11 de Agosto. Santa
Clara de Asís: Fundadora. Año 1253.
Fuente: www.churchforum.org
Clara significa: vida
transparente.
Nació en Asís, Italia, en 1193. Su conversión
hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San
Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó
en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener
plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las
riquezas y bienes materiales. En secreto se fue a buscar al santo
para pedirle que la instruyera en el modo de lograr conseguir la
perfección cristiana. El le dijo que había que desprenderse de
todo, la animó a dejar la vida de riquezas y comodidades que
llevaba y dedicarse a una vida pobre, de oración y
penitencia.
El Domingo de Ramos del año
1212 Clara asistió a la celebración pero estaba tan emocionada y
fuera de sí que no pasó a recibir la palma. Entonces el señor
obispo se fue para la banca donde ella estaba y le puso en sus
manos la palma bendita. Y aquella noche, a medianoche, acompañada
de una sirvienta, salió secretamente de su casa, (rica mansión de
familia muy acomodada) y se fue a dos kilómetros de distancia,
donde San Francisco vivía pobrísimamente en un sitio llamado La
Porciúncula. Allá la estaba aguardando el santo, el cual salió a
recibirla junto con sus frailes, llevando todos lámparas
encendidas y cantando de alegría.
De rodillas ante San
Francisco, hizo Clara la promesa de renunciar a las riquezas y
comodidades del mundo y de dedicarse a una vida de oración,
pobreza y penitencia. El santo, como primer paso, tomó unas
tijeras y le cortó su larga y hermosa cabellera, y le colocó en la
cabeza un sencillo manto, y la envió a donde unas religiosas que
vivían por allí cerca, a que se fuera preparando para ser una
santa monja.
Cuando los hermanos que eran
muy ricos y esperaban casar a Clara con algún millonario
hacendado, se dieron cuenta de la ausencia de la muchacha se
dedicaron a buscarla por todas partes. Al fin la encontraron en el
convento en donde se había refugiado y quisieron llevársela a la
fuerza. Ella se agarró a los manteles del altar, que se rasgaron
ante tanta violencia de los atacantes, y cuando se la iban a
llevar, Clara se descubrió la cabeza rapada y les dijo: "Por amor
a mi Cristo Jesús he renunciado totalmente a todo amor por lo
material y mundano". Los hermanos al verla así y tan resuelta,
desistieron de tratar de llevársela.
San Francisco hizo que Clara
se fuera a vivir junto a la Iglesia de San Damián en Asís, en una
pobre y humilde casita. Y he aquí que su hermana Inés y su propia
madre decidieron irse también de monjas con ella. Y muchas
muchachas más se dejaron atraer por esa vida de oración y
recogimiento, y así pronto el convento estaba lleno de mujeres
dedicadas a la santidad. Francisco nombró a Clara como superiora
de la comunidad, y aunque ella toda la vida trató de renunciara al
puesto de superiora y dedicarse a ser una sencilla monjita de
segundo orden, sin embargo por cuarenta años será la priora del
convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su
reemplazo mientras ella viva, y es que su modo de ejercer la
autoridad era muy agradable y lleno de caridad. Servía la mesa,
lavaba los platos, atendía a las enfermas, y con todas era como
una verdadera mamacita llena de compresión y
misericordia.
A los pocos años ya había
conventos de Clarisas en Italia, Francia, Alemania y
Checoslovaquia. Y estas monjitas hacían unas penitencias muy
especiales, inspiradas en el ejemplo de su santa fundadora que era
la primera en dedicarse a la penitencia. No usaban medias, ni
calzado, se abstenían perpetuamente de carne, y sólo hablaban si
las obligaba a ello alguna necesidad grave o la caridad. La
fundadora les recomendaba el silencio como remedio para evitar
innumerables pecados de lengua y conservarse en unión con Dios, y
alejarse de dañosas distracciones del mundo, pues si no hay
silencio, la mundanalidad se introduce inevitablemente en el
convento.
No contenta con las
mortificaciones que las demás monjitas hacían, Santa Clara ayunaba
a pan y agua los cuarenta días de cuaresma y los días anteriores a
las grandes fiestas. Y muchos días los pasó sin comer ni beber
nada. Dormía sobre una dura tabla y por almohada tenía un poco de
pasto seco. San Francisco y el obispo de Asís le mandaron que no
dejara pasar un día sin comer aunque fuera un pedazo de pan. Poco
a poco la experiencia le fue enseñando a no ser demasiado
exagerada en penitencias porque se le dañaba la salud. Y más tarde
escribirá a sus religiosas: "Recuerden que no tenemos cuerpo de
acero ni de piedra. Por eso debemos moderar los exagerados deseos
de hacer penitencias, porque la salud puede sufrir daños muy
serios".
Siguiendo las enseñanzas y
ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus
conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y
aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar
el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo
Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió:
"Santo Padre: le suplico que no me absuelva ni me libre de la
obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A
quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía
con aquellas palabras de Jesús: "Mi padre celestial que alimenta a
las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".
Hoy las religiosas Clarisas son 18,000 en 1,248 conventos en el
mundo.
Una vez llegaron unos
soldados mahometanos, terribles anticatólicos, a atacar el
convento, destrozar y matar. Las monjitas se fueron a rezar muy
asustadas; y Santa Clara que era extraordinariamente devota al
Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia
consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos sintieron en
ese momento tan terrible oleada de terror que salieron huyendo sin
hacerles mal. Otra vez los enemigos atacaban la ciudad de Asís y
querían destruirla. Santa Clara y sus monjitas oraron con toda fe
ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin
saber por qué.
27 años estuvo enferma
nuestra santa, pero su enfermedad la soportaba con paciencia
heroica. En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar.
El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera
tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta
santa monjita". Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle
sus consejos. San Francisco ya había muerto, y tres de los
discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Ángel y Fray
León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella
agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dedique a pensar y
meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los
dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me
consuelan".
El 10 de agosto del año 1253
a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo
a recibir su premio. Un día como hoy fue sepultada. Santa Clara
bendita: no dejes nunca de rogar a Dios por
nosotros.