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Asunto: | Modernidades paralelas / Lucha de las culturas o McWorld? / Cuales son las consecuencias culturales de la globalizacion? / Se fusionan cada vez mas las tradiciones y los valores, o estan tomando el rumbo del enfrentamiento? / O, tienen las culturas la fuerza para crear algo nuevo a partir del encuentro con lo diferente? | Fecha: | Lunes, 24 de Julio, 2000 19:51:11 (-0600) | Autor: | Ricardo Ocampo <anahuak @.............mx>
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Modernidades paralelas - ¿Lucha de las culturas o McWorld?
¿Cuáles son las consecuencias culturales de la globalización? ¿Se fusionan
cada vez más las tradiciones y los valores, o están tomando el rumbo del
enfrentamiento? O, ¿tienen las culturas la fuerza para crear algo nuevo a
partir del encuentro con lo diferente?
Las etnólogas Joana Breidenbach e Ina Zukrigl sobre la "Danza de las
culturas".
http://www.deutschland.de/spanish.html
Jueves por la mañana en Berlín: desayunando con té Darjeeling de la India y
con cereales de cultivo bio-lógico-dinámico de la región ale-mana de
Uckermark, le damos una mirada al periódico del día: en el «Festival de
Música Suiza Alpina» que se celebra en la ciudad nipona de Norikura, el
cantante coreano Kim Chul Hong ha ganado el primer premio. Otras noticias:
un consorcio alemán y su socio japonés dan a conocer sus planes para
establecer un negocio de riesgo compartido. Poco después, el BBC World
Service informa sobre la nueva iniciativa del banco Grameenbank de
Bangladesh: a sus 2,1 millones de deudoras les ha entregado teléfonos
móviles, catapultando así a uno de los países más pobres del mundo a la
época de la información.
Hasta hace una década se podían adjudicar cosmovisiones y sistemas
económicos y políticos a lugares concretos. Hoy es cada vez más difícil
hacerlo: la globalización se produce en los campos y dimensiones más
diferentes. Las finanzas, las firmas, las ideas y la gente son tan móviles
como nunca antes. Pero mientras las consecuencias económicas y políticas de
la globalización se debaten públicamente, de forma diferenciada y muchas
veces acalorada, las consecuencias que afectan directamente la cultura y la
vida cotidiana no se discuten extrañamente con la misma intensidad.
El dinamismo de la globalización cultural
Si nos adherimos a la argumentación de los formadores de opinión pública, la
globalización cultural podrá desembocar en uno de dos posibles escenarios:
ante el trasfondo de un crisol cultural global, las sociedades que
antiguamente ostentaban una cultura propia se verán avasalladas por
productos y medios de comunicación disponibles en todo el planeta. En un
mundo en que la gente, de Bratislava a Bangkok, come BigMacs, se viste con
Jeans, trabaja con copias piratas de Windows y ve el canal MTV, la
diversidad cultural pareciera estar en peligro de muerte. Y en vista de que
la mayoría de los bienes e ideas globales son de origen occidental, es
relativamente fácil afirmar que el verdadero nombre de la globalización es
«americanización» u «occidentalización».
El segundo escenario propuesto, tan apocalíptico como el anterior, considera
que el mundo está sufriendo una fragmentación cultural, y que se hundirá en
el caos de un conflicto intercultural. Presuntamente, la mejor respuesta a
la homogeneización sería cerrar las compuertas y aislarse de las influencias
foráneas, refugiándose al mismo tiempo en una exacerbada conciencia étnica.
La tesis de la cultura como nueva línea de enfrentamiento como postula
Huntington en su libro «Lucha de las culturas» - parece verse confirmada en
vista del creciente número de conflictos étnicos y religiosos.
Desde la perspectiva etnológica que nosotras postulamos, ninguno de estos
dos escenarios, ni tampoco una combinación de ambos (como por ejemplo la que
defiende Benjamin Barber en su obra «Coca Cola y guerra santa») pueden
explicar el movimiento de fronteras entre lugares e idiomas, entre razas y
formas de vida. Por una parte, los fundamentos en los que descansan los
pronósticos de la homogeneización y la fragmentación no resisten una prueba
rigurosa. El cambio cultural no es necesariamente infructuoso, y está guiado
por un dinamismo mucho más complejo que el supuesto por los autores
mencionados. Por otra parte, estos modelos no consideran cabalmente la
importancia del desarrollo contemporáneo para la gente. ¿Por qué hay
alemanes que aprenden artes marciales asiáticas? ¿Por qué el teleteatro
australiano «Vecinos» es la serie favorita de los jóvenes británicos de
origen asiático? ¿Tiene el término «derechos humanos» el mismo significado
en todas partes?
