Asunto: | [RedLuz] La Alquimia del Sistema Nervioso / Phil Lansky / Ying y Yang en la Mente Humana / La Trinidad de Nuestro Cerebro / La Autorrealizacion, una Interacción Dialectica entre Opuestos | Fecha: | Sabado, 29 de Septiembre, 2001 06:00:35 (-0700) | Autor: | Ricardo Ocampo-Anahuak Networks <anahuak @.............mx>
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Subject: La Alquimia del Sistema Nervioso
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Respetados Amigos de la Red :
El Articulo que adjunto, fue publicado alla por los ' 75, en la revista
Mutantia de Argentina, hoy desaparecida, ( lo que desaparecio es la
revista, no se confundan ). En este articulo el autor ( Phil Lansky ), en
una aproximacion comparativa entre las culturas Occidentales y Orientales
junto a la Psicologia Freudiana y Jungiana intenta aclarar las funciones
Neurofisiologicas del cerebro en perspectiva a lo que el denomina " La
Alquimia del Sistema Nervioso ", donde pone de manifiesto la dualidad y los
procesos polares en nuestro sistema energetico, la trinidad del cerebro y
el cuaternario alquimico de nuestra raiz fisiologica. El texto es un poco
denso pero exclarecedor y merece ser leido.
* * *
PHIL LANSKY
Investigador científico, durante la década pasada el autor ha equilibrado
sus estudios neurobiológicos con exploraciones personales en el campo de la
psicología junguiana y de diversas prácticas orientales. Este artículo,
adaptado de East West Journal, constituye un intento de integración y
síntesis entre las psicologías milenarias y las actuales, a la luz de las
últimas investigaciones científicas sobre el funcionamiento del cerebro.
* * *
"Jamás harás lo uno de otras cosas si primero no eres uno tú mismo. Hay en
las cosas naturales una cierta verdad que no se ve con los ojos del cuerpo,
sino que sólo se percibe con el entendimiento (sola mente). Los filósofos la
han experimentado y han descubierto que su fuerza es tan grande que es capaz
de obrar milagros. En esta verdad está todo el arte de que el espíritu sea
librado así de sus cadenas. Lo mismo que la fe obra milagros en el ser
humano, esta fuerza obra la verdad de la eficacia de la materia. Esta verdad
es la fuerza máxima y una fortaleza inexpugnable en la que se halla guardada
la Piedra Filosofal. Transformaos de piedras muertas en piedras filosofales
vivas".
GERARD DORN
Filósofo alquimista del siglo XVII
"Speculativa philosophia", en Theatrum Chemicum, Ursel, 1602, págs.297-298".
* * *
LA ALQUIMIA DEL SISTEMA NERVIOSO
" Los procesos naturales son fenómenos energéticos que constantemente se
elevan a partir de un estado menos probable de tensión polar. Esta fórmula
es de especial significación para la psicología, porque a la mente
consciente normalmente le repugna ver o admitir la polaridad de su propio
trasfondo, aun cuando es precisamente de allí que ella obtiene su energía. "
CARL G. JUNG
Desde que Adán comió por primera vez del fruto prohibido del Paraíso, los
seres humanos nos hemos confrontado con la perturbadora visión de un mundo
de opuestos. En los mitos orientales de la creación, sin embargo, la caída
no está limitada a la mente humana sino que se concibe como una separación
de la totalidad del universo en dos grandes ríos cósmicos de ying y yang. En
esos mitos cosmogónicos, los elementos de estas dos grandes fuerzas se
representan como interactuando en todos los sistemas energéticos del
universo, siendo la mente humana sólo uno de esos sistemas.
En este artículo se explorarán las manifestaciones de ying y yang en la
mente humana y en su base fisiológica, el sistema nervioso humano. No sólo
se sugerirá que esa polaridad estructura la manera en que percibimos la
realidad, sirviendo como el medio por el que creamos nuestro universo, sino
también que los opuestos polares son el medio por el que nuestro universo
nos crea.
La psicología profunda, tal como fue desarrollada por Freud, consideraba a
la vida mayormente como una batalla entre las fuerzas de Eros, creadoras de
vida y que demandan energía (el principio de placer), y las fuerzas de
Tánatos, entrópicas (*) y disipadoras de energía (el instinto de muerte). En
la concepción física de yin y yang, la fuerza organizadora de Eros es el
yang, mientras que la fuerza disipadora de Tánatos es el yin. De igual modo,
podemos representarnos el Ello freudiano como un principio dispersivo yin, y
el Superyó _regulador, controlador y orientado hacia la realidad- como yang.
La psicología de Jung se encuentra más relacionada con lo que Ohsawa (1)
denominó manifestación metafísica del Principio Unico. En la concepción
física de yin y yang, el aspecto yin es disipador de energía, centrífugo y
expansivo, en tanto que el yang es acaparador de energía, centrípeto y
contractivo. En la noción metafísica, el aspecto yin se vincula con lo frío,
oscuro, lunar, pasivo y femenino, mientras que el yang corresponde a lo
caliente, luminoso, solar, activo y masculino.
En el sistema junguiano, la personalidad consciente de un individuo es
racional, posee la luminosidad brillante del sol que ilumina y discrimina
las diferencias. Es un rasgo inconsciente del hombre, llamado por Jung el
ánima (la mujer interior), lo que compensa la actitud consciente del hombre
mediante un punto de vista que es más intuitivo que racional, y que utiliza
la luz difusa de la luna para borrar, en vez de acentuar, las diferencias.
