3 de Junio
San Carlos Luanga y los mártires
de Uganda,
Mártires. Año 1886.
Uganda es un país del Africa. Los padres Blancos del
Cardenal Lavigerie empezaron a misionar ese país y pronto hubo muchos
negros convertidos al catolicismo y esta religión les transformó muy
notablemente su modo de pensar y obrar.
Y sucedió que el jefe de esa nación, llamado Muanga,
tenía el vicio de la homosexualidad. Y cuando el jefe del personal de
mensajeros del palacio José Makasa, se convirtió al catolicismo le hizo
saber al jefe que la Biblia condena y prohibe totalmente la
homosexualidad y que la llama una "aberración", o sea algo abominable,
que va contra la Ley Divina y que es totalmente impropio de la persona
humana. Y que el Libro Sagrado dice que "la homosexualidad es un pecado
merecedor de la muerte" (Levítico 18) y "algo que va contra la
naturaleza (Rom. 1,26) y que los que lo cometen no poseerán el Reino de
Dios (1 Cor. 6,10). Esto indignó tanto al reyezuelo, que ordenó asesinar
a José Makasa el 15 de noviembre de 1885, y así este llegó a ser el
primero de los 26 mártires de Uganda. (Ahora se llama San José Makasa).
Otra de las causas del asesinato de José fue haber reprendido al rey por
el asesinato del dos misioneros.
Al saber esta terrible noticia, los demás católicos que
trabajaban en el palacio real como mensajeros o empleados, en vez de
acobardarse, se animaron más fuertemente a preferir morir antes que
ofender a Dios.
La segunda víctima fue un pequeño mensajero llamado
Denis. El jefe Muanga quiso irrespetar a un jovencito llamado Muafa,
pero este le dijo que su cuerpo era un templo del Espíritu Santo, y que
él se haría respetar costara lo que costara. Averiguó el rey quién le
había enseñado al niño estas doctrinas y le dijeron que era otro de los
mensajeros, Denis, ¡y le dio muerte! Así este jovencito llegó a ser el
segundo mártir San Denis. (Antes de darle muerte, el rey le preguntó:
"¿eres cristiano?" y el niño respondió: "Sí, soy cristiano y lo seré
hasta la muerte").
Mientras tanto allá en un salón del palacio, el nuevo
jefe de los mensajeros, Carlos Luanga (que había reemplazado a San José
Makasa) reunía a todos los jóvenes y les recordaba lo que enseña San
Pablo en la S. Biblia, que "los que cometen el pecado de homosexualidad
tendrán un castigo inevitable por su extravío" (Rom. 1,18) y les
recordaba que "homosexualidad es la tendencia a cometer acciones impuras
con personas del propio sexo", y que eso no es amor de caridad que busca
el bien de la otra persona, sino que es un "amor de concupiscencia" por
el afecto que se siente hacia personas bien parecidas del propio sexo, y
que lo que busca es satisfacer sus propios apetitos e inclinaciones
anormales hacia las cualidades físicas del otro. Y les narraba cómo las
ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por una lluvia de fuego
por cometer ese pecado, y cómo la Biblia anuncia tremendos castigos para
los que lo cometen. Carlos terminaba sus charlas recordando aquellas
palabras de Jesús: "Al que se declare a mí favor aquí, yo me declararé a
su favor en el cielo".
Con estas instrucciones de Carlos Luanga, ya todos los
jovencitos mensajeros y empleados del palacio real de Uganda quedaron
resueltos a perder su vida antes que renunciar a las creencias católicas
o perder la pureza de su alma con un pecado de homosexualidad. Y ahora
iba a llegar el desenlace fatal y sangriento.
El reyezuelo tenía como primer ministro al terrible
brujo Katikiro, el cual estaba disgustadísimo porque los que se volvían
cristianos católicos, ya no se dejaban engañar por sus brujerías. Y
entonces se propuso convencer al rey de que debía hacer morir a todos
los que se declararon cristianos.
El cruel Muanga reunió a todos sus mensajeros y
empleados y les dijo: "De hoy en adelante queda totalmente prohibido ser
cristiano, aquí en mi reino. Los que dejen de rezar al Dios se los
cristianos, y dejen de practicar esa religión, quedarán libres. Los que
quieran seguir siendo cristianos irán a la cárcel y a la
muerte".
Y luego les dio una orden mortal: - Los que quieran
seguir siendo cristianos darán un paso hacia adelante".
Inmediatamente Carlos Luanga, jefe de todos los
empleados y mensajeros del palacio, dio el paso hacia adelante. Lo
siguió el más pequeño de los mensajeros, que se llamaba Kisito. Y
enseguida 22 jóvenes más dieron el paso decisivo. Inmediatamente entre
golpes y humillaciones fueron llevados todos a prisión.
El Padre misionero no había alcanzado a bautiza a
algunos de ellos, y entonces estos jóvenes valientes viendo que su
muerte estaba ya muy próxima pidieron a Carlos que los bautizara. Y allí
en la oscuridad de la prisión Carlos Luanga bautizó a los que aún no
estaban bautizados, y se prepararon todos para su paso a la eternidad
feliz, que ya estaba muy cerca.
El reyezuelo los volvió a reunir y les preguntó:
"¿Siguen decididos a seguir siendo cristianos?". Y ellos respondieron a
coro: "Cristianos hasta la muerte". Entonces por orden del cruel
ministro Katikiro fueron llevados prisioneros a 60 kilómetros de
distancia por el camino, y allí mismo fueron asesinados por los
guardias.
Después de haberlos tenido siete días en prisión en esas
lejanías, en medio de los más atroces sufrimientos, mientras reunían la
leña para el holocaustos el 3 de junio del año 1886, día de la
Ascensión, los envolvieron en esteras de juntos muy secos, y haciendo un
inmenso montón de leña seca los colocaron allí y les prendieron fuego.
Entre las llamas salían sus voces aclamando a Cristo y cantando a Dios,
hasta el último aliento de su vida.
Por el camino se llevaron los verdugos a dos mártires
más, ya mayores de edad. El uno por haber convertido y bautizado a unos
niños (San Matías Kurumba) y el otro por haber logrado que su esposa se
hiciera cristiana (San Andrés Kawa). Ellos se unieron a los otros
mártires (de los cuales 17 eran jóvenes mensajeros) y en total murieron
en aquel año 26 mártires católicos por defender su fe y su
castidad.
El cruel Katikiro fue fusilado y echado a los perros
unos años después en una revolución. El reyezuelo Muanga fue derrotado
por sus enemigos y desterrado a terminar sus años en una isla solitaria.
Y los 26 mártires de Uganda, con Carlos Luanga a la cabeza, fueron
declarados santos por el Papa Pablo VI, y ahora en Uganda hay un millón
de católicos: "La sangre de los mártires, produce nuevos
cristianos".
Santos mártires de Uganda: os encomendamos a los jóvenes
de nuestro tiempo para que sepan defender valientemente su pureza contra
todos los corruptores, y para que nunca jamás se dejen robar por nadie
su fe católica.
Fuente: http://www.churchforum.org