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Red Iberoamericana de Luz |
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Asunto: | [RedLuz] En conexión con las energías telúricas | Fecha: | Viernes, 26 de Diciembre, 2008 21:19:03 (-0300) | Autor: | Gustavo Fernandez <gusfernandez21 @.........ar>
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EN CONEXIÓN
CON
LAS ENERGÍAS
TELÚRICAS
Estamos en
condiciones de afrontar un viaje. Un viaje en una doble dirección: hacia fuera,
hacia ciertos lugares geográficos, y a la vez hacia dentro, al descubrimiento de
potencialidades dormidas. Porque la invitación —una más, seguramente, de todas
las motivadoras y estimulantes que a diario nos ofrece el mundo de lo
espiritual, lo paranormal, lo alternativo; seguramente también no menos
enriquecedora— nos llevará a descubrir los efectos de conectar con las tantas
veces ponderadas, especuladas, aceptadas pero pocas veces experimentadas
energías telúricas.
En numerosos
ensayos he dejado constancia de dos certezas: que periódicamente se presentan
ciertas deformaciones espacio temporales asociadas a entornos y lugares
específicos que, circunstancialmente, conectan con lo que podemos llamar “otras
dimensiones”, “mundos paralelos”, espacios y tiempos concomitantes con aquél en
que nos desenvolvemos, origen y fuente hipotéticos de entidades y vectores que
se manifiestan en nuestra Realidad cotidiana bajo una miríada de denominaciones,
presencias históricas gestoras de religiones y mitologías, de conocimientos y
literatura, de ensoñaciones y pesadillas. Pero así también, la existencia de
potenciales energéticos, fuerzas asociadas a ciertos lugares. Cuando unos y
otros coinciden, en latitud y longitud y en el almanaque, nuestra probabilidad
de percibir esos planos y, casi como un regalo del Universo, experimentar
transformaciones internas con efectos impactantes en nuestra vida cotidiana es
inmediata e inevitable.
Lo escribo
porque lo he vivido. Porque así como desde pequeño nunca me gustó hablar de lo
que no conociera o experimentara en una siempre retroalimentada curiosidad que
aún hoy tiene mucho de adolescente, es igualmente visceral mi necesidad de
compartir experiencias. Algo políticamente incorrecto, según como se mire. En
efecto; eso me ha granjeado una dudosa fama de “esotérico” (hubiera preferido
“esoterista”) en ámbitos ávidos de etiquetas academicistas. En verdad, poco
importa. Lo único, en un casi solipsismo intelectual, es que comparto lo que he
percibido como real, y si eso es consecuencia de que los márgenes de mi Realidad
a través de estos años han excedido los de algunos congéneres, no es mi
problema.
Pero también,
ustedes saben, soy desconfiado del vacuo discurso del facilismo espiritualista,
de
la-apertura-de-su-portal-personalizado-en-la-comodidad-de-su-living-en-un-fin-de-semana.
Como en la novela de Coelho, el destino que buscamos allá está también aquí pero
jamás lo habríamos descubierto sin haber partido antes aunque tengamos que
regresar, porque el camino es la meta.
Limitaré
estos comentarios a un exiguo punto de la geografía argentina que conozco en
profundidad: los alrededores del cerro Uritorco y el pueblo de Capilla del
Monte, en la mediterránea provincia de Córdoba (Argentina). Exigirán lectores de
otras latitudes correspondencia con sus propios lugares sacros que, no dudo,
compartirán o superarán en energía a éste. Pero hablo de lo que conozco y
experimento, ya saben. Algún día (aunque la canción diga que “algún día nunca
llega”) transitaré esas geografías y sobre ellas sabré escribir. Sirva esta
tercermundista y vecinal experiencia sin embargo como excusa para hablar de otra
cosa. Del impacto de lo macrocósmico de la Tierra en el microcosmos de este
corpúsculo que llamamos ser humano.
Es
interesante señalar que el “cómo” es mucho más infuso que el
“dónde”. Es decir, cómo actúa ese impacto sobre cada uno es absolutamente
aleatorio desde la minúscula perspectiva humana, y conforme a orden cósmico
desde la omnipresente panorámica del Todo. A usted le afectará de manera
distinta que a mí. Pero no tenga dudas que dejará su huella. ¿Que cómo me
afectó a mí? Es personal, por lo tanto intransferible y obviamente privado,
gracias por preguntar. Pero creo que he hecho una buena descripción en el
“síndrome del pájaro pintado” (ver lección de Esoterismo Práctico Nº 22 / Para solicitar, clic y
enviar).
