29 de Mayo: San Beda, el Venerable,
Escritor. Año 735.
Fuente: http://www.churchforum.org
Beda significa: "el que
convence".
Este es un santo al cual ya en vida lo llamaban
"Venerable", y al leer sus sermones en las misas, estando él aún
vivo, las empezaban así: "palabras del venerable Beda".
En su libro "Historia de
Inglaterra", narra él mismo sus datos personales. Dice así: "Yo,
Beda, siervo de Cristo y sacerdote, y monje del monasterio de San
Pedro y San Pablo, de Inglaterra, nací en este país. A los siete
años me llevaron al monasterio para ser educado por los monjes.
Desde entonces he pasado toda mi vida en el monasterio, y me he
dedicado sobre todo al estudio de la Sagrada Escritura. Además de
cantar y rezar en la Iglesia, mi mayor alegría ha sido dedicarme a
aprender, a enseñar y a escribir. A los 19 años recibí diaconado y
a los 30 el sacerdocio. Todos los tiempos libres los he dedicado a
buscar explicaciones de la Sagrada Escritura, especialmente
sacadas de los escritos de los Santos Padres".
Era tal la estimación que la
Iglesia antigua sentía por los escritos de San Beda, que el
Concilio (o reunión de obispos) de Aquisgrán lo llamó ya en el año
836 con el título de "Venerable". Este santo es el único inglés
que ha sido nombrado Doctor de la Iglesia. El título de Doctor de
la Iglesia se lo dio el Papa León XIII en 1899.
San Beda escribió más de 60
libros. En él se cumplió el principio psicológico que dice: "Quien
se dedica a una sola actividad, y con toda su alma, puede llegar a
obtener admirables triunfos". El se dedicó a la actividad de
escritor y su sabiduría fue admirada no sólo en Inglaterra sino en
toda Europa. San Bonifacio, el gran apóstol de Alemania, escribía
a los monjes de Inglaterra: "Por favor, me envían algunos libros
del venerable Beda, porque este hombre ha sido como un cirio que
el Señor encendió para iluminar la Iglesia".
A San Beda se le presentaron
muchos caminos para seguir, pero él siguió uno sólo: el de
escritor, y no se dejó llevar por las tentaciones de dedicarse a
muchas cosas al tiempo, porque entonces no habría triunfado en
ninguna. Otras actividades le atraían también, pero él consideraba
que Dios lo había elegido para ser escritor, y a eso se dedicó con
todo su tiempo y todas sus fuerzas. Pasaba horas y horas y horas,
y días y meses investigando acerca de las Sagradas Escrituras,
para poder redactar luego sus escritos. El cumplía lo que
recomendara más tarde Santo Domingo: "primero contemplar y
meditar, para después poder comunicar a los demás los
conocimientos que se han adquirido. Su amor a la Virgen era muy
grande, y por eso compuso meditaciones tan sabias que la Iglesia
Católica las puso en el libro de oraciones de los
sacerdotes.
San Beda se daba cuenta de
que un sermón lo oyen unas cuantas personas, pero un libro lo
pueden leer miles de lectores en muchos siglos. Por eso escribía y
escribía sin cansarse y se preocupaba porque en sus escritos
hubiera arte, de manera que se sienta el agrado de
leerlos.
Le daba gracias a Dios por
haberle permitido una vida de soledad y de retiro, porque sin
soledad y sin vida retirada es imposible tener un tiempo para
poder meditar y redactar debidamente. Y termina uno de sus
escritos con esta oración: "Oh, Cristo Jesús, como premio por
estos trabajos y esfuerzos por escribir, concédeme la gracia
inmensa de poder contemplar un día tu santo rostro en el cielo". Y
seguro que ya obtuvo tan codiciado premio.
Después de la fiesta de
pascua del año 735, Beda empezó a sentir una enfermedad a las vías
respiratorias y se dio cuenta de que el final se acercaba.
Entonces se propuso terminar rápidamente los trabajos que le
quedaban por concluir. Los 600 monjes escuchaban con gran emoción
sus conferencias, y los jóvenes alumnos del monasterio venían
junto a su lecho a que les diera sus últimas lecciones.
Lo último que hizo fue
traducir al inglés el evangelio de San Juan, porque no quería que
sus discípulos tuvieran que emplear una traducción mal
hecha.
Una carta de uno de sus
secretarios cuenta lo siguiente: "El día anterior a la fiesta de
la Ascensión sintió que se agravaba su enfermedad y dijo a los
escribientes: ‘Apuraos, porque nos queda poco tiempo, y veo que el
Señor ya me va a llamar hacia El’. Uno de los secretarios le dijo:
‘Padre, queda por traducir una frase’, y cuando el santo la
terminó de dictar, el joven dijo: ‘Padre, ya todo está terminado’,
y él respondió: ‘Tienes razón todo está consumado’ y luego llamó a
los monjes y les repartió como regalo todo lo que tenía en su
habitación, y pidió al enfermero que lo arrodillara allí junto al
sitio donde tantas veces había rezado y cantado al Señor, y
diciendo emocionado: ‘Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo’ expiró santamente". Era el 25 de mayo del año
735.