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Asunto: | Mensaje La caída en la Vida Cristiana | Fecha: | Miercoles, 5 de Diciembre, 2007 23:26:20 (-0500) | Autor: | Mirian Cueva <miriancueva @.....com>
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La
caída en la vida cristiana
Sólo cuatro capítulos en la Biblia no
hacen alusión al pecado y sus
peligros--los dos primeros capítulos y los dos últimos. Desde que Adán
y Eva descubrieron que estaban desnudos en el Jardín del Edén, el
pecado ha sido el común denominador más bajo de la raza humana.
El apóstol Juan lo explica claramente: "Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros" (1 Juan 1:8). El pecado más grave es pretender que no tenemos
pecado. Ninguno de nosotros está exento de la posibilidad de pecar.
Hasta que algún día en gloria disfrutemos del Arbol de la Vida, debemos
admitir nuestra vulnerabilidad.
El reformador británico Wilberforce manifestó: "No hay caminos
cortos para llegar a la santidad. Debe ser la ocupación de toda nuestra
vida." No podemos ser santos a las apuradas.
Un escritor a quien aprecio mucho declara: "Si usted dice que hay
pecados que nunca podrían alcanzarlo, está por resbalarse con una
cáscara de banana espiritual." El hecho de creernos invencibles en
cierta área no es una seguridad a toda prueba.
Usted y yo hemos oído acerca de líderes y laicos cristianos que
"de repente" caen en pecado. Todo parece ir de maravillas, y de un día
para otro dejan a la esposa por otra mujer... intentan suicidase... se
hacen alcohólicos.
¿Cómo puede ocurrir? Sucede que la caída en la vida cristiana rara
vez es un colapso repentino; por lo general es un proceso gradual.
Cada vez que perdemos de vista quién es Dios, nuestra vida
espiritual pierde fuerza y está en peligro de caída. El pecado es la
declaración de independencia del hombre. El primer paso para alejarse
de Dios es dejar de apreciar quién es Dios y dejar de agradecerle por
su persona y su obra en nuestras vidas.
La ingratitud y otras formas de desobediencia--ya sea en hecho,
pensamiento o deseo--producen ciertos resultados. Cuando pecamos,
contristamos al Espíritu Santo, Satanás gana terreno, perdemos nuestro
gozo en Cristo, nos vamos alejando y separando de Dios y de otras
personas, nos convertimos en piedras de tropiezo a hermanos más
débiles, y causamos pena y dolor inimaginables.
Haga un inventario espiritual de su vida. Piense: ¿Quién es Dios
para mí? ¿Cómo es mi relación con El? ¿Cuán a menudo le doy gracias?
Medite en pasajes tales como el Salmo 34, Salmo 63:1-8 y 1
Tesalonicenses 5:16-24. Encuentre maneras prácticas de aplicar estos
pasajes en su propia vida.
Lo más importante en cuanto a usted es lo que viene a su mente
cuando piensa en Dios. Lo que viene a sus labios durante el día indica
si usted ve y aprecia Su soberanía, Su gracia y otros atributos de la
divinidad.
¿Está Dios hablando a su corazón? ¿Cómo es su relación con El?
Confiese sus pecados a Dios y (como lo hizo Pablo) decida que por el
poder de Dios vivirá una vida cristiana victoriosa (1 Corintios
9:24-27; Gálatas 2:20). Hable de las maravillas del Señor que usted
ama, y obedézcale con fidelidad. La caída en la vida cristiana no tiene
por qué suceder; no es inevitable. Cristo vive en su corazón, y ésa es
la mejor garantía de protección que tiene el cristiano. Recuérdelo, y
viva de acuerdo a esa verdad.
Luis Palau
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