Solamente dirigiendo una mirada de conjunto a la dimensión cultural y a las
perspectivas macroeconómicas y político-estructurales podremos obtener un
cuadro más diferenciado de la globalidad contemporánea. Los datos objetivos
sobre la atención médica de la población, el desempleo y la confesión
religiosa deben ser puestos en relación concreta con las diferentes
evaluaciones culturales sobre estilos de vida, el progreso y la igualdad de
derechos. Con nuestra etnología de la globalización no queremos, en primera
línea, esbozar un escenario del futuro, sino que, sobre todo, revelar las
diferentes fuerzas dinámicas y tendencias evolutivas en los más distintos
campos de la vida. Mediante ejemplos empíricos de diversas regiones
mundiales, nos hemos propuesto explicar, refutar o diferenciar los
postulados sobre las consecuencias culturales de la migración, del contacto
cultural o de los medios de comunicación masiva, los que a menudo han sido
elaborados en la torre de marfil de la teoría.
Diferente interpretación de productos e ideas globales
El escenario de la homogeneización parte de la base de que la difusión
mundial de estructuras occidentales y el consumo de mercaderías importadas
tienen, por sí solos, un efecto uniformante. La imagen del crisol cultural
afirma que la gente se deja avasallar, sin prestar resistencia, por las
influencias extranjeras, que se rinde ante los consorcios multinacionales y
automáticamente asume la moral de los héroes de las series norteamericanas.
Sin embargo, las sociedades se enfrentan a las influencias foráneas de una
manera muy diversificada. El espectro abarca desde la resistencia tenaz, la
apropiación creativa hasta la rendición incondicional.
Las sociedades utilizan los elementos ajenos para como escribe el etnólogo
Marshall Sahlins «llegar a ser sí mismas cada vez más». Este proceso de
apropiación se puede describir incluso con relación a aquellos
«metasímbolos» de la homogeneización como McDonald¹s: cada día, 30 millones
de personas en más de 100 países comen en una filial de McDonald¹s. A
primera vista, esta cadena de comida rápida parece ser la culminación de la
influencia norteamericana en el mundo, lo que incluso inspiró al sociólogo
norteamericano George Ritzer a postular la tesis de la «McDonaldización del
mundo»: uniformidad de las costumbres y preferencias culinarias, así como
difusión mundial de los principios de racionalización, estandarización,
predecibilidad y productos al alcance de todos los bolsillos.
No obstante, los estudios etnológicos refutan que esas características de la
«McDonaldización» se difundan por todo el globo, ya que muchos aspectos
provocan resistencia en la población local. Generalmente, en Asia oriental
el cliente ignora el tácito mandamiento de la comida rápida: a un servicio
rápido el cliente debe reaccionar con un consumo rápido. Estudios
cultural-comparativos revelan que, fuera de los Estados Unidos, solamente en
un primer momento el consorcio McDonald¹s está considerado una expresión del
modo de vida norteamericano. Cabe señalar que McDonald¹s se caracteriza a sí
mismo de «firma multilocal». La paleta de sus productos refleja las reglas
nutritivas culturales: en Israel hay hamburguesas koscher, en India
Vegetable McNuggets y el Maharaja Mac de carnero.
Los lazos entre la globalización y la diversidad cultural
Los mercados globales financieros y de productos, las estructuras mediáticas
mundiales y las corrientes migratorias han implicado un crecimiento
exponencial de los procesos de intercambio cultural. A la zaga de estos
vínculos están desapareciendo numerosas formas de vida y mentalidades
tradicionales. Sin embargo, cabe destacar que el proceso de globalización
también acarrea nuevas formas culturales y de vida. En vista de la
disponibilidad mundial de determinados productos e ideas están cambiando las
culturas locales, y se entrelazan de manera sorprendente, diluyéndose los
límites entre lo propio y lo ajeno. Esta mezcla cultural se puede observar
en determinados individuos, pero también está afectando a sociedades
enteras. Tiger Woods, la meteórica estrella del golf internacional, se
denomina a sí mismo «cablinasiático», en referencia a sus antepasados
blancos, negros, indios y asiáticos. Y, ¿no son la «rapper» germanoturca
Aziza-A y Noah Becker, el hijo del famoso tenista Boris Becker y de su
esposa negra los alemanes típicos del mañana? Cabe señalar que en pocos
años, entre un 40 y un 50 por ciento de todos los niños y adolescentes en
las grandes ciudades alemanas provendrán de familias inmigrantes, y ya hoy
cada noveno bebé en Alemania ha nacido en el seno de una familia
intercultural. Las nuevas comunidades, como la de los latinoamericanos y de
los afroalemanes, están cambiando lo típicamente alemán de una manera no
espectacular pero sostenible.
