7 de Febrero San
Tobías (año 700 a. C.)
Fuente: www.churchforum.org
Tobías significa: "Dios es
bueno". Uno de los libros más agradables de la Sagrada Escritura
es el de Tobías. Si abrimos nuestra Biblia, allá donde el índice
nos dice que está el Libro de Tobías y nos dedicamos a leerlo,
pasaremos ratos verdaderamente agradables en esta lectura. Allí se
cuenta lo siguiente:
Tobías fue siempre un exacto
cumplidor de sus deberes religiosos. Siendo todavía muy joven,
cuando sus familiares se apartaron de la verdadera religión y
empezaron a adorar al becerro de oro, él en cambio nunca quiso
adorar ese ídolo y era el único que en su familia iba en las
grandes fiestas a Jerusalén a adorar al verdadero Dios. Y siempre
daba la décima parte de lo que ganaba para el templo y para los
pobres.
Se casó con una mujer de su
propia religión, llamada Ana, y tuvo un hijo al cual le puso
también el nombre de Tobías.
Cuando el pueblo de Israel
fue llevado cautivo a Nínive, Tobías tuvo que ir también allá en
destierro, pero allá le concedió Dios la simpatía de los
gobernantes y llegó a ocupar un alto puesto en la administración
del gobierno. Aprovechó el buen sueldo que tenía para hacer sus
buenos ahorros y prestó a un amigo suyo, que vivía en una ciudad
lejana, los dineros que había logrado conseguir.
Después hubo cambio de
gobierno y el nuevo rey, llamado Senaquerib, atacó a Jerusalén,
pero por milagro de Dios no pudo tomarla, y volvió lleno de rabia
a Nínive y empezó a perseguir a los israelitas que allí había.
Quitó el cargo a Tobías y éste quedó en pobreza.
El rey hizo morir a muchos
israelitas y prohibió que los sepultaran, pues quería que los
dejaran en los campos para que los devoraran los cuervos. Pero
Tobías, que era muy piadoso y muy caritativo, se dedicó de noche a
sepultar los cadáveres de sus paisanos. Y un día volvió a casa muy
cansado de estos trabajos y se sentó junto a una pared y se quedó
dormido. Y arriba había un nido de golondrinas y de allá le cayó
estiércol caliente en los ojos y quedó ciego. Y así estuvo por 4
años.
Como Tobías estaba ciego, su
esposa tuvo que emplearse en una fábrica de tejidos, para ganar el
sustento. Y un día a ella le regalaron un cabrito. Tobías al oír
balar al animalito le dijo a la mujer: "Cuidado, no sea que te
hayas robado ese cabrito. Si es ajeno hay que devolverlo, porque
preferimos ser totalmente pobres a tener que quitar a alguien
nada". La esposa al oírle esto lo insultó y le dijo: "¿De qué le
han servido tantas limosnas que regalaba y tantas oraciones que
rezaba? Mire a qué estado tan desdichado ha llegado".
Tobías, lleno de tristeza
ante estas palabras, se retiró a llorar y rezaba diciendo: "Dios
mío, todos estos sufrimientos nos llegan por los pecados que hemos
cometido. Señor, apiádate de mí, y si he de seguir sufriendo
tantas humillaciones, más bien acuérdate de mí, y llévame hacia
Ti".
Mientras tanto, allá, en una
ciudad lejana, una joven estaba también siendo humillada
terriblemente. Se llamaba Sara. Se había casado siete veces, pero
cada vez que se casaba, antes de que su esposo se le acercara
llegaba el demonio Asmodeo y mataba al hombre. Y un día Sara
regañó justamente a una sirvienta, y ésta, para desquitarse, le
dijo: "Que nadie vea hijos tuyos, porque eres una asesina de siete
maridos". Al oír semejante infamia, la joven Sara se fue a la
azotea a llorar y hasta le llegó el deseo de suicidarse, pero
rechazó este mal pensamiento porque aquello traería muchos
sufrimientos a sus padres. Entonces oró a Dios diciendo: "Señor,
tú sabes que yo he hecho siempre lo mejor posible por tener un
buen comportamiento. Oh Señor, si he de seguir escuchando
semejantes insultos de la gente, prefiero más bien que me lleves a
Ti y me saques de esta vida. Pero si crees que lo mejor es que yo
siga viviendo en esta tierra, te suplico que me libres de esta
pena tan grande".
Y las dos oraciones llegaron
al mismo tiempo al cielo. La de Tobías, que había sido humillado,
y la de Sara, que había sido insultada. Y Dios dispuso responder a
estas dos plegarias enviándoles un ángel a ayudarlos.
En aquel tiempo se acordó
Tobías de que el amigo Gabael que vivía en una ciudad lejana le
debía dinero que él le había prestado. Y llamó a su hijo Tobías y
le dijo: "Vaya a la plaza y busque un buen hombre que lo quiera
acompañar durante el largo y peligroso viaje, y dígale que le
pagaremos el sueldo debido durante todo el tiempo que dure el
viaje".
