24 de Noviembre. San
José Pignatelli. Restaurador de los Jesuitas. Año
1811.
Fuente: www.churchforum.org
El mérito especial de este
santo fue el de conservar lo que quedaba de la Compañía de Jesús
(que es la Comunidad religiosa más numerosa en la Iglesia
Católica) y tratar de que los religiosos de esa comunidad pudieran
sobrevivir, a pesar de una terrible persecución.
De familia
italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Se hizo jesuita y
empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad,
especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los
presos.
En 1767 la masonería mundial
se puso de acuerdo para pedir a todos los gobernantes que
expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas. El rey Carlos III
de España obedeció las órdenes masónicas y declaró que de España y
de todos los territorios de América que dependían de ese país
quedaban expulsados los jesuitas. Con este decreto injusto le hizo
un inmenso mal a muchas naciones y a la Santa Iglesia
Católica.
El Padre José Pignatelli y
su hermano, que eran de familia de la alta clase social,
recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la
condición de que se salieran de la Compañía de Jesús. Ellos no
aceptaron esto y prefirieron irse al destierro. Se fueron a la
Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla y de
allá también los expulsaron.
En 1774 Clemente XIV por
petición de los reyes de ese tiempo dio un decreto suprimiendo la
Compañía de Jesús. Como efecto de ese Decreto 23,000 jesuitas
quedaron fuera de sus casas religiosas.
El Padre Pignatelli y sus
demás compañeros, cuando oyeron leer el terrible decreto
exclamaron: "Tenemos voto de obediencia al Papa. Obedecemos sin
más, y de todo corazón".
Durante los 20 años
siguientes la vida del Padre José y la de los demás jesuitas será
de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones económicas
sumamente difíciles (como los demás jesuitas dejados sin su
comunidad), pero siempre sereno, prudente, espiritual, amable,
fiel.
Se fue a la ciudad de
Bolonia y allí estuvo dedicado a ayudar a otros sacerdotes en sus
labores sacerdotales, y a coleccionar libros y manuscritos
relacionados con la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda a sus
compañeros de religión. Muchos de ellos estaban en la miseria y si
eran españoles no les dejaban ni siquiera ejercer el sacerdocio.
Un día al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le
dijo que aquello lo habían construido con lo que les habían
quitado a los jesuitas, y Pignatelli respondió: "Entonces deberían
ponerle por nombre "Haceldama", porque así se llamó el campo que
compraron con el dinero que Judas consiguió al vender a
Jesús.
Cuando los gobiernos de
Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la emperatriz de
Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el decreto que
mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió allá a varios
religiosos de esa comunidad. El Padre Pignatelli con permiso del
Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la
ayuda de ellos empezó a organizar otra vez a los jesuitas en
Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia y allá
eran recibidos en la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia
lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII
aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra
vez, aunque fuera bajo cuerda y en gran secreto.
El Padre Pignatelli oraba y
trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a
renacer. En 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles
fuera restablecida la Compañía de Jesús. Fue nombrado Provincial.
Con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró
restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en
Cerdeña.
Ya estaba para conseguir que
el Sumo Pontífice restableciera otra vez la Compañía de Jesús,
cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII al destierro.
El Padre Pignatelli murió en
1811 sin haber logrado que su amada Comunidad religiosa lograra
volver a renacer plenamente, pero tres años después de su muerte,
al quedar libre de su destierro el Papa Pío VII y volver libre a
Roma, decretó que la Compañía de Jesús volvía a quedar instituida
en todo el mundo, con razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli
"el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes,
con la que empezó a existir nuevamente". Los Jesuitas lo recuerdan
con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos a Dios que a esta
comunidad y a todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia
Católica las conserve llenas de un gran fervor y de grandísima
santidad.
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