Asunto: | [RedLuz] El Quinto Poder / Ignacio Ramonet | Fecha: | Jueves, 16 de Octubre, 2003 05:29:05 (-0500) | Autor: | Ricardo Ocampo <redluz @...............mx>
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IV ENCUENTRO DE LA RED IBEROAMERICANA DE LUZ
La red de corazones
COLOMBIA 2003
Programa General
13 al 17 de noviembre
Buga, COLOMBIA
Interredes/Reunion tecnica de arquitectura de redes
10-12 de noviembre
Cali, COLOMBIA
http://www.redialuzcuartoencuentro.org
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MEDITACIONES MUNDIALES OPA
Operación Planeta Amor
http://www.laneta.apc.org/redanahuak/opa
25 Oct. 7:51 mx Meditación OPA 25 Oct. 12:51 GMT
Luna Nueva en Escorpio
+ Configuración de 7 planetas
+ 2 planetas y nodo estacionario
1 Nov. DÍA de los SANTOS o
JERARQUÍA PLANETARIA
2 Nov. DÍA de TODOS los DIFUNTOS
CONCORDANCIA ARMONICA
8 Nov. 19:20 mx Meditación OPA 9 Nov. 1:20 GMT
Luna Llena + Eclipse total de Luna
+ Urano directo + Gran trino en agua
Puedes consultar el horario mundial y convertir horarios en
http://www.timeanddate.com/worldclock/fixedform.html
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A TODOS LOS LATINOAMERICANOS EN EUROPA
LA RED DE LUZ EN ESPAÑOL EN EL VIEJO CONTINENTE
Contáctanos!
CECILIA LUVECCE ROUVRAIS
cecilain@...
grialnet-alta@...
SONIA SALAZAR
arsinoe_sig@...
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II ENCUENTRO CHAMANICO
Noviembre 6-8, 2003
Simultáneo en 10 países
Red Iberoamericana de Luz
http://www.mind-surf.net/forochaman/encuentro.htm
PARTICIPA!
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LISTA DE CORREOS DE LA RED ANAHUAK
redanahuak-alta@...
Toda la escena azteca!
www.laneta.apc.org/redanahuak
Semilla y nodo radiante de la red mexicana de luz.
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EL QUINTO PODER
Ignacio Ramonet
http://www.monde-diplomatique.es/2003/10/ramonet.html
La prensa y los medios de comunicación han sido, durante largos decenios, en
el marco democrático, un recurso de los ciudadanos contra el abuso de los
poderes. En efecto, los tres poderes tradicionales -legislativo, ejecutivo y
judicial- pueden fallar, confundirse y cometer errores. Mucho más
frecuentemente, por supuesto, en los Estados autoritarios y dictatoriales,
donde el poder político es el principal responsable de todas las violaciones
a los derechos humanos y de todas las censuras contra las libertades.
Pero en los países democráticos también pueden cometerse graves abusos,
aunque las leyes sean votadas democráticamente, los gobiernos surjan del
sufragio universal y la justicia -en teoría- sea independiente del
ejecutivo. Puede ocurrir, por ejemplo, que ésta condene a un inocente (¡cómo
olvidar el caso Dreyfus en Francia!); que el Parlamento vote leyes
discriminatorias para ciertos sectores de la población (como ha sucedido en
Estados Unidos, durante más de un siglo, respecto de los
afro-estadounidenses, y sucede actualmente respecto de los oriundos de
países musulmanes, en virtud de la ³Patriot Act²); que los gobiernos
implementen políticas cuyas consecuencias resultarán funestas para todo un
sector de la sociedad (como sucede, en la actualidad, en numerosos países
europeos, respecto de los inmigrantes ³indocumentados²).