Según Jung, este funcionamiento psicológico se halla invertido en la mujer,
siendo la perspectiva intuitiva, lunar, la actitud dominante de la
conciencia, mientras que la personalidad racional, solar, se encuentra en el
inconsciente de la mujer como figura de ánimus (el hombre interior o, más
bien, los hombres interiores). Jung llamó arquetipos a los componentes
psíquicos básicos tales como el ánima y el ánimus. Para él, los diversos
arquetipos _que en conjunto forman el inconsciente colectivo- han de ser
considerados como inherentes a la estructura biológica de la humanidad.
(*) En este contexto, entropía es la tendencia a la desorganización que se
advierte en el universo de la materia no viva. La vida, por el contrario, se
caracteriza por ser un intento de remontar la pendiente entrópica, la
desorganización, el frío y la quietud de la muerte final, la rigidez
intencionada del "para qué calentarse y luchar si todo siempre será igual".
Según el filósofo Jean Hyppolite, el primero en concebir la vida como
proceso neg-entrópico (antientrópico) fue Henri Bergson en su libro La
Evolución Creadora (1907). (N. De la R.)
Jung sostenía que la fuerza impulsora de la autorrealización, llamada por él
individuación (*), resulta de una interacción dialéctica entre opuestos, que
empieza con conflicto en la primera mitad de la vida y culmina (o debiera
culminar) en síntesis e integración. En el curso de sus ochenta y tantos
años, Jung tuvo oportunidad de observar este fenómeno en los sueños de sus
pacientes sometidos a análisis, en sus propias fantasías interiores y en una
amplísima colección de textos religiosos y mitológicos. Estudió, por
ejemplo, la boda química de los alquimistas medievales europeos, proceso
durante el cual los opuestos primordiales, simbolizados por el azufre
(caliente, masculino, activo, yang) y el mercurio (frío, femenino, pasivo,
yin), se calentaban y eventualmente se llegaban a unir en el vaso hermético,
el huevo alquímico o huevo filosofal (Fig. 1).
(*) Para Jung, el individuo no nace sino que se hace. Este hacernos es un
proceso penoso que abarca toda la vida y que consiste en dejar de ser
paulatinamente los demás, el rebaño. Dice al respecto: "Empleo la expresión
individuación en el sentido de aquel proceso que engendra un individuo
psicológico, es decir, una unidad aparte, indivisible, un Todo".
"Individuación significa llegar a ser un individuo y, en cuanto por
individualidad entendrmos nuestra peculiaridad más interna, última e
incomparable, individuación significa llegar a ser Uno Mismo (Self). Por
ello, también se podría traducir individuación por mismación o
autorrealización". (N. De la R.)
Fig. 1 - Grabado alquímico de 1702 donde se representa a Mercurio en el
"huevo filosofal" (recipiente alquimista). Su doble naturaleza está
simbolizada por el Sol y la Luna que se hallan a sus pies: lado izquierdo
lunar (intuitivo, integrador); lado derecho solar (racional, analítico).
La progenie de esta unión era una tintura oleaginosa multicolor, la Piedra
Filosofal, que tenía el poder de unir todos los opuestos y de conferir la
inmortalidad. Se encuentran ecos alegóricos de este símbolo unificador
virtualmente en todas las tradiciones místicas: idéntico símbolo representan
El Arbol de la Vida en la Cábala judía, Brahma en la tradición védica, y el
Tao en la filosofía oriental.
Yo soy un investigador contemporáneo en el campo de las neurociencias. En
ese contexto, encuentro que los símbolos usados por los alquimistas resultan
particularmente significativos. Pues en nuestros esfuerzos por comprender la
experiencia interior a través de la química y la biología del sistema
nervioso, ¿no estamos acaso enredados en la misma maraña arquetípica de los
alquimistas, que proyectaban el drama de la transformación de la conciencia
hacia transformaciones en el mundo de la materia? Es en este sentido que
deseo considerar aquí ciertas polaridades observables en la estructura
fisiológica del sistema nervioso humano, con la sincera esperanza de que
este modo de ver nos pueda ser útil en nuestra evolución colectiva.
La " Trinidad " de nuestro cerebro
Toda vez que se considera un objeto de la naturaleza en términos del
Principio Unico, el núcleo interno de ese objeto se clasifica como yang, y
su capa externa, o corteza, como yin. Esto es válido tanto al observar un
grano de arroz como la morfología de una planta o la anatomía neurológica
del cerebro humano. En verdad, el mismo Freud llegó a especular hace 50 años
sobre la posibilidad de que el asiento físico del Ello ancestral estuviera
situado en la parte más interna del cerebro, mientras que el Yo, que nos
permite interactuar con el mundo exterior, estaría localizado en los bordes
más externos de la corteza cerebral.
Fig. 2 - Las tres capas de nuestro cerebro, según Paul MacLean
Al hacer esta especulación, Freud se guió por una lógica fundamentalmente
intuitiva, ya que él supuso que los impulsos internos del Ello, por ser
justamente internos, deberían estar localizados en la parte más recóndita
del cerebro, y que el Yo, por estar esencialmente volcado hacia el exterior,
debería tener su localización en las capas más externas del cerebro, que se
encuentran así más cerca del mundo exterior.
Un neurofisiológico contemporáneo, el Dr. Paul MacLean, propuso un modelo
triádico del cerebro humano (Fig. 2).
