20 de Mayo San Bernardino de Siena,
Predicador. Año 1444.
Fuente: http://www.churchforum.org
San Bernardino fue el más
famoso predicador del 1400 y sus sermones sirvieron de modelos de
predicación para muchos oradores en los siglos
siguientes.
Nació cerca de Siena en Italia en el año 1380. Su
padre era gobernador. El niño quedó huérfano de padre y madre a
los siete años. Dos tías se encargaron de su educación y lograron
formarlo lo mejor posible en ciencias religiosas y darle una
educación muy completa. Sus estudios de bachillerato los hizo con
tal dedicación que obtuvo las mejores notas.
Era muy simpático en el
trato y las gentes gozaban en su compañía. Pero cuando oía a
alguien que empleaba un vocabulario grosero y atrevido le corregía
con toda valentía, para que abandonara esa mala
costumbre.
Era muy bien parecido y un
día un compañero lo incitó a cometer una acción impura. Bernardino
le respondió dándole una sonora bofetada. Otro día un estudiante
invitó a los compañeros del curso a cometer impurezas y Bernardino
los animó a todos contra el impuro y le lanzaron barro y basura
por la cara hasta hacerlo salir huyendo. Pero en el resto de su
vida Bernardino fue siempre un modelo de amabilidad y
bondad.
De joven se afilió a una
asociación piadosa llamada "Devotos de Nuestra Señora" que se
dedicaba a hacer obras de caridad con los más necesitados. Y
sucedió que en el año 1400 estalló en Siena la epidemia de tifo
negro. Cada día morían centenares de personas y ya nadie se
atrevía a atender los enfermos ni a sepultar a los muertos, por
temor a contagiarse. Entonces Bernardino y sus compañeros de la
asociación se dedicaron a atender a los apestados. Trabajaban de
día y de noche. Bernardino preparaba muy bien a los que ya se iban
a morir, para que murieran en paz con Dios y bien arrepentidos de
sus pecados. Y como por milagro, este grupo de jóvenes se libró
del contagio de la peste del tifo. Pero cuando pasó la enfermedad,
Bernardino estaba tan débil y sin alientos, que estuvo por varios
meses postrado en cama, con alta fiebre. Esto le disminuyó mucho
las fuerzas de su cuerpo, pero le sirvió enormemente para aumentar
la santidad de su alma.
Cuando ya recobró otra vez
su salud, de vez en cuando se alejaba de casa y a quienes le
preguntaba a dónde se dirigía les respondía: "Voy a visitar a una
personita de la cual estoy enamorado". La gente creía que era que
se iba a casar, pero un día sus tías le siguieron los pasos y se
dieron cuenta de que se iba a una ermita donde había una estatua
de la Virgen Santísima y allí le rezaba con gran
fervor.
En el año 1402 entró de
religioso franciscano. Lo recibieron en un convento cercano a su
familia, pero como allí iban muchos amigos a visitarlo pidió que
lo enviaran a otro más alejado y donde la disciplina era muy
rígida, y así en el silencio, la oración y la mortificación se fue
santificando.
Nuestro santo nació el día
de la fiesta del nacimiento de la Santísima Virgen, el 8 de
septiembre. Y en esa misma fecha recibió el bautismo. Y también un
8 de septiembre recibió el hábito de franciscano y en ese gran día
de la Natividad de Nuestra Señora recibió la ordenación sacerdotal
(en 1404). Fue pues siempre para él muy grata y muy significativa
esta santa fecha.
Los primeros 12 años de
sacerdocio los pasó Bernardino casi sin ser conocido de nadie.
Vivía retirado, dedicado al estudio y la oración. Dios lo estaba
preparando para su futura misión.
Ni la voz ni las cualidades
oratorias le ayudaban a Bernardino para tener éxito en la
predicación. Entonces se dedicó a pedir a Nuestro Señor y a la
Sma. Virgen que lo capacitaran para dedicarse a evangelizar con
éxito y de pronto Dios le envió a predicar. Y esto sucedió de un
modo bien singular. Durante tres días seguidos, estando rezando
todos los religiosos por la mañana, de pronto un joven novicio,
sin poder contenerse, interrumpió la oración y le dijo: "Hermano
Bernardino: no ocultes más las cualidades que Dios te ha dado.
Vete a Milán a predicar". Iguales palabras le fueron dichas cada
uno de los tres días. Todos consideraron que esto era una
manifestación de la voluntad de Dios y le aconsejaron que se fuera
a la gran ciudad a predicar la Cuaresma. Y los éxitos fueron
impresionantes. Las multitudes empezaron a asistir en inmensas
cantidades a sus sermones. Al principio le costaba mucho hacerse
oír a lo lejos pero le pidió con toda fe a la Virgen Santísima y
Ella le concedió una voz potente y muy sonora (en vez de la voz
débil y desagradable que antes tenía).
