24 de Junio:
Nacimiento de San Juan Bautista.
Fuente: http://www.churchforum.org
Este es el único santo al
cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.
San Juan
Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis
meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de
nuestro Redentor, Jesús).
El capítulo primero del
evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente manera el
nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba
casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era
estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo,
se le apareció un ángel de pie a la derecha del altar.
Al verlo se asustó, mas el
ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte
que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que
será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino
ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será
lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para
Dios".
Pero Zacarías respondió al
ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya
es vieja y yo también?".
El ángel le dijo: "Yo soy
Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a
traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis
palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto
se cumpla".
Seis meses después, el mismo
ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a
ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del
embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a
ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos
momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel
momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre,
porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto
del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.
También Santa Isabel se
sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético,
exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el
fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la
Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz
de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi
vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres
Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas
que se te han dicho de parte del Señor". Y permaneció la Virgen en
casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San
Juan.
De la infancia de San Juan
nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de
padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el
contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su
juventud dedicado nada más a la penitencia y a la
oración.
Como vestido sólo llevaba
una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia
pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente
langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de
Dios.
Cuando Juan tenía más o
menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por
el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de
penitencia.
Juan no conocía a Jesús;
pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio
esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien vieres que
me poso en forma de paloma, Ese es".
Habiendo llegado al Jordán,
se puso a predicar a las gentes diciéndoles: Haced frutos dignos
de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos por padre a
Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer de
estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta
a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será
cortado y arrojado al fuego".
Y las gentes le preguntaron:
"¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba: "El que tenga dos
túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que tenga
alimentos que haga lo mismo"…
"Yo a la verdad os bautizo
con agua para moveros a la penitencia; pero el que ha de venir
después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni
siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de
bautizaros en el Espíritu Santo…"
Los judíos empezaron a
sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y enviaron a
unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó
claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo
bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en
medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el
que ha de venir después de mí…"
Por este tiempo vino Jesús
de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se
resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti y Tú
vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer
esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda
justicia". Entonces Juan condescendió con El.
Habiendo sido bautizado
Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración, se
abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en
forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó
una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien
tengo todas mis complacencias".
Al día siguiente vio Juan a
Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo a los que estaban
con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un
varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que
yo".
Entonces Juan atestiguó,
diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma descender del
cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el
Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con
el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que
El es el Hijo de Dios".
Herodías era la mujer de
Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se
casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó
diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu
hermano"; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.
Entonces Herodes, instigado
por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso,
queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era hombre justo
y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por
lo que le decía.
Herodías le odiaba a muerte
y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo de en medio, pues
tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la
despidiera siguiendo el consejo de Juan.
Sin comprenderlo, ella iba a
ser la ocasión del primer mártir que murió en defensa de la
indisolubilidad del matrimonio y en contra del
divorcio.
Estando Juan en la cárcel y
viendo que algunos de sus discípulos tenían dudas respecto a
Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en la
fe.
Llegando donde El estaba, le
preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha enviado a Ti a
preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a
otro".
En aquel momento curó Jesús
a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo: "Id y contad a Juan
las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos
andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se
les anuncia el Evangelio…"
Así que fueron los
discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis a ver en
el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis
a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más
que un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo
te envío mi mensajero delante de Ti para que te prepare el camino.
Por tanto os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor
que Juan el Bautista…"
Llegó el cumpleaños de
Herodes y celebró un gran banquete, invitando a muchos personajes
importantes. Y al final del banquete entró la hija de Herodías y
bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los
invitados y principalmente al propio Herodes.
Entonces el rey juró a la
muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad
de mi reino".
Ella salió fuera y preguntó
a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que vio la ocasión de
conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la
cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en
seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja
la cabeza de Juan el Bautista".
Entonces se dio cuenta el
rey de su error, y se pudo muy triste porque temía matar al
Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y,
llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo
decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la
forma que ella lo había solicitado.
Juan
Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos
profetas y santos como tú.