En su hipótesis, MacLean presenta algunos hechos que sugieren la posibilidad
de que existan en realidad tres capas cerebrales diferenciadas, las que se
distinguirían entre sí tanto por su estructura como por sus aspectos
químicos, fisiológicos. En términos funcionales, esas tres capas también
diferirían, interviniendo cada una de ellas en diferentes funciones
cognitivas, si bien, cuando se da un funcionamiento correcto del sistema
cerebro/mente, trabajarían al unísono como una unidad sinergética.
Según el modelo de MacLean, el núcleo más interno del cerebro
(fundamentalmente yang), el tronco cerebral, es la parte filogenéticamente
más antigua y correspondería a nuestros ancestros, los reptiles. De allí que
en la Fig. 2 se aluda a este estrato como el cerebro de reptil. Esta zona
cerebral sería responsable de nuestras pautas de conducta más yang, más
rígidas y estereotipadas. Es el reptil que hay en nosotros lo que comandaría
aquellas conductas genéticamente constituidas tales como la selección de los
sitios para asentar el hogar, la determinación de los territorios, el
apareamiento, la caza, la alimentación, la formación de jerarquías sociales
y selección de líderes. El cerebro de reptil está atado, fijado por los
caminos o circuitos ya recorridos con anterioridad, en concordancia con la
conocida tendencia de los reptiles a atenerse a lo ya probado. Esto se
ilustra perfectamente con el ejemplo bien conocido de la tortuga marina que
vuelve año tras año a la misma pequeña isla para desovar y enterrar sus
huevos. Los reptiles aborrecen los cambios, y MacLean sugiere que podría ser
esta tendencia en nosotros lo que nos ata a las ceremonias, los ritos, las
convicciones religiosas y los puntos de vista políticos esclerosados.
MacLean se refiere al estrato medio del cerebro -que es llamado sistema
límbico en neurofisiología- como el cerebro paleomamífero, o "mamífero
antiguo". Este cerebro medio, comúnmente considerado asiento de las
emociones humanas, contiene estructuras que son importantes en la excitación
sexual, en las experiencias placenteras y en las conductas agresivas, y
cooperativas, que contribuyen a la preservación del individuo, y de la
especie, respectivamente. Al cerebro paleomamífero y al cerebro de reptil,
juntos, se los conoce como subcorteza cerebral, y ésta constituye el
sustrato para las experiencias básicas biológicamente determinadas.
Es la capa más externa del cerebro, la corteza cerebral o cerebro
neomamífero, lo que es más privativo de los primates y alcanza su más alto
nivel de desarrollo en el organismo humano. Mientras que los cerebros
internos más antiguos, más yang, están vinculados con las emociones y los
impulsos biológicos, básicamente inmodificados, el cerebro neomamífero, más
yin, tiene la capacidad de lo que aparenta ser una infinita flexibilidad y
adaptación a las circunstancias cambiantes. Mientras que los cerebros más
viejos están, en lo referente al tiempo, atados a los antiguos relojes
biológicos internos (*), la corteza cerebral posee la capacidad de procesar
información a velocidades sin límites. Y mientras que los cerebros más
internos, los de la subcorteza cerebral, son responsables de generar una
cantidad muy limitada de experiencias biológicas y arquetípicas, la corteza
cerebral neomamífera es responsable de las infinitas formas en que estas
experiencias se simbolizan a través del arte y del lenguaje, cuyos límites
sólo son impuestos por la imaginación humana (**).
(*) La ciencia moderna postula que debe existir en el interior de los
organismos vivos algo así como relojes biológicos o fisiológicos a nivel
químico que expliquen por qué una planta florece al llegar la primavera
aunque esté herméticamente aislada y en condiciones climáticas siempre
idénticas; por qué podemos despertarnos "un segundo antes" que suene el
despertador; o por qué los seres vivos conservamos los ritmos diarios de 24
horas aunque no captemos la luz solar o estemos viajando por el espacio
interplanetario. De algún modo, este concepto de reloj biológico se vincula
con la idea metafísica que Leibniz (1646-1716) tenía de la armonía
preestablecida que existe entre todos los seres (mónadas) del universo. Para
Leibniz, la armonía que se percibe entre un individuo y otro, entre el
macrocosmos y el microcosmos, no se debe a la mano siempre presente de un
ser supremo, sino que la compara a relojes que marcasen siempre los mismos
tiempos por haber sido sincronizados desde el principio de la creación. (N.
De la R.)
(**) Aquellos que están al tanto del modelo de funcionamiento psíquico
elaborado por Jung, podrán advertir aquí la base neurológica de tal modelo.
Para el psiquiatra suizo, más allá del inconsciente personal, más allá del
"reprimido" de Freud, existe el inconsciente colectivo, estructura compuesta
por una cantidad escasa de arquetipos formados durante la evolución
biológica de la especie humana. Esa estructura es colectiva porque se puede
hallar en los sueños, en el arte, en los mitos y en las pautas de conducta
de los seres humanos de todos los tiempos, tanto entre los primitivos como
entre los "civilizados", tanto entre los niños como los adultos, los "locos"
como los "normales". Esa estructura colectiva de la humanidad, que es casi
invariable en periodos históricos cortos (menores de 2000 años), no poseería
existencia material concreta, aunque se revela _en el sentido fotográfico- a
través del ordenamiento siempre idéntico con que emergen los contenidos del
inconsciente personal de cada individuo, contenidos que, lógicamente, si
varían de mente a mente y entre época y época. De este modo, lo que sugiere
el autor es que la subcorteza cerebral podría ser el asiento neurológico del
inconsciente colectivo, en tanto que la corteza cerebral constituiría la
base material del inconsciente personal y de la conciencia, con sus
infinitas variaciones. (N. de la R.)
