Santa Zita, sirvienta. Año
1278.
Santa Zita nació en Lucca, Italia, en 1218, de una
familia campesina pobre, pero muy piadosa.
De pequeñita, bastaba que la mamá le dijera: "Esto
agrada a Dios", para que la niña lo hiciera. Y bastaba decirle: "Esto no
agrada a Nuestro Señor", para que dejara de hacerlo.
A los 12 años, a causa de la pobreza de la familia
tuvo que emplearse de sirvienta en una familia rica. El consejo que le
dio la mamá al despedirse de ella fue esto: "En tus acciones y palabras
debes pensar: ¿Esto agradará a Dios?". Fue un consejo que le ayudó
muchísimo a comportarse bien.
El jefe de la familia donde Zita fue a trabajar, era
de temperamento violento y mandaba con gritos y palabras muy
humillantes. Todos los empleados protestaban por este trato tan áspero,
menos Zita que lo aceptaba de buena gana para asemejarse a Cristo Jesús
que fue humillado y ultrajado.
Las demás empleadas le tenían envidia y la humillaban
continuamente con palabras hirientes. Pero jamás Zita respondía a sus
ofensas ni guardaba rencor o resentimiento. Los obreros se disgustaban
porque ella demostraba aversión a las palabras groseras y a los cuentos
inmorales. La tildaban de "besaladrillos" y de "beata". Pero con el
correr de los años, todos se fueron dando cuenta de que era una
verdadera santa, una gran amiga de Dios.
Era la más consagrada a sus oficios en toda esa
inmensa casa y repetía que una piedad que lo lleva a uno a descuidar los
deberes y oficios que tiene que cumplir, no es verdadera
piedad.
Un hombre quiso irrespetarla en su castidad, y ella le
arañó la cara, y lo hizo alejarse. El otro fue con calumnias ante el
dueño de la casa y éste la insultó horriblemente. Zita no dijo ni una
sola palabra para defenderse. Dejaba a Dios que se encargara de su
defensa. Y después se supo toda la verdad y el patrón tuvo que
arrepentirse del trato tan injusto que le había dado y creció
enormemente su aprecio por aquella humilde sirvienta.
El dinero de su sueldo lo gastaba casi todo en ayudar
a los pobres. Dormía en una estera en el puro suelo porque su catre y
colchón los había regalado a una familia muy necesitada.
Un día en pleno invierno con varios grados bajo cero,
la señora de la casa le prestó su manto de lana para que fuera al templo
a oír misa. Pero en la puerta del templo encontró a un pobre tiritando
de frío y le dejó el manto. Al volver a casa fue terriblemente regañada
por haber dado aquella tela, pero poco después apareció en la puerta de
la casa un señor misterioso a traer un hermoso manto de lana. Y no quiso
decir quién era él. La gente decía: "Un ángel del Señor vino a
visitarnos".
Un día llevaba para los pobres entre los pliegues de
su delantal, todo lo que había sobrado del almuerzo, y por el camino se
encontró con el furioso jefe de la casa, el cual le preguntó: - ¿Qué
lleva ahí?. Ella abrió el delantal y solamente apareció allí un montón
de flores.
En época de gran escasez y hambre Zita repartió entre
los más pobres unos costales de grano que había en la despensa. Cuando
llegó el furibundo capataz de la casa a contar cuántos costales de grado
quedaban en el granero, la santa se puso a rezar a Dios para que le
solucionara aquel problema. El hombre encontró allí todos los costales
de grano. No faltaba ni uno solo. Y nadie se pudo explicar cómo ni
cuándo fueron repuestos los que la joven había repartido entre los
pobres.
Cuando le quedaba un día libre, lo empleaba en visitar
pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a
muerte.
Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en
cualquier oficio y profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar
a una gran santidad.
Murió el 27 de abril de 1278.
Fueron tantos los milagros que se obraron por su
intercesión que el Papa Inocencio XII la declaró santa. Y su cuerpo se
conservaba incorrupto cuando fue sacado del sepulcro, más de 300 años
después de su muerte.