En un contexto democrático semejante, los periodistas y los medios de
comunicación a menudo han considerado un deber prioritario denunciar dichas
violaciones a los derechos. A veces, lo han pagado muy caro: atentados,
³desapariciones², asesinatos, como aún ocurre en Colombia, Guatemala,
Turquía, Pakistán, Filipinas, y en otros lugares. Por esta razón durante
mucho tiempo se ha hablado del ³cuarto poder². Ese ³cuarto poder² era, en
definitiva, gracias al sentido cívico de los medios de comunicación y al
coraje de valientes periodistas, aquel del que disponían los ciudadanos para
criticar, rechazar, enfrentar, democráticamente, decisiones ilegales que
pudieran ser inicuas, injustas, e incluso criminales contra personas
inocentes. Era, como se ha dicho a menudo, la voz de los sin-voz.
Desde hace una quincena de años, a medida que se aceleraba la mundialización
liberal, este ³cuarto poder² fue vaciándose de sentido, perdiendo poco a
poco su función esencial de contrapoder. Esta evidencia se impone al
estudiar de cerca el funcionamiento de la globalización, al observar cómo
llegó a su auge un nuevo tipo de capitalismo, ya no simplemente industrial
sino predominantemente financiero, en suma, un capitalismo de la
especulación. En esta etapa de la mundialización, asistimos a un brutal
enfrentamiento entre el mercado y el Estado, el sector privado y los
servicios públicos, el individuo y la sociedad, lo íntimo y lo colectivo, el
egoísmo y la solidaridad.
El verdadero poder es actualmente detentado por un conjunto de grupos
económicos planetarios y de empresas globales cuyo peso en los negocios del
mundo resulta a veces más importante que el de los gobiernos y los Estados.
Ellos son los ³nuevos amos del mundo² que se reúnen cada año en Davos, en el
marco del Foro Económico Mundial, e inspiran las políticas de la gran
Trinidad globalizadora: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y
Organización Mundial del Comercio.
Es en este marco geoeconómico donde se ha producido una metamorfosis
decisiva en el campo de los medios de comunicación masiva, en el corazón
mismo de su textura industrial.
Los medios masivos de comunicación (emisoras de radio, prensa escrita,
canales de televisión, internet) tienden cada vez más a agruparse en el seno
de inmensas estructuras para conformar grupos mediáticos con vocación
mundial. Empresas gigantes como News Corps, Viacom, AOL Time Warner, General
Electric, Microsoft, Bertelsmann, United Global Com, Disney, Telefónica, RTL
Group, France Telecom, etc., tienen ahora nuevas posibilidades de expansión
debido a los cambios tecnológicos. La ³revolución digital² ha derribado las
fronteras que antes separaban las tres formas tradicionales de la
comunicación: sonido, escritura, imagen. Permitió el surgimiento y el auge
de internet, que representa una cuarta manera de comunicar, una nueva forma
de expresarse, de informarse, de distraerse.
Desde entonces, las empresas mediáticas se ven tentadas de conformar
³grupos² para reunir en su seno a todos los medios de comunicación
tradicionales (prensa, radio, televisión), pero además a todas las
actividades de lo que podríamos denominar los sectores de la cultura de
masas, de la comunicación y la información. Estas tres esferas antes eran
autónomas: por un lado, la cultura de masas con su lógica comercial, sus
creaciones populares, sus objetivos esencialmente mercantiles; por el otro,
la comunicación, en el sentido publicitario, el marketing, la propaganda, la
retórica de la persuasión; y finalmente, la información con sus agencias de
noticias, los boletines de radio o televisión, la prensa, los canales de
información continua, en suma, el universo de todos los periodismos.
Estas tres esferas, antes tan diferentes, se imbricaron poco a poco para
constituir una sola y única esfera ciclópea en cuyo seno resulta cada vez
más difícil distinguir las actividades concernientes a la cultura de masas,
la comunicación o la información (1). Por añadidura, estas empresas
mediáticas gigantes, estos productores en cadena de símbolos multiplican la
difusión de mensajes de todo tipo, donde se entremezclan televisión, dibujos
animados, cine, videojuegos, CD musicales, DVD, edición, ciudades temáticas
estilo Disneylandia, espectáculos deportivos, etc.