Y entonces envió Dios al
ángel San Rafael disfrazado de hombre, el cual se le ofreció a
Tobías para acompañarlo en el largo recorrido. Tobías padre lo
aceptó porque parecía ser muy buena persona.
Antes de que su hijo se
despidiera para partir, Tobías le dio estos consejos: "Tu mejor
tesoro será siempre tener temor de ofender a Dios, y alejarte de
todo pecado. Te conviene pedir siempre consejo a los que son
prudentes y bien instruidos. Debes bendecir a Dios en toda
circunstancia. Pídele que sean buenos todos tus comportamientos y
que lleguen a buen fin tus proyectos. Te aconsejo que compartas
tus alimentos con los hambrientos y tus comodidades con los que no
las tienen. Todo cuanto no necesites debes darlo a los pobres. No
hagas nunca a nadie lo que no quieres que te hagan a ti. Jamás se
te vaya a ocurrir casarte con una mujer que no sea de nuestra
santa religión. No pierdas el tiempo, porque la ociosidad es la
madre de la miseria. Haz limosnas con generosidad, pero con
alegría y sin echar en cara lo que regalas. Recuerda que el dar
limosna libra de muchos males. Trata siempre con mucho cariño a tu
madre. Recuerda lo mucho que ella ha sufrido por ti. Recuerda que
si te esfuerzas por pórtate bien, el Señor Dios te concederá
muchos éxitos".
Bendecido por su padre
emprendió Tobías a la lejana ciudad de Ragués, acompañado por el
ángel Rafael. La mamá lloraba mucho y estaba desconsolada, pero
Tobías le decía: "No te afanes tanto, que Dios, que nos ama y nos
protege, hará que nuestro hijo logre ir y volver sin que le suceda
nada malo".
Y al llegar al río Tigris,
Tobías entró al agua, pero un enorme pez se le lanzó a morderlo.
El ángel le gritó: "Agarre fuerte al pez y láncelo fuera". Así lo
hizo. Y en seguida Rafael le dijo: "Ábralo y sáquele la hiel, y el
corazón, que nos van a ser muy útiles". Tobías sacó la hiel y el
corazón del pez y los envolvió y los guardó.
Al llegar a la ciudad de
Ecbatana, se hospedaron en casa del israelita Raguel, padre de
Sara, la joven que había orado con tanta tristeza. Tobías se
enamoró de Sara, pero Raguel le contó que el demonio había matado
a los otros siete que habían tratado de casarse con ella. Rafael
le dijo a Tobías que podía casarse tranquilamente, pues él
alejaría al demonio Asmodeo. Se celebraron las bodas muy
festivamente y Tobías y Sara rezaron con mucha fe pidiendo a Dios
que bendijera su matrimonio. Tobías dijo: "Señor: tú sabes que no
me caso por satisfacer mis pasiones, sino por formar un hogar
donde se honre al verdadero Dios y se practique la verdadera
religión". Y Sara también rezó encomendando a Dios su nuevo hogar.
Y el ángel Rafael ató al demonio Asmodeo y lo llevó a un desierto
y no permitió que les hiciera daño a los esposos.
Mientras en la familia se
celebraban fiestas en honor de los desposados, el ángel Rafael fue
hasta donde vivía Gabael y presentándole el recibo de Tobías,
cobró el dinero que le debía y lo trajo. Y con este dinero y con
toda la herencia que los papás de Sara le dieron a su hija se
dispusieron a regresar a Nínive.
Tobías y su esposa Sara
volvieron a Nínive, donde los ancianos padres estaban ya muy
angustiados por su ausencia. El ángel le dijo: "Tan pronto te
encuentres con tu padre, refriégale en los ojos la hiel del
pescado". Así lo hizo el joven, y apenas su padre lo abrazó, el le
refregó por los ojos la hiel, y se le cayeron unas escamas y
recobró la vista y empezó a bendecir a Dios delante de
todos.
Tobías le dijo a su hijo:
¿qué le daremos a este compañero tan bueno que tantos favores nos
ha hecho? Démosle la mitad de todo lo que hemos conseguido. Pero
el ángel les dijo: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que
están siempre delante de Dios. El Señor me envió a ayudarlos,
porque El ha escuchado todas las oraciones que ustedes le han
dirigido. Porque eras aceptable a Dios por eso te permitió
sufrimientos para que consiguieras mayores premios. Pero cuando
ustedes rezaban angustiados, yo llevaba sus oraciones ante el
Trono de Dios".
Y continuo diciendo: "No
sientan nunca vergüenza de contar a todos los favores que Dios les
ha hecho. Recuerden que la limosna borra muchos pecados. La
oración y el hacer sacrificios hacen inmenso bien. Los que se
dedican a pecar son enemigos de la propia felicidad. Pero los que
se dedican a repartir limosnas consiguen muchos favores de
Dios".
Ellos se arrodillaron para
venerar al ángel, y éste desapareció.
Y así la familia de Tobías
gozó en adelante de mucha paz y felicidad porque Dios los bendecía
mucho y los ayudaba siempre, y ellos siguieron todos siendo fieles
a la santa y verdadera religión.
Familias como ésta, sí en
verdad merecen ser imitadas por todas nuestras
familias.