Todavía son miles y miles los peregrinos que van a
visitar el sepulcro y el templo de Santa Zita. Y ella sigue dándonos
esta gran lección: que en un trabajo humilde se puede ganar una gran
gloria para el cielo.
Nuestra Señora de
Montserrat.
En 1881 el Papa León XIII concedió el privilegio de
que la Virgen de Montserrat fuera coronada canónicamente. Fué la primera
imagen de la Virgen María que recibió tal privilegio en la geografía
española. Este mismo Papa concedió que la Virgen de Montserrat fuera la
celestial Patrona de todas las diócesis catalanas.
Como en casi todas las advocaciones marianas, su
origen se pierde en la lejanía y su historia y leyenda forman como un
todo inseparable. No hay duda de que esta advocación de Nuestra Señora
de Montserrat es anterior a los datos históricos que nos dicen que ya en
el siglo IX existía una ermita en la montaña de Montserrat dedicada a
honrar a la Virgen María. Así consta que el célebre padre de la Patria,
Wifredo el Velloso, junto con otras tres ermitas cede ésta de Montserrat
al Monasterio de Santa María de Ripoll. Un siglo y medio después el abad
Oliva, que era muy influyente en su tiempo, fundó una sencilla comunidad
de monjes junto a la Ermita para darle culto a la Virgen de Montserrat.
Desde esta fecha empieza el culto cada día más pujante a la Moreneta de
la Serra, como cariñosamente la llaman sus devotos, hasta llegar a ser
hoy uno de los monasterios del mundo más visitados por españoles y
extranjeros.
La Imagen de la Virgen es una más de las que se
atribuyen a San Lucas, pero la crítica actual las coloca a casi todas
ellas en el siglo XII poco más o menos. La imagen que preside el altar
es una hermosa talla románica del siglo XII. Está sentada sobre un
pequeño trono en actitud hierática de realeza. Lleva al Niño Jesús sobre
sus rodillas protegido por su mano izquierda mientras en la derecha
sostiene una esfera. El Niño levanta la diestra en actitud de bendecir
mientras en la izquierda sostiene una piña. Está dorada y policromada.
Tanto el rostro como las manos ofrecen la particularidad de que son muy
negras. Dicen los historiadores que esto es debido al humo de las muchas
velas que los devotos colocaban para venerarla. Por este detalle se le
conoce con cariño como la Moreneta.
La devoción a la Virgen de Montserrat se extendió por
todas partes del mundo por medio de los navegantes y conquistadores
aragoneses y catalanes que surcaron los continentes. Los Misioneros la
llevaron al Nuevo Mundo y por ello hay cantidad de ciudades, iglesias y
ermitas bajo esta advocación y con este nombre de Nuestra Señora de
Montserrat.
Este célebre Monasterio ha sido visitado por muchos
Santos españoles y extranjeros... sobre todo desde el siglo XIII hasta
hoy. También han sido todos o casi todos los reyes de España quienes la
han visitado y algunos de ellos en varias ocasiones.
Los más ilustres poetas y literatos de lengua
castellana y catalana han cantado a la Virgen de Montserrat. En casi
todas partes del mundo hay hoy célebres Santuarios o Ermitas o Imágenes
dedicadas a esta advocación.
La original configuración de las Montañas que asemejan
una sierra, los lugares tan poéticos y acogedores que la rodean, pero
sobre todo el culto litúrgico que allí se ofrece cada día al Señor por
la célebre Abadía que lleva el nombre de la venerada imagen con la
famosa Escolanía... son poderosos incentivos para que los buenos
cristianos y hasta los mismos turistas llenen aquellos parajes y honren
a la Moreneta. Asistir allí a la celebración de la Eucaristía o al Canto
de la Salve al medio día es una maravilla. Son muchos los miles de
hombres, mujeres y niños, de toda clase y condición que visitan,
especialmente los domingos y días festivos, aquel venerado
Santuario.
En un principio se celebraba su fiesta el 8 de
septiembre y aunque aún ese día se hace fiesta, la principal o Patronal
ha pasado a este día 27 de abril.
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