13 de Junio: San Antonio de Padua, Predicador y Doctor Evangélico.
Año 1231.
Fuente: http://www.churchforum.org
Nace en Lisboa en 1195. Se
llama Fernando. Antonio significa: defensor de la
verdad.
Desde niño se consagró a la
Sma. Virgen y a Ella encomendaba su pureza. Surio dice que
visitaba al Santísimo Sacramento en muchas iglesias y que era
sumamente compasivo con los pobres.
En la juventud fue atacado
duramente por las pasiones sensuales pero no se dejó vencer y con
la ayuda de Dios las dominó. Esta crisis de la juventud que para
otros es el principio de la vida de pecado, fue para él la ocasión
de buscarse un modo de vivir que lo preservara y así se fue a
vivir a un monasterio a los 17 años y dicen sus antiguos biógrafos
que ya en aquellos años llegó a un altísimo grado de santidad. Sus
estudios preferidos eran los de la Sagrada Escritura. Se dedicaba
a la oración y al estudio pero vio que en aquel convento estaban
algunos que no eran tan santos como él lo deseaba.
Trabó amistad con un grupo
de franciscanos y quiso imitar a San Francisco. Para ello se
separó de los agustinos. A los 27 años se hizo franciscano y tomó
el nombre de Antonio en recuerdo de San Antonio Abad.
San Francisco le dice: "Su
oficio es el de predicador" y por obediencia recorre pueblos y
ciudades predicando. Su predicación conmovía los corazones y
transformaba las voluntades. Las multitudes lo seguían.
Cuando llegaron a Portugal
los restos de los primeros mártires franciscanos de Marruecos se
entusiasmó Antonio por la vida franciscana y consiguió ser
admitido en ella. Pidió ir a Marruecos para ser martirizado,pero
el clima y el trabajo lo enfermaron. Se embarcó para España pero
una tempestad lo llevó a Italia. Allí y en Francia predicó
previniendo a la gente para que no se dejara engañare por los
herejes albigenses.
Estuvo en el Capítulo de las
Esteras cuando se reunieron todos los franciscanos del mundo en
1221 y allí pasó inadvertido. Pidió a un franciscano que le
prestara su celda en una cueva en un monte y allí pasaba el día
rezando y haciendo penitencia. Se desmayaba de tanto
ayunar.
Pero su ciencia no era luz
para quedarse debajo del celemín. En 1221 el superior lo encargó
de predicar un sermón ante los religiosos que iban a ser ordenados
sacerdotes y brilló de tal manera su saber en aquel sermón que el
provincial decidió dedicarlo únicamente a predicar.
Lo enviaron a la Romaña,
provincia del sur de Italia cuya capital era Ravena y que estaba
infectada de herejes cátaros. Antonio empezó a luchar contra ellos
aprovechando el inmenso caudal de ciencia que había adquirido en
sus años de soledad y las reservas de fervor que había acumulado
en sus años de oración.
En Rímini los herejes
impedían que el pueblo acudiera a sus sermones. Entonces acudió al
milagro. Se fue a la orilla del mar y empezó a gritar: "Oigan la
palabra de Dios, Uds. los pececillos del mar, ya que los pecadores
de la tierra no la quieren escuchar". A su llamado acudieron miles
y miles de peces que sacudían la cabeza en señal de aprobación.
Aquel milagro conmovió a la ciudad y los herejes tuvieron que
ceder.
San Francisco le escribió:
"Me alegra que tenga por oficio enseñar a otros a comprender la
Sagrada Escritura. Pero que el estudio no apague el fervor por la
oración".
El Papa quiso que se
enviaran muchos misioneros a Francia a combatir la herejía de los
albigenses. Antonio fue enviado a Montpellier y Tolosa.
Argumentaba con admirable sabiduría a los herejes y conmovía sus
corazones. Tenía una impresionante fuerza de persuasión para
convencer.