Virtualmente todos los problemas de los seres humanos modernos podrían ser
atribuibles a lo que MacLean denomina la esquizofisiología entre la
subcorteza filogenéticamente antigua y yang, y la corteza evolutivamente
reciente y yin. Nosotros, los seres humanos, nos hemos fascinado en demasía
con nuestro nuevo juguete biológico, nuestras enormes cortezas cerebrales,
con lo cual frecuentemente perdemos contacto con la ascendencia biológica de
nuestros cerebros internos de reptil y paleomamífero. Al apartarnos de
nuestro contacto con la naturaleza vía la cerebración ultrayin, hemos
perdido el sentido de nosotros mismos como seres biológicos y nos
enfrentamos con un peligro muy real de autodestrucción y extinción como
especie.
Todas las formas de psicoterapia y práctica religiosa pueden ser vistas
psicológicamente como intentos de salvar la brecha entre nuestros cerebros
antiguos y nuevo. Por ejemplo, en el análisis de sueños, los mensajes
arquetípicos generados por nuestro cerebro de reptil son llevados a la
conciencia e integrados por la razón y la comprensión neomamíferas. (Es
interesante destacar que muchas formas simbólicas de la mitología son
reptiles: la serpiente del Edén, la diosa Kundalini del hinduismo, los
dragones de la alquimia cristiana, etc). De igual modo, cuando se emplean
mantras u oraciones durante la meditación, se están dirigiendo
conscientemente los procesos neomamíferos hacia la repetición,
funcionamiento psíquico que corresponde a nuestro más antiguo impulso de
reptil.
Roland Fischer, un psicofarmacólogo erudito que se autodenomina "biólogo del
instante fugaz y cartógrafo del espacio interior", sugiere que la
experiencia de la unidad mística con uno mismo es, en el nivel biológico,
una proyección del sincronismo interno entre los procesos corticales y
subcorticales.
También MacLean enfatiza la importancia de coordinar nuestros cerebros yin y
yang: "Independientemente de lo rápido que el hombre pueda eventualmente
viajar con su cerebro neomamífero, él necesitará adquirir el
autoconocimiento que le permita acomodarse al caballo y al trote de sulky de
sus cerebros límbico y de reptil" (2). Con este fin, MacLean sugiere
efectuar las demasiado desprestigiadas actividades de crear cuadros y otras
cosas con las manos, fabricar pan, cultivar la jardinería, el arreglo de
plantas y flores de interiores, la crianza de animales domésticos, el
cuidado de pájaros y la atención de las tareas domésticas.
Nuestra corteza cerebral partida
Es intrínseca a la psicología de Jung la idea de que cada miembro de un par
de opuestos constituye en sí mismo otro par de opuestos.
Jung denominó cuaternidad al conjunto completo de cuatro opuestos (dos pares
de opuestos en oposición uno con el otro.
De modo similar, en el nivel físico del sistema nervioso, la corteza
cerebral yin y la subcorteza yang contienen cada una su propio par yin/yang.
En la figura 3 dispuse esta cuaternidad neurológica en forma sistemática
según la teoría de los cinco elementos:
Fig. 3 _ La Cuaternidad Neurológica
De acuerdo con este esquema, el aspecto más yang de la cuaternidad se
manifiesta en el sistema de excitación ergotrópica, designado aquí como
fuego. El sistema ergotrópico se ocupa de orientar al organismo hacia la
actividad dirigida al exterior, y su principal expresión biológica es la tan
conocida reacción de pelear o huir. El aspecto más yin, designado como agua,
es el sistema de excitación trofotrópica, que se ocupa de orientar al
organismo hacia lo tranquilo, hacia los espacios interiores. La meditación,
el placer, el sueño y la digestión son todas actividades en que interviene
la excitación trofotrópica, que funcionalmente podría designarse como
reacción de placer, descanso y digestión. Ambos sistemas de excitación son
coordinados por el hipotálamo, una estructura que pertenece al sistema
límbico paleomamífero, y son descargados a través de centros en el sistema
cerebral de reptil. (Para una descripción más detallada de este proceso, ver
la sección siguiente, "Excitación: Ergotrópica y Trofotrópica").
En el par restante, el aspecto más yang (designado como metal) es el
hemisferio izquierdo de la corteza cerebral neomamífera. En el 95% de los
individuos diestros, y en el 50% de los zurdos, el hemisferio cerebral
izquierdo está especializado en el lenguaje y la conversación, y todas
aquellas operaciones que requieren ordenamiento lineal, secuencial en el
tiempo. Un grupo de fibras neurales llamado cuerpo calloso conecta el
hemisferio izquierdo con el hemisferio cerebral derecho, más yin y designado
en el esquema como madera. El hemisferio derecho está especializado en los
procesos ya no lineales, cognitivos, sino multidimensionales, y se ocupa de
las actividades que requieren ordenamiento espacial en vez de temporal (Fig.
4).
Las investigaciones neurológicas realizadas por Joseph Bogen, Michael
Gazzinga, R. W. Sperry y R. E. Meyers (*) han sugerido que estos dos
hemisferios funcionan, en muchos sentidos, como dos cerebros separados y que
intervienen en formas fundamentalmente diferentes de pensamiento humano.
