20 de Abril
San Telmo, Predicador. (año 1240.)
Su nombre era Pedro
González Telmo, pero el pueblo lo llamaba Telmo, y como San Telmo ha
sido invocado siempre por sus devotos que han conseguido de él muchos
favores. En momentos de especial peligro los marineros han gritado: "San
Telmo bendito, ayúdame", y han recibido ayudas que nadie ha podido
explicar.Siendo sobrino del obispo de Astorga, este le costeó la
educación religiosa para que se hiciera sacerdote, y una vez ordenado lo
nombró presidente de los canónigos de esa ciudad. Pero su educación
había sido más mundana que espiritual y lo que buscaba Telmo no era
salvar almas sino conseguir honores, y en él dominaban más el orgullo y
el deseo de aparecer, que la virtud. Y Dios dispuso corregirlo. Y así
fue que el día en que se dirigía lleno de vanidad por las calles de
Astorga a tomar posesión de su puesto de presidente de los empleados de
la catedral, el caballo en el que viajaba con tanto orgullo y
ostentación, empezó a corcovear y lo derribó entre un barrizal, en medio
de las risas de la gente. Telmo se levantó de esa caída y exclamó: "Ya
que hoy el mundo se ha burlado de mí, de ahora en adelante yo me burlaré
del mundo", y dejando sus puestos honrosos se entró de religioso
dominico en un convento.
Después de haberse
preparado muy cuidadosamente en la comunidad de los dominicos para
dedicarse a la predicación, empezó sus sermones por pueblos y ciudades
con gran aceptación de las gentes. Tenía que predicar en las plazas
porque la gente no cabía en los templos. Su voz era sonora, su
pronunciación perfecta y su estilo directo. Hablaba francamente contra
los vicios y en favor de la buena conducta, y sus sermones producían
efectos admirables. Pasaba muchas horas estudiando los sermones que iba
a pronunciar, y muchas horas más rezando por los hombres a Dios, antes
de hablarles de Dios a los hombres.
Y lo oyó predicar
el rey San Fernando y quedó tan encantado de su modo de hablar que lo
nombró capellán de su ejército que victorioso iba recobrando ciudad por
ciudad y pueblo por pueblo, del poder de los moros. Allí en el ejército
tuvo que dedicarse Telmo con todas sus energías a corregir vicios de los
militares y a contenerlos para que en las ciudades que conquistaban no
cometieran excesos y crueldades.
Un día unos
militares disgustados dispusieron armarle una trampa a su castidad y le
enviaron una mujer hermosa y corrompida a que tratara de hacerlo ofender
a Dios. Cuando el santo vio que llegaba impúdicamente a su habitación,
no teniendo otro medio de alejarla, prendió fuego a los materiales que
allí lo rodeaban y entre llamas y humo hizo salir huyendo a la
corruptora.
Los militares
jóvenes de las altas clases sociales se sintieron muy molestos por los
sermones de Telmo en el ejército, porque no les toleraba sus vicios y
maldades y se propusieron amargarle la vida lo más posible. El, al darse
cuenta de que el ambiente de allí no era apto para su modo de obrar y de
pensar, se retiró del ejército y empezó otro apostolado muy especial: la
evangelización de los pescadores y marineros en la región de Tuy. Y allí
sí fue mejor aceptado. Lo primero que hizo fue organizarlos en
asociaciones para que defendieran sus derechos y se ayudaran
mutuamente.
Luego como
sacerdote se dedicó a ser padre de los pobres, amigo de todos, consejero
de los que necesitaban ser aconsejados, corregidor de vicios,
pacificador de peleas y riñas y buen ejemplo para todos de una vida sin
mancha y llena de espíritu y sacrificio y oración.
Y sucedió que los
marineros y pescadores empezaron a encomendarse a las oraciones de Telmo
cuando se iban al mar, especialmente en tiempos de tormentas y
vendavales. "¡Fray Telmo, encomiéndenos hoy que el tiempo está
difícil!", le decían al embarcarse. El santo les prometía su oración y
en plena mar brava cuando los remeros veían que se iban a hundir en las
aguas formidables, exclamaban: "Dios mío, por las oraciones de Fray
Telmo, ¡sálvame!", y sentían que misteriosamente se libraban de aquellos
inminentes peligros de muerte. En los procesos para su beatificación hay
centenares de testimonios como estos. Un día en plena tempestad cuando
varios pescadores estaban en grave peligro de perecer, San Telmo se puso
a rezar por ellos y la tempestad se calmó rapidísimamente, sin que nunca
antes hubieran visto una calma así de repentina.
En la Semana Santa
a principios de abril al predicar un sermón se despidió de sus oyentes
avisándoles que muy pronto pasaría a la eternidad. No era viejo. Había
nacido en 1185 y apenas tenía 55 años. Pero su salud estaba muy débil a
causa de tantos sacrificios y largas horas de estudio y frecuentísimas
predicaciones. Estaba verdaderamente desgastado por tantos años de
esfuerzos por conseguir la gloria de Dios y el bien de las almas y su
propia santificación.
Y el 14 de abril
del año 1240, durmióse para este mundo y despertó para empezar la vida
eterna en el cielo.
Y desde entonces
empezó una interminable serie de prodigios conseguidos por su
intercesión: salvarse de naufragios que parecían irremediables. Calma
instantánea de tempestades. Conversión de pecadores. Apaciguamiento
entre los que estaban peleados. Solución de graves situaciones
económicas. Y por muchos años y hasta siglos, los marineros de España y
de Portugal, cuando estaban en gravísimos peligros, lo primero que
gritaban era: "¡San Telmo bendito, protéjanos!". Y cuando las
tempestades arreciaban, los que estaban en alta mar repetían: "Es hora
de invocar a San Telmo bendito".
Algo parecido
queremos decir nosotros: cuando las olas de nuestras tentaciones y los
huracanes de las pasiones quieran hundir la débil navecilla de nuestra
alma, San Telmo bendito: ruega a Cristo por nosotros para que seamos
salvos y logremos llegar al puerto de la eternidad feliz.
Fuente: http://www.churchforum.org