31 de Enero San Juan
Bosco, educador (+1888).
Fuente: www.churchforum.org
San Juan Bosco nació en
Castelnuovo, Italia, bastante al norte de Roma.
Su padre Francisco, un
sencillo campesino, murió cuando Juanito apenas tenía dos años y
medio. La mamá, Margarita, analfabeta y muy pobre, tuvo que
encargarse ella sola de levantar a sus dos pequeños hijos, Juan y
José, y al hermanastro Antonio, hijo de un primer matrimonio de
Francisco, y cuidar además de la anciana suegra, paralizada en una
silla.
Mamá Margarita resultó ser
una gran educadora. En casa tenían que aguantar hambre y faltaban
muchas cosas materiales pero había mucho amor y una gran
religiosidad. Cada madrugada se rezaba el rosario y Juanito Bosco
ya a los seis años lo sabía entonar muy bien. Cada noche se leía
la vida de un santo y una página de alguna publicación que hablara
de misiones o de misioneros.
Los niños crecieron amando y
reverenciando grandemente al buen Dios. Cuando los campos estaban
florecidos o las noches eran muy estrelladas o llovía suavemente,
mamá Margarita les decía: "Miren qué bueno y generoso es nuestro
Padre Dios". Cuando hacía tormenta y estallaban truenos y
deslumbraban los relámpagos, o caían fuertes granizadas o zumbaba
el huracán, la mamá les recordaba: "Qué poderoso es nuestro Dios.
No lo disgustemos nunca, porque puede estallar de pronto su ira
contra nosotros".
Juanito Bosco deseaba mucho
estudiar pero en la vereda no existían escuelas y no había dinero
para ir al pueblo a estudiar. Un tío campesino le enseñó a leer, y
el niño Bosco empleaba todas las horas libres que le dejaban los
trabajos del campo en leer y aprender el catecismo y la Historia
Sagrada.
A los 9 años tiene Juanito
Bosco el primero de sus 159 sueños proféticos. Se le aparece
Nuestro Señor junto con la Virgen María y le presentan un montón
de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le muestra
una multitud de jóvenes y le dicen: "Este será tu oficio: cambiar
jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan
dóciles como corderitos".
A Juan Bosco sus estudios le
cuestan verdaderos sacrificios. No porque no tuviera cualidades,
pues poseía una memoria prodigiosa que le permitía recordar todo
lo que leía y escuchaba, sino porque su pobreza era total. Tuvo
que pedir limosnas entre los vecinos para poder asistir al
colegio. Nunca supo lo que fue comprar libros nuevos o estrenar
vestidos. Todo era de segunda mano. Pero esta pobreza lo hará
enormemente comprensivo más tarde con los jóvenes pobres carentes
de medios económicos para poder estudiar, y lo llevará a dedicar
toda su vida a procurar facilidades de estudio para los niños más
necesitados.
Sus tres grandes amores
serán siempre Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Sumo
Pontífice. De ellos habla continuamente y logra entusiasmar a sus
discípulos de manera admirable por estos tres grandes valores del
catolicismo: Jesús en la Sagrada Eucaristía, la Virgen Santísima,
y el Santo Padre el Papa.
Su don de hacer milagros es
un caso excepcional. Para su canonización se presentaron 650
milagros obrados por él, narrados con juramentos por testigos
presenciales. Y después de muerto ha obtenido milagros portentos
en favor de sus devotos. El decía y repetía: "Yo no hago milagros.
Solamente rezo y hago que invoquen con fe a María Auxiliadora y
Ella va donde su Hijo, y Cristo Jesús es el que obra
maravillas".
Una cualidad admirable: su
interés por la salvación de la juventud. El entusiasmo de San
Bosco por la juventud es más único que raro. Desde su infancia
ejerce una influencia muy notoria entre sus compañeros. Niño que
se hacía amigo de Juanito Bosco se hacía mejor. Y después durante
los 47 años de su sacerdocio parece que no vive sino para la
juventud. Se gana de tal manera el cariño de los jóvenes, que es
difícil encontrar en toda la historia de la humanidad, después de
Jesús, un educador que haya sido tan amado como Don Bosco. Los
jóvenes llegaban hasta pelear unos contra otros afirmando cada uno
que a él lo amaba el santo más que a los demás. En su trato era
puro como un ángel, pero extraordinariamente afectuoso. Todos se
daban cuenta de que su preocupación era salvar el alma de cada uno
de sus discípulos, y para lograr esto estaba resuelto a cualquier
sacrificio por grande que fuera.
Otra cualidad impresionante
de Don Bosco fue su alegría. Los muchachos de la calle lo
llamaban: "Ese es el Padre que siempre está alegre. El Padre de
los cuentos bonitos". Su sonrisa era de siempre. Nadie lo
encontraba jamás de mal humor y nunca se le escuchaba una palabra
dura o humillante. Hablar con él la primera vez era quedar ya de
amigo suyo para toda la vida.
Un don especial: el don del
consejo. El Espíritu Santo le concedió a Don Bosco la gracia de
que sus palabras hicieran enorme bien a los que lo escuchaban.
Durante casi 50 años pidió cada día a Dios "La eficacia de la
palabra", y obtuvo este favor de manera extraordinaria. Un consejo
suyo cambiaba a las personas. Y lo que decía eran cosas
ordinarias.
