Este santo misionó las regiones selváticas del norte de
Colombia y se vio libre como por milagro de los más terribles peligros
contra su vida.
Nació en Valencia, España, en 1526, y fue bautizado
en la misma pila bautismal en la que habían bautizado 175 años antes a
San Vicente Ferrer, el cual era familiar de su padre. Tuvo el honor de
que la ordenación sacerdotal se la confiriera santo Tomás de Villanueva.
Y a estos grandes hombres de Dios los imitó siendo extremadamente
humilde, y practicando la obediencia en grado heroico.
Santa Teresa le escribió preguntándole si debía fundar un convento
en su ciudad. Nuestro santo le respondió: "El asunto sobre el cual me
pide información es tan importante que me dediqué por varios días a
pedirle a Nuestro Señor que me iluminara lo que le debía responder.
Ahora le digo que sí, que lo debe fundar. Y le añado una noticia más: su
comunidad va a ser tan ayudada por Dios, que dentro de cincuenta años
será una de las más importantes en la Iglesia Católica". Y así
sucedió.
En las comunidades religiosas hay un cargo de enorme importancia.
Es el del encargado de formar a los futuros religiosos. Se le llama
Maestro de novicios. San Luis Beltrán ejerció ese cargo en España, en su
comunidad de Padres Dominicos, casi por 30 años (con interrupciones) y
formó gran número de fervorosos religiosos. Era muy estricto y exigente,
pero sabía dar las órdenes con tan gran bondad y amabilidad, que todos
sus súbditos lo amaban y estimaban.
Para librarse del deseo de sobresalir ante los demás, colocó en la
puerta de su habitación un gran letrero con esta frase de San Pablo: "Si
lo que busco es agradar a la gente, ya no seré servidor de
Cristo".
En 1562 fue enviado como misionero a las tribus de indios en el
norte de Colombia. Cuando llegó no sabía hablar sino el español, pero
Dios le concedió el don de lenguas y en poco tiempo aprendió a hablar en
los idiomas de sus indígenas, de una manera tan admirable que nadie se
explicaba cómo lo había logrado. En casi siete años (de 1562 a 1569)
convirtió miles de indios desde Panamá hasta el Golfo de Urabá, en
regiones palúdicas y llenas de toda clase de mosquitos y de alimañas
peligrosas. En los registros que dejó escritos por su propia mano señala
que bautizó más de 15,000 indios. Predicó a tribus sumamente salvajes
que varias veces trataron de asesinarlo pero no lo lograron.
Pero sus más peligrosos enemigos eran ciertos colonizadores
españoles que cometían toda clase de injusticias contra los indígenas, y
que al ser reprendidos por el santo misionero, se propusieron
eliminarlo. Primero le ofrecieron un vaso de refresco, que contenía un
fuerte veneno. Él le dio la bendición al vaso, y este se rompió en
muchos pedazos. Los indios narraban que un colono quiso disparar su
escopeta contra el misionero y que la escopeta estalló, retorciéndose su
cañón y quedando en forma de cruz. El santo tenía una fe capaz de
conseguir milagros.
Cuentan que cuando deseaba convertir a algún pecador hacía esta
penitencia. Al anochecer, en esas selvas aparecen millones y millones de
mosquitos muy hambrientos. Él se quitaba la camisa y dejaba que le
picaran, y de vez en cuando les decía: "Hermanitos, ya comieron lo
suficiente. Ahora déjenle el puesto a sus compañeros, que también
quieren comer". Y los miles de mosquitos se iban para que llegaran los
otros que estaban también muy hambrientos.
En 1569 fue llamado a España a seguir formando los futuros
misioneros. A estos les insistía en que el arma más poderosa para ganar
almas es rezar mucho y hacer sacrificios. Y les repetía que las buenas
palabras del que enseña religión deben ir siempre acompañadas de buenas
obras, porque si con el mal ejemplo destruimos lo bueno que sembramos
con la predicación, eso es fatal.
Murió el 9 de octubre del año 1581.
San Luis Beltrán: pídele a Dios que nos mande muchos y santos
misioneros.
Ciertos malos espíritus no se alejan, sino con oración y
sacrificios (Jesucristo).
Fuente: www.churchforum.org