21 de Octubre: San
Gerardo. Año 1755. Santa Úrsula, mártir.
Fuente: www.churchforum.org
San Gerardo. Hermano
Redentorista. Año 1755.
Gerardo quiere decir:
"Valiente para la defensa" (Del alemán: Ger = defensa. Ard =
valiente).
El Papa Pío XII dijo que San Gerardo es un modelo
admirable para los hermanos de las comunidades religiosas. Y León
XIII afirmaba que este santo es uno de los jóvenes más angelicales
que Dios ha dado a los hombres por modelo. Sólo vivió 29 años en
esta tierra pero llenó sus alrededores de hechos
admirables.
Nació en Muro, un pueblecito
cerca de Nápoles, Italia.
La mamá dijo de él: "Desde
pequeñito su mayor delicia era entrar al templo y rezar ante el
Santísimo Sacramento del
altar. Cuando estaba orando ante la Santa Hostia se olvidaba hasta
de ir a comer. En la casa en cualquier rato libre que tenía se
dedicaba a rezar. Parecía que le agradaba más pensar en el cielo
que en la tierra".
Cuando cumplió los diez
años, su confesor le dio permiso de comulgar cada tres días, caso
raro en esa época en que a causa de un error llamado jansenismo,
las gentes decían que no había que comulgar sino de vez en
cuando.
Cuando murió su padre,
Gerardo tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a aprender
sastrería. Fue tratado muy duramente por un compañero supremamente
áspero, pero jamás el otro logró que le respondiera a sus malos
tratos. Luego pasó a trabajar como obrero de un señor de la ciudad
y este lo trataba ásperamente y lo regañaba sin causa justa. Ni
una sola vez el joven protestó por este modo cruel de tratarlo.
Quería imitar a Jesús que cuando era ultrajado y tratado mal, se
quedaba en silencio.
Luego Gerardo puso una
sastrería, y las ganancias que conseguía las dividía en tres
partes iguales: una para su mamá, para los gastos de la casa. Otra
para los pobres y la tercera para pagar misas. Pagaba muchas misas
por las almas de los difuntos.
Cuando tenía 23 años
llegaron a su pueblo a predicar, unos padres redentoristas, y
Gerardo les pidió que lo admitieran en su comunidad como un
hermano lego. El superior de la misión no quería admitirlo, pero
al fin ante tantos ruegos, lo envió a la casa de formación con una
tarjeta que decía: "Allá les mando a Gerardo. Parece que es un
inútil". (Después el padre se arrepintió de haber escrito eso). En
el noviciado se dedicaba con tanto fervor a todo lo que tenía que
hacer, que los compañeros decían: "Gerardo es un loco o es un
santo".
San Alfonso de Ligorio,
fundador de la congregación de los redentoristas, lo admitió en su
comunidad y se dio cuenta de que era un alma muy agradable a Dios.
(San Alfonso se apareció después de muerto a Gerardo y lo curó de
una grave enfermedad). Fue admitido como religioso en 1752 y al
hacer sus tres votos o juramentos de castidad, pobreza y
obediencia, añadió un cuarto juramento: "hacer siempre lo que me
parezca que es más agradable a Dios".
Cuando era novicio una vez
un religioso entró a la capilla y oyó que Gerardo le decía a Jesús
en el sagrario: "Por favor: déjame que me vaya pues tengo mucho
qué hacer. Después seguimos charlando".
Su oficio en la comunidad
era el de sastre y enfermero, pero a los padres les gustaba
llevarlo a las misiones porque leía el estado de las conciencias
de las personas. A veces se bilocaba e iba a sitios lejanos a
darle algún mensaje a alguien que lo necesitaba, pero nadie lo
veía retirarse de su sitio de trabajo (bilocarse es estar en dos
sitios a la vez).
Cuando se quedaba en éxtasis
en oración no oía ni veía lo que sucedía a su alrededor. Lo único
que lo hacía volver en sí, era que lo llamara su superior. Un día
dijo: "En este momento están asesinando al arcipreste de Muro". Y
así sucedió, pero a 70 kilómetros de distancia de donde él estaba.
En Roma le leyó la conciencia y los pensamientos al secretario de
un alto dignatario y éste, aterrorizado ante semejante hecho
extraordinario, cambió de vida y se reconcilió con su esposa. En
toda la ciudad se comentaba el hecho.