La
experiencia aúna —si están actualizados con algunos de mis trabajos pero
especialmente con la evolución de mi pensamiento, cosa no menor, ya que si mi
pensamiento fuera fotocopiado del de años atrás, ¿de qué evolución podría estar
hablando?— observaciones sobre Geometría Sagrada, Radiestesia y Radiaciones
Telúricas. Tomando, como “laboratorio”, una particular “área energética”, que
trascienden el mítico Uritorco y abarcan a El cerro Uritorco, el cerro Pajarillo y el
cerro Colchiquí (o cerro de “La Maldición”, en Ongamira), El último de estos cerros —el Colchiquí o
Colchiquín— situado aproximadamente a 24 Km en dirección N-E del Uritorco,
ha sido desde el siglo XVI objeto de crónicas históricas por parte de los mismos
colonizadores españoles que han referido legendarias concepciones
mítico-religiosas por parte de los grupos comechingones, pre y post conquista
española, otorgando no sólo al Cerro sino a sus próximas grutas (las Grutas
de Ongamira) atributos de sacralidad que son reconocidos aún hoy. Enmarcado,
pues, por estas tres formaciones, y conformando un triángulo, se emplaza la
denominada popularmente Quebrada de Luna, singular planicie que muchos han dado
en llamar Valle de los Espíritus o Valle de ERKS. Otros autores (no discutiremos aquí el
punto) llaman “Valle de los Espíritus” a lo que primigeniamente se conocía como
“Hondonada del Buey”, más genéricamente como “La Pampita” y que se refiere a un
área plana próxima a la cumbre del Uritorco, en realidad, el añejo y
desaparecido (y cubierto por depósitos sedimentarios) cráter de ese arcaico
volcán que supo, hace millones de años, ser el cerro.

Según el autor, éste es el verdadero “Valle de los
Espíritus”
Otra perspectiva del acceso al Valle de los
Espíritus
Serían
innúmeras las experiencias a que podría remitirme. La fotografía de lo que en
otro contexto sería interpretado como “ovni fortuito” pero aquí prefiero
circunscribirlo a la idea de estas “energías”, como este documento, que siempre
se obtiene en un vértice concreto del triángulo (indicado en el mapa final
como [1]).
En la zona de El Zapato
se obtienen comúnmente este tipo de registros.

Pero allí no
terminan las sorpresas: sólo en otro vértice, pero esta vez del triángulo[2],
se obtienen siempre luces con comportamiento inteligente en el cielo
nocturno. Esta fotografía,
tomada por mí mismo, puede parecer pobre; la observación que la acompañó no lo
fue, ya que esas “luces”, circunscriptas en el círculo amarillo, bailotearon
durante... una hora, ante mi estúpido rostro sorprendido.
Menos
espectaculares, pero más intrigantes —cuando menos para mí— desde el punto de
vista investigativo, fueron las prospecciones radiestésicas. Empleando un simple
“péndulo de frecuencias” —cualquiera, a los que se le hacen divisiones
proporcionales respetando la escala cromática, de hecho, en forma convencional—
se comprueba que si nos situamos en los vértices del triángulo[1], para comenzar
mirando al Este, siempre girará sólo al alcanzar la frecuencia violeta, pero
descenderá al añil al volver el rostro al Oeste, permaneciendo impertérrito
tanto al Norte como al Sur. En cambio, al ubicarnos en los vértices del
triángulo [2], comenzando a mirar al Oeste girará sólo a alcanzar la frecuencia
añil, y pasando al violeta cuando giramos hacia el Este, descendiendo al
amarillo-anaranjado-rojo tanto al voltearnos al Norte como al Sur. Esto es muy
extraño porque, si ustedes leyeron con atención, puestos en idénticos puntos el
sentido de giro del péndulo dependerá de en cuál dirección estemos mirando, y no
de ninguna otra variable (por ejemplo, el tipo de péndulo). Esto señala a gritos
que la energía del lugar resuena en nosotros según nuestra orientación tanto
con los campos geoelectromagnéticos como con las redes Hartmann, y abre un campo
apasionante para la aplicación de técnicas Psicogeométricas en esos
lugares.
