Asunto: | [RedLuz] La Indagatoria (MUY BUENO) | Fecha: | Lunes, 28 de Mayo, 2001 02:14:37 (-0700) | Autor: | Ricardo Ocampo-Anahuak Networks <chicanos @...........mx>
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From: "Pablo Elias Gómez Posse" <pgomez@...>
Date: Tue, 1 May 2001 22:59:24 -0500
Subject: La Indagatoria (MUY BUENO)
LA INDAGATORIA
El 8 de octubre de 1943, Gilberto Alzate Avendaño fue sometido a indagatoria
en Manizales, por el funcionario que tuvo a su cargo la investigación de los
sucesos ocurridos con motivo de una huelga de choferes, de quienes era aquél
apoderado y dirigente.
El interrogatorio es el siguiente:
-Sírvase decir su nombre y apellido.
-Gilberto Alzate Avendaño.
-El lugar de su nacimiento.
-Nací en Manizales, el 10 de octubre de 1910, por las inmediaciones del
Parque de Caldas.
-¿Quiénes son sus padres?
-El General Marco Alzate y doña Nohemy Avendaño de Alzate.
-¿Dónde hizo sus estudios? ¿Por cuánto tiempo?
-Las primeras letras en el Colegio de Cristo. Las segundas, en el Instituto
Universitario. Las terceras, en la Universidad de Antioquia. Las últimas,
solo. En varios planteles me expulsaron por ideas y prácticas subversivas.
Fui un mal estudiante, en el sentido escolar del vocablo. Sin embargo, creo
que he estudiado siempre.
-¿Qué grado de instrucción posee?
-Soy bachiller y doctor. Todo el mundo lo es en este país, mientras no se
demuestre lo contrario. En 1936 me dieron el diploma de profesional, que
obtuve con una tesis pedante, sobre la historia de los gremios, empezando
desde los judíos del éxodo. Me fatigué cuando iba en los «collegia» romanos
y en las gildas de la Edad Media. Por eso quedó trunca, inconclusa. Sin
embargo, como citaba textos abstrusos y daba datos estadísticos sobre las
finanzas de Egipto bajo los Lágidas, la junta de calificadores resolvió que
era muy profunda. Por poco soy laureado de la facultad. Tengo algunos
conocimientos, en su mayoría superfluos, que no me facilitan la vida, sino
que me la complican. Mas me debo a mí mismo. Puedo llamarme autodidacta, sin
hipérbole. No me considero ilustrado, a pesar de mis alardes de erudito.
Aspiro más bien a la cultura, que es algo más profundo. Cierta vez escribí
que la cultura es lo que nos queda, después de que olvidamos todo lo que
aprendimos. Come ve el señor investigador, la definición es excelente. Me he
quedado dudando si es mía o ajena.
-¿Qué profesión tiene?
-Ejerzo la abogacía. Podría asegurar que con bastante competencia, pero no
lo hago. No me gusta el oficio. No obstante he trabajado con los mayores
bríos, poniendo cuanto soy en el ejercicio profesional. Mi mayor anhelo es
abandonar el foro, porque me impresiona morir leguleyo, con el alma prendida
de un inciso. Tengo demasiada imaginación para consagrarme al derecho, que
exige dotes menores, crítica y dialéctica. El abogado no crea. No produce
nada útil. Es una actividad parasitaria. Para sostener a uno de nosotros,
muchos campesinos y obreros tienen que estar sudando plusvalía.
-¿Tiene otras actividades?
-Antes era escritor. Pero el recogimiento físico que exige esa tarea me
cansa. Ahora leo lo que escriben los demás. Es una disciplina de humildad y
paciencia. También fui político activo. Me derrotaron tantas veces, que
resolví «hacer mutis por el foro». Vinculado por mi nacimiento a las
derechas tuve cierta influencia en la política conservadora, durante mis
mocedades turbulentas. Después fundé un partido, que no tuvo muchos
prosélitos. Ahora no pertenezco a ninguna colectividad. Políticamente estoy
batiendo un récord de permanencia en el aire. Voy solo. Obro por mi cuenta y
riesgo. En lo que hago y en lo que digo no represento más que mi "yo"
enhiesto, una individualidad áspera, solitaria y orgullosa.
