libro llamado "Confesiones" que rezaba más de cien pequeñas oraciones
diarias y que hacía más de cien veces la señal de la cruz cada día.
Después de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara
lo que debía hacer, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo
y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó
varios kilómetros a pie hasta llegar al mar.
Y allí encontró el barco, pero el capitán se negaba a
transportarlo. Entonces se dedicó a orar con fervor y Dios cambió la
voluntad del capitán, el cual aceptó llevarlo hasta Francia.
Al llegar a aquel país desembarcaron en una región
deshabitada y después de caminar por varias horas, ya se sentían
desfallecer de hambre y el capitán le dijo: "Tú que crees en Cristo,
rézale a Él para que nos envíe algún alimento y no nos muramos de
hambre". San Patricio se puso a rezar y poco después apareció por allí
una manada de cerdos salvajes, y aquellos hombres cazaron y comieron en
abundancia y dieron gracias a Dios, que había escuchado la oración de su
siervo.
En Francia se hizo monje bajo la dirección de San Germán,
el cual lo hizo instruirse en Sagradas Escrituras y dedicarse por largos
tiempos a la oración y a la meditación. A veces en sueños le parecía oír
voces de gente de Irlanda que le decía: "Ven a salvarnos". Se dedicó
muchas horas a rezar, a leer y a meditar, preparándose para ser
misionero.
Se fue a Roma a perfeccionar sus estudios y recibió la
ordenación sacerdotal. Entonces el Papa Celestino le ordenó que se
hiciera consagrar obispo para enviarlo de misionero a Irlanda. Lo
consagró San Máximo, obispo de Turín, y enviado por el Sumo Pontífice se
fue a Irlanda a misionar.
Al llegar a Irlanda, un jefe de tribus paganas se le
acercó para darle un golpe y herirlo con una espada. El santo le hizo la
señal de la cruz y la mano le quedó paralizada al atacante. Aquel jefe
se convirtió después al catolicismo con muchos de sus súbditos. Al leer
las crónicas antiguas se queda uno admirado con tantos prodigios y
milagros con los que Dios favoreció a San Patricio.
Los sacerdotes de los paganos se le opusieron y un Sábado
Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con
toda su furia a apagarlo, pero por más que bregaron no lo lograron.
Entonces uno de ellos exclamó: "El fuego de la religión que Patricio ha
encendido, se extenderá por toda la isla". Y se alejaron. Aquella frase
se ha cumplido: la religión católica se extendió de tal manera por toda
Irlanda, que aún hoy sigue siendo un país totalmente católico, iluminado
por la luz de la religión de Cristo.
Una docena de veces fue hecho prisionero por los
partidarios de las religiones paganas. Más de cinco veces trataron de
asesinarlo. En sus Confesiones dejó escrito: "Cada día vivo con peligro
de ser secuestrado, de ser atacado a muerte, o de ser robado. Pero
confío en la misericordia de Dios y cumplo lo que dice el Salmo 55:
"Coloca tus preocupaciones en manos de Dios. Que el cuidará de ti".
Los herejes pelagianos que andaban diciendo que para ser
santo bastaba con proponérselo, encontraron en Patricio un gran
adversario, porque él vivía predicando que solamente seremos buenos si
Dios nos concede la gracia de serlo. Porque por nuestras solas fuerzas
no somos capaces sino de ser pecadores y malos. El repetía que si Dios
no nos da sus ayudas muy especiales, no lograremos ser buenos y santos.
Los pelagianos trataron muchas veces de asesinarlo, pero se notaba que
había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte
todas las veces que los enemigos de la religión trataban de quitarle la
vida.
Patricio empleó unas técnicas muy especiales que le
produjeron grandes éxitos en la evangelización. La primera fue: ganarse
la simpatía de los jefes. La isla estaba habitada por diversas tribus. Y
al jefe de cada tribu se esmeró nuestro santo por ganárselo. Si el jefe
se convertía a nuestra religión, se convertían también muchos de sus
súbditos. Si no se convertía pero aceptaba ser amigo, ya se había ganado
un gran terreno con eso, y por lo general sus hijas u otros familiares
se convertían y ya quedaba el campo abierto para seguir
evangelizando.
Otra de sus técnicas para evangelizar era emplear un
lenguaje muy sencillo y un modo de hablar muy proporcionado a las gentes
que lo escuchaban. Así por ejemplo, al hablarles de la Sma. Trinidad les
presentaba la hoja del trébol, y les decía que así como esas tres
hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres divinas personas,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. El pueblo,
lo que desea es entender, y al misionero Patricio todos le entendían.
Por eso lo escuchaban con gusto.
Recorrió la isla durante treinta años enseñando religión,
consagrando obispos y sacerdotes y fundando monasterios. Y tuvo la feliz
idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o
superior del monasterio más importante de aquel sitio. Así cada obispo
era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar
la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y
la vida religiosa fueron muchísimas.
Sus temas favoritos y preferidos al predicar eran las
cualidades que Dios tiene (poder, sabiduría, bondad, misericordia,
justicia, santidad, etc.) La redención que obró Jesucristo y sus
consecuencias. La necesidad que tenemos de convertirnos y de hacer
penitencia por nuestros pecados, y lo muy importante que es llenar
nuestro día de pequeñas oraciones. Recomendaba muchísimo la señal de la
cruz.
Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, dejándoles
todo lo bueno que tenían (que era mucho) pero añadiéndoles los
principios cristianos, en vez de las enseñanzas paganas que antes las
afeaban. Así consiguió que en el país toda la legislación fuera hecha de
acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa
nación se haya conservado firme en la fe por más de 15 siglos, a pesar
de las tantas persecuciones.
Dicen sus biógrafos que Patricio era un hombre muy
sencillo, con un gran espíritu de humildad. Un trabajador incansable y
en su esfuerzo por extender la religión dicen que solamente se le puede
comparar con los doce apóstoles o con los profetas del Antiguo
Testamento. Cuando no estaba dedicado a predicar o a enseñar catecismo o
a visitar enfermos, se dedicaba a la oración y a la meditación. Su modo
de tratar a la gente era extraordinariamente amable y bondadoso, y tenía
una capacidad excepcional para perdonar a los que lo ofendían. Pero con
los enemigos de la religión sí era fuerte e inexorable, y no les
permitía difundir sus errores por los sitios donde el predicaba. Dicen
que esa fortaleza para no permitir a los enemigos del catolicismo que
propagaran por allí sus herejías, ha sido una de las razones para que
Irlanda se haya conservado tan católica.
San Patricio murió el 17 de Marzo del año 461. Que el nos
obtenga de Dios la gracia de ser buenos católicos hasta el último
momento de nuestra existencia en la tierra.
Fuente: www.churchforum.org