30 de Octubre San
Alonso Rodríguez. Viudo y portero. Año 1617.
Fuente: www.churchforum.org
Alonso significa: "pronto
para hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons:
prontitud).
El santo de hoy es un caso típico. Viudo,
comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en
las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia
(España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando nuestro santo aún era
un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el
Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y
se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía
del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez,
y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran
apóstol le fue de enorme provecho para su
santificación.
Alonso fue después a
estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su
padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin
embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de
negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese
oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una
llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde
sí iba a conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer
muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a
nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un
hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los
negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo
pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de
vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le
faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos
bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos
hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales
le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y
oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le
fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos
horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario
pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la
imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las
enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a
contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en
esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una
existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a
la meditación y a obras de caridad a favor de los
pobres.
Luego murió su único hijo.
Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor
le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría
en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los
lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que
les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación.
Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su
hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos
peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a
renunciar a todo e irse de religioso.
Alonso pidió a los padres
jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería
recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y
además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase.
Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y
lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba
a llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a
la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de
Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo
atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda
clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran
colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en
los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil
comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron
y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del
hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el
contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes
personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía
juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos
viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes,
médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y
multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el
hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a
recibir en otras partes.
Alonso Rodríguez se propuso
ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a
Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le
preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos
inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de
prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación".
Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido
aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan
bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu
Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente
bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más
humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona"
(Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas
dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable:
"Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un
comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo
admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos
que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en
Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro
Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella
casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le
decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en
Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a
Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro
Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo
olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso,
en Mallorca.
San Pablo decía que para que
no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su
carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando
le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él,
rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le
producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando.
Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa
llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el
que llegaba. Alonso rezaba siempre.
Un día cuando sus
tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al
pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín:
"Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios,
acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones
desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima
Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se
dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios
rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos
diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora
hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces,
llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas
enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que
había días en que los sentía tan presentes junto a él como si
hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo
allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.
Con autorización de sus
superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus
experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles
que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un
colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las
gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus
consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus
penas.
Cuando ya era muy anciano y
estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta
era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a
América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y
salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que
llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a
su puesto.
Otro día el superior, que
sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano
Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan
molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de
rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el
Padre Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de octubre de 1617
sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir
la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría,
y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31
de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo
en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.
Gracias Señor por estos
modelos admirables que nos presentas en tus santos. Haz que
queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos
ejemplos.