-¿Qué bienes de fortuna posee?
-Un modesto patrimonio de panllevar. Unas pequeñas propiedades urbanas y
rurales, unas cuantas acciones bursátiles, muchos libros. Lo que más me
interesa de todo es mi biblioteca particular. No tengo apuros económicos,
pero mi fortuna es apenas una pobreza decente, lo que llaman la «comedia
medianeza». Mi capital productivo lo llevo conmigo a todas partes: es esta
cabeza que ve el señor investigador, de la que se han caído el pelo y las
ilusiones. Se trata de una máquina de hacer pensamientos, unos que se
cambian por dinero, otros que no tienen precio.
-¿Qué enfermedades ha tenido?
-He sufrido sarampión, viruelas, bronquitis y roséola en mi infancia, come
todo niño que se respete. Durante la época de mis estudios universitarios me
especialicé en tener «surmenage» porque me parecía una enfermedad
distinguida, propia de letrados, para excusar mis faltas a clase. Hace unos
años me dieron las fiebres recurrentes por falta de aseo en un hotel de
tierra caliente. Por lo demás soy un hombre «alentado», como dicen las
gentes de mi tierra. Trabajo con energía, como con convicción, y duermo a
pierna suelta. Espiritualmente tengo varias dolencias. Una de ellas es la
«angustia cósmica», que no importa a los médicos sino a los místicos, como
Soren Kierkegaard, doctor estético. No me he puesto de acuerdo sobre si ella
procede o no del pecado original.
-¿En su familia ha habido locos?
-No. El menos cuerdo soy yo.
-¿Cretinos?
-Tampoco. La estupidez no es nuestro fuerte.
-¿Cuáles son las condiciones de su vida individual, familiar y social?
-Yo soy lo que la sociedad burguesa llama una persona respetable. Mi
existencia es sobria, laboriosa y austera. Vivo con mis padres, como un buen
hijo de familia. No pertenezco al Club Rotario ni a la Sociedad de Mejoras
Públicas, ni a comités cívicos, ni a juntas de beneficencias. No he ido a
cámaras, asambleas o concejos. Tengo aficiones por la literatura, la música,
los huevos con jamón, la coca cola y el boxeo. Últimamente me he entregado
al baile, no por sentido del ritmo, sino como un ejercicio gimnástico para
adelgazar. Mi vanidad es ser un buen chofer aficionado. Me creo un técnico
en novelas policíacas. El abuso de la pipa y de la lectura orientan mi vida
hacia la de un filósofo contemplativo. Lo que mas temo en el mundo _después
del santo temor de Dios_ es convertirme en un burgués satisfecho.
-¿Qué taras o antecedentes hereditarios tiene?
-Confieso que tengo algunos antecedentes familiares que me inquietan y que
pueden contribuir a explicar mi peligrosidad extrema. Algunos de ellos los
he leído en una novela de Pío Baroja, denominada La leyenda de Juan Alzate.
Es la obra de un poeta aldeano que narra las viejas historias de su comarca.