Antonio poseía todas las
cualidades de un buen predicador: ciencia, elocuencia, un
formidable poder para conmover, gran deseo de salvar las almas y
una voz sonora y agradable que llegaba hasta muy lejos. Además
estaba dotado del poder de hacer milagros.
Poseía una personalidad
extraordinariamente atractiva, casi magnética. Los pecadores caían
de rodillas a sus pies. A donde quiera que iba las gentes acudían
en tropel a escucharle. Bastaba que empezara a predicar para que
los pecadores comenzaran a conmoverse y los indiferentes a
entusiasmarse.
Horas antes de que empezaran
sus sermones ya las iglesias estaban repletas de fieles, y muchas
veces tuvo que predicar en las plazas porque en los templos no
cabía la gente.
De 1227 a 1230 fue
provincial de la Romaña. Luego fue enviado a Padua.
Fijó su residencia en Padua,
ciudad universitaria. Allí consiguió los mejores frutos de sus
sermones y adquirió una fama inmensa.
Dice un biógrafo de ese
tiempo: "Era poderoso en obras y en palabras. Su cuerpo habitaba
esta tierra pero su alma vivía en el cielo".
Escribió sermones para todas
las fiestas del año.
Predicaba los 40 días de
cuaresma a pesar de la hidropesía que lo atormentaba. La gente se
lanzaba a tocarlo y era necesario un escuadrón de hombres para
protegerlo después de los sermones. Le quitaban pedazos de
hábito.
En Padua, todos lo amaban, y
fue en esa ciudad donde principalmente logró ver admirables frutos
de su predicación. Las multitudes cambiaban de conducta de una
manera nunca antes vista, al oírlo a él. La paz volvía a los que
estaban peleados y muchos devolvían lo que se habían robado. Luchó
fuertemente para que los que prestaban dinero no cobraran
intereses demasiado altos y obtuvo que a los pobres no les echaran
a la cárcel por deudas.
Cierto día un descreído
pidió al santo que le probara con un milagro que Jesús sí está en
la Santa Hostia. El hombre aquel dejó a su mula tres días sin
comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó
un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una
Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia
y se arrodilló.
Tenía una gran devoción al
Niño Jesús y se dice que logró contemplar en visión cómo era Jesús
cuando era niño.
Consumido por el esfuerzo y
la enfermedad sintió venir la muerte. Entonó un canto a la Sma.
Virgen y sonriendo dijo: "Veo venir a Nuestro Señor" y murió. Era
el 13 de junio de 1231. La gente recorría las calles diciendo:
"¡Ha muerto un santo! ¡Ha muerto un santo!".
Murió de sólo 35 años y
durante sus funerales se produjeron impresionantes demostraciones
de cariño de las gentes de Padua hacia él. La ciudad de Padua ha
conservado sus restos con enrome devoción durante más de siete
siglos y le construyó una bellísima basílica.
Le hicieron una Basílica
hermosa. León XIII lo llamó "el santo de todo el mundo", porque su
imagen y su devoción se encuentran por todas partes.
Fue un evangelizador
incansable y sigue haciendo mucho bien. Repetía que el gran
peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no
vivir de acuerdo con lo que se cree.
Los favores que consigue son
inmensos. Merece ser mejor conocido por la gente.
Es más amado e invocado por
el pueblo humilde que ve en él un protector de los pobres y
necesitados.
Dios quiso glorificar su
sepulcro obrando allí infinidad de milagros. El Papa Gregorio XI
lo declaró santo al año de muerto. Pío XII lo declaró "Doctor
Evangélico". La gente experimenta que él conmueve el bolsillo de
los ricos para ayudar a los pobres y consigue buenos matrimonios.
La experiencia de cada día enseña que San Antonio no defrauda a
los que le rezan con fe. Es muy especial protector para encontrar
objetos que se habían perdido. Se le reza un Padrenuestro y se
consiguen maravillas.
Si tienes fe aunque sea como
un grano de mostaza, nada será imposible para ti.(S. Biblia Mt.
17).