(*) Ver, por ejemplo, "The Great Cerebral Commisure", R. W. Sperry,
Scientific American, enero 1964, págs. 142-152. También, "The Split Brain in
Man", M. S. Gazzinga, Scientific American, agosto 1967, págs. 24-29. (N. de
la R.)
Estos descubrimientos se derivan principalmente de observaciones clínicas de
pacientes que fueron sometidos a la separación quirúrgica de los hemisferios
mediante el corte del cuerpo calloso.Esta operación, conocida con el nombre
de comisurotomía cerebral, se efectúa para el tratamiento de la epilepsia
incontrolable. La operación, que originalmente trataba de confinar los
ataques a un solo hemisferio, ha resultado ser en realidad notablemente
efectiva en la eliminación casi total de los ataques de la mayoría de los
enfermos. Sin embargo, lo que resulta más interesante para nuestro análisis
es la fantástica incapacidad de tales sujetos para, literalmente, hacer
saber a la mano derecha lo que está haciendo la mano izquierda, y viceversa.
Disposición del sujeto y de los elementos en uno de los experimentos con
pacientes "con el cerebro partido" efectuados por Sperry y Gazzaniga. Se
prueba la respuesta a los estímulos visuales proyectando una palabra o la
foto de un objeto sobre una pantalla traslúcida. El investigador primero
controla que la mirada del sujeto esté fija en una marca que señala el
centro del campo visual. El investigador puede solicitar del sujeto una
respuesta verbal (leyendo la palabra proyectada, p.e.) o una respuesta no
verbal, levantando por ejemplo el objeto que se menciona de entre un
conjunto de cosas dispuestas sobre la mesa. Los objetos están ocultos de la
visión del sujeto para que sólo puedan ser identificados mediante el tacto.
Si dichos pacientes "con el cerebro partido" reciben un estímulo en el lado
izquierdo del cuerpo (que está fundamentalmente controlado por el hemisferio
derecho, no verbal), son capaces de comprender el estímulo no verbal, pero
no son capaces de expresar en palabras esta comprensión. Por ejemplo, en una
serie de experimentos, los pacientes con el cerebro partido estaban sentados
de tal modo que el campo visual del ojo derecho se hallaba separado por una
pared opaca del campo visual abarcado por el ojo izquierdo. Si en el campo
visual del ojo izquierdo (comandado por el hemisferio derecho) se les
presentaba una palabra como manzana, los pacientes eran incapaces de decir o
escribir qué palabra estaban viendo, aunque sí podían elegir correctamente
la manzana si les era presentada en un conjunto de diferentes frutas.
Lo mismo ocurría en lo concerniente a la información táctil. En otra serie
de experimentos, las manos de los pacientes eran ocultadas de su visión
mediante cortinas. Si se les colocaba una manzana en la mano derecha
(comandada por el hemisferio izquierdo), ellos podían identificar
verbalmente el objeto como una manzana. Sin embargo, si se colocaba la
manzana en la mano izquierda (comandada por el hemisferio derecho), ellos no
podían identificar verbalmente la manzana, si bien podían señalar
acertadamente la manzana cuando ésta aparecía en un conjunto de frutas y los
investigadores les preguntaban qué sensación habían sentido en la mano.
La importancia funcional del hemisferio derecho quedó dilucidada mediante
otros experimentos. Los pacientes con el cerebro partido eran capaces de
dibujar un cubo tridimensional o de disponer bloques con la mano izquierda
según un diseño determinado. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de esos
pacientes eran diestros, no podían reproducir las mismas acciones con la
mano derecha.
Dichos experimentos, y otros similares efectuados con monos, llevaron a
Bogen y sus colaboradores a la conclusión de que la dualidad en la corteza
cerebral humana está reflejando una dualidad análoga en la mente humana.
Bogen esencialmente abandona el concepto ampliamente arraigado de la
dominación cerebral, concepto que afirma que el hemisferio izquierdo (con
sus funciones verbales, racionales, lineales) es el hemisferio dominante y
el hemisferio derecho (con sus funciones no verbales, no racionales y
atemporales escasamente comprendidas) es de menor importancia. En cambio,
Bogen resucita la idea de mediados del siglo pasado que sostenía que
poseemos dos cerebros separados, cada cual con sus correspondientes
separadas. Esta noción implica que el hemisferio derecho, con sus
capacidades misteriosamente no racionales, no es un hemisferio subordinado
sino más bien un socio de igual jerarquía cuya verdadera función recién
estamos empezando a comprender.
Para resumir, podemos caracterizar al hemisferio izquierdo como aquél que
comúnmente se ocupa de los procesos cognitivos verbales y conversados, de
las secuencias matemáticas y temporales, del pensamiento racional y
analítico en general. Como la conciencia solar de Jung, se especializa en
acentuar las diferencias, y se lo ha comparado con el funcionamiento de las
computadoras digitales y con el principio mitológico de Apolo.
Metafísicamente, podemos representarnos el hemisferio izquierdo como
masculino, solar y, por ende, yang, mientras que en el plano físico su
tendencia a fragmentar, dividir y clasificar es yin.
El rol del hemisferio derecho es más difícil de captar, especialmente en un
medio escrito como éste, que constituye el terreno propio del hemisferio
izquierdo, verbal, secuencial. Lo que sí sabemos es que se encuentra
especializado en la conceptualización "no verbal", espacial y geométrica.