Los Alzate, al decir de Baroja, eran los parientes mayores del país vasco,
tan viejos como el monte Larrún. Alzate, en vascuence, quiere decir
abundancia de alisos. El aliso es un árbol mágico en la mitología
centroeuropea. Por eso algunos han creído que el primer Alzate era un mito
solar. Los fundadores del linaje vivían en una vieja torre, a orillas del
LamiocingoErreca, un arroyuelo de las Lamias, que marcha a desembocar en el
Bidasoa. Dicen las crónicas que uno de esos remotos abuelos, mató a un
dragón que se escondía en una de las cuevas del monte Labiaga. Yo me temo
que eso se herede. Según el señor Gabriel Arango Mejía, en sus genealogías
antioqueñas, en la época de la conquista o la colonia vino a esta tierra el
primer hombre de mi casta. Era un capitán llamado Juan Ventura de Alzate. Su
hijo mayor tuvo el mismo rango en las milicias reales. Después la familia se
hunde en la oscuridad del agro, en el cantón de Marinilla, compuesta por
campesinos de cepa y cristianos viejos. Reaparece el virus bélico con doña
Simona Duque de Alzate, la madre macabea de Antioquia, que diera todos sus
hijos al Libertador. Yo conozco el retrato al óleo de la intrépida anciana,
vestida de un raído pañolón azul, en el salón del concejo de Marinilla. Mi
bisabuelo Andrés Alzate fue ayudante de Córdoba. Mi abuelo paterno se ocupó
en las faenas agrícolas, como un modesto propietario rural. Mi padre se
dedica nuevamente a la vida castrense, hace inútilmente un gesto heroico
cuando la separación de Panamá y alcanza el grado de general de división, el
más alto del ejército, permaneciendo en servicio activo hasta 1932. Por la
línea materna, mi abuelo, Angel María Avendaño, fue general de brigada y un
desmesurado varón de gesta. Mis tíos han sido oficiales del ejército o la
policía. Sobre mí gravita, pues, un ancestro guerrero. Tengo demasiados
capitanes detrás. Yo me siento literalmente abrumado por la pesadumbre de
tantos lauros marciales. Aunque yo soy la primera generación literaria de la
familia, en mi estilo vital existe una influencia atávica que me lleva a
entender que la vida es milicia. En este tránsito familiar de las armas
hacia las letras, me han quedado demasiados rastros de guerrillero. Lo que
hago es combatir, aunque sea con palabras. El señor investigador, que es
abogado, va a entenderme la profundidad de una expresión algo sombría: yo
siento el mundo como contraparte.
-¿Ha tenido usted choques contra el medio social?
-Ninguno. Carezco en absoluto de resentimiento. El destino me dio algunos
atributos nativos. El resto, lo he conquistado a zarpazos. Puedo estar
satisfecho de mi suerte. Pero soy un no conformista. Eso es todo. Cuando
niño peleaba a puñetazos para buscar lo que quería o satisfacer mi vanidad
lesionada. Hoy lo hago con ideas, endurecidas, crispadas, que estallan con
un ruido seco de proyectiles.
-¿Quiénes son sus amigos?
-Tengo muchos en todos los órdenes y clase. Hay una docena que siento más
próximos a mi espíritu. Hasta hace poco era amigo del doctor Alfonso López,
pero creo que ese vínculo cordial está roto por mi modesto concurso en la
divulgación de los escándalos financieros de su familia. En Caldas tengo
amistades con todo el mundo, inclusive con mis deudores, cuyos autógrafos
conservo. Puedo decir más fácilmente los nombres de mis enemigos, que están
muy bien escogidos.
-¿Sabe usted o presume quién sería la persona que descendió de su automóvil
particular, el miércoles seis del mes en curso, para dirigirse a los
choferes estacionados en la Plaza de los Fundadores, con el objeto de
invitarlos a sentarse en la Avenida Cervantes?
-Es posible que haya sido yo. La invitación a sentarse es cumplimiento de
una fórmula de cortesía, tal como la prescribe don Tulio Ospina en su
Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y de los buenos modales. Si no me
equivoco, es en la página 67, sobre la manera de sentarse en cualquier
ocasión.
-¿Sabe usted o presume quién sería la persona que ese mismo día, en el
lugar referido, aconsejó a los choferes que no le tuvieran miedo a nadie, ni
a la policía, ni al ejército?
-En la hipótesis de que ese consejo fuera evidente, no creo que constituya
ningún cargo. Sería antes una muestra de confianza en tales instituciones,
cuya misión no es asustar a los ciudadanos, sino ampararlos. No tengo por
qué aconsejar a nadie sino el temor de Dios. Naturalmente, si me percato
antes de la manía homicida de los agentes, les digo a los choferes que
huyeran de ellos como de la peste.
-¿Sabe usted o presume quién sería la persona que dijo a los choferes, en
las mismas circunstancias de lugar, tiempo y modo, que la policía no se
atrevería a masacrarlos, porque el régimen estaba tan débil que no resistía
una hemorragia nasal?