Y desde 1418 hasta su
muerte, por 26 años Bernardino recorre pueblos, ciudades y campos
predicando de una manera que antes la gente no había escuchado. Se
levantaba a las 4 de la mañana y durante horas y horas preparaba
sus sermones. Y el efecto de cada predicación era un entusiasmarse
todos por Jesucristo y una gran conversión de pecadores.
Muchísimos terminaban llorando de arrepentimiento al escuchar sus
palabras. Cuando su voz potentísima gritaba en medio de la
silenciosa multitud: "Temblad tierra entera, al ver que la
criatura se ha atrevido a ofender a su Creador", a las gentes les
parecía que el piso se movía debajo de sus pies y empezaban a
llorar con gran arrepentimiento. Casi siempre tenía que predicar
en las plazas y campos porque en los templos no cabía la gente que
deseaba escucharle.
Recorrió todo su país
(Italia) a pie, predicando. Cada día predicaba bastantes horas y
varios sermones. A todos y siempre les recomendaba que se
arrepintieran de sus pecados y que hicieran penitencia por su vida
mala pasada. Atacaba sin compasión los vicios y las malas
costumbres e invitaba con gran vehemencia a tener un intenso amor
a Jesucristo y la Virgen María.
Por todas partes llevaba y
repartía un estandarte con estas tres letras: JHS (Jesús, Hombre,
Salvador) e invitaba a sus oyentes a sentir un gran cariño por el
nombre de Jesús. Donde quiera que San Bernardino predicaba,
quedaban muchos estandartes en palacios y casas con sus tres
letras: JHS.
En Polonia predicó contra
los juegos de azar y las gentes quemaron todos los juegos de azar
que tenían. Un fabricante de naipes se quejó con el santo
diciéndole que lo había dejado en la ruina, y él aconsejó: "Ahora
dedíquese a imprimir estampas de Jesús". Así lo hizo y consiguió
más dinero que el que había logrado conseguir imprimiendo cartas
de naipe.
Los envidiosos lo acusaron
ante el Papa diciendo que Bernardino recomendaba supersticiones.
El Papa le prohibió predicar, pero luego lo invitó a Roma y lo
examinó delante de los cardenales y quedó tan conmovido el Sumo
Pontífice al oírle sus predicaciones, que le dio orden para que
pudiera predicar por todas partes.
Durante 80 días predicó en
Roma e hizo allí 114 sermones con enorme éxito.
El Papa quiso nombrarlo
arzobispo, pero el santo no se atrevió a aceptar. Entonces lo
nombraron superior de los franciscanos, porque era el que más
vocaciones había conseguido para esa comunidad.
Cuando Bernardino entró en
la comunidad de franciscanos observantes, solamente había en
Italia 300 de estos religiosos. Cuando él murió ya había más de
4,000.
Los grandes sacrificios que
tenía que hacer para predicar tantas veces y en tan distintos
sitios, y los muchos ayunos y penitencias que hacía, lo fueron
debilitando notoriamente. En su rostro se notaba que era un
verdadero penitente, pero esta misma apariencia de austero y
mortificado, le atraía más la admiración de las gentes. El único
lujo que aceptó en sus últimos años, fue el de un borriquillo,
para no tener que hacer a pie todos sus largos viajes.
Era tal su deseo de
progresar en el arte de la elocuencia y del buen predicar, que
donde quiera que sabía que había un buen predicador, se iba a
escucharlo y aún ya lleno de años, se sentaba como simple
discípulo para escuchar las clases de los maestros afamados que
enseñaban cómo hablar bien en público.
Y acompañaba sus
predicaciones con admirables milagros y prodigios.
En su ciudad natal, Siena,
había muchas divisiones y peleas. Se fue allá y predicó 45
sermones que devolvieron la paz a toda esa región. Uno de los
oyentes logró copiar esos sermones y se conservan como una
verdadera joya de la elocuencia sagrada, donde se combinan la
teología con los consejos prácticos y la agradabilidad con la
profundidad. Verdaderamente Bernardino era un gran maestro de
oratoria.
En 1444, mientras viajaba
por los pueblos predicando, con muy poca salud pero con un inmenso
entusiasmo, se sintió muy débil y al llegar al convento de los
franciscanos en Aquila, murió santamente el 20 de mayo.
En su sepulcro se obraron
numerosos milagros y el Papa Nicolás V ante la petición de todo el
pueblo, lo declaró santo en 1450 a los 6 años de haber
muerto.
San Bernardino de Siena:
Suplícale al buen Dios y pídele a la Virgen Santísima, que nos
envíe muchos y muy buenos predicadores, como tú.
Ay de mí si no propago el
evangelio. (San Pablo).