Por ello, se cree que juega un rol importante en la conciencia musical y
artística. Está vinculado con la unificación de opuestos y con la atenuación
o disolución de las diferencias por medio de pautas de pensamiento
holísticas integradoras, o gestalts. Se lo ha comparado con el
funcionamiento de las computadoras analógicas y con el principio mitológico
de Dionisos. Metafísicamente, es femenino, lunar y yin; físicamente, su
capacidad para consolidar información en síntesis e integraciones
gestálticas, es yang.
El actual desequilibrio tecnológico de la cultura occidental puede ser
visto, en cierto sentido, como una sobrevalorización de la función del
hemisferio izquierdo con la concomitante desvalorización del hemisferio
derecho. La compartimentalización del conocimiento, típica del hemisferio
izquierdo, no ha sido suficientemente equilibrada por la unificación y el
holismo del hemisferio derecho.
Según Bogen, la persona verdaderamente creativa es aquella que ha logrado un
equilibrio personal de las funciones de sus dos hemisferios mediante el
puente conectivo del cuerpo calloso. La mayoría de nosotros hemos sido
hipereducados en el uso del intelecto típico del hemisferio izquierdo. Para
desarrollar las capacidades del hemisferio derecho deberíamos abocarnos a
actividades artísticas o artesanales tales como escuchar música, bailar,
modelar arcilla, etc. En todas esas actividades la función analítica se
halla en reposo enfatizándose, en cambio, la necesidad de pensar
gestálticamente. Según Robert Ornstein (3), los cuentos sufís, con su
esencia paradójica, también poseerían la propiedad de activar y desarrollar
el hemisferio derecho.
Excitación : Ergotrópica y Trofotrópica
Los dos hemisferios cerebrales de la corteza que hemos analizado hasta aquí,
se hallan involucrados en la capacidad de interpretar y crear símbolos que
posee el cerebro. Lo que resulta interpretado o simbolizado es el
inconsciente o la función autónoma de excitación, que se origina en la parte
filogenéticamente más antigua del cerebro, su subcorteza.
La excitación puede dividirse en dos tipos esenciales, la ergotrópica y la
trofotrópica, cada una de las cuales tiene su propia estructura anatómica y
su propia función biológica. Nos representamos la excitación ergotrópica
como metafísicamente yang. Se trata del mecanismo orgánico que conduce a la
acción, el que en su nivel biológico más fundamental es responsable del
reflejo de pelear o huir como respuesta a los peligros del entorno.
Anatómicamente, la excitación ergotrópica es coordinada desde la terminación
posterior del hipotálamo (una estructura que pertenece al sistema límbico
paleomamífero) y se manifiesta fisiológicamente, mediante la excitación de
la corteza cerebral, tensando la musculatura a través de la activación del
sistema nervioso simpático _que está formado por un conjunto de fibras
nerviosas que se originan en las regiones medias (torácica hasta lumbar) de
la médula espinal. La excitación ergotrópica y su manifestación fisiológica,
la activación simpática, provoca una aceleración de los latidos cardíacos y
de la respiración, una contracción de los principales vasos sanguíneos y un
consiguiente aumento de la presión arterial, un aumento de azúcar en sangre
inducido por adrenalina, y una disminución de la actividad gastrointestinal
relacionada con la digestión de alimentos. Físicamente, la excitación
ergotrópica es yin, pues representa una disolución o liberación de las
energías corporales acumuladas.
La excitación trofotrópica es metafísicamente yin, y representa el mecanismo
que conduce al cuerpo a la pasividad. Es durante la excitación trofotrópica
que se regeneran, mediante el sueño y la digestión, las energías gastadas
durante la actividad ergotrópica. La excitación trofotrópica es coordinada
desde la terminación anterior del hipotálamo y se manifiesta como un
aquietamiento de la corteza cerebral, una relajación de la musculatura y una
activación del sistema nervioso parasimpático. Las fibras parasimpáticas se
originan en las regiones superiores e inferiores (craneal y sacra) de la
columna vertebral, e inducen una deceleración de los latidos cardíacos y de
la respiración, una dilatación de los vasos sanguíneos y la consiguiente
disminución de presión arterial, un descenso de azúcar en sangre inducido
por insulina, y un incremento de la actividad digestiva. La reposición de
energías que caracteriza a la excitación trofotrópica nos lleva a
considerarla físicamente yang.
Desde el instante del nacimiento se establecen en el niño pautas de
equilibrio ergotrópico/trofotrópico. A partir del momento que se corta el
cordón umbilical y comienza el difícil proceso de la respiración, el bebé es
arrojado a un estado de tensión y stress motivado por el gasto de energía.
La adrenalina empieza a circular por su torrente sanguíneo, el latido
cardíaco se acelera y se torna predominante un estado general de excitación
ergotrópica. Si el recién nacido es entonces colocado sobre el pecho
materno, tiene lugar una fuerte respuesta de unión que se manifiesta
fisiológicamente mediante una reconexión cuasi eléctrica de la excitación
trofotrópica (*). Según Joseph Chilton Pearce (4), la fortaleza del lazo de
unión queda garantizada por el estado inicial de tensión.
Uno de los primeros problemas que enfrenta el recién nacido en tanto
organismo independiente es la adaptación a la temperatura ambiente. El
enfriamiento fisiológico en respuesta al calor se obtiene mediante el
sistema trofotrópico, mientras que el sistema ergotrópico se emplea para
crear calor corporal en respuesta al frío. El biocibernetista D. Stanly
Jones postula que tales respuestas fisiológicas a la temperatura ambiente
generan las emociones primarias de placer (trofotrópico) y bronca
(ergotrópico).