En otras palabras, los grupos mediáticos poseen de ahora en adelante dos
nuevas características: primeramente, se ocupan de todo lo concerniente a la
escritura, de todo lo concerniente a la imagen, de todo lo concerniente al
sonido, y difunden esto mediante los canales más diversos (prensa escrita,
radio, televisión hertziana, por cable o satelital, vía internet y a través
de todo tipo de redes digitales). Segunda característica: estos grupos son
mundiales, planetarios, globales, y no solamente nacionales o locales.
En 1940, en una célebre película, Orson Welles arremetía contra el
³superpoder² de Citizen Kane (en realidad, el magnate de la prensa de
comienzos del siglo XX, William Randolph Hearst). Sin embargo, comparado con
el de los grandes grupos mundiales de hoy, el poder de Kane era
insignificante. Propietario de algunos periódicos en un solo país, Kane
disponía de un poder ínfimo (sin por ello carecer de eficacia a nivel local
o nacional (2)) en comparación con los archipoderes de los megagrupos
mediáticos de nuestro tiempo.
Estas megaempresas contemporáneas, mediante mecanismos de concentración, se
apoderan de los sectores mediáticos más diversos en numerosos países, en
todos los continentes, y se convierten de esta manera, por su peso económico
y su importancia ideológica, en los principales actores de la mundialización
liberal. Al haberse convertido la comunicación (extendida a la informática,
la electrónica y la telefonía) en la industria pesada de nuestro tiempo,
estos grandes grupos pretenden ampliar su dimensión a través de incesantes
adquisiciones y presionan a los gobiernos para que anulen las leyes que
limitan las concentraciones o impiden la constitución de monopolios o
duopolios (3).
La mundialización es también la mundialización de los medios de comunicación
masiva, de la comunicación y de la información. Preocupados sobre todo por
la preservación de su gigantismo, que los obliga a cortejar a los otros
poderes, estos grandes grupos ya no se proponen, como objetivo cívico, ser
un ³cuarto poder² ni denunciar los abusos contra el derecho, ni corregir las
disfunciones de la democracia para pulir y perfeccionar el sistema político.
Tampoco desean ya erigirse en ³cuarto poder² y, menos aun, actuar como un
contrapoder.
Si, llegado el caso, constituyeran un ³cuarto poder², éste se sumaría a los
demás poderes existentes -político y económico- para aplastar a su turno,
como poder suplementario, como poder mediático, a los ciudadanos.
La cuestión cívica que se nos plantea de ahora en adelante es la siguiente:
¿cómo reaccionar? ¿Cómo defenderse? ¿Cómo resistir a la ofensiva de este
nuevo poder que, de alguna manera, ha traicionado a los ciudadanos y se ha
pasado con todos sus bártulos al enemigo?.
Es necesario, simplemente, crear un ³quinto poder². Un ³quinto poder² que
nos permita oponer una fuerza cívica ciudadana a la nueva coalición
dominante. Un ³quinto poder² cuya función sería denunciar el superpoder de
los medios de comunicación, de los grandes grupos mediáticos, cómplices y
difusores de la globalización liberal. Esos medios de comunicación que, en
determinadas circunstancias, no sólo dejan de defender a los ciudadanos,
sino que a veces actúan en contra del pueblo en su conjunto. Tal como lo
comprobamos en Venezuela.
En este país latinoamericano donde la oposición política fue derrotada en
1998 en elecciones libres, plurales y democráticas, los principales grupos
de prensa, radio y televisión han desatado una verdadera guerra mediática
contra la legitimidad del presidente Hugo Chávez (4). Mientras que éste y su
gobierno se mantienen respetuosos al marco democrático, los medios de
comunicación, en manos de un puñado de privilegiados, continúan utilizando
toda la artillería de las manipulaciones, las mentiras y el lavado de
cerebro para tratar de intoxicar la mente de la gente (5). En esta guerra
ideológica, han abandonado por completo la función de ³cuarto poder²;
pretenden desesperadamente defender los privilegios de una casta y se oponen
a toda reforma social y a toda distribución un poco más justa de la inmensa
riqueza nacional (ver artículo de Maurice Lemoine, páginas 16-17).
