27 de Julio: Beato
Sebastián de Aparicio Agricultor. Año 1600.
Fuente: www.churchforum.org
Beato Sebastián de
Aparicio
Este hombre fue un verdadero domador de animales y se
hizo santo haciendo de agricultor, de transportador y de
mandadero.
Nació en Galicia, España.
Cuando era niño, llegó a su pueblo una terrible epidemia y a todos
los apestados los alejaban de los demás para que no los
contagiaran. Sebastián se enfermó y la mamá lo llevó aparte a una
cueva. Pero llegó una loba y lo mordió, y con la hemorragia se
curó de la enfermedad. Desde entonces tuvo un especial amor por
los animales y una influencia admirable sobre ellos.
Le agradaba la vida de campo
porque en esa soledad y en esa paz y silencio, queda más fácil
hablar con Dios y meditar. Hasta los 20 años hizo de pastor de las
ovejas de sus padres y aprovechó esa vida de tranquilidad para
dedicarse por largos ratos a la oración.
A los 20 años se fue de
mayordomo a una hacienda y todo marchaba muy bien, hasta que la
dueña de la finca se enamoró de él y trató de hacerlo pecar.
Sebastián vio que corría peligro la salvación de su alma y huyó de
allí, porque sabía que la belleza y las riquezas de esa mujer
podían llevarlo a ofender a Dios.
Se fue a trabajar a otra
finca, pero allí también encontró graves peligros para su
castidad, y entonces dispuso alejarse totalmente de esas tierras y
se embarcó para América.
Llegó a Puebla, México, y
allí se propuso conseguir la santidad ayudando al progreso de la
región. Se puso a construir carros de carga (tirados por bueyes)
porque allí esos carros eran escasísimos (en aquel 1570) y se
dedicó a transportar víveres y mercancías de un pueblo a otro, con
gravísimos peligros, por entre precipicios horrendos. Con las
ganancias que conseguía y obteniendo la colaboración de
comunidades y asociaciones fue construyendo caminos vecinales que
pusieron en comunicación unas con otras a muchas localidades.
Sebastián tenía una fuerza descomunal que le era muy útil para
todos esos oficios.
Los pobres indígenas sufrían
mucha pobreza, y nuestro santo los ayudaba en todo lo que era
posible. Los transportaba gratis con sus víveres, para que fueran
a los pueblos a venderlos. Repartía entre ellos los alimentos que
lograba conseguir y les enseñaba muchas obras manuales que ellos
ignoraban.
Un día, cuando él iba con
sus carros de bueyes llevando mercancías de un pueblo a otro, lo
asaltó una banda de guerrilleros indígenas. Pero cuando se dieron
cuenta de que era Sebastián, lo dejaron pasar libremente sin
robarle ni hacerle daño, y diciendo: "Tú has sido siempre como un
buen papá para con nosotros. A ti no te haremos daño".
En una plaza de mercado, sin
darse cuenta, golpeó con su carro de bueyes unas ollas de un
vendedor y se rompieron algunas. El dueño de las ollas, lleno de
rabia la emprendió con terribles insultos contra Sebastián. Este
le ofreció excusas y le propuso pagarle todos los daños. Pero el
irritado comerciante le gritaba que sólo aceptaba una solución:
batirse en lucha los dos, uno contra el otro. Por más que nuestro
santo le insistía que él no quería pelear con nadie, el otro lo
desafiaba delante de todo el pueblo. Al fin Sebastián aceptó y con
su gran fuerza y habilidad derribó al desafiante. Cuando el busca
pleitos se vio perdido le pidió perdón y Sebastián lo abrazó
cariñosamente. La gente aplaudió su modo tan noble de
proceder.
Sebastián adquirió una
hacienda y con lo que ella le producía se propuso ayudar a las
familias más necesitadas. A las muchachas pobres les obsequiaba
una buena cantidad de dinero cuando se casaban, para que pudieran
empezar bien su vida de hogar. Los trabajadores de su finca eran
tratados más como amigos que como obreros. A varios arrendatarios
les escrituró fanegadas de tierra para que formaran sus propias
fincas. Sólo tenía un esclavo (en ese tiempo en que cada hacendado
tenía muchos) y lo trataba como a un hijo. Un día le concedió la
libertad, pero aquel esclavo se sentía tan bien junto a Sebastián
que siguió como trabajador suyo.
En su hacienda fundó
Sebastián la primera escuela industrial que hubo en México, y allí
se dedicó a enseñar a los campesinos y obreros lo que más
necesitaban para ganarse honradamente la vida.
Dios quiso llamar a
Sebastián a la vida religiosa por medio de una grave enfermedad.
Cuando en medio de la altísima fiebre se sintió morir, prometió
que si se curaba se dedicaría totalmente a la vida espiritual.
Logró la curación y entonces vendió sus propiedades, y regaló el
dinero a las religiosas clarisas que eran pobrísimas, y él se fue
de hermano lego al convento de los franciscanos.
El demonio acostumbraba
asaltarlo por las noches con visiones horribles para tratar de
obtener que se saliera de la comunidad religiosa. Una noche fueron
dos amigos a acompañarlo en su habitación, y los terrores
diabólicos fueron tan espantosos que estos hombres nunca más se
atrevieron a aparecerse por allí . Pero el santo alejaba a los
demonios con la oración.
Sus últimos 20 años los pasó
Sebastián como sencillo hermano lego en el convento de
Franciscanos. Era el encargado de pedir limosna por las casas y de
cuidar el huerto y hacer las compras y los mandados. Con su fuerza
enorme, se dedicaba a los más rudos trabajos, y parecía casi no
sentir cansancio. Hacía de sus rudos trabajos un apostolado para
salvar almas.
Tenía fama de que todos los
animales lo querían. En un largo viaje no se dio cuenta y se
acostó sobre un hormiguero, de hormigas muy bravas. Cuando se
despertó estas habían hecho un gran círculo a su alrededor, como
para protegerlo y ninguna lo había atacado. Un campesino tenía un
caballo que derribaba a todo el que quisiera montar en él, pero
cuando llegaba Fray Sebastián, el animal lo llevaba mansamente a
donde él quisiera. Un día tenía un plato de granos de trigo para
obsequiar a un pobre y vinieron las hormigas y se llevaron los
granos. Cuando el santo se dio cuenta empezó a decir: "Ay hermanas
hormigas, por favor devuélvanme mi trigo que es para un pobre". Y
cada hormiga fue trayéndole su granito hasta que le volvieron a
llenar el plato.
A los 95 años se le reventó
una hernia y se sintió morir. Pidió a los franciscanos que rezaran
el credo y cuando decían: "Creo en la resurrección de los muertos
y en la vida eterna"... se quedó muerto.
Muchísimos habitantes de
Puebla asistieron a su entierro. Dos veces fue desenterrado su
cadáver, y las dos apareció incorrupto. Al morir quedó su rostro
hermoso y alegre, como si estuviera vivo. Junto a su sepulcro se
obraron varios milagros. Fue beatificado en 1787.
Sebastián Aparicio:
recuérdales a los campesinos, a los comerciantes, a los
transportadores y a los sencillos trabajadores, que con el trabajo
humilde y sencillo de cada día se puede conseguir un altísimo
puesto en el cielo, si se ofrece todo por amor a Dios.
Dice Jesús: "Vengo y
traigo mi salario y pagaré a cada uno según su trabajo"
(Apocalipsis 22).