Las nuevas formas culturales y de identidad no pueden ser aprehendidas
adecuadamente con nuestra tradicional comprensión de la cultura.
Tradicionalmente se considera que las diferencias culturales entre los
hombres se derivan de sus orígenes históricos específicos. La cultura es una
unidad claramente delimitada, relativamente estática. El mundo asemeja un
mosaico, cuyos componentes son las culturas. En esta imagen, la cultura y la
comunidad local son idénticas.
El etnólogo Ulf Hannerz utiliza por esta razón el término «criollización»,
tratando así de comprender la mezcla, las contradicciones y los límites
permeables de los sistemas conceptuales. Este término de la lingüística
calificaba originariamente los nuevos idiomas surgidos en la región del
Caribe, que son una mezcla de las respectivas lenguas coloniales y
africanas. Transportado a la cultura cotidiana, este término trata de
comprender esa nueva diversidad que, más que en la autonomía, se apoya en
los vínculos interculturales. La cultura no se considera un sistema estático
y autárquico, sino un flujo de significados que permanentemente diluye
antiguos vínculos y crea nuevos lazos. No solamente las formas locales de
vida están en cambio, sino que también el significado de los espacios
geográficos cambia para una creciente cantidad de gente. Los migrantes, los
jóvenes, los internautas, los artistas y científicos forman comunidades
transnacionales, unidas entre sí por elementos sociales, profesionales y
espirituales comunes.
Diferentes posiciones dentro de la cultura global
A la sombra de las declaraciones de derechos humanos, de Madonna y Microsoft
está surgiendo una cultura global. En este sistema mundial de referencias se
tematizan las diferencias, se encuentran denominadores comunes y se
entrelaza la diversidad del mundo. Cada vez más personas invocan hoy un
creciente número de categorías, conceptos y estándares universales, así como
productos e historias disponibles por doquier.
Dentro de la cultura global se manifiestan diferentes posiciones, sujetas a
los esfuerzos permanentes de los actores por alcanzar la hegemonía. La
cultura global no es un ámbito libre de luchas de poder, en el que a cada
cual se le pida cortésmente su opinión. Hay que negociar cada diferencia, y
defender la propia posición. Las estructuras de la cultura global no se han
formado con la misma participación de todas las culturas, ni tampoco
fomentan automáticamente la creación de un mundo más justo. No olvidemos que
la mayor parte de las categorías y estándares son occidentales. Las formas
legales, tecnológicas e institucionales de la cultura global contemplan, en
primer término, las necesidades occidentales. Sin embargo, otras culturas
aumentan su peso a la hora de conformar esos patrones, desafiando los
cánones y las perspectivas occidentales.
El desarrollo de un sistema común de referencias no significa que todos
seamos iguales; solamente presentamos nuestras diferencias de una manera
cada vez más similar. La cultura global representa una «estructura de
diferencias comunes» (Richard Wilk), en cuyo marco debemos definir las
particularidades culturales para entendernos mutuamente y obtener el
reconocimiento general. De todo el universo de diferencias potenciales,
algunas se recalcan, otras se ignoran. La nueva hegemonía es estructural, no
tanto de contenido. Las estructuras y conceptos tales como los derechos
humanos, los ideales de belleza o los principios de organización tienen una
difusión global. Sin embargo, su conformación y realización pueden ser muy
variadas.
El desarrollo y conformación de categorías y estrategias de acción globales
se pueden exponer tomando como ejemplo la historia de los derechos de la
mujer, y en especial del origen del concepto «Contra la violencia contra las
mujeres». Hace 30 años, las mujeres sabían muy poco de la vida de las
mujeres en otros continentes. Pero, desde los años setenta el movimiento
feminista ha experimentado un auge global. Si bien en Kirguisia hay
solamente 20 grupos feministas, en Kenia hay 26.000. En una primera etapa,
los temas relacionados con las mujeres se articulaban exclusivamente desde
una perspectiva occidental. Para las feministas occidentales, ha sido obvia
la universalidad de los ideales como el desarrollo personal o la igualdad de
los derechos laborales. No obstante, en los foros con mujeres de otros
continentes, en especial en las conferencias sobre mujeres de las Naciones
Unidas, rápidamente quedó claro que las mujeres de diferentes ámbitos
culturales persiguen objetivos muy distintos. Así por ejemplo, en el
hemisferio sur no se hacía hincapié en la autodeterminación individual, sino
en la igualdad de derechos económicos y legales. Si bien las mujeres
musulmanas, las afroamericanas y las africanas se adhieren al concepto de
«feminismo», a menudo éste tiene para ellas un significado totalmente
distinto.
