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¡Bienvenido Benedicto XVI!
El
Cardenal Joseph Ratzinger ha sido elegido
por los Señores Cárdeles el nuevo Sumo Pontífice bajo el
nombre de Benedicto XVI . Debemos sentirnos de alegría porque nuestro
Señor una vez mas, no abandona a su Iglesia, y sigue dándole pastores.
Elevamos
nuestra oración para pedirle que Él, dador de todo bien, siga velando
con amor y solicitud por su Iglesia, de manera que sea instrumento de
Salvación para todos los hombres.
Oremos por la Santa Iglesia
Católica, para su unidad en torno a nuestro nuevo Pastor, el Papa
Benedicto XVI, sea un testimonio vivo ante el mundo de la presencia de
Dios entre nosotros.
Te invitamos a escribir
una oración o reflexión en señal de adhesión y fidelidad a nuestro nuevo
Papa, el Santo Padre Benedicto XVI
24 de Abril. San Fidel.
Fidel significa: el que es fiel. El que es digno
de fe.Nació en Sigmaringa, Alemania, en 1577.
Tenía una inteligencia muy vivaz y fue enviado a
estudiar a la Universidad de Friburgo, donde obtuvo doctorado en ambos
derechos, y luego llegó a ser profesor muy estimado de filosofía y
letras. Durante seis años fue encargado de la educación de varios
jóvenes de las familias principales de Suabia (Alemania), a los cuales
llevó por varios países de Europa para que conocieran la cultura y el
modo de ser de las diversas naciones. Sus alumnos se quedaban admirados
del continuo buen ejemplo de su profesor en el cual no podían encontrar
ni una palabra ni un acto que no fueran de buen ejemplo. Lo que los
otros gastaban en cucherías él lo gastaba en dar limosnas.
Como abogado, Fidel se dedicó a defender gratuitamente
a los pobres que no tenían con qué costearse un defensor. Su generosidad
era tan grande que la gente lo llamaba "El abogado de los pobres". Ya
desde muy joven renunciaba a conseguir y estrenar trajes nuevos y el
dinero que con eso ahorraba lo repartía entre las gentes más
necesitadas. Jamás en su vida de estudiante ni en sus años de
profesional tomó licor, ni nadie lo vio en reuniones mundanas o que
ofrecieran peligro para la virtud. Sus compañeros de abogacía se
admiraban de que este sabio doctor nunca empleaba palabras ofensivas en
los pleitos que sostenía (y sus contrarios sí las usaban y muy
terribles).
Un día el abogado contrario a un pleito, le ofreció en
secreto una gran cantidad de dinero, con tal de que arreglaran los dos
en privado y se le diera la victoria al rico que había cometido la
injusticia. Fidel se quedó aterrado al constatar lo fácil que es para un
abogado el prestarse a trampas y vender su alma a Satanás por unas
monedas como lo hizo Judas. Y dispuso dejar la abogacía y entrar de
religioso capuchino. Tenía 35 años.
Dividió sus importantes riquezas en dos partes: la
mitad la repartió a los pobres, y la otra mitad la dio al Sr. Obispo
para que hiciera un fondo para costear los estudios a seminaristas
pobres.
Con razón le pusieron después esta leyenda debajo de
su retrato:
¡Santo es Fidel, y fue abogado!, Obra del poder
Divino. Mucho le costó ser capuchino y morir después
martirizado.
Habiendo sido tan rico y tan lleno de comodidades se fue a vivir
como el más humilde y pobre fraile capuchino. Le pedía constantemente a
Dios que lo librara de la tibieza (ese vicio que lo hace a uno vivir sin
fervor, ni frío ni caliente, descuidado en sus deberes religiosos y
flojo para hacer obras buenas) y le suplicaba a Nuestro Señor que no lo
dejara perder el tiempo en inutilidades y que lo empleara hasta lo
máximo en propagar el Reino de Dios. Le gustaba repetir la famosa frase
de San Bernardo: "Sería una vergüenza que habiendo sido coronado de
espinas mi Capitán Jesucristo, en cambio yo que soy su soldado, viviera
entre comodidades y sin hacer sacrificios". En Friburgo consiguió la
conversión de muchos protestantes. Y la gente se quedó admirada cuando
llegó la peste del cólera, pues se dedicaba de día y de noche a asistir
gratuitamente a todos los enfermos que podía. Su austeridad o dominio de
sí mismo, era impresionante. Su fervor en la oración y en la Santa Misa
conmovían a los que lo acompañaban. Las gentes veían en su persona a una
superioridad interior que les impresionaba. Su predicación conseguía
grandes frutos porque era sencilla, clara, fácil, práctica, suave y
amable, pero acompañada por la unción o fuerza de conmover que proviene
de quien antes de predicar reza mucho por sus oyentes y después de la
predicación sigue orando por ellos. Era tal el atractivo de sus sermones
que hasta los mismos herejes iban a escucharlo. Pero este atractivo fue
el que llenó de envidia y rabia a sus opositores y los llevó a escogerlo
a él, entre todos los compañeros de misión, para martirizarlo. Hay
algo que a los santos les falla de manera impresionante, es la
"prudencia simplemente humana", ese andar haciendo cálculos para no
excederse en desgastarse por el Reino de Dios. Los santos no se miden.