El caso venezolano es paradigmático de la nueva situación internacional en
la cual grupos mediáticos enfurecidos asumen abiertamente su nueva función
de perros guardianes del orden económico establecido, y su nuevo estatuto de
poder antipopular y anticiudadano. Estos grandes grupos no sólo se asumen
como poder mediático, constituyen sobre todo el brazo ideológico de la
mundialización, y su función es contener las reivindicaciones populares que
tratan de adueñarse del poder político (como logró hacerlo,
democráticamente, en Italia, Silvio Berlusconi, dueño del principal grupo de
comunicación trasalpino).
La ³guerra sucia mediática² librada en Venezuela contra el presidente Hugo
Chávez es la réplica exacta de lo que hizo, de 1970 a 1973, el periódico El
Mercurio (6) en Chile contra el gobierno democrático del presidente Salvador
Allende, hasta empujar a los militares al golpe de Estado. Campañas
semejantes, donde los medios de comunicación pretenden destruir la
democracia, podrían reproducirse mañana en Ecuador, Brasil o Argentina
contra toda reforma legal que intente modificar la jerarquía social y la
desigualdad de la riqueza. Al poder de la oligarquía tradicional y al de los
típicos reaccionarios, se suman actualmente los poderes mediáticos. Juntos
-¡y en nombre de la libertad de expresión!- atacan los programas que
defienden los intereses de la mayoría de la población. Tal es la fachada
mediática de la globalización. Revela de la forma más clara, más evidente y
más caricaturesca la ideología de la mundialización liberal.
Medios de comunicación masiva y mundialización liberal están íntimamente
ligados. Por eso, es urgente desarrollar una reflexión sobre la manera en
que los ciudadanos pueden exigir a los grandes medios de comunicación mayor
ética, verdad, respeto a una deontología que permita a los periodistas
actuar en función de su conciencia y no en función de los intereses de los
grupos, las empresas y los patrones que los emplean.
En la nueva guerra ideológica que impone la mundialización, los medios de
comunicación son utilizados como un arma de combate. La información, debido
a su explosión, su multiplicación, su sobreabundancia, se encuentra
literalmente contaminada, envenenada por todo tipo de mentiras, por los
rumores, las deformaciones, las distorsiones, las manipulaciones.
Se produce en este campo lo ocurrido con la alimentación. Durante mucho
tiempo, el alimento fue escaso y aún lo es en numerosos lugares del mundo.
Pero cuando gracias a las revoluciones agrícolas los campos comenzaron a
producir en sobreabundancia, particularmente en los países de Europa
occidental o de América del Norte, se observó que numerosos alimentos
estaban contaminados, envenenados por pesticidas, que provocaban
enfermedades, causaban infecciones, generaban cánceres y todo tipo de
problemas de salud, llegando incluso a producir pánico en las masas como el
mal de la ³vaca loca². En suma, antes uno podía morirse de hambre, ahora uno
puede morirse por haber comido alimentos contaminados...
Con la información, sucede lo mismo. Históricamente, ha sido muy escasa.
Incluso actualmente, en los países dictatoriales, no existe información
fiable, completa, de calidad. En cambio, en los Estados democráticos,
desborda por todas partes. Nos asfixia. Empédocles decía que el mundo estaba
constituido por la combinación de cuatro elementos: aire, agua, tierra,
fuego. La información se ha vuelto tan abundante que constituye, de alguna
manera, el quinto elemento de nuestro mundo globalizado.
