3 de Agosto: Santa
Juana de Chantal Fundadora. Año 1641.
Fuente: www.corazones.org
Santa Juana de
Chantal
Esta santa fue la más activa colaboradora de San
Francisco de Sales en la fundación de la comunidad de las Hermanas
de la Visitación.
Nació en Dijon, Francia, en
1572. Era hija del Presidente del Parlamento de esa región, el Sr.
Fremiot, hombre muy distinguido y apreciado. Su santa madre murió
cuando la niñá tenía apenas 18 meses, y toda la educación de la
futura santa en sus primeros años corrió por cuenta de su padre,
el cual supo encaminarla hacia la consecución de una gran
personalidad.
Cuando la niña tenía
aproximadamente unos ocho años, llegó a su casa un protestante, el
cual decía que no era posible que Dios convirtiera una hostia en
el cuerpo de Cristo. La jovencita le preguntó: "¿Sabe Ud. el
Credo?". - Claro que sí, respondió el otro- "¡Pués dígalo!" Y el
protestante empezó a decir: Creo en Dios Padre Todopoderoso... En
ese momento Juana lo interrumpió exclamando: -¡Uy, no diga Ud. eso
de que Dios es Todopoderoso!- ¿Por qué? - ¡Porque si Dios no puede
hacer que una hostia se convierta en el cuerpo de Jesucristo, ya
Dios no es Todopoderoso!- El otro no fue capaz de
responderle.
En 1592, al cumplir Juana
sus 20 años, se casó con el Barón de Chantal, un aguerrido militar
que poseía un castillo cerca al de la familia de la joven. En
adelante ella se llamará la Señora Fermiot de Chantal. Su
matrimonio transcurrió felizmente por nueve años, y tuvierón un
hijo y tres hijas. Pero en 1601 el esposo salió de cacería y a uno
de sus compañeros se le disparó el arma y lo hirió mortalmente. Ya
moribundo el Sr. Chantal hizo jurar a Juana que no tomaría ninguna
venganza contra el que lo había herido, y murió santamente. Ella
quedaba viuda de sólo 29 años y con cuatro hijos pequeños. Fue
después madrina de los hijos del que había matado a su marido, y
para demostrar que sí perdonaba totalemente, ayudó siempre a esa
familia.
Por dos años le pidió a
Nuestro Señor la gracia de encontrar un director espiritual que la
encaminara hacia la santidad. Y una vez en sueños vio a un
sacerdote alto y venerable, y oyó una voz que le decía: "Ese es".
- Ella no lo había visto nunca antes. Y en el año 1604 San
Francisco de Sales fue a la ciudad de Dijon a predicar la
Cuaresma, y Juana asistió a sus sermones, y tan pronto lo vio la
primera vez, se dio cuenta de que este era el sacerdote que le
había sido indicado en el sueño. Por su parte San Francisco fijó
su atención en una señora de riguroso luto que le atendía muy
esmeradamente su sermón y al terminar la predicación le preguntó
al Sr. Arzobispo quién era la tal señora.- "Es mi hermana - le
dijo el prelado - y mañana se la presento". Al día siguiente llevó
a su hermana Juana a visitar a Monseñor de Sales.
Desde el primer día en que
se encontraron, San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal,
se dieron cuenta de que estaban destinados a ayudarse fuertemente
en lo espiritual el uno al otro. La santa hizo con él una
confesión general de toda su vida, y le pidió que fuera su
director espiritual. Esta amistad santa la hará progresar mucho en
la perfección. El personal de servicio que había en el Castillo de
Dijon, donde Juana vivía (al lado de su suegro duro gruñón, que la
hizo sufrir muchísimo, pero del cual ella nunca se quejó),
comentaba: "Esta señora ha cambiado como la noche al día, desde
que recibe consejos del santo obispo de Sales. Ahora es mucho más
amable y bondadosa".
La viuda Juana se dedicó a
educar a sus hijos, y a administrar muy bien los bienes que le
había dejado su marido, y a repartir cuantiosas limosnas a los
pobres. Había hambre y escasez en el país y cada día una gran fila
de mendicantes llegaba al castillo a recibir abundante comida y
buenas atenciones médicas. Ella misma visitaba en sus ranchos a
los que estaban postrados y asistía a los enfermos más repugnantes
y abandonados. Todo el numeroso personal de trabajadores de sus
fincas rezaba las oraciones por la mañana y por la noche, asistía
a misa cada domingo y recibía instrucciones religiosas cada
semana. La amaban como a madre cariñosa.
Su inmenso deseo era el de
hacerse religiosa, pero San Francisco se oponía a ello, porque
primero tenía que educar bien a sus hijos. Finalmente cuando estos
ya estuvieron bien formados y preparados para triunfar en la vida,
el santo aceptó que se fuera de religiosa. Pero entonces su padre
y sus hijos se opusieron totalmente. El papa se le arrodilló
llorando, a suplicarle que no se alejara de los suyos, pero ella
seguía inconmovible en su determinación de seguir su vocación. Su
hijo se acostó en la puerta diciendo que tendría que pasar sobre
él si quería irse de religiosa. La valiente mujer, pasó sobre el
cuerpo de su muy amado hijo, y casi desmayada por su inmenso pesar
se alejó llorando y partió velozmente hacia el sitio en donde iba
a empezar su labor de religiosa. Todos sus parientes se alegrarán
después y se felicitarán por tener de familiar a una religiosa de
tanto prestigio y de tan grande santidad.
