La Iglesia Católica ha venerado siempre con singular cariño los
siguientes siete dolores de la Virgen:
Primer Dolor: El nacimiento de
Jesús en un pobre portal.
Otras mamás ven nacer a su hijo en una clínica, o en una casa, en
una cama, aunque sea pobre. La Virgen tuvo que ver nacer a su hijo en un
pesebre, en una canoa de echar de comer a los animales, en una cueva
barrida por el viento, en el mísero portal que nuestros pecados le
prepararon al Redentor. Ese fue su primer dolor, y con su pobreza
aprendió a comprender a todos los que sufren por falta de lo necesario y
se conmueve mucho cuando ellos le suplican su ayuda. Siempre viene
corriendo en ayuda de los necesitados, porque ella supo lo que es ser
pobre y faltarle a uno lo necesario.
Segundo Dolor: La presentación en el templo.
A los cuarenta días de nacido, presentaron al Niño Jesús en el
Templo y el profeta Simeón lo tomó en sus manos y dijo: "Este niño será
causa de división: de salvación para unos y de perdición para otros, y
por causa de él, una espada de dolor atravesará tu corazón, María" (San
Lucas 2, 34). Desde entonces supo María que Jesús sería perseguido, y
que a Ella le esperaban grandes penas a causa de su hijo. Porque, como
dice San Pablo "Todo el que quiera vivir como lo manda Dios, sufrirá
persecuciones".
Tercer Dolor: La Huida a Egipto.
Cuando los magos fueron a visitar al Niño Dios a Belén, el malvado
rey Herodes les dijo que volvieran a Jerusalén a contarle dónde estaba
el Niño, porque él deseaba ir a adorarlo. Los magos, por orden de Dios,
no volvieron a donde Herodes, y entonces éste mandó a sus soldados a que
mataran todos los niños menores de dos años; un ángel anunció a José que
debían huir antes de que llegaran los asesinos y así de noche, huyeron a
Egipto (S. Mateo 2, 13).
El viaje a Egipto fue algo sumamente duro: son caminos peligrosos,
con el miedo de ser alcanzados por la policía, con un sol de 40 grados,
sin agua para tomar por el camino; ir a un pueblo de desconocidos, otro
idioma, fuera de la patria, etc...
La Madre de Dios se preparaba con este espantoso sufrimiento para
comprender a todos los que tienen la pena de tener que salir de su
tierra querida, alejarse de sus familiares, sufrir peligros, desempleo,
etc., etc. Por eso la llamamos "Madre Dolorosísima", porque ninguna otra
mujer ha sufrido más que ella. Pero tampoco hay mujer que sepa
comprender y ayudar mejor a los que sufren.
Cuarto Dolor: La Pérdida de Jesús en el templo.
José al volver de Jerusalén a Nazaret pensaba: "Como Jesús apenas
tiene 12 años, seguramente se habrá ido con el grupo de las mujeres". Y
María pensaba: "Como Jesús ya tiene 12 años seguramente se fue con el
grupo de los hombres". Y así ninguno de los dos se extrañó de que en el
primer día de camino Jesús no estuviera a su lado. Pero esa noche, al
encontrarse, su primera exclamación fue: "¿Y Jesús, no venía contigo?.
Qué noche de terrible angustia: No podían regresarse todavía porque
esos caminos llenos de atracadores no se pueden recorrer de noche. Pero
al día siguiente corrieron a Jerusalén. María recorre las casas de sus
familiares. ¡Cuántos pensamientos habrán pasado por su mente angustiada!
¿Lo habrán secuestrado? (¡Tantos niños eran secuestrados para venderlos
como esclavos luego!). ¿Le habrá sucedido una desgracia? ¿Estará Dios
disgustado por esto?
¡Y así tres largos y penosos días!
María se estaba preparando para poder compadecer a todos los que
pasamos angustias, ansiedades, temores y dudas.
Quinto Dolor: Se encuentra con Jesús en la calle de la
amargura.
El viernes Santo, cerca del mediodía, La Virgen está en la plaza,
junto al palacio de Pilato, escuchando los resultados de aquel juicio
injusto. De pronto oyó que Pilato leía la sentencia que helaba de terror
la sangre de los ajusticiados: "Irás a la cruz. Quedas condenado a
muerte".
María siente una pena inmensa. Pide a San Juan Apóstol que la
conduzca hacia una de las calles por donde va a pasar el cortejo hacia
el Calvario. Y allí espera a Jesús y pronto lo ve llegar. ¡Pero ya no es
el imponente profeta que predicaba en las montañas!. La S. Biblia dice
que "Ya no parecía un hombre. Uno retiraba la vista del horror al verlo.
Tan desfigurado estaba". (Isaías 53).
Y, cuenta la tradición que la Virgen Santísima, de la pena, se
desmayó.
Por muchos siglos hubo allí una capilla llamada del "Desmayo", y la
gente explicaba que ahí se desmayó la Virgen cuando se encontró con su
hijo camino al Calvario.
Nuestra Señora: Patrona de las despedidas dolorosas: rogad por
nosotros para que en las horas de tristeza y de crueles separaciones,
recibamos del Señor toda la fortaleza necesaria para sufrir con valor y
por Dios. Amén.
Pero María se repuso de su desmayo. Pidió a San Juan que la
acompañara hasta el Calvario y allí se fue porque ella repetía como
Jesús: "Padre, si no es posible que pase este cáliz de amargura sin que
yo lo beba, que no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres.
Hágase tu voluntad" (S. Mateo 26, 42).
Sexto Dolor: Jesús muere en la cruz.
Ver morir a un hijo es terrible. Pero ver morir al más bueno y
amable de todos los hijos, y de una muerte tan cruel, tan injusta, tan
inhumana como la que le dieron a Jesús, es el más grande tormento que un
corazón de mujer haya soportado sobre la tierra.
Séptimo Dolor: Jesús bajado de la cruz y colocado en brazos de su
Santísima Madre
.La sepultura de Jesús fue una de las más pobres que se han
presenciado en la humanidad. Solamente siete personas. Tres hombres y
cuatro mujeres.
La Virgen no tuvo con qué comprarle una sepultura, ni siquiera una
mortaja. Tuvieron que prestarle de limosna un sepulcro, y regalarle unas
sábanas para envolverlo.
Ella siempre pobre. ¡Patrona de todos los pobres!
Allí estaban representados todos los hombres: Un comerciante: José
de Arimatea. Un político: Nicodemo. Un obrero campesino: San Juan
Apóstol. Y además de nuestra Señora las tres Marías: María Magdalena,
María Salomé y María de Cleofás. Y nadie más. Entierro de pobre. ¡Y bien
pobre!
¿Quién no aprecia la bella estatua de Miguel Angel llamada La Pietá
(La Piedad) donde vemos a la Sma. Virgen teniendo sobre sus rodillas el
cadáver de Jesús? ¡Es impresionante!
Pero lo más impresionante debió de ser su dolor en aquella hora.
¡Mas Ella no se desespera! Ella sabe bien que la despedida con los
muertos no es definitiva. Ella sabe que la resurrección llegará para
todos. Y esa esperanza de resurrección suaviza la
pena.
Fuente: www.churchforum.org