Pero al mismo tiempo, uno comprueba que, al igual que el alimento, la
información está contaminada. Nos envenena la mente, nos contamina el
cerebro, nos manipula, nos intoxica, intenta instilar en nuestro
inconsciente ideas que no son las nuestras. Por eso, es necesario elaborar
lo que podría denominarse una ³ecología de la información². Con el fin de
limpiar, separar la información de la ³marea negra² de las mentiras, cuya
magnitud ha podido medirse, una vez más, durante la reciente invasión a Irak
(7). Es necesario descontaminar la información. Así como han podido
obtenerse alimentos ³bio², a priori menos contaminados que los demás,
debería obtenerse una suerte de información ³bio². Los ciudadanos deben
movilizarse para exigir que los medios de comunicación pertenecientes a los
grandes grupos globales respeten la verdad, porque sólo la búsqueda de la
verdad constituye en definitiva la legitimidad de la información.
Por eso, hemos propuesto la creación del Observatorio Internacional de
Medios de Comunicación (en inglés: Media Watch Global). Para disponer
finalmente de un arma cívica, pacífica, que los ciudadanos podrán utilizar
con el fin de oponerse al nuevo superpoder de los grandes medios de
comunicación masiva. Este observatorio es una expresión del movimiento
social planetario reunido en Porto Alegre (Brasil). En plena ofensiva de la
globalización liberal, expresa la preocupación de todos los ciudadanos ante
la nueva arrogancia de las industrias gigantes de la comunicación.
Los grandes medios de comunicación privilegian sus intereses particulares en
detrimento del interés general y confunden su propia libertad con la
libertad de empresa, considerada la primera de las libertades. Pero la
libertad de empresa no puede, en ningún caso, prevalecer sobre el derecho de
los ciudadanos a una información rigurosa y verificada ni servir de pretexto
a la difusión consciente de informaciones falsas o difamaciones.
La libertad de los medios de comunicación es sólo la extensión de la
libertad colectiva de expresión, fundamento de la democracia. Como tal, no
puede ser confiscada por un grupo de poderosos. Implica, por añadidura, una
³responsabilidad social² y, en consecuencia, su ejercicio debe estar, en
última instancia, bajo el control responsable de la sociedad. Es esta
convicción la que nos ha llevado a proponer la creación del Observatorio
Internacional de Medios de Comunicación, Media Watch Global. Porque los
medios de comunicación son actualmente el único poder sin contrapoder, y se
genera así un desequilibrio perjudicial para la democracia.
La fuerza de esta asociación es ante todo moral: reprende basándose en la
ética y sanciona las faltas de honestidad mediática a través de informes y
estudios que elabora, publica y difunde.
El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación constituye un
contrapeso indispensable para el exceso de poder de los grandes grupos
mediáticos que imponen, en materia de información, una sola lógica -la del
mercado- y una única ideología, el pensamiento neoliberal. Esta asociación
internacional desea ejercer una responsabilidad colectiva, en nombre del
interés superior de la sociedad y del derecho de los ciudadanos a estar bien
informados. Al respecto, considera de una importancia primordial los
desafíos de la próxima Cumbre Mundial sobre la Información que tendrá lugar
en diciembre próximo, en Ginebra (8). Propone además prevenir a la sociedad
contra las manipulaciones mediáticas que, como epidemias, se han
multiplicado estos últimos años.
El Observatorio reúne tres tipos de miembros, que disponen de idénticos
derechos: 1) periodistas profesionales u ocasionales, en actividad o
jubilados, de todos los medios de comunicación, centrales o alternativos; 2)
universitarios e investigadores de todas las disciplinas, y particularmente
especialistas en medios de comunicación, porque la Universidad, en el
contexto actual, es uno de los pocos lugares parcialmente protegidos contra
las ambiciones totalitarias del mercado; 3) usuarios de los medios de
comunicación, ciudadanos comunes y personalidades reconocidas por su
estatura moral...
