5 de Junio
San Bonifacio,
Arzobispo y
Mártir. Año 754.
Bonifacio significa: El que hace el bien. Un
bienhechor.
Es el Apóstol de Alemania. Antes se llamaba Winfrido, y
había nacido en Inglaterra hacia el año 680. A los siete años oyó a unos
monjes que se hospedaban en su casa, como era la vida en un monasterio y
se emocionó tanto que obtuvo que sus padres lo dejaran irse a vivir y a
estudiar al monasterio de Exeter. Allí se convirtió en el discípulo
preferido del abad Winberto, que era un gran sabio. Y al terminar sus
estudios se le nombró director de la escuela.
Tenía una especial habilidad para enseñar y hacerse
entender y una gran simpatía que lo hacía hacerse amar de la gente,
especialmente de sus discípulos. Desde que él empezó a ser director de
la escuela comenzó a crecer el número de alumnos, y el aprovechamiento y
progreso de todos era muy notorio.
A los 30 años lo ordenaron sacerdote y se dedicó con
gran entusiasmo a la predicación. Sus sermones lo basaba todos en la S.
Biblia, y este Libro Sagrado se convirtió para él en el deleite y centro
de sus lecturas y meditaciones por toda la vida.
Sin embargo él sentía que su vocación era irse de
misionero a otros países, y en el año 716, con el permiso de sus
superiores se fue con otro compañero a misionar a Alemania. Pero aquel
país estaba en tremendas guerras civiles y en luchas con otros países y
él se dio cuenta de que todavía no había llegado la hora de llevar allí
sus mensajes. Además, si no iba con especiales poderes del Sumo
Pontífice no lo iban a recibir bien. Así que se volvió a su país,
Inglaterra. Sus discípulos lo recibieron gozosos, y para tener la
seguridad de que no se les volvería a ir lo nombraron Abad del
monasterio, cuando murió el santo Abad Winberto. Pero Bonifacio sentía
que Dios lo seguía llamando a irse de misionero.
Y en el año 618 se fue a Roma a pedir autorización al
Sumo Pontífice. El Papa San Gregorio II le concedió plenos poderes para
predicar y le cambió su nombre de Winfrido, por el de
Bonifacio.
Al principio trabajó por tres años bajo la dirección de
San Willibrordo, pero cuando se dio cuenta de que este gran apóstol
quería nombrarlo como su reemplazo en el obispado se fue a otros sitios
a misionar como simple sacerdote. Después escribió al Sumo Pontífice
contándole los éxitos que había obtenido y el Papa lo llamó a Roma para
nombrarlo obispo.
En el año 722 fue consagrado obispo y el Papa Gregorio
II le concedió plenos poderes para toda Alemania y le dio una carta de
recomendación y al pasar por Francia, recibió de Carlos Martel un
documento sellado en el cual le concedía plenos poderes para transitar y
predicar en todo sus dominios, y así, con la autoridad de la Iglesia y
del gobierno, se pudo dedicar con toda libertad a misionar
libremente.
Lo primero que se propuso Bonifacio en Alemania fue
acabar con las supersticiones (o falsas creencias que atribuyen a los
seres materiales, poderes que no tienen). Una de las más fuertes
supersticiones de los alemanes era el creer que un árbol inmenso que
ellos veneraban, tenían poderes divinos y que en sus ramas vivían los
dioses. Bonifacio les dijo que eso era mentira, y para probarles que la
tal superstición era una farsa, les anunció que tal día y a tal hora, él
mismo derribaría aquel árbol tan venerado. Los paganos estaban
asustadísimos creyendo que apenas alguien se le acercara al árbol para
cortarlo, los dioses mandarían un montón de rayos y acabarían con esos
atrevidos. Pero Bonifacio y sus colaboradores se acercaron con sus
hachas al árbol y en medio de un gran gentío, en poco tiempo lo
derribaron por el suelo, y no hubo ni rayos, ni truenos, ni fuego del
cielo. Y así poco a poco fue acabando con un montón de supercherías, o
engaños de las falsas religiones.
Para Bonifacio, cada éxito logrado en el apostolado era
una llamada para emprender nuevas obras misionales, y así, cuando
lograba evangelizar una ciudad o una región, se iba a otro sitio a
predicar el evangelio. Y por todas partes encontraba a las gentes
ansiosas de escucharle. Dios le concedía la buena voluntad de sus
oyentes.
