11 de Junio: San Bernabé, Apóstol. Siglo
I.
Fuente: http://www.churchforum.org
La historia de San Bernabé está escrita
en el libro de Los Hechos de los apóstoles, en la S.
Biblia.
Antes se llamaba José, pero los
apóstoles le cambiaron su nombre por el de Bernabé, que significa
"el esforzado", "el que anima y entusiasma".
Era judío, de la tribu de Leví, pero
nació en la isla de Chipre. Se hizo muy popular en la primitiva
Iglesia porque vendió las fincas que tenía y luego llevó el dinero
que obtuvo y se lo dio a los apóstoles para que lo repartieran a
los pobres.
Un mérito formidable de San Bernabé es
el haber descubierto el gran valor que había en aquel recién
convertido que se llamaba Saulo y que más tarde se llamaría San
Pablo. Cuando después de su conversión Saulo llegó a Jerusalén,
los cristianos sospechaban de él y se le alejaban, pero entonces
Bernabé lo tomó de la mano y lo presentó a los apóstoles y se los
recomendó. Y el será el que lo encaminará después a emprender sus
primeras grandes labores apostólicas.
La S. Biblia, en el libro de los Hechos
de los Apóstoles, hace de Bernabé unos elogios que es difícil
encontrarlos respecto de otros personajes. Dice así: "Bernabé era
un hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo" (Hechos 11,
24).
Cuando Saulo o San Pablo tuvo que salir
huyendo de Jerusalén porque los judíos trataban de asesinarlo, se
fue a su ciudad de Tarso, y allá se quedó un tiempo. Mientras
tanto en la ciudad de Antioquía había sucedido algo muy especial.
Al principio los discípulos de Jesús solamente predicaban el
Evangelio a los israelitas, pero de pronto algunos empezaron a
enseñar las doctrinas cristianas a los paganos en Antioquía, y
resultó que aquellas gentes respondieron de una manera admirable y
se convirtieron por centenares. Al saber esta noticia, los
apóstoles lo enviaron desde Jerusalén a que se informara de lo que
allí estaba sucediendo y les llevara noticias. Bernabé se quedó
encantado del fervor de aquellos paganos convertidos y estuvo con
ellos por un buen tiempo animándolos y acabando de instruirlos. En
aquella ciudad fue donde por primera vez se llamó "cristianos" a
los seguidores de Cristo.
Entonces se le ocurrió a Bernabé la
feliz idea de dirigirse a Tarso a invitar a Saulo a que se le
uniera en el apostolado en Antioquía y éste aceptó con
gusto.
Desde entonces Bernabé y Saulo
trabajaban asociados ayudándose en todo el uno al otro, y
obteniendo resonantes triunfos. Por todo un año predicaron en
Antioquía, cuidad que se convirtió en el gran centro de
evangelización, del cual fueron saliendo misioneros a evangelizar
a diversos lugares.
Por aquel tiempo hubo una gran hambre
en Jerusalén y sus alrededores y los cristianos de Antioquía
hicieron una colecta y la enviaron a los apóstoles por medio de
Bernabé y Saulo. Ellos al volver a Jerusalén se trajeron a Marcos
(el futuro San Marcos evangelista) que era familiar de Bernabé.
Venía a ayudarles en la evangelización.
Un día mientras los cristianos de
Antioquía estaban en oración, el Espíritu Santo habló por medio de
algunos de ellos que eran profetas y dijo: "Separen a Bernabé y
Saulo, que los tengo destinados a una misión especial". Los
cristianos rezaron por ellos, les impusieron las manos, y los dos,
acompañados de Marcos, después de orar y ayunar, partieron para su
primer viaje misionero.
En Chipre, la isla donde había nacido
San Bernabé, encontraron muy buena aceptación a su predicación, y
lograron convertir al cristianismo nada menos que al mismo
gobernador, que se llamaba Sergio Pablo. En honor a esta notable
conversión, Saulo se cambió su nombre por el de Pablo. Y Bernabé
tuvo la gran alegría de que su tierra natal aceptara la religión
de Jesucristo.
Luego emprendieron su primer viaje
misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor. En la otra
ciudad de Antioquía (de Pisidia) al ver que los judíos no querían
atender su predicación, Bernabé y Pablo declararon que de ahora en
adelante les predicarían a los paganos, a los no israelitas, con
lo cual los paganos sintieron una inmensa alegría al saber que la
nueva religión no los despreciaba a ellos sino que más bien los
prefería. Allí en Iconio estuvieron a punto de ser apedreados por
una revolución tramada por los judíos y tuvieron que salir
huyendo. Pero dejaron una buena cantidad de convertidos y
confirmaron sus enseñanzas con formidables señales y prodigios que
Dios obraba por medio de estos dos santos apóstoles.
En la ciudad de Listra, al llegar
curaron milagrosamente a un paralítico y entonces la gente creyó
que ellos eran dos dioses. A Bernabé por ser alto y majestuoso le
decían que era el dios Zeus y a Pablo por la facilidad con la que
hablaba lo llamaban el dios Mercurio. Y ya les iban a ofrecer un
toro en sacrificio, cuando ellos les declararon que no eran tales
dioses, sino unos simples mortales. Luego llegaron unos judíos de
Iconio y promovieron un tumulto y apedrearon a Pablo y cuando lo
creyeron muerto se fueron, pero él se levantó luego y curado
instantáneamente entró otra vez en la ciudad.
Después de todo esto Bernabé y Pablo se
devolvieron ciudad por ciudad donde habían estado evangelizando y
se dedicaron a animar a los nuevos cristianos y les recordaban que
"es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el
Reino de Dios" (Hechos 14, 22).
Al llegar a Antioquía se encontraron
con que los cristianos estaban divididos en dos partidos: unos
(dirigidos por los antiguos judíos) decían que para salvarse había
que circuncidarse y cumplir todos los detalles de las leyes de
Moisés. Otros decían que no, que basta cumplir las leyes
principales. Bernabé y Pablo se pusieron del lado de los que
decían que no había que circuncidarse, y como la discusión se
ponía acalorada, los de Antioquía enviaron a Jerusalén una
embajada para que consultara con los apóstoles. La embajada estaba
presidida por Bernabé y Pablo. Los apóstoles reunieron un concilio
y le dieron la razón a Bernabé y Pablo y luego pasaron horas muy
emocionantes oyéndoles contar las formidables aventuras de sus
viajes misioneros.
Volvieron a Antioquía y dispusieron
organizar un segundo viaje misionero. Pero Bernabé quería llevar
como ayudante a su primo Marcos, y Pablo se oponía, porque Marcos
les había abandonado en la mitad del viaje anterior (por miedo a
tantas dificultades). Y así fue que se separaron y Bernabé se fue
a acabar de evangelizar en su isla de Chipre y San Pablo se fue a
su segundo viaje. Más tarde se encontraron otra vez como amigos
misionando en Corinto (1 Cor. 9,6).
¿Qué me enseñará la vida de San
Bernabé? ¿A compartir mis bienes con los pobres? ¿A tratar de
descubrir las aptitudes que otros tienen para el apostolado y a
ayudarles a emplearlas bien? ¿A dedicar mi vida a propagar nuestra
santa religión? El Espíritu Santo me
ilumine.
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