Los sistemas actuales de regulación de los medios de comunicación son en
todas partes insatisfactorios. Al ser la información un bien común, su
calidad no podría estar garantizada por organizaciones integradas
exclusivamente por periodistas, a menudo vinculados a intereses
corporativos. Los códigos deontológicos de cada empresa mediática -cuando
existen- se revelan a menudo poco aptos para sancionar y corregir los
desvíos, los ocultamientos y las censuras. Es indispensable que la
deontología y la ética de la información sean definidas y defendidas por una
instancia imparcial, creíble, independiente y objetiva, en cuyo seno los
universitarios tengan un papel decisivo.
La función de los ³ombudsmen² o mediadores, que fue útil en los años 1980 y
1990, está actualmente mercantilizada, desvalorizada y degradada. Es a
menudo un instrumento de las empresas, responde a imperativos de imagen y
constituye una coartada barata para reforzar artificialmente la credibilidad
de los medios.
Uno de los derechos más preciados del ser humano es el de comunicar
libremente su pensamiento y sus opiniones. Ninguna ley debe restringir
arbitrariamente la libertad de expresión o de prensa. Pero las empresas
mediáticas no pueden ejercerla sino bajo la condición de no infringir otros
derechos tan sagrados como el de que todo ciudadano pueda acceder a una
información no contaminada. Al abrigo de la libertad de expresión, las
empresas mediáticas no deben poder difundir informaciones falsas, ni
realizar campañas de propaganda ideológica, u otras manipulaciones.
El Observatorio Internacional de Medios de Comunicación considera que la
libertad absoluta de los medios de comunicación, reclamada a viva voz por
los dueños de los grandes grupos de comunicación mundiales, no podría
ejercerse a costa de la libertad de todos los ciudadanos. Estos grandes
grupos deben saber de ahora en adelante que acaba de nacer un contrapoder,
con la vocación de reunir a todos aquellos que se reconocen en el movimiento
social planetario y que luchan contra la confiscación del derecho de
expresión. Periodistas, universitarios, militantes de asociaciones, lectores
de diarios, oyentes de radios, telespectadores, usuarios de internet, todos
se unen para forjar un arma colectiva de debate y de acción democrática. Los
globalizadores habían declarado que el siglo XXI sería el de las empresas
globales; la asociación Media Watch Global afirma que será el siglo en el
que la comunicación y la información pertenecerán finalmente a todos los
ciudadanos.
NOTAS:
(1) Ignacio Ramonet, La tiranía de la comunicación, Madrid, Temas de Debate,
1998; y Propagandas silenciosas, Instituto Cubano del Libro, La Habana,
2001.
(2) Véase, por ejemplo, en Italia, la superpotencia mediática del grupo
Fininvest de Silvio Berlusconi, o en Francia, la de los grupos Lagardère o
Dassault.
(3) Presionada por los grandes grupos mediáticos estadounidenses, la Federal
Communications Commission (FCC) de Estados Unidos autorizó, el 4 de junio de
2003, la flexibilización de los límites a la concentración: una empresa
podría controlar hasta el 45% de la audiencia nacional (contra el 35%, en la
actualidad). La decisión debía entrar en vigor el 4 de septiembre último,
pero debido a que algunos ven en ella ³una grave amenaza para la
democracia², fue suspendida por la Corte Suprema.
(4) Ignacio Ramonet,³El crimen perfecto², Le Monde diplomatique, edición
española, junio de 2002.
(5) Maurice Lemoine, ³Laboratorios de la mentira en Venezuela², Le Monde
diplomatique, edición española, agosto de 2002.
(6) Y muchos otros medios de comunicación, como La Tercera, Ultimas
Noticias, La Segunda, Canal 13, etc. Véase Patricio Tupper, Allende, la
cible des médias chiliens et de la CIA (1970-1973), Editions de l¹Amandier,
París, 2003.
(7) Ignacio Ramonet, ³Mentiras de Estado², Le Monde diplomatique, edición
española, julio de 2003.
(8) Armand Mattelart, «La clave del nuevo orden internacional², Le Monde
diplomatique, edición española, agosto de 2003.
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