25 de
junio: Santo Tomás Moro,
Mártir. Año 1535.
Fuente: http://www.churchforum.org
Este es uno de los dos
grandes mártires de la Iglesia de Inglaterra, cuando un rey impuro
quiso acabar con la Religión Católica y ellos se opusieron. El
otro es San Juan Fisher . Tomás significa: "el gemelo". Y en
verdad que fue un verdadero gemelo en santidad y en cualidades con
su compañero de martirio, San Juan Fisher.
Nació Tomás Moro (o
Thomas Moore) en Cheapside, Inglaterra en 1478. A los 13 años se
fue a trabajar de mensajero en la casa del Arzobispo de
Canterbury, y éste al darse cuenta de la gran inteligencia del
joven, lo envió a estudiar al colegio de la Universidad de
Oxford.
Su padre que era juez, le
enviaba únicamente el dinero indispensable para sus gastos más
necesarios, y esto le fue muy útil, pues como él mismo afirmaba
después: "Por no tener dinero para salir a divertirme, tenía que
quedarme en casa y en la biblioteca estudiando". Lo cual le fue de
gran provecho para su futuro.
A los 22 años ya es doctor
en abogacía, y profesor brillante. Es un apasionado lector que
todos los ratos libres los dedica a la lectura de buenos libros.
Uno de sus compañeros de ese tiempo dio de él este testimonio: "Es
un intelectual muy brillante, y a sus grandes cualidades
intelectuales añade una muy agradable simpatía".
Le llegaron dudas acerca de
cuál era la vocación para la cual Dios lo tenía destinado. Al
principio se fue a vivir con los cartujos (esos monjes que nunca
hablan, ni comen carne, y rezan mucho de día y de noche) pero
después de 4 años se dio cuenta de que no había nacido para esa
heroica vocación. También intentó irse de franciscano, pero
resultó que tampoco era ese su camino. Entonces se dispuso optar
por la vocación del matrimonio. Se casó, tuvo cuatro hijos y fue
un excelente esposo y un cariñosísimo papá. Su vocación estaba un
poco más allá: su vocación era actuar en el gobierno y escribir
libros.
Para con sus hijos, para con
los pobres y para cuantos deseaban tratar con él, Tomás fue
siempre un excelente y simpático amigo. Acostumbraba ir
personalmente a visitar los barrios de los pobres para conocer sus
necesidades y poder ayudarles mejor. Con frecuencia invitaba a su
mesa a gentes muy pobres, y casi nunca invitaba a almorzar a los
ricos. A su casa llegaban muchas visitas de intelectuales que iban
a charlar con él acerca de temas muy importantes para esos
momentos y a comentar los últimos libros que se iban publicando.
Su esposa se admiraba al verlo siempre de buen humor, pasara lo
que pasara. Era difícil encontrar otro de conversación más
amena.
Tomás Moro escribió
bastantes libros. Muchos de ellos contra los protestantes, pero el
más famoso es el que se llama Utopía. Esta es una palabra que
significa: "Lo que no existe" (U=no. Topos: lugar. Lo que no tiene
lugar). En ese libro describe una nación que en realidad no existe
pero que debería existir. En su escrito ataca fuertemente las
injusticias que cometen los ricos y los altos del gobierno con los
pobres y los desprotegidos y va describiendo cómo debería ser una
nación ideal. Esta obra lo hizo muy conocido en toda Europa.
El joven abogado Tomás Moro
fue aceptado como profesor de uno de los más prestigiosos colegios
de Londres. Luego fue elegido como secretario del alcalde de la
capital. En 1529 fue nombrado Canciller o Ministro de Relaciones
Exteriores. Pero este altísimo cargo no cambió en nada su
sencillez. Siguió asistiendo a Misa cada día, confesándose con
frecuencia y comulgando. Tratable y amable con todos. Alguien
llegó a afirmar: "Parece que lo hubieran elegido Canciller,
solamente para poder favorecer más a los pobres y desamparados".