-La frase parece mía. Tiene cierto aire de familia. Yo nunca supuse que el
gobierno disolviera a bala una huelga justificada, consumando el asesinato
en masa de un pueblo indefenso. Puedo decir como Fouché ante un acto
semejante: «Fue algo peor que un crimen: ha sido un error». Ese es mi
pronóstico. Mantengo mi concepto sobre el efecto debilitante de esa clase de
hemorragias. Esa política quirúrgica de desangrar al pueblo, va a costarle
muchos quebrantos al liberalismo.
-¿Era la huelga justa?
-Naturalmente. El gobierno se había puesto fuera de la ley, con una
resolución inicua. El gremio de transportadores se encuentra en una
situación dramática, con dificultades creadas por la guerra, pero que agrava
la estúpida arrogancia y la incomprensión obtusa del gobierno. Hay
estadísticas más patéticas que todos los discursos. Cerca de treinta mil
choferes asalariados están cesantes. Por cada vehículo de servicio público
hay cuatro pilotos. Los pequeños propietarios se encuentran al borde de la
ruina. Sus vehículos, adquiridos con pacto de reserva de dominio, no
producen siquiera para amortizar las deudas pendientes. No hay repuestos. El
gobierno especula con las llantas. La burocracia creada por el estado se
sostiene con un abusivo impuesto de reajustes, establecido no por la ley, ni
siquiera por decretos extraordinarios, sino por una resolución de la
dirección de tarifas. No existe técnica para organizar la industria, ni para
fijar las rutas. Las empresas de Caldas esperan un experto en tarifas para
que se fije el valor de los pasajes, hace más de un año. Las tarifas
vigentes no corresponden al actual costo de la vida, ni al desgaste de
material rodante. En síntesis el gobierno, que ha intervenido en los
transportes inconstitucionalmente, sin una ley expedida con los requisitos
especiales de rigor, no ha hecho otra cosa que crear el caos en la industria
y oprimir a los choferes. En una oficina burocrática de Bogotá unos
empleados recogen datos, suman guarismos, dictan órdenes, sin entender no
solamente la cuestión técnica, sino el problema social humano, anejo al
gremio de transportadores, porque aquí se trata de hombres de carne y hueso,
no solamente de cifras.
-¿Usted como abogado no sabe que hay recursos judiciales para anular las
providencias que pugnan con la constitución y las leyes?
-Lo sé. Pero los choferes desesperados no podían aguardar los trámites
morosos de un juicio, ni costear abogados de prestigio. Precisamente porque
soy un jurista en ejercicio, no tengo la superstición de la letra muerta de
la ley. Creo en un derecho fundado en la voluntad de los hombres vivos. No
solamente he estudiado leyes, sino su filosofía, su justificación ética.
Teólogos españoles como Suárez y Mariana me han enseñado que no se debe
obedecer la ley injusta.
-¿No conocía usted los preceptos legales que prohíben el paro en los
servicios públicos de transporte?
-Claro que los he visto. Sin embargo, una huelga es por naturaleza un acto
negativo de fuerza, que no puede encuadrarse cabalmente dentro de los textos
legales. No se trata de discutir sobre parágrafos, sino de resolver una
situación social creada en la calle. Es una majadería hablar de paros
ilegales. El obrero no necesita permiso para abandonar, individual o
colectivamente, el trabajo. ¿Qué hace? Simplemente, como decía Lacordaire,
coge sus brazos y se va. ¿Cómo se puede sancionar ese hecho?
-¿Usted tuvo la iniciativa de la huelga tendida?
-Si no tuve esa iniciativa, sí fui uno de sus más entusiastas partidarios.
Los acontecimientos me dieron la razón. La resistencia pasiva de los
choferes a dejar romper su paro, dejándose caer sobre las vías, fue lo que
determinó la derogatoria de la resolución 779 de 1943. El gobierno no podía
pasar sobre los cuerpos de los obreros.
-¿Quién aconsejó las barricadas?