Para mejorar la situación de las mujeres por sobre los límites culturales,
hubo que encontrar y articular intereses comunes, utilizando un vocabulario
estandarizado. Un denominador común semejante se encontró con el concepto de
«Contra la violencia contra las mujeres». Hace 20 años, este no era un tema
para los grupos feministas o de derechos humanos. Entretanto, este término
se ha convertido en un principio directivo del movimiento feminista en todo
el mundo, y su éxito se explica porque asume los más diferentes intereses de
las mujeres. Esta campaña tuvo una resonancia mundial, e influye en el
discurso y la política concreta de Estados y organizaciones internacionales.
Así por ejemplo, la Organización de Estados Americanos promulgó una
convención que obliga a los Estados participantes a proteger a las mujeres
de la violencia. En 1993, los derechos de la mujer fueron incluidos en la
agenda de derechos humanos.
La cultura global no es omnipresente. Para la mayoría de la gente, la
globalización no es el presente, sino una perspectiva. A comienzos del siglo
XXI, es evidente que no estamos viviendo en una sociedad mundial sin
fronteras, sino en muchos mundos paralelos que se superponen. Sigue habiendo
diferencias aparentemente incompatibles. Sigue siendo una incógnita cómo
serán estas «modernidades paralelas» en un mundo que se apoya en una red
cada vez más estrecha. Hoy, ningún Estado puede aislarse herméticamente de
las influencias foráneas.
La coronación del proceso de globalización no será un mundo ideal
A la zaga de la globalización se va perdiendo el conocimiento cultural. El
ocaso de formas de vida y cosmovisiones no es algo nuevo, lo nuevo es la
velocidad de esta evolución en la época de la globalización. Los
particularismos «puros» aislados y autónomos, si es que han existido alguna
vez, tienen pocas posibilidades de sobrevivir en nuestros tiempos. Las
nuevas formas culturales criollas no aplanan la diversidad de las formas de
vida, sino que adoptan nuevas formas que, en parte, integran a las formas
predecesoras. Gracias a las instituciones como los archivos, museos y
escuelas, cada vez se pierden menos conocimientos, y las nuevas tecnologías
de comunicación como la red Internet facilitan el acceso a las
informaciones. Lo que hoy ya se está perfilando es que determinadas
sociedades pueden aprovechar los nuevos medios para difundir sus propias
tradiciones y legarlas a las generaciones futuras. De esta manera, con el
proyecto de mailbox Leoki en Hawaii se pudo transmitir el propio idioma a
las generaciones jóvenes. Este proyecto tuvo tal éxito que en algunas
escuelas de Hawai las clases se imparten en su lengua autóctona.
Desde una perspectiva cultural, la globalización es un proceso altamente
dialéctico. La homogeneización y la diferenciación, el conflicto y la
criollización, la globalización y los elementos locales no son procesos
excluyentes, sino que se condicionan recíprocamente. Con la globalización,
determinados conceptos y estructuras de la vida moderna se están difundiendo
por todo el mundo. Al mismo tiempo, las particularidades culturales tienen
un perfil cada vez más nítido ante el trasfondo de las estructuras globales,
o incluso surgen ante este trasfondo. La globalización no es un proceso
automático que desembocará en un mundo ideal sin conflictos, sino que abriga
mayores oportunidades y riesgos que las épocas pasadas. En vista de que en
el proceso global de desarrollo el aislamiento o el retroceso no son
alternativas viables, necesitamos estrategias apropiadas para encarar las
nuevas experiencias. «Ya que no podemos regresar a la ignorancia, debemos
avanzar hacia el conocimiento» (Janet Abu-Lughod).
Joana Breidenbach e Ina Zukrigl, ambas etnólogas, se ocupan intensamente en
su trabajo científico de los problemas relacionados con la identidad
cultural. Son autoras del libro «Tanz der Kulturen» (La danza de las
culturas).
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