Los términos "placer" y "bronca" se emplean aquí en su sentido operacional
para dar a entender receptividad y acción. El placer, o receptividad, se
manifiesta en el reflejo de mamar del bebé que le permite obtener la leche
del pecho materno. Sin embargo, es imposible mamar sin aferrarse
fuertemente, y es el reflejo infantil complementario/antagónico de morder lo
que mantiene al pecho en su lugar y que eventualmente evoluciona hacia la
emoción primaria adulta (ergotrópica) de bronca, o acción.
Así como la receptividad y la acción son necesarias para que el bebé se
alimente, también debe existir un equilibrio entre las dos para que se dé el
bienestar biológico y espiritual del adulto. Esa necesidad de equilibrio se
observa claramente en el comportamiento sexual normal. Durante los
prolegómenos del acto sexual y hasta el momento del orgasmo, el sistema
trofotrópico (receptividad) se halla en creciente actividad, con la
dilatación de los vasos sanguíneos y la flexión de la musculatura. En el
momento del climax, el estado yang se convierte en yin, y la descarga
ergotrópica resultante (acción) se manifiesta mediante la contracción de los
vasos sanguíneos y una extensión de la musculatura, lo que señala una
poderosa liberación de energía acumulada. Un fenómeno similar se observa
durante el acto creativo, en el cual la inspiración trofotrópica se concreta
en la expresión ergotrópica. (Aquí habría que acotar brevemente que ciertas
disciplinas orientales tratan de profundizar la fase receptiva, abierta,
yin, mediante el retardo o hasta la eliminación de la fase de liberación
activa, yang. En el plano sexual, esto se hace realidad en el yoga tántrico:
los adeptos de esta disciplina evitan la liberación ergotrópica del orgasmo,
o expresión, con el objeto de maximizar el periodo de inspiración).
(*) He aquí la fase fisiológica del método de parto desarrollado por
Frédérick Leboyer. (N. de la R.)
Al principio de esta sección se afirmó que los hemisferios de la corteza
cerebral se ocupan de simbolizar diversos niveles de excitación. El
psicofarmacólogo Roland Fischer, en un artículo titulado "Una cartografía de
los estados de éxtasis y meditación" (Science, vol. 174, [1971], pág.
897-904), desarrolló una teoría extraordinaria acerca de cómo se relacionan
los sistemas ergotrópico y trofotrópico con las variaciones en los estados
de consciencia. En ese trabajo Fischer incluye un mapa en el que representa
la excitación ergotrópica-trofotrópica como un continuum circular, y
correlaciona las interpretaciones cerebrales de los estados de consciencia
con sus respectivos niveles de excitación.
En la mayoría de los individuos las descargas ergotrópicas se llevan a cabo
a través de la actividad motriz cotidiana, tal como el orgasmo sexual o el
ejercicio físico. Cuando la energía acumulada no se puede liberar
normalmente (como ocurre cuando hay privación sexual o del sueño), la
descarga ergotrópica interna resultante comúnmente se manifiesta en forma de
ansiedad o como alucinaciones "psicóticas". Aquí es donde resulta posible
hallar la explicación neurológica de lo que Freud afirmaba tan
consistentemente cuando consideraba a la descarga sexual y al sueño como
esenciales para la salud psicológica (*).
Serotonina y Noradrenalina
La transmisión de impulsos eléctricos en todos los niveles del sistema
nervioso se efectúa por medio de sustancias química denominadas
neurotransmisores. Cuando una célula nerviosa se "dispara", o se contrae,
libera un pequeño paquete de su membrana-límite dentro del espacio
interneuronas llamado sinapsis. Este paquete luego hace contacto con la
célula nerviosa adyacente y altera su permeabilidad a los iones de sodio y
potasio para que aquella también se dispare. Así es como se propaga un
mensaje nervioso. Cada grupo diferente de células nerviosas tiene su propia
sustancia química característica que actúa como neurotransmisor. Estudios
bioquímicos realizados en seres humanos y en animales inferiores llevaron a
los investigadores a pensar que el neurotransmisor que en el cerebro es
responsable de la excitación trofotrópica es una sustancia química llamada
serotononina, en tanto que el transmisor responsable de la actividad
ergotrópica es la noradrenalina.
(*) Ver en MUTANTIA 1, pág. 75-83, la profundización reicheana al mismo
respecto.
A partir de mediciones electroencefalográficas de los diversos estados de
conciencia, el profesor de psiquiatría experimental Roland Fischer
representó en este diagrama de excitación ergotrópica (izquierda) y la
excitación trofotrópica (derecha), ambas en aumento a partir del estado de
percepción normal correspondiente al "Yo" que figura en el centro. Desde un
punto de vista subjetivo, no cuantificado, el hombre interpreta esos niveles
de hiper e hipoexcitación como estados normal, creativo, psicótico y
extático (izq.), y estados de relajación, Zazen y samadhi (der.). El éxtasis
y el samadhi no han de ser vistos como extremos opuestos de excitación
(ergotrópica en un caso, trofotrópica en el otro), sino como estados
interconectados, pues en la excitación ergotrópica intensa se observa un
salto que lleva del éxtasis al samadhi. Los números 35 a 7 están indicando
valores de amplitud de EEG; esos valores van decreciendo en variabilidad a
medida que aumenta la excitación ergotrópica (coeficiente de variación de
Goldstein). Por el otro lado, los números 26 a 4 se refieren a las ondas
beta, alfa y theta (medidas en hertz) del EBG que predominan durante la
excitación trofotrópica, aunque no son específicas de esos estados de
meditación. (Extraido de Science, 26/11/71, vol. 174, N° 4012).