San Francisco de Sales había
preparado con muchos años de oración y de meditación la fundación
de una nueva comunidad de religiosas. Las llamó Hermanas de la
Visitación de la Sma. Virgen. El santo obispo encontró en Juana
Francisca la mujer ideal para que le dirigiera su comunidad de
mujeres. Así que en 1610, los dos santos emprendieron la fundación
de esta nueva Congregación que tantos triunfos religiosos le iba a
proporcionar a la Iglesia Católica. Esta comunidad tenía la
especialidad de que recibía personas aun con graves defectos, y
muy pobres, con tal de que tuvieran un fuerte deseo de llegar a la
santidad. San Francisco repetía que cada casa religiosa es un
hospital de almas a donde acuden quienes tienen el alma enferma,
pero desean conseguir su curación espiritual.
Pronto se hizo popular en el
mundo el Reglamento tan bondadoso y humano que el santo de Sales
redactó para sus religiosas de la Visitación. Se propuso que no
fuera "ni demasiado duro para las débiles, ni demasiado suave para
las fuertes". El santo quería que la bondad, la mansedumbre y la
humildad fueran las características o distintivos de sus
religiosas, y santa Juana y sus compañeras se propusieron llevar a
la práctica lo mejor posible estos ideales del santo
fundador.
Para ellas y para las demás
mujeres que desearan llegar a la santidad por medios fáciles y
sencillos, compuso San Francisco tres libros formidables que han
hecho inmenso bien en todo el mundo "La Práctica del amor de Dios"
(el preferido por Santa Juana), que la llevó a ella a un altísimo
grado de amor hacia nuestro Señor. "Las conversaciones
Espirituales" (que son las charlas que el santo les hacía a las
religiosas cuando iba a visitarlas y que la Madre Chantal y sus
compañeras fueron copiando cuidadosamente) y El arte de aprovachar
nuestras faltas que no fue redactado como libro por el santo, sino
que ha sido extractado de los centenares de cartas que el escribió
a las personas a las cuales proporcionaba dirección espiritual por
correspondencia. Estos escritos sumados a su libro más famoso "La
introducción a la Vida Devota" (o Filotea) llevaron a la Madre
Chantal y a sus compañeras a un altísimo grado de
espiritualidad.
Su padre, el Presidente
Fremiot, había formado a Juana con una rigidez especial, como
preparándola para terribilísimos problemas que se le pudieran
presentar en la vida, y esta formación le llegó muy oportuna,
porque el sartal de dificultades que le fueron llegando, parecía
interminable.
Primero fue la muerte
inesperada de su esposo en tan absurdo accidente y el aguantar
pacientemente por años a su suegro, viejo gruñón y cansón. Luego
su hijo Celso, al cual había preparado con tanto esmero, entró de
militar, y al salir a defender la patria contra los invasores
extranjeros y contra los herejes hugonotes, cayó muerto en la
batalla, dejando una viuda muy joven y una niña recién nacida (de
cuya formación tuvo que encargarse la madre Chantal). Una de sus
hijas se casó con un alto empleado de la corte, el cual murió
inesperadamente en una epidemia, y la joven esposa en medio de
grandes angustias murió al dar a luz a su primer hijo.
En 1622 murió San Francisco
de Sales, dejándola sola al frente de una numerosa Comunidad,
recién fundada, y luego llegó la peste que acabó con buena parte
de las religosas de su comunidad. Además de todo esto, la alta
sociedad no dejaba de criticarla y burlarse de ella por haber
entrado de religiosa (San Francisco le escribía una vez: "Si Ud.
se hubiera casado nuevamente con un señor riquísimo, la gente no
la criticaría, pero como se dedicó a servir al Creador del cielo y
de la tierra, ahora sí que la critican sin compasión. Ánimo:
trabajar y hacer el bien incansablemente, y dejar que murmuren
hasta que se revienten").
Cuando San Francisco de
Sales murió, se encargó de la dirección espiritual de Juana y de
sus religiosas, San Vicente de Paúl, y este santo dejó de ella el
siguiente retrato espiritual: "Era una mujer de gran fe y sin
embargo tuvo tentaciones contra la fe toda su vida. Aparentemente
había alcanzado la paz y la tranquilidad del espíritu, pero en su
interior sufría terribles pruebas, tentaciones abominables y una
sequedad espiritual que la hacía sufrir mucho. La vista de su
propia alma la atormentaba. Pero en medio de tan grandes
sufrimientos jamás perdió la serenidad y el buen genio, y todo lo
hacía por amor a Dios y por la salvación de las almas. Por eso la
considero como una de las almas más santas que haya habido sobre
la tierra". Magnífico elogio hecho por un gran santo, acerca de
una santa admirable.
En 1641 había visitado ya
uno por uno los 65 conventos que su comunidad tenía en varios
países. Tenía 69 años. Le había dicho a Nuestro Señor: "Puedes
destruir y cortar y quemar todo lo que en mí y en mi vida te
parezca que es necesario sacrificar para cooperar a la extensión
de tu reino". Y Dios le había aceptado su generoso ofrecimiento.
Extenuada y falta de fuerzas a causa de tanto trabajar y
sacrificarse por la salvación de las almas, expiró santamente el
13 de diciembre de ese mismo año, 1641. El Papa la declaró santa
en 1767.
Que Santa Juana nos consiga
de Dios la gracia de dedicar totalmente nuestra vida y nuestras
fuerzas y capacidades a propagar el Reino de Dios y a conseguir la
salvación de muchas almas.
Nadie tiene mayor
amor que quien sacrifica su vida por los demás (Jesucristo Jn. 15,
13).