Ellos se enamoran de Cristo y de su religión y no andan dedicándose a
darse a cuenta gotas, sino que se entregan totalmente a la misión que
Dios les ha confiado. Y esto le sucedió a Fidel. Cada poco le llegaban
tarjetas como esta: "Recuerde que está predicando en tierras donde hay
muchos protestantes, evangélicos, calvinistas y demás herejes. No hable
tan claro en favor de la religión católica, si es que quiere seguir
comiendo tranquilamente su sopa entre nosotros". Pero él seguía
incansable enseñando el Catecismo Católico y previniendo a sus oyentes
contra el peligro de las sectas de evangélicos y demás protestantes.
Tenía que prevenir a sus ovejas contra los lobos que acaban con las
devociones católicas. Al saber en Roma los grandes éxitos del padre
Fidel que con sus predicaciones convertía a tantos protestantes, lo
nombraron jefe de un grupo de misioneros que tenían que ir a predicar en
Suiza, nido terrible de protestantes calvinistas. Lo enviaba la Sagrada
Congregación para la Propagación de la fe. En la ceremonia con la
cual lo despedían solemnemente al empezar su viaje hacia Suiza, Fidel
dijo en un sermón: "Presiento que voy a ser asesinado, pero si me matan,
aceptaré con alegría la muerte por amor a Jesucristo y la consideraré
como una enorme gracia y una preferencia de Nuestro Señor. Pocos días
antes de ser martirizado, al escribir una carta a su lejano superior,
terminaba así su escrito: "Su amigo Fidel que muy pronto será pasto de
gusanos". Al llegar a Suiza empezó a oír rumores de que se planeaba
asesinarlo porque los protestantes tenían gran temor de que muchos de
sus adeptos se pasaran al catolicismo al oírlo predicar. Al escuchar
estas noticias se preparó para la muerte pasando varias noches en
oración ante el Santísimo Sacramento, y dedicando varias horas del día a
orar, arrodillado ante un crucifijo. La santidad de su vida lo tenía ya
bien preparado para ser martirizado. El domingo 24 de abril, se
levantó muy temprano, se confesó y después de rezar varios salmos se fue
al templo de Seewis, donde un numeroso grupo de protestantes se había
reunido con el pretexto de que querían escucharlo, pero con el fin de
acabar con él. Al subir al sitio del predicador, encontró allí un papel
que decía: "Este será su último sermón. Hoy predicará por última vez".
Se armó de valor y empezó entusiasta su predicación. El tema de su
sermón fue esta frase de San Pablo: "Una sola fe, un solo Señor, un solo
bautismo" (EF. 4,5) y explicó brillantemente cómo la verdadera fe es la
que enseñan los católicos, y el único Señor es Jesucristo y que no hay
varios bautismos como enseñan los protestantes que mandan rebautizar a
la gente. Aquellos herejes temblaban de furia en su interior, y uno de
los oyentes le disparó un tiro, pero equivocó la puntería. Fidel bajó
del sitio desde donde predicaba y sintiendo que le llegaba el fin, se
arrodilló por unos momentos ante una imagen de la Sma. Virgen. Quedó
como en éxtasis por unos minutos, y luego salió por una pequeña puerta
por la sacristía detrás del templo. Los herejes lo siguieron a través
del pueblo gritándole: "Renuncie a lo que dijo hoy en el sermón o lo
matamos". El les respondió valientemente: "He venido para predicar la
verdadera fe, y no para aceptar falsas creencias. Jamás renunciaré a la
fe de mis antepasados católicos." Aquel grupo de herejes,
dirigidos por un pastor protestante, le gritaba: "O acepta nuestras
ideas o lo matamos". El les contestó: "Ustedes verán lo que hacen. Yo me
pongo en manos de Dios y bajo la protección de la Virgen Santísima. Pero
piensen bien lo que van a hacer, no sea que después tengan que
arrepentirse muy amargamente". Entonces lo atacaron con palos y machetes
y lo derribaron por el suelo, entre un charco de sangre. Poco antes de
morir alcanzó a decir: "Padre, perdónalos". Era el 24 de abril del
año 1622. Dios demostró la santidad de su mártir, obrando
maravillosos milagros junto a su sepulcro. Y el primer milagro fue que
aquel pastor protestante que acompañaba a los asaltantes, se convirtió
al catolicismo y dejó sus errores. El Papa Benedicto XIV lo declaró
santo en 1746. San Fidel mártir: te encomendamos nuestros países tan
plagados de protestantes, evangélicos, Testigos de Jehová, Mormones,
etc., que le van quitando la devoción a nuestra gente y la van llevando
al indiferentismo y a la herejía. Haz que a ejemplo tuyo se levanten por
todas partes apóstoles católicos valerosos y santos que prevengan al
pueblo y no lo dejen caer en las garras de estos lobos que asaltan al
verdadero rebaño del señor.
Si el grano de trigo cae a tierra y muere, produce mucho fruto.
(Jesucristo).
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