A título
ilustrativo, digamos que son vértices del triángulo [1] los cerros Pajarillo,
Colchiquí y la “capilla neotemplaria” ubicada en el mismo poblado de
Capilla del Monte, y del triángulo [2], ésta, el cerro Uritorco y el cerro
Colchiquí.
Péndulo de frecuencias
El omnipresente Uritorco
Cerro Colchiquí
Construcción piramidal en sus proximidades,
una delas
tantas formas de aprovechar la energía del lugar
Cuevas de Ongamira
Entonces, ¿cómo no recordar
aquellas dos “entidades”, humanoides y vestidas íntegramente de blanco, que
aparecieron inopinadamente en una fotografía tomada por nuestros colaboradores
en una ascensión a las cuevas de Ongamira, ya publicadas en AFR Nº 1? Están dentro del
círculo amarillo. Ustedes alcanzan a ver a una integrante del grupo llegando a
la oquedad, una ermita con la imagen de una virgen (siempre me preguntaba por
qué esa compulsión católica de colocar en cualquier punto imágenes de su
hagiografía; hoy sospecho que con el tipo de experiencias que los lugareños han
convivido históricamente debe haber servido, en su ingenua ignorancia, casi como
un exorcismo). Seamos redundantes: cuando revelo la fotografía es cuando
aparecen... y nadie estaba allí.
Esto, sin entrar en detalles de puntos como Los
Terrones, los Gigantes, La Posta del Silencio... Una región donde quizás la
única nota frívola debe ser la famosa “calle techada” de la ciudad.
Calle techada
Los Terrones
Precisamente hablando de esa “capilla
neotemplaria”, conocida así por su configuración octogonal en su interior
—experiencia que, huelga decirlo, tuve que realizar todas las veces a escondidas
del párroco y sus fieles ayudantes, un poco hastiados de tanto cazador de
anomalías y confundidos por las particularidades del templo que les tocó en
suertes guardar y cuya Geometría Sagrada ignoran en absoluto, o hacen como que
ignoran— precisamente hablando de
ella, decía, es interesante señalar dos cosas: (a) un péndulo de frecuencias
siempre girará en su interior sólo en la frecuencia violeta o añil, sin
excepción, y (b) cualquier meditación de Merkaba realizada en su interior
provocará percepciones insólitas. La más habitual: “presencias” perceptibles o
visibles en la columna de luz que, durante el día, desciende por el rosetón que
culmina la capilla. Que le da nombre al pueblo, claro.
De paso, sería bueno atender a las baldosas que jalonan el piso. Todas muestran
lo que muchos identifican con una swástica pero que creo más
acertadamente un “triskelion”, un símbolo —como se ve en la gráfica que
acompaña— absolutamente chamánico.
La Capilla
El embaldosado del piso
Escudo chamánico indígena;
suele estar en los “kultrun”, tambores ceremoniales
mapuches
El rosetón


Al César lo que es del César... y a Guillermo Terrera lo que es de Guillermo
Terrera. Cuando allá por los ’80 el fenecido metafísico, antropólogo, docente de
la Universidad de Buenos Aires y abierto filonazi preconizaba la existencia de
un “triángulo energético” en esta zona (que, pomposamente, bautizó como
“triángulo de fuerzas de Terrera”) fuimos muchos —me incluyo— quienes lo
consideramos un dislate. Pero no hace tanto tiempo escribí que algún día, en una
caverna o la cima de alguna montaña, con un péndulo en una mano y un libro de
geometría en la otra, iba a comenzar a encontrar algunas respuestas. Bien, creo
que allí estoy, ahora. Porque
relacionando las prácticas psicogeométricas con las áreas determinadas
radiestésicamente dentro de perímetros bien definidos (el margen de aproximación
para los vértices indicados es de +/- 2 kilómetros, disminuyendo la intensidad
de las detecciones radiestésicas a medida que uno se aleja del punto “ideal”),
queda demostrado, al reducirse todas las variables a precisas constantes, que
son focos energéticos particularmente intensos y precisos. Que el efecto que
“resuena” en nosotros es mensurable, al margen de cómo repercute en
nuestra vida en los tiempos venideros.
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