Una vez fueron a buscarlo a
su habitación y no lo encontraron. Después el superior le preguntó
dónde había estado. "En mi habitación", dijo el humilde hermano.
"Pero allá fuimos y miramos por todas pares y no lo vimos".
Entonces él le contó que como era un día de retiro y quería orar
en paz, le había pedido a Dios que no lo vieran los que fueran a
buscarlo. El superior le dijo: "Por esta vez le perdono, ¡pero no
se le ocurra volver a pedir a Dios semejantes cosas!".
Un gran regalo del Espíritu
Santo a este sencillo hermanito lego fue el don de saber aconsejar
a los demás. Varias comunidades de religiosas obtuvieron permiso
para que Gerardo fuera a darles buenos consejos a través de las
rejas de sus conventos. Numerosos sacerdotes le escribían
pidiéndole consejo para casos difíciles.
Un grupo de religiosos hizo
una peregrinación de nueve días hacia un santuario sin llevar
dinero. No se afanaban por ello, pues llevaban consigo al hermano
Gerardo. Y aquel viaje fue una cadena de prodigios. Fueron y
volvieron y nada les faltó, y eso que no llevaban dinero pero
llevaban a un religioso que tenía mucha fe.
Una muchacha corrompida
acusó a Gerardo de que le había hecho malas propuestas. San
Alfonso lo llamó y le echó un regaño terrible y le prohibió
comulgar por varios días. Él no dijo ni una sola palabra en
defensa propia (recordaba que tampoco Jesús se defendió cuando le
inventaron falsas acusaciones en su sacratísima pasión). Después
la muchacha y su amante confesaron que todo lo que habían dicho
contra Gerardo era mentira. San Alfonso lo llamó y le dijo: "¿Por
qué no se defendió?". Padre – le respondió él – yo sabía que Dios
me iba a defender. Nuestro reglamento nos manda que no busquemos
disculpas cuando nos regañan".
El oficio preferido del
hermano Gerardo era el de portero, porque allí podía ayudar a los
mendigos y a mucha gente necesitada. Cuando él llegaba de portero
a una casa de su comunidad, la portería se veía asediada de
mendigos. Hasta 200 llegaban en un solo día, y él los atendía como
no lo hubiera hecho una madre. Tenía el arte de contentar a todos,
y era admirable su paciencia para soportar a los cansones y
pedigüeños. A todos regalaba alimentos o vestidos, y la gente no
se explicaba de dónde sacaba para repartir a tanta gente. Cuando
se acababan las provisiones se iba a la ciudad a pedirles a los
ricos para ayudar a los pobres.
Dicen que un día el Padre
Ecónomo lo regañó porque había repartido entre los mendigos todo
lo que había en la despensa para que comieran los religiosos. Pero
al llegar el Ecónomo a la despensa la encontró otra vez llena.
Un día la comunidad estaba
pasando una situación económica muy difícil. El santo se fue a la
capilla a rezar y al poco rato llegó un bienhechor a llevar una
buena cantidad de dinero, con el cual se solucionó la angustiosa
situación.
Sus últimos meses fueron una
mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis espirituales. Y con
admirable precisión anunciaba cosas que iban a suceder en lo
futuro y leía las conciencias de los que lo visitaban.
Avisó que moriría el 15 de
octubre, poco ates de la medianoche, y a esa hora murió. Era el
año 1755.
Gracias sean dadas a Dios
por los dones que concede a sus amigos, especialmente a aquellos
que son más humildes y sencillos y menos orgullosos y menos
vanidosos.
Dios concede sus gracias a
los humildes (S. Biblia. S. 4).
Santa Úrsula,
mártir
Alemana (fechas
desconocidas). Según un relato cincelado en una lápida de Colonia,
en el siglo IV fue martirizado un grupo de doncellas cristianas.
Cuatrocientos años después, los relatos sobre esas mujeres dieron
lugar a esta leyenda. Úrsula, hija de un rey inglés, era
cristiana, y se había fijado la fecha de su boda con un príncipe
pagano. Para posponer las nupcias, abordó un barco junto con sus
damas de compañía y emprendió una peregrinación a Roma. En
Colonia, ella y sus doncellas (entre una docena y mil) fueron
atacadas por los hunos. Úrsula rechazó la propuesta de matrimonio
del cabecilla de los bárbaros y todas fueron asesinadas. Es
patrona de las jóvenes y colegialas.