26 de Noviembre. San
Leonardo de Puerto Mauricio. Predicador. Año
1751.
Fuente: www.churchforum.org
Este santo ha sido uno de
los mejores predicadores que ha tenido Italia, y logró popularizar
por todo el país el rezo del santo Víacrucis.
Nació en Puerto
Mauricio (Italia) en 1676.
Estudió con los jesuitas en
Roma. Y a los 21 años logró entrar en la Comunidad de los
franciscanos. Una vez ordenado sacerdote se dedicó con gran éxito
a la predicación pero uniendo este apostolado al más estricto
cumplimiento de los Reglamentos de su comunidad, y dedicando
largos tiempos al silencio y a la contemplación. Decía que hay que
hacer penitencia para que el cuerpo no esclavice el alma y que es
necesario dedicar buenos tiempos al silencio para tener
oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar sus
mensajes.
Fue nombrado superior del
convento franciscano de Florencia y allí exigía la más rigurosa
obediencia a los severos reglamentos de la comunidad, y no recibía
ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la celebración de las
misas. Como penitencia, él y sus frailes vivían únicamente de lo
que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Su
convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos empezó
a predicar grandes misiones por pueblos, campos y
ciudades.
Un párroco escribía:
"Bendita sea la hora en que se me ocurrió llamar al Padre Leonardo
a predicar en mi parroquia. Sólo Dios sabe el gran bien que ha
hecho aquí. Su predicación llega al fondo de los corazones. Desde
que él está predicando no dan abasto todos los confesores de la
región para confesar los pecadores arrepentidos".
El Padre Leonardo fundó una
casa en medio de las más solitarias montañas, para que allá fueran
a pasar unas semanas los religiosos que desearan hacer una época
de desierto en su vida. En esta casa había que guardar el más
absoluto silencio y no comer carne, sino solamente frutas y
verduras. Había que dedicar bastante tiempo al rezo de los salmos,
y hubo varios religiosos que rezaron allí hasta nueve horas
diaria. Volvían a sus casas totalmente enfervorizados. El mismo
santo se iba de vez en cuando a esa soledad a meditar, en absoluto
silencio, y decía: "Hasta ahora he estado predicando a otros. En
estos días tengo que predicarle a Leonardo".
Se fue a Roma a predicar
unos días y allá lo tuvo el santo Padre predicando por seis años
en la ciudad y sus alrededores. Al fin el Duque de Médicis, envió
un navío con la orden expresa de volverlo a llevar a Florencia
porque allá necesitaban mucho de su predicación. Las gentes
acudían en tal cantidad a escuchar sus sermones, que con
frecuencia tenía que predicar en las plazas porque los oyentes no
cabían en los templos. Las conversiones eran numerosas y
admirables.
San Leonardo estimaba
muchísimo el rezo del Santo Viacrucis (las 14 estaciones del viaje
de Jesús hacia la cruz). A él se debe que esta devoción se
volviera tan popular y tan estimada entre la gentes devota. Como
penitencia en la confesión ponía casi siempre rezar un Viacrucis,
y en sus sermones no se cansaba de recomendar esta práctica
piadosa. En todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas
solemnemente las 14 estaciones del Viacrucis.
Logró erigir el Viacrucis en
571 parroquias de Italia.
Otras tres devociones que
propagaba por todas partes eran la del Santísimo Sacramento, la
del Sagrado Corazón de Jesús y la del Inmaculado Corazón de María.
En este tiempo esas devociones estaban muchísimo menos
popularizadas que ahora. A San Leonardo se le ocurrió una idea que
después obtuvo mucho éxito: recoger firmas en todo el mundo para
pedirle al Sumo Pontífice que declarara el dogma de la Inmaculada
Concepción. Esto se hizo después en el siglo XIX y el resultado
fue maravilloso: millones y millones de firmas llegaron a Roma, y
así los católicos de todo el mundo declararon que estaban
convencidos de que María sí fue concebida sin pecado
original.
Daba dirección espiritual a
muchas personas por medio de cartas. Se conservan 86 cartas que
dirigió a una misma persona tratando de llevarla hacia la
santidad.
Se le encomendó ir a
predicar a la Isla de Córcega que estaba en un estado lamentable
de abandono espiritual. Fue la más difícil de todas las misiones
que tuvo que predicar. Él escribía: "En cada parroquia encontramos
divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la
misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos
años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son
disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es
que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo,
los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes.
El Sumo Pontífice lo mandó
volver a Roma para que se dedicara a predicar Retiros y Ejercicios
a religiosos y monjas. Y el éxito de sus predicaciones era
impresionante.
San Leonardo logró entonces
cumplir algo que había deseado durante muchos años: poder erigir
un Viacrucis en el Coliseo de Roma (que era un estadio inmenso
para los espectáculos de los antiguos romanos, en el cual cabían
80,000 espectadores. Fue construido en tiempos de Vespasiano y
Tito, año 70, y siempre había estado destinado a fines no
religiosos. Sus impresionantes ruinas se conservan todavía). Desde
San Leonardo se ha venido rezando el Viernes Santo el Viacrucis en
el Coliseo, y casi siempre lo preside el Sumo Pontífice. El santo
escribió entonces: "Me queda la satisfacción de que el Coliseo
haya dejado de ser simplemente un sitio de distracción, para
convertirse en un lugar donde se reza".
Ya muy anciano y muy
desgastado de tanto trabajar y hacer penitencia, y después de
haber pasado 43 años recorriendo todo el país predicando misiones,
tuvo que hacer un largo viaje en pleno invierno. El Sumo Pontífice
le mandó que ya no viajara a pie, sino en carroza, pero por el
camino se destrozó el carruaje en el que viajaba y tuvo que seguir
a pie, lo cual lo fatigó inmensamente.
El 26 de noviembre llegó a
Roma y cayó en cama. En seguida envió un mensaje al Papa
contándole que había obedecido su orden de volver a esa ciudad. A
las nueve de la noche llegó un Monseñor con un mensaje muy
afectuoso del Sumo Pontífice y una hora después murió nuestro
santo. Era el año 1751.