Con medios materiales
insignificantes realizaba grandes obras. Con tres monedas empezó
un templo, que costaba 300 millones y en cuatro años lo logró
levantar. Le agradaba repetir: "Cada ladrillo de este templo es un
milagro de María Auxiliadora".
Con algunos de los muchachos
pobres que iba educando logró fundar una Comunidad para educar a
la juventud pobre. A sus religiosos les puso el nombre de
"Salesianos" en honor del santo más amable que ha existido después
de Jesucristo: San Francisco de Sales. Es que necesitaba que sus
educadores imitaran a este amable santo en tratar bien a los
destinatarios. Los salesianos son ahora 17,000 en 105 países, con
1,300 colegios y 300 parroquias.
También fundó San Juan Bosco
a las Hermanas Salesianas, Hijas de María Auxiliadora, las cuales
son 16,000 en 75 países y se dedican a educar a la juventud
pobre.
Una labor queridísima para
Don Bosco fue siempre la difusión de las buenas lecturas. El mismo
escribió más de 40 libros y uno de ellos, el que se titula: "El
joven Instruido", alcanzó durante la vida de su autor más de 50
ediciones y llegó al millón de ejemplares, lo cual era mucho para
el siglo pasado cuando la imprenta no estaba tan desarrollada como
ahora. El decía que Dios lo había enviado al mundo para educar a
los jóvenes pobres y para propagar buenos libros. Sus salesianos
tienen ahora en el mundo 65 imprentas y publican millones de
libros religiosos a precios módicos para el pueblo. Los escritos
de San Juan Bosco agradaban mucho a la gente porque eran sumamente
sencillos y fáciles de entender. El santo repetía: "Propagad
buenos libros. Sólo en el cielo sabréis el gran bien que produce
una buena lectura".
Muy famosos fueron los
sueños de Don Bosco. (En Italia a los sacerdotes les dicen Don.
Por eso a San Juan Bosco todas las gentes lo llamaban Don Bosco).
Los sueños que él narró a sus discípulos son 159, y están
coleccionados en un bello libro cuya lectura impresiona y hace un
enorme bien. En sus sueños veía con admirable precisión el futuro.
Durante 40 años todas las muertes que sucedieron en su enorme Obra
educativa de Turín (y que fueron más de 40) las anunció con
exactitud impresionante. Veinte años antes de empezar a construir
el majestuoso Templo a María Auxiliadora, lo vio en sueños con
todos sus detalles y en el sitio exacto en el que después fue
construido. Y en ese tiempo no había conseguido ni siquiera un
metro de aquellos terrenos. Veía en sueños el estado exacto de la
conciencia de sus discípulos y después los llamaba y les hacía una
descripción tan completa de los pecados que ellos habían cometido,
que muchos aclamaban emocionados: "Si hubiera venido un ángel a
contarle toda mi vida no me habría hablado con mayor
precisión".
Fue un perpetuo limosnero en
favor de los pobres. Le costaba mucho sacrificio salir a pedir,
pero los pobres aguantaban hambre y los niños desamparados
necesitaban ayuda para sus estudios, y por eso salía continuamente
a buscar personas acomodadas para pedirles sus ayudas económicas,
y se las daban en grandes cantidades. Al final de su vida tenía
más de 100,000 niños pobres educándolos en sus obras de
beneficencia. La Virgen María le dijo en un sueño: "Por dos graves
faltas se pierden muchos creyentes: por pecados de impureza y por
lo ayudar generosamente a los necesitados".
Otra gran obra de San Juan
Bosco fue su trabajo por las Vocaciones Sacerdotales. Al final de
su vida hizo cuentas y llegó a constatar que seis mil de sus
discípulos se hicieron sacerdotes. Es una cifra difícil de igualar
en la vida de un apóstol. Ojalá Dios nos concediera poder imitarlo
en el apostolado de conseguir vocaciones y de ayudar a quienes
manifiestan deseo de dedicarse al apostolado.
Sus últimas recomendaciones
fueron: "Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María
Auxiliadora y veréis lo que son milagros. Ayudad mucho a los niños
pobres, a los enfermos, a los ancianos y a la gente más
necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones y ayudas de Dios.
Os espero a todos en el Paraíso".
Sus últimas palabras, la
noche anterior al día de su muerte fueron: Jesús, María, mañana,
mañana…
Murió en la madrugada del 31
de enero de 1888. Ese mismo día junto a su cadáver se obraron
prodigios y curaciones. Durante tres días la ciudad de Turín
desfiló ante su cadáver. A su entierro asistieron muchos obispos,
300 sacerdotes y 300,000 fieles.
Fueron tantos los milagros
conseguidos al encomendarse a Don Bosco que el Sumo Pontífice lo
declaró santo cuando apenas habían pasado 46 años de su muerte (en
1934) y lo declaró Patrono de los que difunden buenas lecturas y
"Padre y maestro de la juventud".
San Juan Bosco es patrono
muy especial de los que necesitan conseguir empleo o de los que
buscan facilidades de estudio para los jóvenes y al rezar su
Novena o encomendarse a él con mucha fe se obtienen cada año miles
de favores extraordinarios en muchos sitios del mundo.
Ojalá podamos leer "La
autobiografía de San Juan Bosco". Es impresionante.
Padre amabilísimo: San Juan
Bosco: que nos lleguen también esas cualidades tan maravillosas
que Dios te regaló y de las cuales sacaste tanto bien para la
salvación de las almas. Padre amado: rogad por todos
nosotros.