Viendo que la cosecha apostólica era cada vez más grande
y que los colaboradores que tenía ya no daban a basto con tanto trabajo,
escribió a sus antiguos amigos monjes de Inglaterra pidiéndoles que les
enviaran refuerzos. Y la ayuda fue mucho mejor de lo que él se esperaba.
Empezaron a llegar grupos y grupos de monjes llenos de entusiasmo y de
fervor y para todos tenía Bonifacio abundante trabajo de evangelización.
La energía y el entusiasmo del santo resultaban contagiosos y aquellos
misioneros multiplicaban sus fuerzas para llevar el mensaje del
evangelio al mayor número de paganos. Así logró ir evangelizando a toda
Alemania.
Eran tantos los refuerzos que le enviaban que el santo
tuvo que abrir tres nuevos monasterios. Y entre los colaboradores que
llegaron de Inglaterra hubo tres santos (San Luis, San Bruchardo y San
Wigberto) y tres Santas (Santa Tecla, Santa Walburga y Santa
Lioba).
El año 731 murió el Papa San Gregorio II y entonces su
sucesor, el Papa Gregorio III, nombró arzobispo a Bonifacio y le
concedió plenos poderes para fundar obispados por toda Alemania. Poco
después el santo viajó a Roma y allá el Papa lo nombró delegado Papal
para toda Alemania. Con esos poderes, Bonifacio fue fundando obispados,
y destituyendo a los sacerdotes que no tenían un buen comportamiento, y
gobernando con gran sabiduría a toda la Iglesia en Alemania. Fundó
también una famosa Abadía o casa de religiosos en Fulda, que llegó a ser
el más importante centro para formación de monjes en Alemania, la Abadía
de Fulda.
Favorecido por los plenos poderes que recibió del Sumo
Pontífice y del nuevo gobernante de Francia (Pipino) emprendió Bonifacio
una labor importantísima que consistió en reformar la Iglesia Católica
en Francia, que estaba bastante relajada. Hizo reuniones de todos los
obispos de la nación el año 747, y allí se dictaron leyes muy sabias que
acabaron con muchos abusos. En premio de esto el Papa San Zacarías le
dio el título de Primado de Alemania y de Delegado Apostólico para
Francia. En una carta a sus amigos los monjes de Inglaterra les decía:
"Si el Sumo Pontífice no me hubiera dado plenos poderes, y si el
gobernante de la nación no me hubiera ofrecido todo su apoyo, no habría
podido corregir los abusos que existían ni llevar a tantos a cumplir
exactamente las leyes de la Iglesia". Desde entonces la Iglesia de
Francia empezó una nueva era de fervor y de progreso.
Sintiéndose anciano y agotado, pidió al Sumo Pontífice
que le nombrara un sucesor, y el Papa le nombró a su discípulo preferido
San Lul. Entonces Bonifacio se dedicó totalmente a predicar como
misionero, en los sitios más apartados y donde menos conocían nuestra
santa religión.
Y se fue a donde los frisones, a un sitio donde nunca
había penetrado un misionero y donde las supersticiones y las mentiras
de las falsas religiones tenían muy engañados a sus habitantes. Al
principio todo parecía andar muy bien y eran inmensas las multitudes que
llegaban a escucharle sus sermones y sus clases de catecismo.
Y entonces el día de la fiesta de Pentecostés del año
754 dispuso Bonifacio hacer una gran ceremonia para dar el sacramento de
la confirmación a muchos de los convertidos. Pero estando preparándose
para empezar la ceremonia, apareció un numeroso grupo de paganos
fuertemente armados y con ánimo feroz de atacar a los misioneros.
Algunos de sus amigos quisieron defenderlo con las armas pero él se lo
impidió diciendo: "Animo, que al alma no la podrán matar".
Y Bonifacio y 50 de sus compañeros fueron asesinados
aquel día por los enemigos de la religión. Así coronaba gloriosamente
con el martirio, una vida dedicada totalmente a extender el reino de
Dios. Era el día de la fiesta del Espíritu Santo.
Un sabio afirmó que San Bonifacio ejerció más influencia
benéfica en toda Europa que cualquier otro personaje de su
siglo.
A una gran valentía para proclamar las doctrinas
católicas, unía una capacidad impresionante de trabajo, una simpatía
desbordante que le ganaba los corazones y una humildad y sencillez que
lo hacía amigo de todos.
Alemania lo ha proclamado siempre como su santo Patrono
y nosotros le suplicamos que nos obtenga de Dios un entusiasmo semejante
al suyo para dedicar nuestra vida a hacer amar más a Dios y a lograr
extender más y más nuestra santa religión.
Fuente: http://www.churchforum.org