La noradrenalina constituye una versión neuroquímica del azufre de los
alquimistas. Ella está implicada en la excitación sexual, en la actividad
motriz ergotrópica, en la conducta agresiva, en el dormir soñando, y en un
centro del cerebro que se ocupa de todas las experiencias orgánicas
placenteras. Básicamente, podemos representarnos la noradrenalina como una
sustancia que induce a actuar al organismo. Al brindarle a éste la
experiencia del placer, garantiza la continuidad de la conducta.
La serotonina es una versión neuroquímica del mercurio de los alquimistas.
Ella es responsable de la experiencia de saciedad y está implicada en el
dormir profundo sin sueños, en el reposo, y en el centro cerebral que es
responsable del dolor orgánico en general. Por lo tanto, la serotonina está
involucrada en la represión de la conducta. Aparece primero como un
feed-back negativo en la experiencia dolorosa, indicando que el organismo ha
gastado demasiad energía en actividades ergotrópicas reforzadas por el
placer e inducidas por la noradrenalina. Esta señal de peligro conduce
eventualmente al organismo a pautas de conducta trofotrópicas provocadas por
la serotonina, tales como el sueño y el descanso.
Es interesante señalar que, en cuanto al contenido de serotonina en el
cerebro traspone un cierto nivel, yin se convierte en yang y la actitud de
relajación se convierte en una de excitación. De este modo se explican los
estados de conciencia que acompañan a la abstinencia prolongada de ingestión
de alimentos. En las primeras etapas del ayuno es característica la
sensación de letargia y dolor. Pero durante las etapas avanzadas del ayuno,
en cuanto el contenido elevado de serotonina en el cerebro produce una
reversión de su propio efecto, el dolor inicial se transforma en un estado
de gran lucidez. No es descartable la posibilidad de que las prácticas de
flagelación, frecuentes en el medioevo para alcanzar los éxtasis místicos,
respondieran a un mecanismo neuroquímico similar.
La serotonina, sustancia química del dolor, y la noradrenalina, sustancia
química del placer, permiten que el organismo pueda oscilar entre las
excitaciones ergotrópica y trofotrópica con el objeto de mantener la
estabilidad biológica interna, u homeostasis. Jung describió un proceso
análogo que ocurre a nivel psíquico: una excesiva actividad del ego
(inflación del Yo) causa una alineación, una pérdida de contacto respecto
del Sí Mismo, o Self (Dios, en lenguaje común); es necesario entonces que el
ego se autohumille mediante la reconciliación con el fin de volver a ganar
el "favor divino" y poder así volver a contactar el Sí Mismo. La madurez
psicológica consistiría en desarrollar un diálogo fluido y claro entre el
ego y el Sí Mismo, de modo tal que no sea necesario repetir constantemente
las diversas y dificultosas prácticas que permiten el contacto. Esto se
logra mediante una educación consciente hacia el desarrollo del sistema
trofotrópico (placer), a fin de eliminar el automatismo productor de
serotonina y el feedback negativo de la experiencia dolorosa. (Esta
activación del sistema de placer explicaría la terminología con connotación
erótica empleada por los místicos al referirse a la unión divina).
Conclusiones
En cada nivel de funcionamiento del sistema nervioso analizado en este
artículo, se observa una polaridad básica que, en casi todos los casos,
indica que el hombre occidental del siglo XX (y en menor medida, también la
mujer) tiene subdesarrollado el aspecto metafísicamente yin de cada par de
opuestos _corteza neomamífera, hemisferio cerebral derecho, sistema
trofotrópico de excitación. Un desarrollo equilibrado implicaría por tanto
cultivar y permitir que emerja el socio silencioso de cada par. El verdadero
significado del trabajo de los alquimistas medievales era la búsqueda de ese
espíritu de armonía interior. Así lo expresan las siguientes palabras de
Gerard Dorn, filósofo alquimista del siglo XVII:
"Jamás harás lo uno de otras cosas si primero no eres uno tú mismo. Hay en
las cosas naturales una cierta verdad que no se ve con los ojos del cuerpo,
sino que sólo se percibe con el entendimiento (sola mente). Los filósofos la
han experimentado y han descubierto que su fuerza es tan grande que es capaz
de obrar milagros. En esta verdad está todo el arte de que el espíritu sea
librado así de sus cadenas. Lo mismo que la fe obra milagros en el ser
humano, esta fuerza obra la verdad de la eficacia de la materia. Esta verdad
es la fuerza máxima y una fortaleza inexpugnable en la que se halla guardada
la Piedra Filosofal. Transformaos de piedras muertas en piedras filosofales
vivas".
("Speculativa philosophia", en Theatrum Chemicum, Ursel, 1602,
págs.297-298).
Notas
(1) George Ohsawa, The Unique Principle (San Francisco: George Ohsawa
Macrobiotic Foundation, 1973)
(2) Paul MacLean, A Triune Concept of the Brain and Behavior (Toronto:
Universidad de Toronto, 1973)
(3) Robert Ornstein, The Nature of Human Consciousness (New York: Viking
Press, 1974)
(4) Joseph Chilton Pearce, The Magical Child: Revolution in Mind-Brain
Development (New York: E. P. Dutton, 1977).
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