Julio 1: Beato Padre
Damián de Veuster, Apóstol de los leprosos. Año
1889.
Fuente: http://www.churchforum.org
Lo han llamado "el leproso
voluntario", porque con tal de poder atender a los leprosos que
estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como
ellos.
Lo beatificó el Papa Juan Pablo II en el año
1994.
El P. Damián nació el 3 de
enero de 1840 en Bélgica.
De pequeño en la escuela ya
gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los
misioneros en las selvas. Tenía ese deseo interior de ir un día a
lejanas tierras a misionar.
De joven fue arrollado por
una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo
revisó exclamó: "Este muchacho tiene energías para emprender
trabajos muy grandes".
Un día siendo apenas de ocho
años dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un
bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia
fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente unos
campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La
mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el
futuro?
De joven tuvo que trabajar
muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres.
Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos
trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras,
lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde
iba a misionar.
A los 18 años lo enviaron a
Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le
burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de
comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día,
cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a
uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro.
Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto,
con su amabilidad se ganó las simpatías de sus
compañeros.
A los 20 años escribió a sus
padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la
comunidad de los sagrados Corazones. Su hermano Jorge se burlaba
de él diciéndole que era mejor ganar dinero que dedicarse a ganar
almas (el tal hermano perdió la fe más tarde).
Muchas veces se arrodillaba
ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía
al santo: "Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un
misionero, como tú". Y sucedió que a otro religioso de la
comunidad le correspondía irse a misionar a las islas Hawai, pero
se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se fuera él
de misionero. Eso era lo que más deseaba.
En 1863 zarpó hacia su
lejana misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del
barco, el cual le dijo: "yo nunca me confieso. soy mal católico,
pero le digo que con usted si me confesaría". Damián le respondió:
"Todavía no soy sacerdote pero espero un día, cuando ya sea
sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados". Años
mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.
Poco después de llegar a
Honolulú, fue ordenado sacerdote y enviado a una pequeña isla de
Hawai. las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque
no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla
eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos
construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar
y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las
gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al
catolicismo.
Fue visitando uno a uno
todos los ranchos de la isla y acabando con muchas creencias
supersticiosas de esas pobres gentes y reemplazándolas por las
verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la curación de
numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables:
eran los leprosos.
Como en las islas Hawai
había muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a
todo el que estuviera enfermo de lepra lo desterraran a la isla de
Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de dolor sin
esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas,
eran olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar
sus penas se dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y
las mujeres a toda clase de supersticiones.
Al saber estas noticias el
Padre Damián le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir
con los leprosos de Molokai. A Monseñor le parecía casi increíble
esta petición, pero le concedió el permiso, y allá se
fue.
En 1873 llego a la isla de
los leprosos. Antes de partir había dicho : "Sé que voy a un
perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la
lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por
Cristo".
Los leprosos lo recibieron
con inmensa alegría. La primera noche tuvo que dormir también
debajo de una palmera, porque no había habitación preparada para
él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían muchos y los
demás se hallaban desesperados.
El Padre Damián empezó a
crear fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran
distraídos. Luego les organizó una banda de música. Fue recogiendo
a los enfermos mas abandonados, y él mismo los atendía como
abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco
transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para
vivir.
Empezó a escribir al
extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos
donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas,
los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también
le enviaba medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta
los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban
donativos para sus leprosos.
Pero como la gente creía que
la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián
salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los
barcos. Y el sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Entonces
un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los
leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado
al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara.
Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y
recibió la absolución de sus faltas.
Como esas gentes no tenían
casi dedos, ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd
a los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un
buen carpintero la cruz para sus tumbas. Preparaba sanas
diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los
huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona se iba a
ayudar a reconstruirlos.
El santo para no demostrar
desprecio a sus queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que
ellos habían usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con
ellos en todas las acciones del día. Y sucedió lo que tenía que
suceder: que se contagío de la lepra. Y vino a saberlo de manera
inesperada.
Un día metió el pie un una
vasija que tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada.
Entonces se dió cuenta de que estaba leproso. Enseguida se
arrodilló ante un crucifijo y exclamó: "Señor. por amor a Ti y por
la salvación de estos hijos tuyos, aceptó esta terrible realidad.
La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el
pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra,
estaré más cerca de ti para el cielo".
La enfermedad se fue
extendiendo prontamente por su cuerpo. Los enfermos comentaban:
"Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó a vivir con
nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad". Pero él
añadía: "No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo,
si el alma se va volviendo hermosa y agradable a Dios".
Poco antes de que el gran
sacerdote muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán
que lo había traído cuando llegó de misionero, y que le había
dicho que con el único que se confesaría sería con él. Y el
capitán venía expresamente a confesarse con el Padre Damián. Desde
entonces la vida de este marinero cambió y mejoró notablemente.
También un hombre que había escrito muchas barbaridades
calumniando al santo sacerdote.Llegó a pedirle perdón y se
convirtió al catolicismo.
Y el 15 de abril de 1889 "el
leproso voluntario", el apóstol de los leprosos, voló al cielo a
recibir el premio merecidos por su admirable caridad.
En 1994 el Papa Juan Pablo
II, después de haber comprobado milagros obtenidos por la
intercesión de este gran misionero, lo declaró beato, y patrono de
los que trabajan entre los enfermos de lepra.
Y nosotros pedimos a Dios
que nos conceda un corazón generoso y dispuesto a sacrificarse por
los demás, como se lo concedió al muy querido Padre Damián de
Veuster.