28 de Julio: Santa
María Josefa Rosello Fundadora. Año 1880.
Fuente: www.churchforum.org
Santa María Josefa
Rosello
Esta activísima mujer tuvo el consuelo de que al morir
ya había fundado 66 conventos de su comunidad. Es la fundadora de
las Hermanas de la Misericordia.
En un retrato que le fue
tomado, la santa aparece con un rostro firmemente perfilado y
lleno de energía; sereno, y con la alegría de quien espera
conseguir nuevos triunfos.
María Josefa nació en 1811
en Abisola, Italia, de familia pobre. Cuando todavía era muy
jovencita, su papá la llamaba "la pequeña capitana", porque
demostraba tener cualidades de líder y ejercía mucha influencia
entre sus compañeras.
Un día todas las personas
mayores del pueblo dispusieron irse en peregrinación a visitar un
santuario de la Virgen, en otra población. Cuando ya los mayores
se habían marchado, María Josefa organizó a las niñas de la
población y con ellas se fue cantando y rezando, en peregrinación
al templo del pueblo. Un joven subió a la torre e hizo repicar las
campanas, y así también los menores tuvieron su fiesta
religiosa.
Un par de esposos muy ricos
sufrían porque el marido estaba paralizado y no tenían quien le
hiciera de enfermera. Averiguaron qué mujer había de absoluta
confianza y les recomendaron a Josefa. Y ella atendió con el más
esmerado cariño al pobre paralítico durante ocho años. Los esposos
en pago a tantas bondades, dispusieron hacerla heredera de sus
cuantiosos bienes. Pero la joven les dijo que solamente había
hecho esto por amor a Dios, y no les recibió nada.
Nuestra joven sentía un gran
deseo de dedicarse a llevar una vida de soledad y oración, pero su
confesor le dijo que eso no era lo mejor para su temperamento
emprendedor. Entonces al saber que el señor obispo de Savona
estaba aterrado al ver que había tantas niñas abandonadas por las
calles, sin quién las educara, se le presentó para ofrecerle sus
servicios. Al prelado le pareció muy buena su oferta y la encargó
de conseguir otras jovenes que quisieran dedicarse a la educación
de niñas abandonadas. Y así en 1837 con ella y varias de sus
amigas quedó fundada la congregación de Nuestra Señora de la
Merced o de las Misericordias, con el fin de atender a las jóvenes
más pobres.
Con unos muebles viejos, una
casona casi en ruinas, cuatro colchones de paja extendidos en el
suelo, unos kilos de papas, un crucifijo y un cuadro de la
Santísima Virgen, empezaron su nueva comunidad. Y Dios la bendijo
tanto, que ya en vida de la fundadora se fundaron 66 casas de la
comunidad. Sus biógrafos dicen que María Josefa no hizo milagros
de curaciones, pero que obtuvo de Dios el milagro de que su
congregación se multiplicara de manera admirable. Cada vez que
tenía unos centavos sobrantes en una casa, ya pensaba en fundar
otra para las gentes más pobres.
La esposa del paralítico al
cual ella había atendido con tanta caridad cuando era joven, le
dejó al morir toda su grande herencia y con eso pudo pagar
terribles deudas que tenía y fundar nuevas casas.
La Madre Josefa tenía una
confianza total en la Divina Providencia, o sea en el gran amor
generoso con que Dios cuida de nosotros. Y aún en las
circunstancias más difíciles no dudaba de que Dios iba a
intervenir a ayudarla, y así sucedía.
En su escritorio tenía una
calavera para recordar continuamente en que terminan las bellezas
y vanidades del mundo.
Durante 40 años fue
superiora general, pero aún teniendo tan alto cargo, en cada casa
donde llegaba, se dedicaba a ayudar en los oficios más humildes:
lavar, barrer, cocinar, atender a los enfermos más repugnantes,
etc.
Ante tantos trabajos y
afanes se enfermó gravemente. El obispo se dio cuenta de que se
trataba de cansancio y exceso de trabajo. La envió a descansar
varias semanas, y volvió llena de salud y de energías para seguir
trabajando, por el Reino de Dios.
Los misioneros encontraban
muchas niñas abandonadas y en graves peligros y las llevaban a la
Madre Josefa. Y ella, aun con grandes sacrificios y endeudándose
hasta el extremo, las recibía gratuitamente para
educarlas.
Su gran deseo era el poder
enviar misioneras a lejanas tierras. Y la ocasión se presentó en
1875 cuando desde Buenos Aires, Argentina, le rogaron que enviara
a sus religiosas a atender a las niñas abandonadas. Y coincidió el
envío de sus primeras misioneras con el primer grupo de misioneros
salesianos que enviaba San Juan Bosco. Así que ellas en el barco
recibieron la bendición y los consejos de este gran santo que
estaba ese día despidiendo a sus primeros misioneros
salesianos.
También en América sus
religiosas fueron fundando hospitales, casas de refugio y obras de
beneficiencia.
Sus últimos años padeció muy
dolorosas enfermedades que la redujeron casi a total quietud. Y
llegaron escrúpulos o falsos temores de que se iba a condenar. Era
una pena más que le permitía Dios para que se santificara más y
más. Pero venció esas tentaciones con gran confianza en Dios y
murió diciendo: "Amemos a Jesús. Lo más importante es amar a Dios
y salvar el alma". El 7 de diciembre de 1880 pasó a la eternidad.
En 1949 fue declarada santa.
Que la Divina Providencia de
Dios envíe a su santa Iglesia muchas "capitanas" que, como María
Josefa Rosello, se dediquen a llenar el mundo de obras de
caridad.
Dijo Jesús:
"Id por todo el mundo y predicad el
Evangelio".