-Esos parapetos se levantaron por la espontánea iniciativa popular. El
pueblo enardecido por las brutalidades de la policía levantó sus trincheras.
Nadie dio esa orden. Yo quise que desbarataran sus barricadas. Pero
comprendo que ellas demuestran la magnífica entereza, el ánimo esforzado, la
voluntad de lucha de las clases pobres. A1 pie de sus queridas barricadas,
el pueblo montaba guardia, para defender su derecho a la vida. Ellas son una
epopeya civil.
-¿Quién tuvo la responsabilidad de la masacre?
-El señor Alfonso Jaramillo Arango. Sus intrigas, sus truhanerías, su falta
de tacto en ese arte difícil de gobernar. En un alarde de fuerza, quiso
romper la huelga con un convoy. Antes había querido desmoralizar el paro,
encarcelando a los cabecillas de los choferes. Después trató de sabotearlo,
aseverando pérfidamente que era un complot para derrocar al régimen, conmigo
como jefe. Cuando comenzaron los choques estaba encerrado en su despacho,
haciendo chanchullos, chantajeando a los choferes liberales, tratando
vanamente de lanzar contra el gremio de transportadores a los sindicatos.
Tuvo más tarde miedo. Un miedo lívido, abyecto, villano. Estaba en un acceso
de histerismo, alucinado por el pavor. Hay un miedo que huye, como hay un
miedo que dispara. Con la sangre fría y el sentido común de don Roberto
Marulanda, el pueblo de Manizales no velaría hoy al pie de unas tumbas.
-¿Es usted solidario con la huelga?
-Lo soy, plenamente. Me siento ufano de su resultado. Aunque usé de mi
influencia ante los choferes para evitar desafueros, hoy asumo la
responsabilidad total del paro. Respondo por lo que hice y por lo que no
hice, por mis consejos y por las iniciativas ajenas, por lo que yo mismo
puse en practica y por lo que se llevo a cabo contra mi voluntad. La policía
es responsable de las reacciones populares, estimuladas por sus imprudentes
provocaciones. También lo es de cuatro cadáveres que quedaron tendidos en
los alrededores de la plaza de mercado. Se trata de un crimen atroz, porque
el pueblo se encontraba desarmado.
-El gobernador dice que usted trató de soliviantar al pueblo en contra suya.
-El gobernador tiene lo que los psiquiatras llamamos una constitución
mitomaníaca. Sus raptos de histeria, sus fábulas, sus desvergonzadas
tergiversaciones de los hechos prueban el acierto de este diagnóstico. Yo
siempre me opuse a la violencia, por considerarla contraproducente a inútil.
Yo entiendo una huelga, al modo de Mirabeau, como la expresión de poder del
pueblo, que para ser formidable, no necesita mas que permanecer quieto.
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vida digna para sus miembros y sus comunidades. Les pedimos el relato de su
experiencia en vistas a encontrar coincidencias positivas y generalizar su
aprendizaje. Sus recomendaciones en materia de identidad (cultura),
seguridad (gobernabilidad) y sostenibilidad (economia y ecologia) serviran
para que liderazgos e instituciones de diversos sectores, escuchen, aprendan
y establezcan criterios de servicio mas efectivos.
Ademas de intercomunicar a las organizaciones civiles, pretendemos con ello
incrementar los niveles de conciencia y relacion, y procuramos diseñar e
inaugurar entre todos una suerte de sistema sinergico de intercambio de
valores, entendiendo por valores no solo las capacidades y realizaciones de
orden economico sino, muy importante, las de caracter cultural, espiritual,
informativo, social y civico.
Necesitamos regenerar los tejidos sociales y establecer practicas de
intercambio reciproco que generen progreso y bienestar en forma general,
equitativa y que tomen en cuenta los desafios globales y las profundas
tranformaciones que vivimos. Este es un reto -ya todos comprendemos- que
rebasa las capacidades de cada uno de nosotros por separado. Reconocemos que
todos somos UNO y que en el facultamiento al OTRO esta la fuerza para
cocrear el cambio que deseamos.
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