Otro añadía: "El rey no pudo encontrar otro mejor consejero que
este". Pero Tomás, que conocía bien cómo era Enrique VIII,
declaraba con su fino humor: "El rey es de tal manera que si le
ofrecen una buena casa por mi cabeza, me la mandará cortar de
inmediato".
Ya llevaba dos años como
Canciller cuando sucedió en Inglaterra un hecho terrible contra la
religión católica. El impúdico rey Enrique VIII se divorció de su
legítima esposa y se fue a vivir con la concubina Ana Bolena. Y
como el Sumo Pontífice no aceptó este divorcio, el rey se declaró
Jefe Supremo de la religión de la nación, y declaró la persecución
contra todo el que no aceptara su divorcio o no lo aceptara a él
como reemplazo del Papa en Roma. Muchos católicos tendrían que
morir por oponerse a todo esto.
Tomás Moro no aceptó ninguno
de los terribilísimos errores del malvado rey: ni el divorcio ni
el que tratara de reemplazar al Sumo Pontífice. Entonces fue
destituido de su alto puesto, le confiscaron sus bienes y el rey
lo mandó encerrar como prisionero de la espantosa Torre de
Londres. Santo Tomás y San Juan Fisher fueron los dos principales
de todos los altos funcionarios de la capital que se negaron a
aceptar tan grandes infamias del monarca. Y ambos fueron llevados
a la torre fatídica. Allí estuvo Tomás encerrado durante 15
meses.
Verdaderamente hermosas son
las cartas que desde la cárcel escribió este gran sabio a su hija
Margarita que estaba muy desconsolada por la prisión de su padre.
En ellas le dice: "Con esta cárcel estoy pagando a Dios por los
pecados que he cometido en mi vida. Los sufrimientos de esta
prisión seguramente me van a disminuir las penas que me esperan en
el purgatorio. Recuerda hija mía, que nada podrá pasar si Dios no
permite que me suceda. Y todo lo permite Dios para bien de los que
lo aman. Y lo que el buen Dios permite que nos suceda es lo mejor,
aunque no lo entendamos, ni nos parezca así".
El día en que Margarita fue
a visitar por última vez a su padre, vieron los dos salir hacia el
sitio del martirio a cuatro monjes cartujos que no habían querido
aceptar los errores de Enrique VIII. Tomás dijo a Margarita: "Mire
cómo van de contentos a ofrecer su vida por Jesucristo. Ojalá
también a mí me conceda Dios el valor suficiente para ofrecer mi
vida por su santa religión".
Tomás fue llamado a un
último consejo de guerra. Le pidieron que aceptara lo que el rey
le mandaba y él respondió: "Tengo que obedecer a lo que mi
conciencia me manda, y pensar en la salvación de mi alma. Eso es
mucho más importante que todo lo que el mundo pueda ofrecer. No
acepto esos errores del rey". Se le dictó entonces sentencia de
muerte. El se despidió de su hijo y de su hija y volvió a ser
encerrado en la Torre de Londres.
En la madrugada del 6 de
julio de 1535 le comunicaron que lo llevarían al sitio del
martirio, él se colocó su mejor vestido. De buen humor como
siempre, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo,
porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir".
Al llegar al sitio donde lo iban a matar rezó despacio el Salmo
51: "Misericordia Señor por tu bondad". Luego prometió que rogaría
por el rey y sus demás perseguidores, y declaró públicamente que
moría por ser fiel a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y
Romana. Luego enseguida de un hachazo le cortaron la
cabeza.
Tomás Moro fue declarado
santo por el Papa en 1935. Un sabio decía: "Este hombre, aunque no
hubiera sido mártir, bien merecía que lo canonizaran, porque su
vida fue un admirable ejemplo de lo que debe ser el comportamiento
de un servidor público: un buen cristiano y un excelente
ciudadano".
Dijo Jesús:
"Dichosos los que sufren persecución por causa de la religión,
porque su premio será muy grande en el reino de los cielos". (Mt
5,11).